A dónde iré ?
¿ A dónde iré ?
El camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de
los descarnados?,
¿ Acaso en el interior del cielo?,
¿ O solamente aquí en la tierra
es el lugar de los descarnados?
Ms. Cantares Mexicanos, Fol. 35 v.
¿ A dónde iré ?
El camino del Dios Dual.
¿Por ventura es tu casa en el lugar de
los descarnados?,
¿ Acaso en el interior del cielo?,
¿ O solamente aquí en la tierra
es el lugar de los descarnados?
Ms. Cantares Mexicanos, Fol. 35 v.
Para penetrar en el mundo filosófico de los viejos abuelos, aquellos que en Teotihuacán y Monte Albán, un día aprendieron a ser dioses, es necesario despojarse de la mentalidad eurocéntrica, para la cual esta civilización fue solamente primitiva y diabólica. Resulta en verdad un desafió inconmensurable desarticular todo el andamiaje del colonialismo cultural, que se fue elaborado a lo largo de estos cinco siglos, sobre el conocimiento del México antiguo.
La religión, mitos y leyendas que sobrevivieron el período llamado colapso del Clásico Superior (800 D. C.) no fueron ni con mucho, toda la expresión de sabiduría y conocimiento de sí mismos; de la naturaleza, del cosmos y de las ciencias; que lograron sistematizar en lo que hoy llamamos “Tolecáyotl”. Este maravilloso conocimiento misteriosamente desapareció al mismo tiempo en todo mesoamérica (simbolizado con la partida de Quetzalcóatl), los hombres que habitaban Teotihuacán, Monte Albán y Chichén Itza, entre otros lugares, cubrieron estos centros de conocimiento fue modificándose a través de 300 años, hasta que finalmente, los mexicas ( 1114 D. C.) lo adoptaron y reformaron al final del período llamado Postclásico, especialmente por el ideólogo del imperio azteca, Tlacaélel ; y su interpretación final que estuvo a cargo de los cronistas occidentales del siglo XVI, quienes nunca pudieron o quisieron valorar esta civilización de una manera respetuosa y prudente.
“ Los cronistas de la colonia nunca se refirieron a la arquitectura de Mitla, sin una mezcla de aversión y admiración: espanto y desprecio ante la religión zapoteca, síntesis del Mal y del Error absolutos, y reconocimiento de su grandeza artística “ ...” Luego de ridiculizar la religión ajena en un largo párrafo para prevenir a sus lectores de entusiasmarse más de lo conveniente por una cultura – después de todo – de despreciarles “ bárbaros gentiles “, Burgoa hace una descripción del conjunto de las columnas en la que incluso se entusiasma ( no sin una resistencia final) ante la maestría de los artífices zapotecos: ... edificaron en cuadro esta opulenta casa o panteón ... igualando con maña las cuadras en proporción, que cerraban, dejando un espacísmo patio, y para asegurar las cuatro salas iguales obraron lo que sólo con las fuerzas e industrias del artífice pudieron obrar unos bárbaros gentiles no se sabe de qué cantera. Víctor Jiménez, pág. 36
Para hablar entonces del Mictlán (lugar de los muertos) y de Mictlantecutli y Mictlancihuatl ( señor y señora de la muerte) tenemos que desprendernos de la concepción occidental de la muerte. En efecto, para nuestros viejos abuelos (y para muchos indígenas y campesinos de hoy) la relación de la vida está indisolublemente unida a la muerte, binomio dialéctico vida - muerte, muerte – vida. No podemos tener conciencia plena de la vida, sino existe conciencia plena de la muerte. De esta manera el nacimiento del quinto sol ( en el que vivimos) fue producto del sacrificio y muerte de Tecuciztécatl y Nanahuatzin, dioses que saltaron al fuego cósmico que ardía en Teotihuacán, para de su muerte se convertirían respectivamente en la luna y el sol; morir para renacer y dar vida.
-“¿ Cómo habremos de vivir?
¡No se mueve el sol!
¿ Cómo en verdad haremos vivir a la gente?
¡ Que por nuestro medio se robustezca el sol,
sacrifiquémonos, muramos todos!
...” Libremente aceptan la muerte los dioses, sacrificándose para que el sol se moviera y fuera posible así la vida de los hombres. Moviéndose al fin el sol, comenzaron una vez más los días y las noches; los hombres habían merecido su vida gracias al autosacrificio de los dioses. Por esto, los seres humano habrían de llamarse en adelante macehuales, que quiere decir “merecidos”: León Portilla, pág. 25
Esta enseñanza que todos los días nos lo hace vivir el propio sol, naciendo incansablemente por oriente y muriendo indefectiblemente por el poniente; lo mismo que Tonatzin (nuestra madre querida, la tierra) o Xochiquetzal (la señora de las flores) que permanentemente siguen este ciclo cósmico del nacer y el morir – morir y nacer. ...”De esta manera ni la naturaleza ni el hombre están condenados a la muerte eterna. Las fuerzas de la resurrección se ponen en obra: el sol reaparece cada mañana después de haber pasado la noche “bajo la llanura divina”, Teotlalliitic, es decir, en los infiernos; Venus muere y renace; el maíz muere y renace; toda la vegetación herida de muerte en la estación seca, resurge más bella y más amarilla en cada estación de lluvias, del mismo modo que la luna desaparece del cielo y reaparece al ritmo de sus faces.
