miércoles, 28 de octubre de 2009

HIEROFANIAS DEL ANÁHUAC


Los antiguos mexicanos forman parte de una sola civilización, por más culturas diferentes que han existido en tiempo y espacio en el Anáhuac. Lo que implica, fundamentalmente, que compartieron una misma matriz filosófica cultural.

Este conjunto de ideas que explica la vida y la muerte y su relación con la naturaleza, el universo, así como el sentido sagrado y divino de la existencia, en lo fundamental, no es muy diferente de las otras cinco civilizaciones Madre del planeta. En efecto, cuando un ser humano o un pueblo han llegado a un estadio superior de desarrollo, cuando han satisfecho las necesidades básicas de subsistencia material, necesariamente buscan darle significado a su vida y trascender su existencia en el plano espiritual, sagrado y divino. Porque la toma de conciencia de un mundo real y significativo se halla en íntima relación con el descubrimiento de lo sagrado.

Aunque la agricultura se inventa en el Cem Anáhuac hacia el sexto milenio antes de la era cristiana, la Cultura Madre aparece decantada y con su propia personalidad, entre los estados de Veracruz y Tabasco alrededor del año mil quinientos a.C. Los olmecas nos dejaron testimonios de las bases de lo que será la civilización del Anáhuac. En el Período conocido como Formativo o Preclásico, los Viejos Abuelos desarrollaron y perfeccionaron los sistemas: alimentario, de salud, de educación y de organización social, que serán los cimientos estructurales de donde se desprenderá lo que más adelante se conocerá como Período de Esplendor o Clásico, que comprende del 200 a.C. al 850 d.C.

Los toltecas llevarán al cenit civilizatorio el proyecto filosófico del Cem Anáhuac que iniciaron los olmecas. Testimonio de esta continuidad “filosófico-cultural-sagrado-divina” la podemos apreciar en la iconografía, que nos presenta los diseños y símbolos fundamentales que dejaron esculpidos, labrados, pintados o bordados: como el quincunce, la serpiente emplumada, el jaguar, el águila y la dualidad divina a partir del par de opuestos complementarios que “humanizan” al mundo y que se observan claramente a través de dos perfiles encontrados de dos serpientes o dos quetzales. Y por supuesto el sistema constructivo de pirámides truncadas, juegos de pelota, patios cuadrados flanqueados por cuatro habitaciones, estelas, esculturas en tres dimensiones y un largo etcétera, que llegará casi intacto y con pequeñas variantes hasta la misma llegada de los españoles.

Poca gente observa estas similitudes que se mantuvieron por lo menos durante tres milenios, no solo en el Cem Anáhuac, sino que asombrosamente, lo comparten todos los pueblos indígenas desde Alaska hasta Tierra del Fuego; pero que la visión eurocentrista y colonizadora nunca ha aceptado que en estas tierras existían antes de la invasión, pueblos con una civilización mucho más adelantada que la europea de aquellos tiempos. Y lo que también es importante señalar, que todos los pueblos compartían una misma matriz “filosófica-cultural-divina-sagrada”. Los colonizadores siempre han estudiado a los pueblos y culturas invadidas por sus diferencias, no por sus semejanzas. Las cuales son muchas y muy asombrosas.

Pero el punto de este ensayo es la necesidad de conocer la estructura del pensamiento filosófico-religioso del Anáhuac, para que a partir de su esencia y su raíz, podamos entender y visualizar el tronco y la fronda del proyecto civilizatorio que eminentemente es de carácter sagrado y divino. Este desafío es fundamental para entender de raíz nuestra civilización Madre y acabar para siempre la paupérrima visión colonizadora. La Hermenéutica del México Antiguo se nos presenta como una próxima tarea urgente a emprender.

Nuestros antepasados más remotos, después de haber logrado satisfacer las necesidades básicas de subsistencia, enfocaron toda su capacidad, talento y sensibilidad para trascender los limitados espacios materiales de la vida y penetrar a los insondables campos del Espíritu Humano, el Universo y llegar a la fuente primigenia, es decir, despegarse del mundo profano y entrar al universo de los sagrado y de lo divino. La toma de conciencia de la sacralidad del mundo y de la vida, liberan al ser humano de su estado animal-profano, donde satisfacer sus necesidades materiales es todo cuanto existe en el limitado perímetro de su existencia elemental. La conciencia de un mundo sagrado y la sacralidad de la vida humana permitieron a los Viejos Abuelos crear su portentoso universo cultural. La conciencia de lo sagrado fundamenta ontológicamente la existencia de la Civilización del Anáhuac. El Anáhuac empieza a ser “mundo”, en la medida en que se devela su sacralidad y el ser humano deja de ser un animal con necesidades básicas materiales, hasta que toma conciencia de su potencial espiritual, su sacralidad y su misión en la vida y el universo.

Lo hicieron los egipcios, los mesopotámicos, los chinos, los indios y por supuesto que también lo hicieron nuestros Viejos Abuelos.

Este conocimiento es el legado más importante que hemos heredado de miles de años de evolución y desarrollo humano. A este conocimiento los Viejos Abuelos le llamaron TOLTECÁYOTL y se entiende como el legado más importante de los toltecas. La incapacidad para entender lo más preciado de nuestro legado histórico-cultural, deviene en parte, de que actualmente vivimos en una cultura materialista, desacralizada y pragmática; y por supuesto, por el colonialismo mental, cultural y espiritual en el que hemos vivido los últimos cinco siglos.

Las bases de este conjunto de ideas es que la tierra es un ser vivo con conciencia y vive ciclos cósmicos. Que el ser humano y la Tierra están en íntima relación interdependiente. Que en la búsqueda de la perfección humana, la tierra sufre cataclismos y que reinicia de nuevo, con la experiencia acumulada del ciclo anterior. De esta manera, el sentido histórico es cíclico y no lineal. Este concepto se explica en el mito de la creación del Quinto Sol. El tiempo deja de ser ordinario y pasa a ser sagrado en la medida de que el ser humano toma conciencia de su responsabilidad y su misión en el mantenimiento del equilibrio energético y la pureza espiritual que debe de alcanzar.

