La muerte del Maestro Francisco
Toledo, es una pena para sus seres queridos, su familia. Pero para la comunidad
oaxaqueña, es una desgracia, porque nos hemos quedado sin el más ilustre
guardián del bien público.
Grandes artistas plásticos ha tenido y tiene Oaxaca,
pero la grandeza de Toledo no era solo por sus grandes méritos de genio
artístico, reconocido por todos, “selectos y profanos”. Su grandeza devine de
su “calidad humana”. Eso es la gran diferencia.
Durante muchos años de trabajo en
el sector cultura, tanto en Oaxaca como en el país, he tenido la suerte de
conocer “a los grandes” de mi época. Recuérdese que en la década de los años
ochenta, la Casa de la Cultura Oaxaqueña ocupó uno de los lugares más
privilegiados y reconocidos en el país, artistas, políticos, escritores,
poetas, músicos, la misma Orquesta Sinfónica Nacional llegó a estar tres
semanas dando conciertos y cursos de perfeccionamiento en el Festival de
Primavera, ...
el Maestro Rufino Tamayo vio nacer la Bienal Rufino Tamayo en la
Casa de la Cultura, el primer reconocimiento en Oaxaca al Maestro Rodolfo
Morales, por iniciativa de Silvia María, y el último al Maestro Rodolfo Nieto
por iniciativa de la Maestra Arcelia Yañiz, se hicieron en la Casa de Cultura
Oaxaqueña.
Poetas de la talla de Rubén Bonifaz Nuño o investigadores como
Guillermo Bonfil Batalla, Miguel León Portilla o escritores como Juan Rulfo. O
en el estado de Guerrero en el Instituto Guerrerense de la Cultura o en la
Dirección de Cultura del Gobierno de Morelos, y en todos los lugares que tuve
la suerte de trabajar en el país, siempre tuve la oportunidad de conocer a
creadores nacionales y locales.
Sin embargo, por la calidad humana, me quedo
con tres de ellos: Rubén Bonifaz, Vicente Leñero y desde luego, Francisco
Toledo, con quien no trabajé directamente, pero he gozado de sus afanes por
mejorar este mundo que compartimos.
Y este es el punto amable lector.
La grandeza de Toledo viene de su humildad, sencillez y preocupación por el
bien común. En general, el poder y la adulación corrompen a los espíritus
débiles y pusilánimes. He aprendido, en esto de la promoción cultural, que
entre más ampuloso y pretencioso es un “artista”, es un falsario del arte. Y,
por el contrario, entre más sencillo y humilde es un artista, es más genuino y verdadero.
No es de sorprender entonces, que
todo el país y en algunos lugares del planeta, la muerte de Francisco Toledo
haya sido muy sentida y haya trascendido los espacios selectos del arte.
La
gente común, el ciudadano de a pie, veía con simpatía las impresionantes luchas
contra los monstruosos molinos de viento, fueran estos, los ignorantes
gobernantes, los voraces empresarios o las omnipotentes empresas
trasnacionales, que todos y cada uno de ellos, fueron derrotados y exhibidos
por la sagacidad, astucia y sentido del humor del Maestro Toledo.
Solo me queda decir, gracias
Maestro Toledo por luchar por el bien común, por Oaxaca, por la verdad y la
justicia. Es uno de esos hombres que Bertolt Brecht llamó, “de los
imprescindibles”.
Un ejemplo para aquellos artistas, buenos y no tan buenos,
grandes y no tan grandes, pero que antes que artistas, son y deben ser,
excelentes seres humanos, personas preocupadas por el bien común, por dar en
vez de recibir, por enfrentar la injusticia de los poderosos, tanto del poder
económico como de sus achichicles, los poderosos de la política.
El Maestro Francisco Toledo, deja
un hueco muy grande en la defensa del Patrimonio Cultural, tangible e
intangible, del Patrimonio Natural, de la educación y en especial de los pueblos
y culturas anahuacas.