El conocimiento filosófico del México antiguo, es hasta la fecha el más negado de todos los conocimientos. Los conquistadores y colonizadores del Siglo XVI afirmaban que los Viejos Abuelos no eran seres humanos, sino que eran animales con lo que justificaban su deshumanizado trato. Hasta la fecha la cultura dominante no acepta que los indígenas piensen y sean capaces, por ellos mismos, de iniciar un movimiento social como el del EZLN. Aceptar que existió un elevado y sofisticado conocimiento del ser humano, del mundo y del universo, es reconocer por los colonizadores de ayer y de hoy, que se ha cometido una de las mayores injusticias humanas, pues se ha negado y tratado de destruir una de las seis civilizaciones más importantes y antiguas de la humanidad.
“Después de 1519 una inmensa mayoría de nuevas influencias pasaron sobre la vida indígena. El imperialismo de los Habsburgo extrajo su incentivo de las tradiciones peninsulares y descuidó las adaptaciones regionales. El valle no fue nunca una “sede” para los españoles, salvo de la manera más circunstancial. Los españoles establecieron su capital colonial en el valle, pero resueltamente lo conectaron por carretera con Veracruz y luego por mar a Sevilla. Casi nunca adoptaron los estilos indígenas en la ropa ni en el diseño o la construcción de casas. En vez de ello, exageraron sus propios estilos españoles, como para negar su situación provinciana. La “cultura” de la civilización indígena tenía para ellos, en el mejor de los casos, un atractivo exótico. Los españoles consumían los productos de las chinampas, pero ignoraron los métodos agrícolas de las chinampas hasta el siglo XVIII.” (Charles Gibson. 1967)
El investigador examina la actitud del colonizador español, de no reconocer ningún valor en la sabiduría y el conocimiento milenario de la civilización vencida. La cultura colonizadora a erosionado la punta del iceberg de conocimiento de la civilización del Anáhuac y sobre ella ha construido su endeble estructura ciega y depredadora. Sin embargo, quien sostiene a la sociedad mexicana contemporánea, indiscutiblemente que es el conocimiento generado a lo largo de ocho mil años, que representa la inmensa base del iceberg que esta bajo el agua. No podemos negar que en los últimos quinientos años se ha sumado, no sólo el conocimiento de Europa, sino del mundo entero. Pero de la misma manera, no se puede seguir negado la existencia de la sabiduría heredada por los Viejos Abuelos y su indiscutible continuidad. En el “banco genético de información cultural” que existe en cada célula de los mexicanos, están atesorados ocho milenios de experiencia y sabiduría humana.
Querer negar el milenario y complejo andamiaje del pensamiento filosófico del México antiguo, es como pensar que un mamífero pudiera vivir sin un sistema óseo. Reducir a una mal interpretada religión, a un puñado de leyendas y mitos inconexos y a un montón de deidades incomprendidas, llamadas equivocadamente “dioses prehispánicos”, el pensamiento decantado y sofisticado de la Toltecáyotl, es el mayor crimen cultural de la historia de la humanidad, pues se ha tratado de una manera maliciosa de hacer creer que el Cen Anáhuac no poseyó un decantado y sofisticado conocimiento del universo, el ser humano, la vida y su trascendencia espiritual. De igual magnitud y valor, que las civilizaciones coetáneas como la de la China y la de la India.
Tomado del libro RAICES Y ESENCIA DEL MEXICO ANTIGUO.
Pero ¿que hacer con un sistema que se niega a retomar las valiosas aportaciones de nuestros ancestros? Como modificar eso, como incidir en la recuperación de nuestra civilización?
ResponderEliminarHay necesidad de un movimiento nacional en pro de lo anterior pero todo esta tan segmentado que se ve muy dificil
Es un complejo panorama; nosotr@s tapoco entendemos porque esa extensa actitud de negar la valia de lo propio, mirando y privilegiando solo lo de afuera, no solo en la generación de conocimiento, sino en la cotidianidad. Que triste realidad es la actual en las grandes urbes como la Ciudad de México, que al querer ser moderna, se olvida de sus raíces.
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