En 1492 los europeos llegaron extraviados al Cem Anáhuac. Buscaban una ruta para llegar a la India. Al ver a los anahuacas los “nombraron indios”, y con esto los subsumieron en su mundo conocido. Colón murió creyendo que había llegado a la India y hasta la fecha, los descendientes de los europeos le siguen diciendo a los nativos “indios”. Lo que revela, no solo el desprecio por “el otro” desconocido, sino su nulo conocimiento de él. Sí esto ha pasado con los seres humanos, la misma suerte ha corrido todas sus creaciones, su historia y su cultura.
Los códices del Anáhuac, no han sido “comprendidos” en toda su dimensión. En efecto, el problema es que el colonizador, desde Hernán Cortés, pasando por los misioneros, hasta los investigadores contemporáneos, mantienen una visión euro céntrica, de supuesta superioridad, en la que, lo que no es igual a la cultura europea, es inferior por decreto.
De esta manera, los investigadores no encontraron “libros” y declararon, desde el Siglo XVI una inexplicable inferioridad en la civilización del Anáhuac, dado que los llamados “códices”, son documentos que contienen pictogramas y no escritos.
Su nombre en lengua náhuatl, que fue la lengua franca por milenios en el Anáhuac y era la que hablaban las personas de conocimiento y los maestros; independientemente su lengua madre, es “amoxtli”, que se traduce como libro, de donde se desprende: “amoxcalli” que es la biblioteca o lugar en donde se estudiaban y preservaban los amoxtlis.
Existían diferentes amoxtlis, según el tema: “teoámatl” libro de la divinidad, “tonalámatl” o el libro de la cuenta de los días, “xiuhálamat” libro de los años, ”tlacamecayoámatl” libro de los linajes, “tequiamátl” o matricula de impuestos, “tlalámatl” libro de la posesión de las tierras, “cuica-amatl” libro de cantares, “temicámatl” libro de los sueños.
Aunque la civilización del Anáhuac no contó con libros escritos, dado que la forma de mantener el conocimiento era de manera oral, y la trasmisión del conocimiento se hacía a través de un método “audio-visual” a través del relato de las historias y sus referentes pictográficos dibujados en los amoxtlis, el alumno, el maestro, el sacerdote o el hombre de conocimiento, “recordaba” a través de ver el amoxtli el conocimiento requerido.
Curiosamente en las “sociedades del conocimiento” postmodernas, el 80% del conocimiento se retiene por medios audiovisuales, toda ves que “recientemente han descubierto” que el ser humano tiene un gran potencial para recibir y retener información por este medio.
Los investigadores occidentalizados han llamado “códices” a los amoxtlis. Códice viene del latín, que significa “bloque de madera”, de modo que con propiedad los libros también son códices.
La civilización del Anáhuac, tiene un elemento que la distingue de las seis civilizaciones con origen autónomo más antiguas del planeta. La creación y mantenimiento de un Sistema Educativo de carácter público, obligatorio y gratuito, por lo menos desde los tiempos de los olmecas hasta los aztecas, es decir, tres mil años de vivir en una sociedad escolarizada, en dónde el amoxtli, jugó un papel fundamental. De modo que el amoxtli o códice, durante tres mil años fue un instrumento de aprendizaje permanente del común de la población.
Éste legado histórico, que representa uno de los elementos más importantes y valiosos del patrimonio cultural del Anáhuac, que hemos heredado de los Viejos Abuelos, ha sido minimizado y en los primeros años de la colonia, perseguido y destruido sistemáticamente. Los misioneros fanáticamente hacían grandes hogueras con los amoxtlis y posteriormente, los anticuarios y saqueadores, han destruido y extraviado gran parte de lo poco que sobrevivió a la segunda barbarie.
En efecto, debemos de señalar que los amoxtlis, que fueron preservados por cientos de años, en el periodo decadente del Postclásico, fueron destruidos por orden del gran Cihuacóatl e ideólogo de la cultura mexica. De esta manera, fue Tlacaélel el que mandó destruir las amoxtlis de los pueblos que conquistaron, para re-hacer la historia y re-escribir “nuevos amoxtlis, en donde los mexicas fueran el pueblo elegido. Nada nuevo en el mundo de los imperios.