Existe una fuente suprema de la energía creadora, invisible, impalpable, innombrable, que se inventó así misma. Este principio creador tendrá muchas advocaciones diferentes y representaciones parciales de su grandeza. Estas múltiples manifestaciones sacras los europeos las han traducido como “dioses”, pero no lo son. Pues en verdad actúan como representaciones parciales de la sacra totalidad.

De esta manera tenemos “expresiones parciales” de lo inconmensurable. No son dioses en el sentido Occidental, sino manifestaciones fragmentadas de una misma totalidad. Así que el Sol, la Luna, Venus, La Vía Láctea, el agua, el viento, el fuego, la dualidad, la serpiente emplumada, el jaguar, la serpiente, entre otros, son solo símbolos metafóricos de la divinidad que entra en contacto con los humanos y el mundo profano.

Existen siete puntos cardinales de la existencia humana. El ombligo o centro unificador del universo. Los cuatro rumbos de la existencia dirigidos a los cuatro puntos cardinales. Cada uno de ellos tiene un significado filosófico, religioso y esotérico. El cielo que cuenta con trece niveles hacia el cenit y el inframundo que posee nueve niveles hacia las profundidades.

El ser humano realiza su existencia material entre los primeros cinco puntos. Empieza a ser “trascendente” en la medida que toma conciencia de su potencial espiritual. En ese momento nace la historia y la cultura. Si logra equilibrar el par de opuestos complementarios que surgen de la relación Norte-Sur y Oriente-Poniente en el “centro unificador”, logrará la elevación y trascendencia. Pero si desarrolla más alguno de los opuestos complementarios, el desequilibrio lo arrastrará al abismo de la estupidez humana. De esta manera la búsqueda del “equilibrio” resulta uno de los elementos fundamentales para entender esta filosofía y su íntima relación con el quincunce, macuilxochitl o la cruz de Quetzalcóatl, revelaciones de una interpretación filosófica, religiosa y sagrada del Anáhuac.

El ser humano fue creado por el sacrificio de “los dioses”. Por ello se nombra “masehual”, que significa “merecido del sacrificio de los dioses” y en consecuencia su vida será un sacrificio espiritual permanente. El ser humano encuentra un significado a su vida, más allá de tener comida, vestido y techo. El mundo material profano es solo un medio para penetrar al mundo espiritual sagrado. Es precisamente la toma de conciencia de la sacralidad y la divinidad lo que nos hace humanos. Aquí se encuentra la base de nuestra civilización. Los dos grandes objetivos existenciales que tiene el ser humano son el de ayudar a los dioses al sostenimiento del universo y el de trascender su existencia material en el plano espiritual. Sin esta misión la vida del ser humano no tiene ningún sentido.

Del primero diremos que a diferencia de la cultura Occidental, donde Dios ha creado a su imagen y semejanza al ser humano y le entrega a la Tierra y todos los seres que en ella viven para su dominación, explotación y transformación. En cambio, los antiguos mexicanos interpretan a la Tierra como su “madre querida” y se ubican como sus pequeños hijos. Tienen como obligación, no solo velar por preservarla y mantener el equilibrio original, sino también “humanizarla” a partir de la energía espiritual que puede producir el ser humano a través de una vida virtuosa.
Este aspecto es muy importante. La humanización del mundo implica darle un sentido sagrado y divino “a todo lo que nos rodea”. Es solo el ser humano, quien puede hacer este milagro a partir de su potencial espiritual. Este es uno de los propósitos más importantes de la civilización del Anáhuac. Una misión que rebasa con mucho a un solo individuo, a un pueblo y a muchas generaciones. El concepto de una responsabilidad histórica y colectiva, seguirá viva aún en el periodo Postclásico decadente, aunque transgredido por las reformas ideológicas-religiosas del cihuacóatl mexica llamado Tlacaélel. Y nos explica cabalmente como fue posible realizar proyectos constructivos de más de un milenio de duración, como el caso de Monte Alban, que inició su construcción en el año 500 a.C y fue abandonado mil trescientos cincuenta años después en el 850 d.C.

El segundo objetivo civilizatorio es la búsqueda individual de la trascendencia existencial a partir de un trabajo muy decantado y difícil, que implica el dominio y conocimiento de sí mismo a partir enseñanzas muy sofisticadas de carácter hermético. En el que básicamente se toma al mundo y a los seres humanos como cargas energéticas y productores de energía.

A este segundo objetivo le llamaron los toltecas simbólicamente “La Guerra Florida”. Los valientes que la emprendían se les llamaban “guerreros” y según su carga energética podían ser águilas o jaguares. Sus armas eran “flor y canto”, entendidos como belleza y sabiduría. El objetivo supremo de los guerreros de la muerte florecida era “hacer florecer su corazón” y darse como alimento espiritual a su pueblo.

Es importante apuntar que los Viejos Abuelos mantenían una cohesión social muy sólida y estratificada. Que existían “el ala y la cola” de la sociedad integrada por masehuales. Personas que vivían su vida de manera común y corriente. Campesinos, artesanos, servidores públicos y lo que podríamos identificar como especialistas en la medicina, la construcción, el arte, la ecuación, la religión, etc. Guiados por las sólidas bases sociales, religiosas y morales que les proporcionaban una reducida elite de personas que se dedicaban totalmente a el estudio, la investigación y sistematización del potencial espiritual-energético del ser humano. Estas elites vivían en los alrededores de los que hoy conocemos como “zonas arqueológicas”, que nunca fueron ciudades, palacios o fortalezas, como las mentes colonizadas e ignorantes presuponen en la “historia oficial”.
Lo que no han querido aceptar los colonizadores, es que los Viejos Abuelos poseían una profunda y decantada sabiduría humana. Tan importante como las producidas por las civilizaciones de Egipto, China o India. Que su proyecto civilizatorio estaba más allá de “la dominación y explotación” del mundo material. Que el potencial de su sabiduría estaba enfocado a alcanzar la aspiración más elevada de la conciencia humana. Nos referimos a trascender al plano divino y sagrado de la existencia a partir del desarrollo espiritual.

