Para Gerardo Said
compañero de camino.
Lo que hoy llamamos México, forma
parte de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del
planeta. Su tiempo se puede definir
desde la invención del maíz y la agricultura a partir de los vestigios
encontrados en las cuevas de Guilá Naquitz, en el Valle de Tlacolula Oaxaca,
fechados en el octavo milenio aC. Y su espacio comprende, desde el territorio
de lo que hoy es Nicaragua hasta el Sur de Canadá.
La civilización Madre es una
sola, por múltiples y diversas las culturas que la componen en “tiempo y
espacio”. Actualmente en el país se reconocen 68 pueblos o naciones
ancestrales, además de la variedad de mestizajes entre las propias culturas
ancestrales, especialmente a partir del siglo XX, y el mestizaje que se ha
hecho con otras culturas y pueblos de los demás continentes, así como la
presencia de los pueblos afrodescendientes.
Desde tiempos ancestrales, ante
tan grande diversidad lingüística, los pueblos utilizaron la lengua náhuatl,
como lengua franca para poderse comunicar entre ellos. La geografía desde
Nicaragua hasta Canadá está llena de nombres en lengua náhuatl. De esta manera,
muchos pueblos del Altiplano Central, especialmente en el periodo Postclásico,
adoptaron esta lengua y hoy se habla en13 estados: Estado de México, Puebla,
Guerrero, Hidalgo, Veracruz, Oaxaca, Durango, Morelos, Ciudad de México,
Tlaxcala, San Luis Potosí, Michoacán y Nayarit.
El Dr. Ángel María Garibay
En lengua náhuatl, a este
territorio se le conoce como Anáhuac, entendido como “lo que está rodeado de
las aguas”, Cem Anáhuac, “los que viven enteramente juntos rodeados de las
aguas”. Anáhuac podría traducirse como lo dice el Diccionario del Instituto de
Investigaciones Históricas de la UNAM, como la noción de “mundo”. Y, por
ejemplo, Cem Calli, significa “los que viven enteramente juntos en una casa”.
El Dr. Ángel María Garibay en su libro “Historia de la Literatura Náhuatl”, en
la página 100, escribe, “Veamos los tópicos imaginativos a que acude el poeta
de Anáhuac.” Más adelante, en la página 109 escribe, “Esto es particularmente
verdadero en el viejo Anáhuac”. En la página 133 se lee, “… y en el cual
acumulaban los sabios del Anáhuac muchos complejos religiosos.” En la página
149, escribe, “El método mejor para captar el contenido y la emoción de la poesía
religiosa de Anáhuac es la contemplación de sus monumentos sagrados”.
Como se
lee, para el investigador, esta tierra ancestralmente se llama Anáhuac. En toda
la obra, el investigador menciona en 42 páginas, la palabra de Anáhuac, como
referente de identidad de esta tierra ancestral. Pero lo mismo hacen la mayoría
de los textos escritos en el siglo XVI.
Más aún, José María Morelos, en 1813, después de tres años de un
estallido social que no tenía ni pies ni cabeza, y que estalló al grito de “Es
hora de matar gachupines y vivan los reyes de España”, convoca en Chilpancingo
a los más preclaros insurgentes al Primer Congreso del Anáhuac, en donde
presenta “Los Sentimientos de la Nación”, que terminará dándole una dirección
política e ideológica al movimiento. Y el mismo traidor de Agustín de Iturbe,
proclama la creación del “Primer Imperio Mexicano del Anáhuac”. Es entonces que
esta tierra se ha llamado ancestralmente Anáhuac.
Fueron los criollos y gachupines,
que después de once años de luchar por el poder del Virreinato, deciden hacer
la paces, porque en España, por la Constitución de Cádiz, en 1812, se vislumbra
que se creará una nación y se acabará el reino. Por tal razón, después del
“Imperio de Iturbide”, que duró nueve meses, crean su país de ellos y para
ellos, al que llamarán México, en honor la gesta de conquista de sus
antepasados de la derrota de la gran ciudad de la México-Tenochtitlán.
En
efecto, criollos y gachupines se sentían herederos de la conquista, y en sus
mitos de origen, crearon un supuesto gran imperio azteca, que dominaba todo el
Cem Anáhuac y que sus valientes antepasados destruyeron. Es interesante
mencionar que, durante los trescientos años de Colonia, el 13 de agosto de cada
año, se celebró con un desfile militar, la caída de la capital mexica, lo que
demuestra la implicación ideológica para peninsulares y criollos representaba
el nombre de México-Tenochtitlán.
