La Civilización del Anáhuac, basó la génesis de su conocimiento en la observación de la naturaleza y el cosmos. Observó, investigó, sistematizó lo aprendido, pero su mayor genialidad fue que construyó su episteme con ese mismo método, de modo que ahora, para hacer, “arqueología del espíritu, se requiere observar con atención a la naturaleza y al firmamento, para reconectarnos con la sabiduría ancestral del Anáhuac. De esta manera, con la botánica, la astronomía y las instituciones ancestrales que han sobrevivido al epistemicidio eurocéntrico, podemos hacer aproximaciones o asociaciones que nos permiten explicarnos el intrincado y complejo universo epistémico que posee la Toltecáyotl.
El ser humano es el principio y fin de la Toltecáyotl. El ser humano como un micro universo en armonía que esta sincronizado armónicamente con el macro universo. El ser humano como un conjunto de órganos que en armonía representan nuestra totalidad. El ser humano como un conglomerado energético, -como un toroide-, en equilibrio. El ser humano como un par de opuestos complementarios energéticos que se mantienen en equilibrio. El ser humano como una carga energética en un inconmensurable e inconcebible campo de energía. El ser humano como el creador de la energía más elevada. El ser humano y sus potencialidades como principio y fin de la Toltecáyotl.
Para la Toltecáyotl, el hombre y la mujer, son el par de opuestos comentarios que forman la unidad trinitaria a través de la familia. Unidad autónoma, autosuficiente y autárquica, que funciona en sí y para sí, en plenitud y armonía, para la reproducción, la educación, la producción y la preservación de la vida y el mantenimiento del equilibrio en su sentido más amplio.
La familia, estructurada y regida por milenarias tradiciones, usos y costumbres emanadas de la Toltecáyotl. De manera horizontal, se interrelaciona con otras familias, guiadas por un Teyakanilistli (guía de hombres) y asesorado por un consejo familiar de huehues o ancianos venerables. Este grupo extenso familiar se apoya y se ayuda para lograr el equilibrio y la plenitud, no solo en los aspectos materiales de sobrevivencia, sino en los educativos, emocionales y espirituales de trascendencia. Este grupo de familias conforman un calpulli que contrae la responsabilidad de preservar la vida en su sentido más amplio y el logro de la plenitud de todos los humanos y seres vivos, incluyendo, por supuesto, a la Madre Tierra.
Uno de los valores fundacionales de la civilización del Anáhuac es el sentido de la auto sustentación de las necesidades materiales de vida y la solidaridad entre iguales. Comenzando por el individuo, fuera hombre o mujer, en el Telpochcalli y el Ilpochcalli se les enseñaba a ser auto suficientes, tanto en la producción y transformación de sus alimentos, como enceres domésticos y para los diferentes trabajo. Uno de los objetivos de esta institución es que al salir de ella, la pareja podía formar una familia y ser auto suficientes, para apoyar a la comunidad. A través de la auto construcción de casas, edificios público y caminos. Por ello, una de las instituciones que la Toltecáyotl nos ha legado a las personas, a las familias y a las comunidades, -y que sigue viva hasta la actualidad-, es la Guelaguetza, en lengua zapoteca, que significa ayuda mutua o solidaridad, y que existe en la actualidad en todo el país, con diferentes nombres, pero manteniendo su esencia primigenia.
Los calpullis no conformaban “ciudades”, por el contrario, generalmente vivían en caseríos dispersos entre las huertas familiares y pequeñas milpas. La producción comunitaria se hacía con tequio o tequiuitl (trabajo sin remuneración por la comunidad) en grandes extensiones, para cubrir las necesidades de la administración pública, el gasto de los templos, fiestas y ceremonias. Las edificios públicos se construían en el “co” u obligo de la comunidad, en donde existía una plaza central rodeada de cuatro edificaciones hacia los cuatro puntos cardinales. En la estructura arquitectónica conocida como quincunce o Cruz de Quetzalcóatl. Los calpulli generalmente tenían cuatro barrios orientados hacia los puntos cardinales, manteniendo la distribución cósmica del universo anahuaca.