Es de mencionarse que Tlacaélel mandó preservar y esconder los amoxtlis más importantes. De modo que deben seguir aguardando el momento justo, para salir de sus cuevas y refugios, para de nuevo ilustrar y dar recuerdo a sus desmemoriados hijos.
También se debe decir que los españoles guardaron los amoxtlis tequiamátl” o matricula de impuestos, en el siglo XVI, pues a través de ellos, seguían cobrando los impuestos a los pueblos indígenas tributarios de los mexicas.
Lo cierto es que en la actualidad existen muy pocos amoxtlis, la mayoría están en el extranjero. Por desgracia, algunos de los amoxtlis más importantes para entender la filosofía y la civilización del Anáhuac, fueron destruidos, primero por los mexicas, y los que ellos modificaron, después fueron destruidos por los españoles.
Los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, “tenemos que creer”, que los amoxtlis más importantes saldrán luminosos de las profundidades de Tonatzin, quien amorosamente los cuida.
Pero volviendo a los amoxtlis, diremos que su “lectura” era recordación de lo aprendido de memoria en el Telpochcalli, el Cuicacalli y el Calmécac. Los tlacuilos “el que labra la piedra o la madera”, los “escribanos” del Anáhuac, hacían su trabajo en lienzos de papel amate, generalmente cubiertos de pastas de piel de venado.
El amoxtli se hacía de una serie de páginas unidas por sus extremos laterales, de modo que quedaba como un “acordeón”, que se doblaba en pliegues, con una portada y una contraportada. Lo que le permitía un cómodo manejo para su “lectura” o interpretación, y al mismo tiempo, muy práctica su forma y dimensión para ser guardado en estantes.
De los códices más conocidos podemos mencionar a: Codex Bonensis mexicanus, Códice Colombino, Codex Fejérváry-Mayer, Codex Borgia, Codex Nuttall, Codex Selden, Codex Bodley, Codex Dresden, Codex Vindobonensis, Codex Mendoza, Códice de Quetzalcóatl (leyenda urbana), Codice florentino, Codice osuna y el Códice de la Cruz-Badeando.
Cuando inició la invasión, muchos pueblos indígenas siguieron produciendo sus códices. Especialmente con el objetivo de mantener los límites de sus señoríos. En efecto, los primeros años de la Colonia, los españoles eran muy pocos y les dieron a sus aliados, ciertas concesiones y “legalizaron” sus tierras en el nuevo orden colonial.
Estos nuevos códices se pintaron con una mezcla de pictogramas y palabras escritas en latín y náhuatl. Algunos se hicieron en lienzos de tela, piel y papel amate. Debemos de recordar que los anahuacas tenían una preparación académica y rápidamente aprendieron a hablar, leer y escribir el español y el latín.
La civilización del Anáhuac, sí bien, no produjo libros escritos con caracteres alfabéticos, mantuvo a lo largo de tres mil años el sabio cultivo de mantener la memoria y la sabiduría en textos. De esta manera el amoxtli y “el canto” (poesía) estaban estrechamente ligados a “la tinta negra y la tinta roja”, a la memoria y al conocimiento, especialmente a la filosofía o Toltecáyotl. Miguel León Portilla, ha trabajado el concepto profundo de “la palabra, del recuerdo”, ligado a la Toltecáyotl y plasmado en el amoxtli, veamos:
“Analizaré las palabras con que dio principio a su crónica en las que precisamente describe la relación entre realidad, códice y texto escrito con el alfabeto. Es interesante que comience valiéndose de vocablos que connotan la idea de hablar Nican mihtoa, motenehua, “Aquí se dice, se habla…” A ella sigue la enunciación de lo que va a tratar, “cómo llegaron, entraron los ancianos, los nombrados teochichimecas, gente de Aztlán, los mexicanos… que vinieron a buscar tierras, a merecerlas, aquí en la gran ciudad de México Tenochtitlán, lugar de su fama, su dechado…” (Tezozómoc, 1992, 4).