Los colonizadores desde el Siglo XVI hasta hoy, no aceptan que los pueblos originarios y los hijos de sus hijos posean la “condición humana” y por supuesto, mucho menos reconocen el grado de desarrollo material que tenía la civilización del Anáhuac. Aún en el siglo XVI y en pleno Periodo Postclásico decadente los pueblos del Cem Anáhuac tenían mucha mayor calidad y nivel de vida que los pueblos europeos. Esta es una inmensa verdad que los “investigadores” no han querido ver y que echa por tierra todo el discurso cientista colonizador de la inferioridad cultural de los invadidos y conquistados. Veamos por qué:

La alimentación de los Viejos Abuelos era de mayor calidad nutricional y variedad. Poseían la “chinampa” que implica la más alta tecnología humana hasta nuestros días, para hacer producir intensivamente a la tierra todo el año. Inventaron el maíz a partir de las transformaciones biogenéticas que le hicieron al pasto llamado Teozintle. El sistema de salud había llegado a niveles de excelencia. Las trepanaciones, así como la sabiduría de lo que hoy llamamos herbolaria y el uso de las “plantas de poder” llegaba a todos. El concepto de higiene personal, habitacional y urbana, era más avanzada que en nuestros días. El sistema educativo encontrado en 1519, era muy superior al europeo. La educación popular tenía tres milenios y en europea apenas inició en 1596. Los Viejos Abuelos vivían en una civilización escolarizada que duró milenios antes de la invasión. El sistema de organización social y régimen jurídico era tan eficaz y eficiente, que ha sobrevivido hasta nuestros días en el sistema de cargos de las comunidades indígenas y campesinas del México contemporáneo.

El mundo “material” del Anáhuac era mucho muy superior al europeo. El concepto de urbanismo que encontraron los invasores en la Gran Tenochtitlán en el siglo XVI, solo lo llegaron a tener las ciudades europeas hasta muy entrado el siglo XIX. Agua potable, el sistema reticular de las calles, calzadas, avenidas, canales, puentes, uso comunitario y gratuito del transporte, escuelas, hospitales, mercados, bibliotecas, museos, zoológicos, canchas deportivas, centros culturales, oficinas administrativas y un vasto etcétera.

Pero el “mundo material” es solo un espejismo para las conciencias decantadas. Cuando un individuo o un pueblo han llegado a un nivel de desarrollo existencial, buscan traspasar las sólidas murallas del limitado mundo material y penetran al inconmensurable y maravilloso mundo del Espíritu, de lo sagrado y de lo divino de la existencia. El mundo material es solo la base de despegue que requiere el “mundo espiritual” para trascender. Lo importante de la herencia de nuestros Viejos Abuelos es precisamente la sabiduría que se acumuló durante siete mil quinientos años para trascender nuestra existencia en el plano espiritual y que nuestros colonizadores no han podido ver por dolo y mucho menos comprender por incapacidad.

La riqueza cultural, nuestro mayor Patrimonio Cultural, no esta en las “ruinas materiales” de las llamadas zonas arqueológicas, ni en los “tesoros” que están guardados en los museos de todo el mundo. El gran logro cultural de nuestra civilización Madre se encuentra depositado en el corazón de cada uno de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. El Tesoro esta dado en “flores y cantos” que viven en nuestro “Ser espiritual”. En los sentimientos y en los pensamientos que como flores y cantos pueden ayudarnos a trascender este precario y caótico mundo material en el que ahora vivimos.

Es de esta forma que la TOLTECÁYOTL se nos revela como el potencial cultural más importante que hemos heredado de nuestros antepasados. La sabiduría sistematizada sobre la fuerza del Espíritu que está agazapada en el mundo cotidiano, en la llamada Cultura Popular, en los valores y principios de la educación familiar. Esta milenaria sabiduría, que vive refugiada en las tradiciones, fiestas, usos y costumbres, es la que nos sigue dando “un rostro propio y un corazón verdadero” y es la que nos puede conducir a la liberación del oscuro, grotesco y deshumanizado mundo material en el que hemos caído estos últimos cinco siglos.

Hasta ahora los investigadores solo han hecho arqueología e historia del mundo material y profano del México antiguo. Son tiempos en que los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos hagamos arqueología del espíritu e iniciemos la reconstrucción de la historia sagrada del Anáhuac.

Es necesario investigar, reordenar la información y crear nuevos conocimientos a partir de acercarse a las manifestaciones de lo sagrado y de lo divino que nuestros Viejos Abuelos nos dejaron, no solo en vestigios materiales, sino también en símbolos, mitos, ritos, tradiciones, leyendas, fiestas, usos y costumbres. Tanto en el Patrimonio Cultural tangible como en el intangible. Tenemos que entender que somos una sola civilización que sigue manteniendo su permanente y necesaria continuidad a lo largo de ocho milenios.

La pérdida de la menoría histórica por los procesos de colonización es solo superficial y muy temporal. La esencia sagrada de nuestra civilización, sus valores y principios siguen vivos y vigentes en cada uno de los individuos, familias y pueblos que la conforman. El colonizador nos ha tratado de hacer pensar que no existe ninguna conexión entre los Viejos Abuelos y los mexicanos contemporáneos. Que el pasado indígena esta total e irremediablemente perdido y extinto. Pero indudablemente seguimos siendo la misma civilización, solo que ahora potencialmente más enriquecida por cinco siglos de apropiaciones e intercambios culturales con otros pueblos del mundo. Nuestra potencial cultural seguirá latente hasta el momento que tomemos plena conciencia de nuestra riqueza espiritual, a partir de recuperar la memoria histórica.

El legado más valioso que poseemos de los Viejos Abuelos indiscutiblemente es la espiritualidad y el misticismo con el que interpretamos el mundo y la vida. Esta visión sagrada y divina se encuentra atesorada en la TOLTECÁYOTL y representan las hierofanías del Anáhuac.

sábado, 17 de octubre de 2009

LA DICTADURA DEL CULTO AL BECERRO DE ORO


El “ser humano” actual, apenas tiene 40 mil años en el planeta. De ellos, los primeros 30 mil, se la pasaron en calidad de nómadas-recolectores-cazadores. Fue hasta hace 10 mil años que al inventar la agricultura se hizo sedentario e inició los procesos de civilización a través del desarrollo de las potencialidades humanas.