Una serie de calpullis se unían en una organización mayor, que lleva por nombre huey calpulli. En el huy calpulli se usaban los mismos conceptos y valores del individuo y el calpulli, en cuanto a la auto sustentación, producción, educación, defensa, gobierno y administración. Siempre cuidando de guardar la autonomía y la auto determinación de manera horizontal y entre iguales. De modo que el mismo concepto de la democracia participativa del calpulli se llevaba al huey calpulli.
Un grupo de huey calpulli formaba una federación. Con los mismos valores y la democracia participativa, pero ahora a nivel de comunidades representadas por aquellos que “mandaban obedeciendo”. Las decisiones se tomaban en conceso en las Asambleas y se cuidaba el bien común de los individuos, los calpulli y los huey callpulli, buscando mantener el equilibrio y la medida, en la busca de la plenitud de la vida, no solo de los seres humanos, sino de todos los seres vivos, por supuesto, incluida la Madre Tierra. Las federaciones generalmente eran por regiones, en donde la variante lingüística y la variante cultural, así como la geografía y el clima, definían generalmente su extensión.
El nivel superior de organización en el Cen Anáhuac se estructuraba a través de las confederaciones, que eran la organización horizontal y con los mismos valores que define la Toltecáyotl, desde un individuo hasta una federación. La confederación era la organización de una serie de federaciones que se unían para buscar el bien común, el desarrollo de la vida y el equilibrio de todos los seres vivos. No existían muchas confederaciones y generalmente estaban determinadas por la cultura, la legua Madre (incluyendo sus variantes) y los espacios físicos podían contener diferente hábitat, climas y regiones.
Seguramente la confederación fue el modelo de organización que tuvieron los toltecas a lo largo del periodo de esplendor (200 aC. a 850 dC.), en el que incluyeron a la mayoría de culturas, desde lo que hoy es Nicaragua hasta Canadá. Investigadores como Ignacio Bernal (1965), en su trabajo “Un Posible Imperio Teotihuacano”, afirma que es difícil imaginar una extensión tan grande como el Cen Anáhuac, regida por ese Tollán, sin que hubiera vestigios de que Teotihuacán dominara esta enrome extensión de tierras y pueblos por medio de las armas. Y más adelante señala que, pudo haber sido por medio de una religión, pero aun así, “sería difícil explicarlo”.
“Lentamente, despacio, se fueron,
allí vinieron a reunirse, en Teotihuacan.
Entonces se dieron allí las órdenes,
allí se estableció el mando.
Los que se hicieron Señores
fueron los sabios,
los conocedores de las cosas ocultas,
los poseedores de la tradición.”
(Informantes de Sahagún)
Lo que suponemos es que en el periodo Clásico, una extensa zona del Cen Anáhuac estuvo íntimamente ligada a través de la Toltecáyotl por medio de los toltecas, es decir, hombres y mujeres de conocimiento que estudiaban e investigaban en los Tollanes, que hoy llamamos “zonas arqueológicas” y que, Teotihuacán era el centro neurálgico de ese conocimiento a través de una confederación de confederaciones. Durante esos diez siglos, seguramente no todos los pueblos habían alcanzado el mismo nivel de conocimiento y práctica de la Toltecáyotl, además de que siempre existió una migración permanente de grupos menos evolucionados que iban llegando al Anáhuac.
“Porque en verdad allí en el Tollan estuvieron viviendo
porque allí residieron,
muchas son las huellas que allí quedan de sus obras.”
(Informantes de Sahagún)
Los “toltecas” nunca fueron una cultura y menos una etnia, fueron en cambio, un grado de conocimiento de la Toltecáyotl. Los toltecas eran los artífices de la “piedra interior” (chalchiúhuitl) representada con la turquesa y el jade. Los maestros en el arte del equilibrio, la medida, la sobriedad, la austeridad, el refrenamiento, el entendimiento. Aprendices de los arcanos de la energía, sus potencialidades y posibilidades humanas. Tea que no ahúma y que ilumina en la oscuridad de la ignorancia. Guía de hombres. El tolteca con la Toltecáyotl ilumina el mundo, lo humaniza y es poseedor de la tradición milenaria. Los toltecas a través de la Toltecáyotl y en todo el Cen Anáhuac instruían a los que “mandaban obedeciendo” en el arte de gobernar, administrar, educar, producir alimentos y los necesarios saberes para llevar una vida en equilibrio.