La muerte y la vida son dos aspectos de una misma realidad..., tal vez ningún pueblo histórico ha estado tan obsesionado como el mexicano por la presencia formidable de la muerte; pero para él la vida brota de la muerte, como la pequeña planta del grano que se descompone en el seno de la tierra... El guerrero muerto en el campo de batalla o en la piedra de los sacrificios se convertía en un “compañero del águila”, cuauhtecatl, es decir, en un compañero del sol” (Soustelle.pág.113)
“cuando morimos,
no en verdad morimos,
porque vivimos, resucitamos,
seguimos viviendo, despertamos,
Esto nos hace felices
...
¿Acaso de verdad se vive en la tierra?
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí.
Aunque sea jade se quiebra,
Aunque sea oro se rompe,
Aunque sea plumaje de quetzal se desgarra,
No para siempre en la tierra: sólo un poco aquí”, (Soustelle.pág.113)
Con base en la vida “verdadera” no es aquí en la tierra, el Macehual tiene que sacrificarse para hacer digno su tránsito por esta existencia. Si los dioses lo hicieron en el fuego cósmico de Teotihuacán; el hombre lo hace en la batalla florida, aquella que se libra en las propias entrañas, y en la vida cotidiana, a base de “flor y canto” y lleva por victoria el “hacer florecer el corazón”. Los guerreros salidos del Calmecac, sean tigres o águilas tendrán que aprender a fortalecer su cuerpo y a decantar su espíritu; y si lo logran después de una vida de impecabilidad y virtud, al llegar su muerte, podrán acompañar al sol en su deslumbrante carrera hacia el cenit.
La vida entonces en el México antiguo, tenía como principal objetivo llegar purificado a la muerte, que no era otra cosa, que LA VIDA LUMINOSA DE LA CONCIENCIA. Vivir para morir, sufrir para vivir eternamente. De esta manera la vida era un desafío y al mismo tiempo una maravillosa oportunidad, un pasillo que conducía a la puerta de la inmortalidad. Sin embargo no todos los hombres tenían la fuerza espiritual, el dominio de su voluntad y el valor de encarar la vida y la muerte de esta manera. Por ello existían cuatro lugares para los muertos (según hayan vivido ) el más importante y apreciado era el Ilhuicatltonatiuh el lugar prometido (simbólicamente) para los guerreros de la batalla florida, aquellos que lograron florecer su corazón y darse como alimento.
... “ Creían que las almas de los soldados que muriesen en la guerra o prisioneros en poder de sus enemigos, y las mujeres que morían de parto, iban a la casa del sol, que imaginaban Señor de la Gloria, en donde pasaban una vida deliciosa; que diariamente, al salir el sol, festejaban su nacimiento y le acompañaban con himnos, baile y música de instrumentos desde el oriente hasta el cenit; que allí salían a recibir las mujeres y con los mismos regocijos lo conducían hasta el occidente”.
El segundo lugar era el Chichihuacuahco, allí iban los niños muertos, quienes se alimentaban de un bello y frondoso árbol, de cuyas ramas emanaban gotitas de leche , estos niños volverán al mundo para probarlo cuando se destruya el quinto sol. El tercer lugar era el Tlalócan, lugar a donde iban a parar los que morían de rayos, ahogados en agua, los leprosos y bubosos, sarnosos, gotosos e hidrópicos. El Tlalócan, la mansión de la luna, era un “paraíso” en el que había condiciones ideales, un lugar agradable, fresco y ameno. Lugar donde vivía Tláloc la representación de la vida luminosa por medio del agua, que es la fuente de toda la vida en el planeta.
Finalmente existía un lugar para quienes no habían alcanzado la muerte luminosa del guerrero, ni la muerte tierna del niño, ni la muerte asociada con el agua. Lugar en verdad terrible porque significaba la nada, la muerte estéril producto de una vida estéril, la muerte sin consecuencia y sin trascendencia; la muerte... ¡para nada! este lugar se llamó el Mictlán y estaba gobernado por los señores Mictlantecutli y Mictlancihuatl los que morían producto de una vida estéril, tenía que hacer un largo, penoso y sufrido viaje para llegar al final a convertirse en ¡nada! (Fascinante concepción filosófica ).
... “Al Mictlán iban los que morían de enfermedad natural, fueron señores o macehuales, sin distinción de rango ni de riquezas”... por esto dice Sahagún que en el Mictlán se acababan y fenecían los difuntos, pereciendo para siempre en la casa de las tinieblas y oscuridad”. (Vicente Rivera Palacios. pág. 106).
El muerto en cuestión tenía que pasar por un largo y caudaloso río llamado Apanohuaya, para lo cual necesitaba de ayuda de un perro (techichi). Posteriormente ya despojado de sus vestiduras tenía que cruzar entre unas montañas que siempre estaban chocando una con la otra y que se llamaban Tépetlmonamicitia. Después tenía que pasar por un cerro erizado de filosos pedernales, para a continuación atravesar los ocho collados o colinas llamado Cehuecáyan, en donde siempre estaba cayendo una terrible tormenta de nieve, después tenía que cruzar 8 páramos o llanuras en donde un gélido viento cortaba como navaja, y luego tomaba una vereda en donde lo asaetaban, llamado por eso Termiminalóyan. Después de estos terribles sufrimientos se encontraba, con Teocoyleualoyan, inmenso tigre que le comía el corazón, para sin él, caer en el Apanviayo en cuyas aguas negras se encontraba la lagartija Xochitonal. Es entonces que había concluido su terrible y olorosísimo viaje, presentándose ante el Sr. Mictlantecutli quien le diría ...”- Han terminado tus penas, vete pues, a dormir tu sueño mortal”. Después de 4 años de viaje por el Mictlán, ¡La nada era su destino final!
(Primera de dos partes)
muchas grcias, me hacia tanta falta una imagen de ese formato...
ResponderEliminar