El regreso de la sabiduría del “Quetzal-Cóatl”
(equilibrio entre el espíritu y la materia- [entre el ser energético y el ser
físico]-), que habita en lo profundo de nuestra conciencia energética, está por
emerger ante la oscuridad que reina en el mundo en el que hoy vivimos.
Quetzalcóatl “no regresará, …solo emergerá de nosotros mismos, los hijos de sus
hijos. Lo difícil no es hacerlo…sino imaginarlo.
Las grandes profecías del
Anáhuac, se han ido cumpliendo. Pero, en especial, son dos las que hoy en día
pasan a ser muy importantes. La primera, es el fin del Quinto Sol, que terminó justamente
el 21 de diciembre de 2012.
Ya estamos en los inicios del Primer Sol, del nuevo
ciclo de cinco soles, que durará 25625 años. Esta medida, se produce porque la
Tierra concluye un giro completo en torno al centro de la Galaxia.
En efecto,
si se divide “la cuenta larga”, es decir, los 25625 años entre cinco, nos dan,
cinco periodos exactos de 5125 años.
Los Viejos Abuelos a cada periodo le
llamaron “un Sol”, y el ciclo completo es de cinco Soles, es decir, los 25625
años de la cuenta larga.
Esto explica el derrumbe de “nuestro
mundo”. Dicen que antes de que salga el Sol, la noche se hace más oscura.
Esta
oscuridad tan grotesca y aterradora en la que vivimos, -de manera planetaria-,
representa “los estertores” de un mundo que está agonizando.
La nada se está acabando
todo.
La renovación total, -está por llegar-, o más bien, se está
desarrollando, pero no tenemos cabal cuenta de ella…porque estamos en medio de
ella y formamos parte de ella.
Una “repoda” de lo humano está en proceso. No se
acabará la humanidad, sino, “los menos humanos”, desaparecerán (el problema es
que son casi la mayoría).
Quienes posean la fuerza interna, la grandeza de
espíritu y la conciencia energética, serán la “nueva humanidad” de este nuevo
Sol.
Esto ha sucedido muchas veces en los cinco mil millones de años que tiene
de vida la Tierra.
Es algo cíclico, como las estaciones del año, y los Viejos
Abuelos, no solo los nuestros, sino de otras civilizaciones en el planeta lo
han dejado dicho.
La segunda profecía es “el retorno
de Quetzalcóatl”.
Las dos profecías van de la mano.
Justamente, para los
tiempos en que estamos viviendo, se necesitan “rostros propios y corazones verdaderos”,
como decían los toltecas.
Seres humanos con una templanza y una fuerza interior,
disciplinados, responsables, austeros y frugales. Dispuestos a exigirse los
inconmensurables esfuerzos y sacrificios: para florecer.
Verdaderos Guerreros
de la Muerte Florecida, que tengan la libertad de no aferrarse a nada y estar
en equilibrio para sustentar su “batalla florida”.
Quetzalcóatl nunca fue un dios y
menos un ser humano.
Fue en cambio, el arquetipo civilizatorio del Guerrero
tolteca.
El dominador de sí mismo, que le permite equilibrar los “cuatro rumbos
de la existencia”, los cuatro Tezcatlipocas.
El Quetzal con el Cóatl y el
Tonalli con el Nahualli, para encontrar el “quinto punto”, el quincunce y poder
trascender.
De esta manera, “el retorno de Quetzalcóatl”,
es una metáfora. Nadie está por “regresar”, nadie “llegará a salvarnos y a mostramos
el camino verdadero de la virtud”.
El Quetzal-Cóatl, desde el inicio
de los tiempos, siempre ha estado en lo más profundo de nuestro “ser consiente”.
Más que un retorno, es una “emergencia”, en dos sentidos: De que brota de
nuestro interior, -emergiendo-, con los poderes de la virtud humana; y en
calidad de, - “emergencia”-, ante el derrumbe del mundo decadente en el que
estamos sobreviviendo.
Somos una de las seis
civilizaciones más antiguas de la humanidad y la que alcanzó el más alto grado
de desarrollo humano para todo su pueblo.
Poseemos un “banco genético de
información cultural”, que es la base del patrimonio cultural que está
sustentado en diez mil años de conocimiento y sabiduría.
El futuro está en
nuestro milenario pasado.
Descolonizar es dignificar.
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