Las civilizaciones “Madre” crearon a través del tiempo, eficientes métodos y sistemas para resolver los problemas materiales de la “sobre vivencia”, para inmediatamente pasar a resolver el desafío de “la trascendencia” de la existencia en el plano espiritual.

De esta manera se pasó del cultivo intensivo de las plantas a través de métodos de irrigación, domesticación y cría de animales, pasando por sistemas constructivos, transformación de productos vegetales, animales y minerales para resolver necesidades de vestido, iluminación, preservación de alimentos y semillas y un largo etcétera. Hasta llegar a darle significados muy complejos, abstractos y profundos a la existencia. Lo sagrado y lo divino del mundo y la vida encontraron, en todas las civilizaciones “Madre” el punto más elevado y luminoso de la pirámide de desarrollo humano.

Metafóricamente el ser humano, en su evolución, ha venido luchando contra la oscuridad, entendida como la ignorancia, contra la inercia de la materia que arrastra al ser humano a los abismos de la estupidez humana. Justamente esta es la “condición humana”, la incapacidad, la ignorancia, la degradación. Tomar conciencia de estas limitaciones y actuar en consecuencia para superarlas, es lo que le da sentido la existencia. Porque sí los seres humanos fuéramos “perfectos”, seríamos “ángeles y la tierra sería el paraíso”.

De modo que “esta condición” de nuestra “naturaleza imperfecta”, ha estado presente desde el origen de los tiempos humanos. La parábola de “Caín y Abel” se mantiene en el tiempo y el espacio. Es un drama perenne y universal, que permite que el ser humano se “auto determine” a través de las decisiones que toma y los actos que ejecuta en su vida. A través de la conciencia y el desarrollo de su espiritualidad, se eleva y trasciende. O a través de su inconsciencia, embrutecimiento y enajenación, se precipita en los abismos de la degradación.

Trascender espiritualmente y elevarse, es lo más difícil y representa el desafío más importante de la vida. Simbólicamente la materia que contiene “el soplo divino de conciencia espiritual”, es arrastrada por las fuerzas gravitacionales que atrapan a la materia y la precipitan a “la nada”. En cambio, la degradación y enajenación es lo más “natural, cómodo y sencillo”. Sin ningún “esfuerzo”, solo abandonándose, “dejándose ir”, los actos y sentimientos sin la fuerza ascendente del Espíritu, degradan al ser humano hasta convertirlo en una bestia depredadora de sus congéneres y del medio ambiente.

De esta manera, simbólicamente podemos decir que los seres humanos desde el principio de los tiempos están expuestos al “culto al desarrollo del Espíritu”, o al “culto al Becerro de Oro”. Espíritu y materia como un par de opuestos complementarios que se transforman en un tercero, diferentes a los dos que lo formaron, es decir, -el ser humano-. Los sabios toltecas del Anáhuac resolvían este drama con el “camino del guerrero”, al encarnar al Quetzalcóatl en una personal e íntima Batalla Florida. Es decir, equilibrar en perfecta armonía –en la vida diaria- el quetzal (símbolo del Espíritu) y el cóatl, la serpiente como símbolo de la materia (Quetzal-cóatl).

Durante la mayor parte del tiempo histórico del la humanidad, las civilizaciones “Madre” inclinaron la balanza en la búsqueda de la trascendencia de la existencia. Muchos los caminos, variados los “maestros o avatares”, pero un solo destino: “liberar el Espíritu de la materia”.

Sin embargo, la parte oscura del rostro humano ha estado presente desde siempre. El culto a la materia y la irresponsabilidad existencial han prevalecido en las acciones humanos, desde los tiempos de las cavernas hasta nuestros días.

“La verdadera historia de la humanidad” nos enseña, que aquellas personas que se han inclinado por el lado oscuro y material del mundo, han mantenido un permanente esfuerzo por ganar “su batalla”. En otro ensayo titulado “El Mito de la Modernidad” he tratado este tema con detalle. La idea es que estas personas que se inclinan por el lado oscuro y la materia, simbólicamente les hemos llamado “los mercaderes” y a la obsesión por el atesoramiento le hemos llamado metafóricamente “el culto al Becerro de Oro”.

Pues bien, “los mercaderes” y su perverso culto por el “Becerro de Oro” fueron controlados y sujetos por los poderes de las antiguas civilizaciones. Para el caso de la nuestra, la anahuaca, los “pochetcas” de Tlatelólco, fueron “controlados” en sus excesos de poder por los mexicas de Tenochtitlán. El punto es que cuando una persona acumula desproporcionadamente más bienes que los demás, no puede tener ni ejercer poder o privilegios sobre los individuos y la comunidad. El comercio es por su naturaleza un acto inmoral y se convierte en “un mal necesario”, dado que implica un acto de abuso sobre el que produce y el que compra. El comercio desde tiempos inmemoriales y en todas las civilizaciones antiguas, era un acto de poco valor social, muy vigilado, perseguido y castigado por sus excesos.

El Estado tenía el control total del pueblo y su responsabilidad era buscar las condiciones apropiadas para su desarrollo material y fundamentalmente espiritual. Para comprender este punto, solo basta conocer las “grandes obras” de las civilizaciones “Madre”, y en general, todas estaban encaminadas a la parte espiritual. Los “mercaderes” y el Mercado –en los periodos de esplendor- no poseían un gran mérito social y estaban totalmente controlados, sin “libertad” y con las leyes opresoras de su libertad para mercar impunemente”.

Los “mercaderes” iniciaron una lucha por la “libertad” en contra del Estado y desarrollaron una estrategia para destruir las milenarias formas de gobierno y organización social, así como las antiguas religiones, las filosofías, las formas y elementos culturales de los pueblos. Cambiar el sentido original de la existencia y modificarlo para venerar libertinamente y sin restricciones el culto al Becerro de Oro, es decir, cambiar la “tradición” por la “modernidad”.