Ya en el siglo XVIII, el padre
de la ideología del criollismo, el jesuita Francisco Javier Clavijero
(1731-1787), con su obra “Historia antigua de México”, pondrá las bases de la
identidad de los españoles nacidos en el Anáhuac, que sufrirán tres siglos de
exclusión por los gachupines en el sistema de castas, donde siempre fueron
súbitos de segunda.
Razón del estallido de 1810, que, pese al acuerdo de paz de
1821, los criollos nuevamente traicionarán a los gachupines, y en 1828, los
expulsan “de su país”. La ideología criolla se basa en que, el Anáhuac, fue
conquistado por sus antepasados y que, por derecho histórico, les pertenece.
Hasta nuestros días nos llega esta noción de que lo originario, lo autóctono de
esta tierra es lo criollo. El pueblo dice: “una gallina criolla, un maíz
criollo”, o un “perro criollo”.
El Anáhuac entonces es bautizado
en 1824, como México. Pero, en ese tiempo existían en el territorio
aproximadamente casi cuatro millones de personas. De los cuales, tres millones
eran anahuacas monolingües, analfabetos y que vivían, todavía en su mundo
ancestral.
"Cuando recibió el gobierno de la Nueva
España el virrey Miguel de la Grúa Talamanca, marqués de Branciforte (1794-1798),
se publicó un nuevo Estado de esta Nueva España según las noticias de
Intendencias y Goviernos recividas hasta que tomó el mando el Exmo. Señor
Marqués de Brancijorte; dicho Estado arrojaba un total de 3 865 680
habitantes." (La población de la Nueva España en 1790. Áurea Commons,
UNAM, 1995).
Los criollos y los gachupines
eran una pequeña minoría, y de ella, un grupo muy reducido de personas eran las
que “creaban el país, que llamaron México”. Así nace un país en la que su
pueblo se mantendrá, hasta nuestros días, excluido. Este pequeño grupo, además,
se dividió en dos bandos. Los masones yorkinos de pensamiento liberal pro
Estados Unidos, y los masones escoces de pensamiento conservador pro Europa.
Pelearán entre unos y otros, sufriendo tres invasiones, perdiendo los grandes territorios
del Norte, los del Sur hasta Panamá y parte de las islas del Caribe, que, en su
conjunto, era el territorio del virreinato que arrebataron a la corona
española.
Una de las consignas que han
prevalecido desde el origen en la ocupación del Anáhuac, fue la destrucción y
negación total de su conocimiento. El Vaticano no permitirá que sobreviva la
sabiduría y el conocimiento ancestral de la civilización invadida. El
epistemicidio que realizó en Europa durante mil años, llamado “La Edad Media o
Edad Obscura”, le dieron el poder y control, no solo de los reinos, sino
también de los reyes y nobleza europea. El Vaticano poseía información muy
precisa de la Toltecáyotl, gracias a sus informantes jesuitas, que estaban
tratando de penetrar el Imperio Chino desde inicios del siglo XV.
Finalmente diremos que, los
criollos y españoles, en la línea de destrucción y negación de la civilización
del Anáhuac, a pesar de saber y conocer de su pasado y su nombre original, le
pusieron a su país, “México” en honor de la cultura mexica que vencieron y la
ciudad de México-Tenochtitlán que destruyeron. Negando con este nombre, el
milenario pasado de una de las seis civilizaciones más antiguas de la
humanidad.
El concepto de “Historia Prehispánica”, comúnmente usado por el
pueblo y gobierno, así como por investigadores, intelectuales y artistas, es el
ejemplo más claro de la política de negación y auto sometimiento intelectual y
cultural. Al decir “Prehispánico”, para referirnos a nuestra historia ancestral,
a “lo propio-nuestro”, hacemos referencia al invasor-destructor-colonizador.
España como reino, apenas se constituye en 1516. El Anáhuac, por decir lo
menos, tal vez tenía tres mil quinientos años de existencia, como tal, al
inicio de la invasión.
Zona arqueológica de Chalcatzingo 1500 aC.
Al llamarle México a este
país, y mexicanos a sus habitantes, se está cometiendo un epistemicidio y se
sigue en la ruta de la barbarie y la negación colonizadora. Miles de años antes
de que existiera el reino de España y el idioma castellano, ya, a estas
tierras, todos los que la habitaban, independientemente de su lengua madre,
habían convenido llamarle Anáhuac a este vasto territorio con una misma matriz
filosófica-cultural.
En estas tierras surgieron multitud
de pueblos y culturas milenarias, todas ellas con una misma y profunda raíz
filosófica-cultural, llamada en lengua náhuatl Toltecáyotl. Así, por sí mismos,
florecieron decenas de pueblos y culturas. Muchas por el agravio del holocausto
causado por la invasión y ocupación, han desaparecido, pero actualmente viven
sobre el Tlactipac, 68 pueblos ancestrales, con sus lenguas, sus usos y
costumbres y son, y representan todos, “la raíz y la fronda, el rostro propio y
corazón verdadero” de este país. Y los pueblos y culturas mestizas encontramos
en la permanencia de esta civilización nuestra más antigua y primigenia raíz
viva.