“En verdad eran sabios los toltecas
sus obras todas eran buenas, todas rectas,
todas bien planeadas, todas maravillosas…
Los toltecas eran muy ricos,
eran felices,
nunca tenían pobreza ni tristeza…
Los toltecas eran experimentados,
acostumbraban dialogar con su propio corazón.
Conocían experimentalmente las estrellas,
les dieron sus nombres.”
(Informantes de Sahagún)
Esta es una de las razones por las cuales afirmamos que los Tollanes no fueron “ciudades” en el concepto eurocéntrico. Con solo observar la arquitectura con un pensamiento crítico descolonizado, sería suficiente para llegar a esta “lógica conclusión”. En la lengua náhuatl existe la palabra que designa una población y es Altépetl. Todas las civilizaciones antiguas de la humanidad, -todas-, construyeron pirámides, los anahuacas fueron los que construyeron el mayor número de ellas. Y esto se explica, porque en estos Tollanes se hizo, -entre muchas otras cosas-, la mayor observación meticulosa, precisa y sumamente detallada de la mecánica celeste por siglos, razón por la cual, se tuvo que construir tantos “observatorios” para ese fin, por lo cual, nuestros Viejos Abuelos toltecas, lograron conocer a la perfección el movimiento de los astros y con ello, le dieron al mundo la cuenta perfecta del tiempo.
De esta manera, durante más de diez siglos, muchos pueblos y culturas vivieron “en equilibrio” por medio de la enseñanza de los toltecas y la Toltecáyotl. Una extensa época de paz y armonía dirigida por los Venerables Maestros. El equilibrio logrado entre la parte espiritual y material del ser humano, es decir, entre el quetzal y el cóatl. Por eso el arquetipo filosófico cultural del Cen Anáhuac fue la encarnación del Quetzalcóatl, que guio a los anahuacas en la búsqueda de virtud, y razón por la cual Quetzalcóatl, desde los olmecas hasta los mexicas fue símbolo de la educación y la virtud. El segundo equilibrio se dio entre el tonalli y el nahualli, es decir, entre el mundo cognitivo de la razón y el mundo intuitivo de la percepción abstracta. Un par de opuestos comentarios en búsqueda del “equilibrio total”. Tanto en el mundo interior, como en el mundo exterior, que le dieron a todos los pueblos y culturas del Cen Anáhuac “un rostro propio y un corazón verdadero”.
Los toltecas escribían en sus libros de pinturas,
pero el libro llegó a su fin.
Tu corazón por entero se acerca
a las artes y creaciones de los toltecas: La Toltecáyotl.
Yo tampoco viviré aquí para siempre.
¿Quién de mí se adueñará?
¿A dónde tendré que marcharme?
Soy un cantor:
allí estaré de pie, allá voy a recogerlos,
mis flores, mis cantos,llevo a cuestas,
los pongo en el rostro dela gente…”
(Cantares mexicanos)
La Toltecáyotl se empezó a generar desde la invención de la agricultura, la milpa y el maíz en el periodo Preclásico (6000 aC.), con la cultura Madre, los olmecas. En la lengua usada por los toltecas se decía yuhcaliiztli, que significa “la acción que lleva a existir de un modo determinado”. El sistema de organización se fue creando a través de los siglos y fue la cúspide de la pirámide de desarrollo humano tolteca, que tenía en su base al sistema alimentario, le seguía el sistema de salud, para pasar al sistema de educación y finalmente, el sistema de organización, que comprende desde las bases de las normas personales, familiares, pasando por las de la comunidad, sea calpulli y huey calpulli, hasta llegar a la federación y la confederación.
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