viernes, 17 de julio de 2009

EL ANÁUAC, LA TIERRA RODEADA DE LAS GRANDES AGUAS.


Lo que hoy conocemos como “México” fue parte de una extensa región cultural que se conoce como Cem Anáhuac . A diferencia de otras Civilizaciones Madre , el territorio del Anáhuac estaba delimitado por una relación astronómica. En efecto, el movimiento del Sol en su recorrido entre dos latitudes marcaba su extensión en el Norte y hasta el Sur; y el Este y Oeste, por los dos mares. Por lo cual su expansión y desarrollo no tuvo un origen militar, comercial o imperial en el periodo Clásico.

Su expansión no se mantuvo por medio de las armas. Lo prueba, el hecho de que las mismas armas que se desarrollaron en el periodo prehistórico: la lanza, el arco y la flecha, el hacha, el escudo, la honda y el mazo, fundamentalmente, serán las mismas durante los más de siete milenios de desarrollo endógeno, y estas mismas armas serán con las que enfrentarán a los españoles, en una lucha, desde la parte anahuaca, en la que estaba prohibido matar al enemigo.

Su expansión no se provocó por un desarrollo y expansión comercial. Lo prueba el hecho de que en todo su desarrollo, jamás las culturas del Anáhuac desarrollaron la moneda. A pesar de tener en el tianguis semanal, una institución que sobrevive hasta nuestros días. Al final del periodo Postclásico, apenas ocho décadas antes de la invasión europea, los mexicas empezaron a probar al cacao y ciertas hachas de cobre como instrumentos de cambio, pero no llegaron a crear y acuñar “una moneda”.
Su expansión no pudo ser de carácter imperial, toda vez que en el periodo Clásico no existieron las guerras. Se supone y así lo firma Ignacio Bernal.

“Ahora bien, la tesis que piensa en la posibilidad de un imperio teotihuacano está, cuando menos en parte, en contradicción con el punto de vista, hoy muy difundido, de que Teotihuacan – y en general toda la época clásica- representa las teocracias pacíficas en contraste al militarismo de épocas posteriores. En efecto, en Teotihuacan hay pocas indicaciones que permiten afirmar que se trata de un estado con tendencias militares. No tenemos esculturas o pinturas representando guerreros, no hay escenas de batallas ni hay fortificaciones; se ha encontrado muchas puntas de proyectil, pero no es seguro que se usaran para la guerra.
En cambio, tenemos una abundancia manifiesta de templos y de representaciones de sacerdotes e escenas religiosas, dioses y objetos de culto.”

La influencia tolteca en todo el Anáhuac en el periodo Clásico, apreciada en la arquitectura y en el arte, en las demás culturas, nos hablan de una poderosa presencia ideológica y religiosa que surgió de Teotihuacan y se expandió por todo el Anáhuac. Se entiende como La Toltecáyotl se difundió por el convencimiento de la razón y fue adoptada y trasformada por cada cultura para darle su propio sello y personalidad.

Es importante subrayar que las culturas del Anáhuac mantuvieron un proceso endógeno durante siete mil quinientos años de desarrollo humano, sin la intervención de ninguna otra civilización. Llegando a ser una de las seis más antiguas del planeta. Otro elemento importante es que por múltiples y diferentes culturas que han existido en el Anáhuac, todas se mantienen unidas por una matriz filosófica cultural llamada Toltecáyotl.


TIEMPO HISTÓRICO DEL ANÁHUAC 8 MIL AÑOS

a) Preclásico 6000 a.C a 200 a.C. 5800 años.
b) Clásico 200 a.C. a 850 d.C. 1050 años.
c) Postclásico 850 d.C. a 1521 d.C. 671 años.
d) Colonia 1521 d.C. a 2009 d.C. 488 años.


Es necesario precisar que la civilización del Anáhuac es una sola, por múltiples y diversas culturas que hayan existido en sus primeros siete mil quinientos años de desarrollo endógeno. Que todas las culturas compartieron una misma “matriz filosófica-cultural” , y que la llamada cultura mexica o azteca, fue la última en llegar al Valle del Anáhuac de las llanuras del Norte en el año 1276 d.C., en el último periodo conocido como Postclásico o decadente.

