jueves, 7 de febrero de 2008

UNA VISIÓN ANTIGUA DEL TURISMO PARA OAXACA


Los mexicanos somos hijos de una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad, tan antigua e importante como la de India o China. México es el país que cuenta con más pirámides en el mundo. Egipto cuenta con cien pirámides, México tiene registradas más de dos mil zonas arqueológicas y cada una tiene más de una pirámide.

El Patrimonio Cultural tiene tres vertientes. El material, el intangible y el natural. Cómo se mencionó anteriormente, somos unos de los países con mayor patrimonio material, pero éste a su vez lo podemos dividir en dos partes. El que se creó en los siete milenios y medio de desarrollo endógeno de la Civilización del Anáhuac y el que se generó en los últimos cinco siglos con la aportación de las culturas de Europa, Asía y África.

El primero lo podemos considerar “Patrimonio Cultural PROPIO-NUESTRO”, en tanto que se generó con nuestra gente, sin intervención externa, como es la lengua náhuatl, el chocolate y el maíz. El segundo, el “Patrimonio Cultural PROPIO-AJENO”, es decir, que es nuestro en tanto “nos lo hemos apropiado”, pero no nació producto de nuestro desarrollo cultural endógeno, como es el idioma español, el queso y el pan. Pero es nuestro, en tanto son parte de nuestra identidad cultural.

Sin embargo, pese a la gran herencia cultural que hemos heredado de nuestros Viejos Abuelos, los mexicanos contemporáneos, somos “extranjeros incultos en nuestro propio país”. Cinco siglos de darle la espalda, rechazar y negar a la Civilización Madre nos he dejado, además de huérfanos, nos ha empobrecido a tal punto que, hemos perdido nuestra identidad, caminado erráticos y a tropezones estos cinco siglos, perdidos en “el laberinto de la soledad”, buscando “un rostro propio y un corazón verdadero” …siempre en el extranjero.

De cara a la recesión económica de Estados Unidos y al conflicto social en Oaxaca, “El Turismo Cultural”, puede ser, además de un detónate económico, algo mucho más importante, puede y debe convertirse en un potencializador de la sociedad oaxaqueña. En efecto, es necesario re-descubrir el potencial ESPIRITUAL y humano que tiene la Civilización del Anáhuac, para que se tome conciencia, de que no “desapreció en 1521”, sino que sigue viva y palpitante en el tejido social de las culturas indígenas y populares del estado, y que se expresa a través de sus tradiciones, fiestas, usos y costumbres.

Uno de los grandes problemas de las sociedades postmodernas, materializadas, globalizadas, tecnologizadas, es indiscutiblemente la pérdida del sentido espiritual de la vida. El mundo contaminado, masificado y deshumanizado esta en la búsqueda de re-encontrar el sentido sagrado del mundo y la vida. El origen mismo.

Esto representa una doble oportunidad para Oaxaca y en espacial para el sector turístico. Doble oportunidad, en tanto el turismo cultural puede ser la fuente de un bienestar económico, pero al mismo tiempo, puede ser el elemento que active “el banco genético de información cultural” del pueblo de Oaxaca. El turismo interno en México debe volver a su génesis. Debe ser una actividad sagrada y espiritual de dimensión total.

Los mexicanos primero y los extranjeros después, deben conocer “El México profundo”. Deben re-descubrir el potencial humano-espiritual que tiene la Civilización del Anáhuac. Entender que no esta muerta y que nos determina en gran medida nuestro “ser y hacer” y que “OAXACA ES LA RESERVA ESPIRITUAL DE MÉXICO”.

Las llamadas “zonas arqueológicas” deben de dejar de ser “ruinas de una perdida, confusa y difusa civilización primitiva” y deben volverse lugares sagrados, en los que la energía de la Tierra se une con la del cosmos en el centro de la grandeza humana. Deben ser fuente de inspiración en lo personal, familiar y social. Se debe de re-hacer nuevas lecturas de su historia mítica y llevarlas a planos trascendentes. Monte Alban, Mitla, Danynzu, Huijazo, Lambitieco, Zaachila, San José del Mogote son nuestro futuro. México y los mexicanos necesitamos activar el banco genético de información cultural y abrir las compuertas al torrente de espiritualidad que nos conforma en el plano conciente y subconsciente, en los espacios familiares y comunitarios.

Las tradiciones, fiestas, usos y costumbres de las comunidades indígenas y campesinas, deben de re-valorase desde una perspectiva humano-espiritual. Deben de dejar de verse como algo atrasado y primitivo o en su defecto “folklórico”. Debe visualizarse los valores y principios espirituales y comunitarios que permiten elevar la calidad de vida de las personas, familias y comunidades.

México y Oaxaca necesitan sacudirse la visión colonial que sigue viva sobre la civilización del Anáhuac. El país necesita verse a sí mismo, como poseedor de un pueblo creador de una milenaria civilización, que sigue viva, vigente y presente. Que en estos cinco siglos se ha enriquecido de manera generosa y maravillosa con aportaciones de otras culturas del mundo, que la han hecho más fuerte, más grande y más prolífica…pero que nunca ha perdido su raíz y esencia…y que Oaxaca es la Luz del Espíritu y “el camino de regreso”.

El turismo en sus más remotos y ancestrales orígenes fue una actividad sagrada de carácter espiritual. Los seres humanos se desplazaban a lejanos lugares, con tal de participar en una experiencia sagrada, espiritual y religiosa en última instancia. No existe mayor motivación para viajar que la “Fuerza del Espíritu”, tanto ayer como hoy. El problema es que, por una parte, las personas que trabajan en el sector turístico han perdido de vista el significado sagrado-.espiritual del turismo, así como que poseen una ignorancia inconmensurable de la Historia y la Cultura de una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo.

Y por otra parte, el pueblo de México ha sufrido una “amnesia cultural” producto de la colonización, y en los últimos tiempos, debido a la violencia que ha ejercido el neoliberalismo, la globalización y el desarrollo de los medios masivos de comunicación, la gente se ha deshumanizado, materializado e individualizado. El consumismo, la competencia y la búsqueda de la felicidad a través del dinero, han alejado al ser humano de su verdadera esencia, lo que está produciendo degradación, desolación y vacío personal, familiar y social.

México en general, pero Oaxaca en particular, necesitan “mirar para adentro” y re-descubrir su potencial Espiritual y por ende turístico. Oaxaca debe ser un destino obligado para todos los mexicanos. Así como la Meca es para los musulmanes, el Vaticano para los católicos y Nueva York para los “mercaderes”. Oaxaca debe ser la puerta de entrada del camino que nos conduzca a lo más profundo de nuestros mismos, a nuestras sagradas raíces a nuestra esencia humana.

Oaxaca y las personas que intervienen en el sector turístico, tanto oficial como privado, se tienen que replantear una “nueva estrategia”. No es “vendiendo y comercializando” un modelo consumista, “folkloroide” y vulgar. No es traer gente para que venga con su dinero a “divertirse” y comprar. La falta de conocimientos, espiritualidad y sentido común pueden convertir a Oaxaca en muy poco tiempo, en un “destino turístico chatarra”.

Oaxaca debe llegar a ser el destino turístico más importante del pueblo de México. Oaxaca debe ser el lugar en donde el Espíritu del mexicano despierte ante el asombro de su milenaria civilización. Oaxaca debe ser el futuro de la nación.

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