viernes, 10 de julio de 2009

MÉXICO… ! DE LA PATADA ¡


El acto más vergonzoso que he visto en el deporte nacional. El entrenador de la selección nacional en un partido internacional le da una patada a un jugador del equipo contrario frente a cincuenta mil espectadores y millones de televidentes.

El futbol es un fiel reflejo de la vida nacional. México esta de la patada. Los que dirigen los esfuerzos y trabajos de más de cien millones de mexicanos, los políticos, están igual que el entrenador nacional.

El país y el futbol es solo un negocio. Un gran negocio que deja miles de millones de dólares a un puñado de vivales a costa del trabajo y recursos naturales del país, y en el caso del futbol, a costa de la ilusión y esperanza de un pueblo que ve en el futbol, la manera de evadir su realidad plagada de frustración, pobreza e injusticia.

Se supone que el “entrenador nacional” es un profesional de alto nivel. El mejor de todos. La “decepción nacional” va de tumbo en tubo y fracaso en fracaso. Es la selección del “apenitas”. En la cancha se ve un grupo de jugadores con técnica, experiencia y deseos de ganar. Pero también se ven desconcentrados, desorganizados, insuficientes, temerosos de enfrentar “personalmente” el desafío. En síntesis, mal dirigidos.

Se vieron así frente a equipos como Trinidad y Tobago o en este caso a Panamá. Es más que obvio que jugador por jugador, técnica por técnica, infraestructura deportiva por infraestructura deportiva, y dinero invertido en estos “negocios”, México es con mucho: más capaz, más eficiente, con mucho más recursos y con más dinero, pero esto no se refleja en el juego y menos en los resultados.

¿Por qué sucede esto? Por la incapacidad e impotencia de los dueños de los equipos y los dirigentes del negocio de las patadas. A diferencia de otros países en los que toda la nación y el Estado se sienten “representados” por su nivel de futbol y por supuesto, por sus selecciones nacionales. Los “dirigentes” mexicanos solo lo ven, con miopía, como un negocio (tanto al país como al futbol). Por desgracia, hasta en eso son malos negociantes.

México carece de dirigentes que respondan a las necesidades y aspiraciones del pueblo de México. Los políticos, además de ser una clase parásita, son gente incapaz, frívola y corrupta. El gran pueblo de México desde 1521 ha quedado huérfano. No ha tenido dirigentes que respondan a los retos históricos. La mayoría ha sucumbido a sus míseros intereses personales y de grupo, jamás la patria ha estado por encima de todo. Y no confundir a “dirigentes” con luchadores. Morelos, Guerrero, zapata y Villa (entre muchos otros), jamás gobernaron, solo lucharon por ideales y por ellos murieron.

En los últimos tiempos hemos tenido dirigentes como Luis Echeverría, Vicente Fox y López Obrador, que tuvieron en sus manos la esperanza de una gran parte del pueblo. Y todos fracasaron. Los tres, por citar a tres de las tres fuerzas políticas, pero el sistema esta plagado de esta especie nefasta en todos los partidos y en todos los niveles de gobierno.

Al igual que “el vasco” Javier Aguirre, no han tenido la inteligencia, capacidad y honestidad para enfrentar su desafío histórico. Todos le han fallado al pueblo de México.

La ideología criolla, que ve en el pueblo y los recursos naturales un modo de hacerse rico de la noche a la mañana, y no la oportunidad de llevar justicia y bienestar a los mexicanos. México es gobernado, dominado y explotado por españoles, libaneses, judíos y un largo etcétera. Estos criollos no les importan el país ni el pueblo. Todo es negocio y ellos tienen su “doble nacionalidad”, de modo que cuando las cosas se ponen mal… inmediatamente piden ayuda y buscan refugio en su país verdadero.

Entre Calderón, Gordillo, Beltrones, Ortega, Peña Nieto, López Obrador y el vasco Javier Aguirre, no existe la más mínima diferencia. Su incapacidad, su pequeñez humana y espiritual, así como su mezquindad y bajeza (haiga sido como haiga sido). Unos le dan de patadas al pueblo y el otro le da de patadas a un jugador del equipo contrario. No cabe duda que en México todo está de la patada...

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