Sin embargo, los mexicas eran un pueblo “sin rostro”, pobre y sin tierra, que estuvo peregrinando hasta llegar a fundar Tenochtitlán en el año 1325 en un pequeño islote en el lago. No eran agricultores, no hablaban la lengua náhuatl, que era la lengua franca en la que se comunicaban todos los pueblos del Anáhuac. Tenían a una divinidad tutelar al que posteriormente “insertaron” en el panteón ancestral del Anáhuac. En efecto, Huitzchilopoztli fue una figura advenediza a la milenaria cosmogonía tolteca . Los mexicas substituyeron a uno de los cuatro Tezcatlipoca e “injertaron” a su divinidad tribal llamado Huitzchilopoztli, dándole un “sentido mexica” a la filosofía ancestral-.

Los mexicas fundaron Tenochtitlán en 1325, es decir 49 años después de que arribaron al Altiplano Central y 196 años duró la ciudad que fue destruida por les españoles en 1521. El pueblo sin rostro, que venía del Norte, en calidad de bárbaro (chichimeca), inmediatamente se asimiló a los remantes de la cultura tolteca que había sobrevivido al colapso del periodo Clásico en el año 850 aproximadamente. Es decir que existieron 475 años entre el colapso civilizatorio tolteca y la fundación de Tenochtitlán. Casi cinco siglos de decadencia cultural degradaron los conocimientos y prácticas toltecas. Sin embargo los mexicas rápidamente tomaron las bases de la Toltecáyotl y se incorporaron al mundo cultural del Anáhuac.

Los mexicas se mantuvieron en un perfil bajo durante 115 años, siendo tributarios de otros señoríos, en especial de Azcapotzalco. Sin embargo, en el año de 1440, cuando nombran tlatuani a Moctezuma Ilhuicamina y éste a su vez tiene a Tlacaélel como Cihuacóatl, los mexicas emprenderán la carrera al poder a través de la lucha que iniciaron contra el señorío de Azcapotzalco, aliándose a los señoríos de Texcoco y Tlacopan. Después de vencer, formarán la Triple Alianza y empezará su periodo de expansión imperial.

Sin embargo, el problema filosófico que enfrentaron los mexicas al inicio de su expansión, fue que en la cosmogonía náhuatl se vivía el final de Quinto Sol , la destrucción era inminente y cada 52 años los habitantes del Anáhuac veían con terror el fin de su mundo. Quetzalcóatl tenía siglos de haber dejado en la orfandad a los pueblos del Anáhuac y vivían con la esperanza de su prometido regreso.

Tlacaélel, quien fue el ideólogo del imperio mexica, resolvió el problema mandando destruir todos los códices antiguos, reformando la historia y dándole la misión divina de “sostener el Quinto Sol” a los aztecas. De este modo, la razón de Estado del imperio azteca fue la de “sostener la vida del Quinto Sol”, no a través del sacrificio espiritual, como lo marcaba la Toltecáyotl de origen milenario. Tlacaélel sustituyó a Huichilopoztli por Quetzalcóatl, y el sacrifico espiritual por el sacrifico humano. La materia por el espíritu e inició la expansión del imperio azteca con “una poderosa razón de Estado”.

De este modo la ancestral Guerra Florida, institución tolteca que permitía que el individuo luchara contra las fuerzas de la materia, que arrastran al individuo a la estupidez humana, fue cambiada por una “Guerra Florida mexica”, en contra de sus vecinos, quienes además de ser sacrificados como alimento para el Sol, sus pueblos fueron condenados a pagar altos tributos, como no había existido recuerdo en el Anáhuac.

En síntesis, los mexicas a través de las reformas de Tlacaélel, al cambiar el sentido místico y espiritual por el mundo y la vida, por un sentido materialista guerrero, trastocarán severamente la filosofía y la religión del Anáhuac. La trasgresión al pensamiento espiritual tolteca de Quetzalcóatl, será por una parte la ideología que les dará una razón de Estado para su expansión, pero 81 años después, con la llegada de los invasores europeos, será la causa de su derrota.

La figura filosófica religiosa de Quetzalcóatl aparece gráficamente desde el año 1500 a.C. con los olmecas, pero seguramente es más antiguo su origen. Lo que implica más de tres mil años de hegemonía cultural, como símbolo de la sabiduría, la virtud y el sacrificio espiritual. Los mexicas a partir de las reformas de Tlacaélel a partir de 1440, disminuirán su presencia, la cual será suplida por Huitzilopochtli la deidad tutelar de los mexicas.

