martes, 28 de marzo de 2017

EL REGRESO DE QUETZALCÓATL

El regreso de la sabiduría del “Quetzal-Cóatl” (equilibrio entre el espíritu y la materia- [entre el ser energético y el ser físico]-), que habita en lo profundo de nuestra conciencia energética, está por emerger ante la oscuridad que reina en el mundo en el que hoy vivimos. 
Quetzalcóatl “no regresará, …solo emergerá de nosotros mismos, los hijos de sus hijos. Lo difícil no es hacerlo…sino imaginarlo.
Las grandes profecías del Anáhuac, se han ido cumpliendo. Pero, en especial, son dos las que hoy en día pasan a ser muy importantes. La primera, es el fin del Quinto Sol, que terminó justamente el 21 de diciembre de 2012. 
Ya estamos en los inicios del Primer Sol, del nuevo ciclo de cinco soles, que durará 25625 años. Esta medida, se produce porque la Tierra concluye un giro completo en torno al centro de la Galaxia. 
En efecto, si se divide “la cuenta larga”, es decir, los 25625 años entre cinco, nos dan, cinco periodos exactos de 5125 años. 
Los Viejos Abuelos a cada periodo le llamaron “un Sol”, y el ciclo completo es de cinco Soles, es decir, los 25625 años de la cuenta larga.
Esto explica el derrumbe de “nuestro mundo”. Dicen que antes de que salga el Sol, la noche se hace más oscura. 
Esta oscuridad tan grotesca y aterradora en la que vivimos, -de manera planetaria-, representa “los estertores” de un mundo que está agonizando. 
La nada se está acabando todo. 
La renovación total, -está por llegar-, o más bien, se está desarrollando, pero no tenemos cabal cuenta de ella…porque estamos en medio de ella y formamos parte de ella. 
Una “repoda” de lo humano está en proceso. No se acabará la humanidad, sino, “los menos humanos”, desaparecerán (el problema es que son casi la mayoría). 
Quienes posean la fuerza interna, la grandeza de espíritu y la conciencia energética, serán la “nueva humanidad” de este nuevo Sol. 
Esto ha sucedido muchas veces en los cinco mil millones de años que tiene de vida la Tierra. 
Es algo cíclico, como las estaciones del año, y los Viejos Abuelos, no solo los nuestros, sino de otras civilizaciones en el planeta lo han dejado dicho.
La segunda profecía es “el retorno de Quetzalcóatl”. 
Las dos profecías van de la mano. 
Justamente, para los tiempos en que estamos viviendo, se necesitan “rostros propios y corazones verdaderos”, como decían los toltecas. 
Seres humanos con una templanza y una fuerza interior, disciplinados, responsables, austeros y frugales. Dispuestos a exigirse los inconmensurables esfuerzos y sacrificios: para florecer. 
Verdaderos Guerreros de la Muerte Florecida, que tengan la libertad de no aferrarse a nada y estar en equilibrio para sustentar su “batalla florida”.
Quetzalcóatl nunca fue un dios y menos un ser humano. 
Fue en cambio, el arquetipo civilizatorio del Guerrero tolteca. 
El dominador de sí mismo, que le permite equilibrar los “cuatro rumbos de la existencia”, los cuatro Tezcatlipocas. 
El Quetzal con el Cóatl y el Tonalli con el Nahualli, para encontrar el “quinto punto”, el quincunce y poder trascender.
De esta manera, “el retorno de Quetzalcóatl”, es una metáfora. Nadie está por “regresar”, nadie “llegará a salvarnos y a mostramos el camino verdadero de la virtud”.
El Quetzal-Cóatl, desde el inicio de los tiempos, siempre ha estado en lo más profundo de nuestro “ser consiente”. 
Más que un retorno, es una “emergencia”, en dos sentidos: De que brota de nuestro interior, -emergiendo-, con los poderes de la virtud humana; y en calidad de, - “emergencia”-, ante el derrumbe del mundo decadente en el que estamos sobreviviendo.

Somos una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad y la que alcanzó el más alto grado de desarrollo humano para todo su pueblo. 
Poseemos un “banco genético de información cultural”, que es la base del patrimonio cultural que está sustentado en diez mil años de conocimiento y sabiduría. 
El futuro está en nuestro milenario pasado. 
Descolonizar es dignificar. 



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sábado, 18 de marzo de 2017

DESCOLONIZARSE ES DIGNIFICARSE

Los que nacimos y vivimos en México, estamos inmersos en un sistema colonial que invade todos los espacios de la vida: personales y familiares, privados y comunitarios, educativos y religiosos. No podemos percibir nuestra visión colonial del “mundo y la vida”, porque, desde el “principio”, sea el de nuestras vidas, el de este país o desde el inicio de la invasión en 1521, siempre ha sido así.                  