Todo comenzó en Europa en la Edad Media, se perfiló con la invasión de América. Siguió con la creación del “primer país” del mundo. En efecto, en 1776 se concretó finalmente el proyecto e inició la lucha del Mercado contra el Estado. Se buscó “La Libertad” individual para mercar ilimitadamente apoyados por la democracia, que es el sistema por el cual los dueños del dinero gobiernan a los pueblos a través de los políticos. Siguió Francia y después los reinos europeos, derrocando a las monarquías para imponer “las repúblicas democráticas del Becerro de Oro”. La “Modernidad” nació como un proyecto estratégico global en Estados Unidos, pasó a Europa y después se desbordó por todo el mundo. Desde la toma de la Bastilla hasta la invasión a Irak, todo ha sido una misma estrategia global, primero tuvo su centro en Londres y ahora en Wall Street.

Los “mercaderes”, su culto e ideología, han creado dogmas ideológicos para sustentar su visión y dominio del mundo. Dogmas como: La evolución humana es lineal. La modernidad y la democracia son las creaciones humanas más elevadas. La ciencia y la tecnología son las que determinan la verdad del mundo y la vida. La espiritualidad y la religión son cosas caducas, de ignorantes y retardatarios. Todo lo pasado es por fuerza “primitivo”. El “éxito humano” se mide por la capacidad de dominar, transformar y explotar a la Naturaleza. El vértice superior del desarrollo material es “la liberación de la energía de la materia”, es decir, la fusión nuclear. La razón de la vida se encuentra en la explotación de los seres humanos y la Naturaleza, para acumular riqueza y poder.

Toda esta locura nos ha llevado a vivir uno de los momentos más críticos, no solo de la especie humana en estos 40 mil años, sino del propio planeta, que teniendo aproximadamente 5 mil millones de vida, en los últimos 50 se esta viendo amenazado por nuestra equivocada forma de vida impuesta por los “mercaderes”.

En efecto, la especie humana esta viviendo un momento de crisis global, como tal vez solo fue afectada por las glaciaciones y fenómenos naturales de dimensión planetaria. Nunca como ahora existen tal cantidad de habitantes, y nunca como ahora existen tanta pobreza, hambre e injusticia.

Lo único que tiene el ser humano para enfrentar los retos de su existencia, tanto de índole material como espiritual, es la inteligencia y la capacidad de trabajar y la sensibilidad para trascender la existencia. Los “mercaderes”, el Mercado y el culto al Becerro de Oro, han logrado, no solo someter y reducir al Estado, dejándole la tarea de administrador y policía, sino que, fundamentalmente han logrado quitarle al ser humano la posibilidad de trabajar, y ha logrado, especialmente con los medios masivos de comunicación, enajenarlo y embrutecerlo para amputarle la primigenia y esencial necesidad de, a través de la sensibilidad e inteligencia, encontrar la oportunidad de trascender espiritualmente la existencia material.

En efecto, el ser humano de todo el mundo, antes del dominio totalitario de los “mercaderes” podía, gracias a su cultura e inteligencia: trabajar y con ello asegurar su subsistencia material. Y con su sensibilidad y creatividad, encontrar a través de la tradición y la religión ancestral, darle un significado a su vida, trascendiéndola en el plano espiritual.

Sin embargo, el ser humano “moderno”, que ha quedado indefenso en el mundo de los “mercaderes”, ahora se le ha expropiado la posibilidad de trabajar. Son los dueños del dinero y la tecnología los que ahora le ofrecen mezquinamente un puesto de trabajo. Ya no puede, por él mismo, y a través de su cultura y la naturaleza satisfacer las necesidades materiales de subsistencia de su familia. Ahora tiene que “buscar trabajo” y tocar mansa y humildemente la puerta de los “mercaderes”, para que como limosna, tenga la oportunidad de ganarse la vida con un trabajo mal pagado, sin garantías y prestaciones. Ahora son “los mercaderes” los que con sus capitales y tecnologías tienen el control del trabajo a través de crear, de acuerdo a sus intereses, las fuentes de empleo.

El “trabajador tradicional” era poseedor de un conocimiento y una maestría que generalmente había sido heredado por la comunidad y la familia. Él era dueño, creador y recreador de sus instrumentos y tecnologías de trabajo. La producción, reproducción y consumo, en general, era de tipo familiar. Fuera en el campo, la aldea o las pequeñas ciudades.

Fueron los “mercaderes” a través de la Revolución Industrial, quienes destruyeron el núcleo familiar de producción-reproducción y consumo. Secuestraron a los hombres y niños para llevarlos a las fábricas, minas y talleres, encadenándolos a la línea y la producción en serie. Los “mercaderes enajenaron el trabajo y convirtieron al “trabajador” en un esclavo salarial.

El “trabajador moderno” es un ignorante. Los “mercaderes” a través del desarrollo tecnológico han hecho que pierda el conocimiento de los procesos de producción. Es más un robot que un ser humano. La producción en línea lo hace prescindible e insignificante, porque siempre en la puerta de la fábrica hay 20 personas que piden su trabajo en donde no se necesita conocimiento y experiencia. La tecnología en manos de los “mercaderes” no ha desplazado al ser humano en la producción, solo lo ha hecho insignificante y ha reducido el costo de “la mano de obra”, que ya no requiere conocimientos específicos y experiencia. El trabajador ha sido desposeído de sus conocimientos y por ello se encuentra indefenso y sin “valor”.

Y en el aspecto espiritual ha sido totalmente enajenado y embrutecido. Lejos de los valores familiares y comunitarios. Empantanado en los “valores comerciales de los mercaderes”. Ausente en una práctica religiosa/espiritual. Atrapado en la dinámica del individualismo, la violencia y el consumismo, el ser humano “moderno” se aniquila a sí mismo en la desolación y en la anestesia existencial.

Ahora en vez de buscar la trascendencia busca el consumo. En vez de luchar por ser educado se entrega a ser vulgar y soez. La bajeza y la degradación han suplido la sana diversión y al entretenimiento. Todo se encuentra en la televisión y todo gira sobre el dinero. Desde la niñez, por medio de “la instrucción para el trabajo” en las escuelas y la educación en “valores comerciales” a través de la televisión, el poder del dinero formará los anhelos existenciales de consumo.