Señalado ya el asunto acerca de cual “dirá, hablará”, añade como si estuviera contemplando un códice con pinturas: izcatqui nican umpehua, nicán mtta<, nican icuiliuhtoc in cenca cualli, in cencanezcalli tlahtolli, “he aquí, que empieza aquí, se verá aquí, está pintada aquí, la muy buena, muy notable palabra…”
Tras insistir en que esa palabra habla de principios de la gran Ciudad de México Tenochtitlán, la que surgió en medio del agua, entre los carrizales, los cañaverales, describe cuáles son los testimonios de que dispone y el proceso mismo de su transvase a su propio texto con escritura alfa bética.
Asilo vinieron a decir, lo vinieron a asentar en su relato, y para nosotros lo vinieron a dejar esos papeles los ancianos, las ancianas.
De nuevo la referencia es la oralidad y a los códices pictográficos, eso que con el suelo preservar los ancianos. Explicando más esto, añade:
Eran nuestros abuelos, nuestrasabuelas, nuestros bisabuelos, nuestras bisabuelas, nuestros tatarabuelos, nuestros antepasados. Se repitió como un discurso su relato, nos lo dejaron y vinieron alegarlo a quienes ahora vivimos, a los que salimos de ellos. Nunca se perderá, nunca se olvidará lo que vinieron a hacer, lo que vinieron a asentar, su tinta negra, su tinta roja, su nombre, su historia, su recuerdo.
Relato que se repite como un discurso, tinta negra, tinta roja, evocación de los libros de pinturas, no habrá de perderse ni olvidarse:
Así en el porvenir jamás perecerá, jamás se olvidará, siempre lo guardaremos nosotros, hijos de ellos. Nietos, hermanos menores, tataranietos, biznietos, descendientes, su sangre, su color, lo vamos a decir, a comunicar a quienes habrán de vivir, habrán de nacer, los hijos de los mexicas, los hijos de los tenochcas.
Para ello don Fernando ha tomado la pluma, pondrá con los signos del alfabeto del antiguo relato –in huehueh nenotzaliztlahtalli- el antiguo relato hablado; -in huehueh nenotzlalizamoxtlahcuilolli- el antiguo relato de los códices. Para el mexícatl es ello topial in tlahtolli, el legado nuestro, la palabra. Ella es la que Alvarado Tezozómoc transvasa –auh in tictlalia yn amoxtlahcuilolli- “la que ponemos en este libro”, al que todavía adjudica, como recordando aquellos de los ancianos, el epíteto de “pinturas”. Todo lo que así registra ahora, “lo que ellos dijeron y asentaron esos papeles pintados, no es mentira ni fingieron nada al asentarlo”. ”El Destino de la Palabra. Miguel León Portilla- FCE, México, 1996. Págs. 7 y 8”.
Pero tal vez lo más importante, era el legado dejado en estos códices, sobre la sabiduría de construir y poseer, “un rostro propio y un corazón verdadero”, es decir, la trasmisión de los valores perennes de lo humano, tanto a nivel personal, como familiar y comunitario.
Es gracias a la sabiduría y a los valores que se transmitieron a través de miles de años a través de los códices en las escuelas del México antiguo, que pudo existir un periodo Clásico con una duración de milenio, en el cual, se alcanzó el vértice superior del proyecto abstracto de la sociedad. Sólo de esta manera, se puede dimensionar la importancia de los códices como instrumentos, y que su contenido, como elemento cultural que permitió el desarrollo humano durante tres mil años en el Anáhuac.
Estimado Don Guillermo,
ResponderEliminarGracias por este interesante articulo. La verdad, es curioso ver como en la Antiguedad, el conocimiento era transmitido oralmente, en India (donde ahora me encuentro estudiando Ayurveda) se transmitia a traves de mantras (o sonidos) que aparte del conocimiento transmiten "la experiencia" o la sensacion, cosa que supongo pertenece a conocimientos antiguos, anteriores a la escritura, basados en la persona y no tan faciles de destruir como ha pasado con escrituras y codices ... gracias a los pinches tiranos !!!.
Espero que todo marche bien, y le mando un fuerte abrazo desde el sur de India.
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Joaquin
Hola, le mando un cordial saludo. En éste momento hago una interpretación lírica y poética del Códice de Laúd. Hay manera de establecer contacto con usted para intercambiar un par de papeles?
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