Como afirma la biología marina, “los peses en el mar, no perciben el agua, porque es su medio”. De la misma manera, nosotros, no percibimos la atmósfera, porque es nuestro medio.
La colonización cultural, implica la visión del mundo y la vida, desde una concepción de: vencedores y vencidos, de explotadores y explotados, de “bonitos y feos”, de la gente y “los otros”. 
La visión del mundo y la vida, que ha sido la misma de nuestros abuelos y padres, es la que nosotros tenemos. Vivimos en un mundo colonial, en donde las relaciones económicas, políticas, sociales, culturales, educativas, son de carácter colonial. 
Bástenos ir a vivir a un país, que no está colonizado, para observar y sentir que las relaciones humanas, tienen una “dimensión” diferente.
En este país, “de los criollos para los criollos”, unos cuantos son los mandones y los otros muchos los mandados, unos los ricos otros los pobres, unos de fenotipo extranjero y los otros de fenotipo anahuaca. 
Unos que tienen los capitales, las industrias, los negocios, las tierras; los otros, que solo tienen sus manos. México es el país de la injusticia, y por tal, nos “han enseñado” a verla como algo normal, natural, vamos, mandato de Dios.
De esta manera, “despertar”, de la visión colonizada de la vida y del mundo, -en general-, es por una circunstancia fortuita. Muy pocas veces surge de un acto “consiente y de voluntad”. 
Esto es así, porque al “estar colonizados mental y culturalmente”, estamos imposibilitados a “despertar” y abrir los ojos a otra realidad de manera natural. 
La “realidad colonial” es absoluta y total, misma que nos impide “ver”, otra realidad o un ángulo diferente de la realidad. 
Máxime, que “el sistema”, se encarga, por muchos medios, de mantener en la sociedad los patrones coloniales de percepción de la realidad.
Los medios masivos, la escuela, la iglesia, “la sociedad”, mantienen un dialogo ensordecedor, para gritarnos en todos los lugares y a todas horas, que “no todos somos iguales” y que existen niveles y diferencias.  
De modo que muchas personas, han nacido, crecido, se han reproducido y han muerto, y jamás en sus vidas, se dieron cuenta que vivieron en un mundo colonizado. 
El mundo, según esta visión, “siempre ha sido así, es así, y no puede ser de otra forma”, así será por siempre. 
Por eso, en general, el acto de tener conciencia de esta realidad, es un hecho fortuito. Un chispazo de suerte, una casualidad. 
Una plática reveladora, una vivencia luminosa o dolorosa. Un incidente del que se desprenden preguntas, dudas y cuestiones que nos inducen a cuestionamientos, y de ahí, a la develación de una realidad jamás vista y concientizada. 
La conciencia fugaz de la colonización, es pues, un hecho fortuito. El, qué tanto, se profundice en la verdad, eso es, un acto puramente de responsabilidad y compromiso personal. 
En efecto, existen personas que, por comodidad, vuelven a “cerrar los ojos”, y siguen en el sueño permanente de la colonialidad existencial. Otros, asumen su conciencia, en la medida de sus “compromisos con el mundo colonial”. 
A veces si, a veces no, cuando se puede. Otros más, “solo por encimita”, sin profundizar o comprometerse mucho.  
Pero las personas que se comprometen en la totalidad con la verdad, inician un proceso de descolonización, que en general, es para toda la vida. La razón es muy sencilla. La colonización es tan grande y absoluta, que se ha creado a lo largo de cinco siglos y de muchas generaciones. 
De modo que, entre más descolonizadas las personas, tienen mayor claridad de la dimensión de la colonización, y, por ende, más reflexiones y tareas sabe que debe realizar. 
El desafío es que, si una persona no toma conciencia de su mentalidad y cultura colonial, “la inercia de la materia”, la convierte en un colonizador de su propia gente. 
Por eso decimos que el criollismo, es una ideología, una forma de pensar, ver, interpretar y actuar en el mundo y la vida. 
Este estado de inconciencia programada hace que muchas personas actúen como colonizadores de su propia gente, sean anahuacas, mestizos o los mismos criollos. El rol social de esta clase de personas es de colonizador-colonizado.
Tomar conciencia de la cultura colonial en la que vivimos, resulta un formidable desafío. La razón es muy sencilla, se tiene que luchar cotidianamente, contra “la realidad establecida” desde hace cinco siglos. 
Se lucha contra “las malas costumbres, el racismo, el clasismo, el individualismo, el consumismo, en pocas palabras, contra “la modernidad”.
Descolonizarse, entonces, es, DIGNIFICARSE. 
Implica lograr una soberanía intelectual y una luminosa conciencia. 
Liberarse de la “ignorancia programada”, dejar de actuar como “un colonizador-colonizado”, un explotador y depredador. 
Descolonizarse significa humanizarse. 

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