El ser humano moderno encuentra la trascendencia en los distractores-consumo que le impone la dictadura del culto al Becerro de Oro. El deporte comercial, la farándula artística comercial, la moda, el ocio en tecnología, el alcohol, las drogas. Los “mercaderes”, como ningún otro poder en la historia de la humanidad, han logrado el control del subconsciente de los seres humanos a través de los medios masivos de comunicación. Nunca antes, tantas personas de diferentes partes del mundo, pueden “ver-escuchar-recibir”, al mismo tiempo un mensaje directo o subliminal. Al destruir los valores ancestrales de la cultura popular, el ser humano queda indefenso y vulnerable a los ataques a sus valores, sus tradiciones y costumbres. Es decir, a la esencia de su ser y de su hacer.

El punto de esta reflexión es clarificar la condición que existe en la vida del ser humano “moderno”, atrapado en la dictadura de los “mercaderes”, así como el poder global que han adquirido sobre el Estado y la percepción del mundo y la vida.

El “ser humano moderno” ha perdido la capacidad de trabajar y satisfacer las necesidades familiares y personales de subsistencia material. Atrapado en las grandes ciudades, en el consumo, la ignorancia y el embrutecimiento. El trabajo, que es esencial al ser humano, ha sido apropiado por los “mercaderes”, quienes son los creadores de las fuentes de empleo a través de poseer los capitales y la tecnología.

La riqueza planetaria se ha concentrado en un puñado de familias y empresas, que actúan coordinadamente a través de “carteles” de explotación. Doblegando a los Estados y poniéndolos a su servicio, pasando encima de las leyes, los derechos y la vida de miles de millones de personas y decenas de países.

Todo esto lo han logrado a través de la destrucción de la sabiduría ancestral manifiesta en los diferentes modelos de organización, administración, producción, tradiciones, usos y costumbres, en síntesis, en la destrucción de la cultura de los pueblos, en las antiguas religiones. Erradicando a través de la ignorancia, enajenación y embrutecimiento, la primigenia y esencial necesidad humana de darle significado a la vida y encontrar su trascendencia en el plano espiritual.

El “ser humano moderno” esta atrapado en dos grandes felonías de los “mercaderes”: la imposibilidad de trabajar para satisfacer sus necesidades de subsistencia material, condenándolo a la miseria material. Y la imposibilidad de satisfacer su necesidad de trascender la vida en el plano espiritual, condenándolo a la miseria espiritual.

Ignorante y embrutecido subiste en los cinturones de miseria de un mundo caníbal urbano, luchando sin armas (la inteligencia y el conocimiento), por un puesto de trabajo. Vive en medio una “realidad” saturada de productos chatarra y de lujo, al cual él se aferra para darle sentido a su vida.

Enajenado y anestesiado el “ser humano moderno” busca trascender su vida a través del dinero, el consumo y el “poder del tener”. Y entre más tiene, más vacío y desolado se siente. Porque la frustración existencial en el “ser humano moderno” es igual entre pobres y ricos. El vacío esta llenado todos los espacios y “la nada esta acabando con todo”. Los “mercaderes” y el Mercado han impuesto brutalmente la dictadura del culto al Becerro de Oro.

jueves, 1 de octubre de 2009

PSICOLOGÍA DEL MEXICANO


Es un tema muy trillado con demasiados “sitios comunes”. En general esto de la “psicología del mexicano” es más una “bacinica mental”, que un estudio serio y descolonizado para tratar de entrever -el rostro y el corazón verdadero- del pueblo de este país, que indebidamente le han llamado “México” (*).

Desde que Samuel Ramos escribió “El Perfil del hombre y la cultura en México” en 1934, y posteriormente en 1950 Octavio Paz escribió “El Laberinto de la Soledad”, se ha tratado de explorar los, al parecer, “insondables” adentros del “Ser del mexicano”. En general, lo escrito refleja una pequeña península del enorme continente que implica “el Ser mexicano”.

El problema surge desde el origen. No se ha definido que en verdad es “lo mexicano”. En efecto, qué debemos de entender por “el mexicano y lo mexicano”. Porque, este país surge de una de las primeras civilizaciones con origen autónomo del mundo, que durante siete milenios y medios creció, evolucionó y formó un sólido proyecto cultural. Sin embargo, con la conquista y colonia, fue negada brutalmente esta civilización y sus valores, para imponer una cultural colonial, que no española. O dicho de otra forma, los españoles crearon una “cultura colonial española”, que implantaron a sangre y fuego en los territorios invadidos durante tres siglos, sobre la negación “del otro”.

Después de una lucha fratricida entre criollos contra gachupines, los primeros lograron quitarles el poder a los segundos y los expulsaron, creando en el territorio de la colonia un país, como los que se estaban formando en Europa a principios del siglo XIX, pero sin modificar sustancialmente la estructura colonial. Solamente se cambió quien encumbra la pirámide del Sistema de Castas.

En estos doscientos años los criollos en el poder, han desarrollado un modelo neo-colonial, con una delgada epidermis modernizante y seudo democrática, pero que sigue teniendo sólidos cimientos y estructuras coloniales de carácter mental y cultural, que le impiden entrar a la modernidad en calidad de igualdad con las naciones que ayer fueron colonizadoras y hoy se autodefinen como desarrolladas.

En el “México de los criollos” durante dos siglos los que han tenido y tienen el control de las decisiones políticas, económicas y culturales son, por lo general, los descendientes culturales de la conquista y la colonia. Los invadidos siguen en el fondo de la escala social, económica, política y cultural. Ellos no han tenido la oportunidad de expresar y desarrollar los valores de su antigua herencia cultural y menos aún, la posibilidad de crecer y desarrollarse económica y políticamente. Se les mantiene totalmente excluidos, por pobres, por no poseer la “cultura dominante”, por su fenotipo y por rechazar de muchas formas el proyecto de los criollos a través de una vigorosa cultura de resistencia.

Este es el punto. ¿Cuál es la psicología del mexicano?, en un país eminentemente colonial, con un feroz sistema de castas disfrazado y una desmesurada hipocresía social, que no puede ocultar la histórica injusticia social, la exclusión sistemática y el desprecio por la civilización invadida.