La figura filosófica religiosa de Huitzilopochtli llegó al Anáhuac en 1276 con la peregrinación de los mexicas desde las tierras áridas del Norte hacia el Sur. Huitzilopochtli representa la voluntad de poder, la guerra, la materia y el sacrificio humano. Se impondrá en parte del Altiplano Central y parte de la Costa del Golfo a lo largo de 81 años, de 1440 a 1521.

El cisma filosófico-religioso será la ruptura medular entre los pueblos del Anáhuac que se mantendrán fieles al simbolismo de Quetzalcóatl, y los pueblos comenzando por el mexica, que cambiarán a Quetzalcóatl por Huitzilopochtli. Éstos últimos en principio aceptarán la mentira de Hernán Cortés, quien se dijo enviado como capitán de Quetzalcóatl; y se convertirán más tarde en aliados de los españoles, como les sucedió a los tlaxcaltecas.

Una de las poderosas razones por las cuales un puñado de filibusteros logró apoderarse del imperio azteca, fue esta trasgresión filosófica-religiosa, la cual se puede observar nítidamente en la arquitectura del Templo Mayor de Tenochtitlán, en el cual los mexicas “igualaron” la jerarquía de Tláloc con la de Huitzilopochtli, reduciendo el nivel a Quetzalcóatl al poner su santuario enfrente del Templo Mayor, pero de menor proporción y dimensión.

En el sistema religioso tolteca, solo existía una divinidad suprema que era invisible, impalpable e innombrable. Era una abstracción filosófica total, muy alejada de la humano por su dimensión inconmensurable. De modo que solo se le refería con metáforas poéticas. Así entonces se le llamaba: Tloque Nahuaque, Ipalnemohuani o Yahuali Ecatl, que respectivamente significan: El que esta aquí y en todas partes al mismo tiempo, Aquél por quien se vive y Noche Viento.

En un segundo nivel, esta misma suprema divinidad inconmensurable, en un estadio menos elevado y de carácter religioso se le llamaba Ometéotl o La Dualidad Divina, entendiendo que “el todo” estaba compuesto de un par de opuestos complementarios: masculino/femenino, caliente/frío, seco/húmedo, etc. Esta dualidad era conocida religiosamente como “de los dos el Señor” (Ometecutli), “de los dos la Señora” (Ometecihuatl).

Pero en un tercer nivel, esa misma Divinidad Suprema, en el alcance vivencial de los masehuales o pueblo en general. Esta Divinidad Suprema el pueblo la veneraba como Tláloc y Quetzalcóatl. Entendidas respectivamente como la “representación de la energía luminosa ”, simbolizada con el agua. Y la segunda, como la “representación de la energía espiritual ” representada con el soplo divino que le da conciencia a la materia, es decir, con el viento (simbólicamente).

Esta dualidad divina ancestral fue transgredida brutalmente por la reforma ideológica y religiosa de Tlacaélel. Para los mexicas, Quetzalcóatl pasó a ocupar un sitio de menor importancia en la ideología y religión, exaltando a su divinidad tutelar Huichilopoztli en su lugar. Sin embargo, todos los pueblos del Anáhuac, especialmente en el periodo Postclásico, vivían en la expectativa del profetizado regreso del Venerable Maestro y Guía, esperanzados en el resurgimiento de un estado de bienestar, armonía y concordia que se había roto con la expansión mística/guerrera de los mexicas y su razón de Estado, de sacrificar prisioneros de las “Guerras Floridas mexicas”.

El símbolo filosófico/religioso de Quetzalcóatl aparece, como ya se dijo, con la cultura olmeca en el periodo Preclásico. La Venta (1700 a.C.) y Chalcatzingo (1500 a.C.), entre muchos lugares nos presentan la iconografía de “la serpiente emplumada”. En el periodo Clásico en Teotihuacan la encontramos como el personaje central, y aún los mexicas le construyen una pirámide menor enfrente del Templo Mayor.

Quetzalcóatl es más que un símbolo estructural de la Toltecáyotl, podríamos afirmar que “es la estructura central del pensamiento tolteca”. Todas las culturas del Anáhuac tendrán presente a la serpiente emplumada. Unos le llamarán Quetzalcóatl, otros Cuculcán, otros más Belguetza, pero para todos, será una serpiente emplumada iconográficamente, asociada a la sabiduría, guía de seres humanos, benefactor de las artes y la ciencia. Pero fundamentalmente en el periodo Postclásico, de esperanza y resurrección.

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