Al despojar de su nombre
ancestral a esta tierra, se está tratando de extirpar un fruto de la humanidad.
Al llamar México al Anáhuac, es negar su existencia, y, a pesar de todo, la
civilización mantiene su raíz, ha retoñado y hasta frutos empieza a dar en
estos luminosos tiempos del despertar de la conciencia. No todo los que vivimos
en este país somos mexicas. Al llamar “mexicanos” a los hijos de los hijos de
los Viejos Abuelos, estamos negando nuestra raíz diversa y nuestra esencia,
porque existen pueblos ancestrales y frutos diversos de su mestizaje de mayas,
mixtecos, zapotecos, purépechas, totonacos, huastecos, yaquis, otomís,
tarahumaras y un largo etcétera.
El Tajín, Veracruz.
Al llamar México a este país, por
la ciudad de México-Tenochtitlán, estamos negado lugares sagrados y ancestrales
como Chalcatzingo, La Venta, Chichen Itzá, Monte Albán, Palenque, La Quemada,
Uxmal, El Tajín, Xochicalco o Teotihuacán. Al llamar al pueblo de la Matria, “mexicano”, estamos ignorando la presencia de
68 pueblos, milenariamente más antiguos que los mexicas. La estrategia ha sido
mantenernos en la ignorancia y en la amnesia.
“Sí no te nombro, te
desconozco, no existes”. No somos mexicanos, ni latinos, ni hispanos, ni
indígenas, ni pueblos originarios y menos indios. Somos anahuacas y desde hace
miles de años a nuestra tierra le llamamos Anáhuac. Comencemos la
descolonización con lo básico elemental, con el nombre de nuestra tierra y
nuestro verdadero gentilicio.
Ignorante, no es el que no sabe.
Porque todo el mundo ignora más cosas de las que conoce. Ignorante es entonces,
aquella persona que no sabe lo esencial. Lo esencial para tener conciencia es:
“Quién soy yo, de dónde vengo y a dónde voy”. La colonización intelectual y
cultural ha sido el arma más poderosa de sometimiento en estos cinco siglos.
Un
pueblo que no sabe quien es, que no sabe de dónde bien, cuál es su verdadero y
milenario pasado, es un pueblo que repite una y otra vez los mismos errores. Y
todo comienza con algo, aparentemente muy sencillo. No sabemos cuál, en verdad,
es nuestro verdadero nombre. Y cual es el nombre milenario de nuestra tierra.
Con eso estamos perdidos, indefensos y vulnerables.
En estos cinco siglos, al no
conocer la verdadera historia de nuestra civilización, al quedar atrapados en los
falsos mitos de la historia oficial prehispánica de los “aztecas y su gran
imperio”, que a diario impone y refuerza la SEP, el INAH, Televisa y TV Azteca,
actuamos el rol que el colonizador nos ha marcado. El mexicano común,
culturalmente es: malinchista, ignorante de su historia ancestral, racista y
clasista, inseguro y brabucón, indisciplinado e irresponsable, flojo y abusivo,
tramposo. Ha encarnado el papel que los poderosos le han asignado, de
“conquistado-conquistador y colonizado-colonizador”. Justamente “Así nos
quieren, así nos necesitan”.
La injusticia y la explotación que ha sufrido nuestro pueblo desde
hace cinco siglos, encuentra su base y raíz, justamente en la colonización intelectual,
emocional y espiritual que hemos sufrido.
Somos un pueblo amnésico, que
solo obedece y no cuestiona, que solo trabaja y no exige. Un pueblo resignado
en las nebulosas sombras de la ignorancia de sí mismo y hundido en la exclusión.
Perdido como dijo Octavio Paz, “en el laberinto de la soledad”.
El pensamiento decolonial, debe
de empezar con lo elemental. Debe ser una actitud atenta y permanentemente
crítica. Acechante de todo lo que nos han enseñado a pensar de nuestra
historia, nuestra cultura y de nuestra identidad. Tenemos que poner en duda la
historia y visión hispanista en la que nos han educado e instruido. Darnos
cuenta de que no nos damos cuenta de lo colonizados que estamos.
Lo difícil no es hacerlo…sino
imaginarlo.
San Jerónimo, Yahuiche.
Oaxaca
Noviembre de 2018
Visite www.toltecayotl.org
Facebook rostro propio corazon verdadero
Youtube tolteca guillermo marin ruiz