A qué tipo de “mexicano se refieren los estudios y ensayos”. A los mexicanos, directamente descendientes –culturalmente- de la civilización del Anáhuac, hablen o no una lengua originaria. Gente que vive en lugares apartados y que trata de evitar “la modernidad y el progreso”, o que viven en “municipios de extrema pobreza”.

Se refieren a los “mexicanos” que Guillermo Bonfil Batalla llamó “indios desindianizados”. Aquellos que rechazan los elementos culturales indígenas que los identifican con los pueblos originarios y que huyen de la pobreza campesina para engrosar los municipios más importantes de su región o los que emigran a los cinturones de miseria de las medianas y grandes ciudades del país.

O será a los indígenas y campesinos que desde la revolución dejaron el campo y que a lo largo de dos o tres generaciones se han vuelto urbanos. Gente que ha podido estudiar y que gracias “al milagro mexicano”, lograron escalar en la pirámide social; y que en el encuentro multi-cultural y multi-racial de las ciudades del país se mezclaron para formar la llamada “clase media”, en la que gracias a la educación superior y a las oportunidades de trabajo, se pudieron mezclar gente de las partes más distantes del país y aún, del extranjero, especialmente de Europa y Medio Oriente, que con sus interminables guerras, desplazaron muchos de sus ciudadanos por el mundo.

O se refieren a los “nuevos mexicanos” que a partir de la década de los años setentas dejaron el empobrecido campo y crearon de la noche a la mañana, ya no “cinturones de miseria”, sino verdaderas “ciudades miseria”, como Netzahualcóyotl en el Edo. de México. Gente educada y adoctrinada por la televisión comercial que perdió totalmente los valores de su cultura campesina y jamás adoptó una cultura urbana.

O serán aquellos “mexicanos” que siempre han tenido el poder económico y político de este país. Extranjeros e hijos de extranjeros que de generación en generación han podido, con mayor o menor capacidad, mantener su estatus de “extranjero”, en un país colonial, en el que el malinchismo y el desprecio a la cultura y fenotipo local han sido permanentemente reforzados y alimentados. Esos “mexicanos” que tienen sus exclusivas zonas residenciales, sus escuelas privadas, sus zonas comerciales, que hablan “en su lengua madre” aunque tengan generaciones de vivir en México. Esos que llaman “nacos” a los que no son como ellos y que no tienen la más mínima compasión y solidaridad social con “los pobres”, pero que cuando viajan a lejanos países a las Olimpiadas o el Mundial de Futbol se disfrazan con grandes sombreros, sarapes multicolores y cantan el "cielito lindo".

A qué tipo de “mexicano” se refirió Octavio Paz o Samuel Ramos. Porque en 1987 Guillermo Bonfil nos reveló la existencia de “dos Méxicos”. Un “México profundo”, que hunde sus raíces culturales en la civilización del Anáhuac, y un “México imaginario”, que nace en la invasión, se desarrolla en la colonia y se nos presenta en el periodo neo-colonial, como una sociedad colonial disfrazada como modernizadora y democrática.

Dice Guillermo Bonfil, que ese “México” no es imaginario porque no exista, sino porque nunca ha tomado en cuenta “al México profundo” en sus sucesivos proyectos fracasados. Es imaginario, porque la gran mayoría de personas que viven en este país, tienen más cercano en “su ser y hacer”, la matriz civilizatoria indígena, aunque consiente e inconscientemente la rechacen.

Volviendo al punto. ¿Cuál es entonces la psicología del mexicano? O más bien, de qué tipo de “mexicano” queremos hablar.

En general, el vencedor escribe la historia. Pero además: tiene el poder económico, político, cultural y social. Impone sus verdades y sus valores, y por supuesto, su Ley. El vencedor tiene “LA VERDAD” en sus manos, además de los medios masivos de difusión y el sistema educativo.

Y dentro de “estos Méxicos” existen muchos otros Méxicos. Porque podemos hablar de un “México español”, un “México” libanés, un “México” judío, Un “México” inglés, un “México” francés y por supuesto, de un “México” norteamericano. Son estos “Méxicos” los dueños del poder económico y político. Ellos, los que se manejan con una IDEOLOGÍA CRIOLLA, son los que han dirigido “su país” desde 1821 al fracaso. Siempre pelando entre ellos y buscando alianzas con el extranjero, soñando que los capitales foráneos los hagan ricos, entregando la mano de obra de los “naturales y sus recursos naturales a cambio de su perversa y corrupta “sociedad anónima”.

Desde otra perspectiva, son los “mexicanos” que integran ideológicamente el “México imaginario”, los que toman las decisiones en el campo económico y político, ellos son los forjadores del mito del “mexicano incapaz, acomplejado, impotente y frustrado”, porque a lo largo de estos dos siglos, ellos han sido los: inseguros, corruptos, mediocres, traidores, explotadores, “poquiteros”, cobardes. Estos “mexicanos” son los que han llevado a “su país” a la quiebra, a pesar de contar con un pueblo milenariamente solidario-trabajador y contar con una inmensa riqueza natural. Un ejemplo muy claro es que en este año 2009, la economía mexicana ocupara el último lugar en desempeño a nivel de Latinoamérica, por debajo de Haití y Trinidad y Tobago.

Los Iturbide, los Santa Anna, los Miramón y los Mejía, los Limantour Marquet, los Salinas De Gortari, los Fox Quezada o los Carlos Slim, los Calderón, por citar a unos cuantos “mexicanos”, que a lo largo de estos doscientos años, son los que han dirigido a este país llamado “México”.

Cuál es entonces la psicología del mexicano, la de Agustín de Iturbide o la de Vicente Guerrero, la de José Yves Limantour Marquet o la de Emiliano Zapata Salazar, la de Carlos Slim Helú o la de Ramiro Guillén (**).

Existe en México un poderoso Sistema de Castas disfrazado hipócritamente. En el que aproximadamente un 10 % de la población posee cerca del 40% de la riqueza nacional y que en general, esta integrado por gente descendientes de extranjeros. Un puñado de familias controla económica y políticamente el país, igual que en la época colonial.

Del otro lado, otro 10% integrado por lo que el INEGI reconoce como “indígenas”, porque aceptan voluntariamente en el censo, hablar una lengua indígena. Aunque sabemos que muchos “indígenas” hablantes de sus lenguas maternas no reconocen públicamente, que son hablantes de una lengua original por temor a la discriminación. Este 10% posee el 1% de la riqueza nacional.

En medio queda una masa informe de “mestizos”. No solo entre indígenas y europeos, porque aquí también están presentes los africanos y los asiáticos de manera contundente. Estos mestizos, por lo general, presumen a sus antepasados extranjeros y muy pocos a su raíz indígena. Su memoria histórica es muy corta o de plano no existe. Son hijos de la “modernidad”, de la moda, de la televisión, la radio, la comida rápida, los productos chatarra y piratas, incanzables “soñadores del sueño americano”.

¿Cuál es entonces la psicología del mexicano? La de los intelectuales y académicos euro céntricos, la de los hombres de negocios pro estadounidenses, la de los indígenas mayas del EZLN, la que conforma el voto duro del PRI y el PRD en la zonas urbanas, la de los campesinos de la CNC, la de los maestros del SENTE, la de las legiones armadas y trabajadores al servicio de los narcos. A qué tipo de “mexicano” se refiere esta psicología.

Y qué decir de los México-norteamericanos, de los niños y jóvenes que están naciendo, creciendo y estudiando en Estados Unidos. Cada día son más y están más educados en escuelas y universidades del primer mundo. Una nueva clase de “mexicanos” que tienen la nacionalidad estadounidense pero el corazón firme y fuertemente enranciado en el Anáhuac, y que en algunos casos hablan hasta tres idiomas. Porque hoy, más que nunca, debemos de tener muy presente que esos diez millones de mexicanos que están en el “Norte”, están manteniendo no solo a casi la mitad de los mexicanos pobres, sino que son la fuente de divisas más segura que sostienen la “economía nacional”.

Cuál es entonces el verdadero rostro y el verdadero corazón de las mayorías en este país. Del ciudadano común, del que gana entre dos y cinco salarios mínimos, del que viaje en autobús y en el metro. Del que integra ese 80% de “mexicanos” que no son “indígenas y miserables, ni tampoco de ese 10% de privilegiados que descienden de extranjeros. De los “famosos mestizos”.

Efectivamente somos -como todo el mundo-, una mezcla de mezclas, cultural y racialmente pero, tenemos una milenaria raíz. Eso es indiscutible. La mayoría somos hijos –cercanos o lejanos- de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la humanidad. No somos un pueblo nacido apenas hace dos siglos (***) o dos milenios, tenemos ocho milenios de experiencia y sabiduría acumulada y sistematizada en el desarrollo humano que nos da una personalidad que nos distingue en el mundo. Somos un pueblo con una importante y valiosa cultura que le ha dado muchos regalos al mundo. Nuestro mestizaje hunde sus raíces más profundas en esta tierra que nos dio la vida, el sentir, el sabor, el olor, el color, el contacto con “el otro”, la comunidad y la naturaleza.

Esta raíz milenaria no se refiere a un fenotipo. Es en cambio “un sentir”. Una forma de interpretar el mundo y la vida. Una forma de percibir y dar significado a todo, comenzando por la gracia de estar vivo y consiente para intuir lo “inconmensurable”.

Es un sentimiento profundo y telúrico, que no tiene palabras, ni idioma, bandera o ideología. Es “un darse cuenta” encapsulado en un instante hundido en la eternidad.

(*) México viene de mexica y en este país existen 62 pueblos anahuacas originarios y mestizos.
(**) Líder campesino anahuaca nahua de Veracruz que se quitó la vida como protesta por que el gobernador Fidel Herrera le canceló 107 veces una reunión de trabajo para solventar los problemas de tenencia de tierra de su comunidad.


Le invitamos a que vea los videos sobre la civilización del Anáhuac.
1.- LA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC
2.- PERIODO PRECLÁSICO LOS OLMECAS
3.- PERIODO CLÁSICO LOS TOLTECAS
4.- PERIODO POSTCLÁSICO LOS MEXICAS
5.- PIRÁMIDE DE DESARROLLO HUMANO DEL ANÁHUAC
6.- LA TOLTECÁYOTL
7.- TLOQUE NAHUAQUE LO DIVINO Y LO SAGRADO
8.- EL MITO DE LOS GUERREROS AZTECAS
9.- LOS TOLTECAS
10.- PERIODO CLÁSICO O DEL ESPLENDOR
11.- LA AGRICULTURA EN EL ANÁHUAC
12.- LOS TRES CÍRCULOS DE CONOCIMIENTO
13.- LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA
14.- LAS ZONAS CULTURALES DEL ANÁHUAC
15.- QUETZALCÓATL
16.- EL COLAPSO DEL PERIDO CLÁSICO
17.- LAS CIVILIZACIONES MÁS ANTIGUAS DEL MUNDO
18.- LOS SEIS ELEMENTOS CULTURALES QUE DISTIGUEN A LA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC
19 La Batalla Florida


(*) Desde el siglo XVIII los historiadores como Francisco Javier Clavijero, en su “Historia Antigua de México” apunta que el nombre correcto de esta milenaria tierra era El Anáhuac. Y en 1813, José María Morelos convoca en Chilpancingo al Primer Congreso del Anáhuac, para debatir que rumbo tomaría la revolución en lo que en ese momento era El Virreinato de la Nueva España.
(**)“Si quieren que dé mi vida para que nos hagan caso se las doy”, sentenció ayer el dirigente campesino Ramiro Guillén antes de prenderse en fuego frente al palacio de gobierno en Xalapa, México. Hoy, en horas de la mañana murió debido a quemaduras en el 90% de su cuerpo. Primero de octubre 2008 El Universal.
(***) Todos los países sustentan su orgullo en su lejano pasado, no importa que sea reciente como Inglaterra o Francia, o antiguo como China o India. Lo extraño es que la ideología criolla en México, niega la validez y la existencia del legado antiguo del Anáhuac, que sigue vivo, presente y vigente en toda la sociedad “mexicana”. Para la ideología criolla –“lo prehispánico”- se acabó en 1521 y el México moderno nada tiene que ver con ese pasado.