El “ser humano” actual, apenas tiene 40 mil años en el planeta. De ellos, los primeros 30 mil, se la pasaron en calidad de nómadas-recolectores-cazadores. Fue hasta hace 10 mil años que al inventar la agricultura se hizo sedentario e inició los procesos de civilización a través del desarrollo de las potencialidades humanas.
Las civilizaciones “Madre” crearon a través del tiempo, eficientes métodos y sistemas para resolver los problemas materiales de la “sobre vivencia”, para inmediatamente pasar a resolver el desafío de “la trascendencia” de la existencia en el plano espiritual.
De esta manera se pasó del cultivo intensivo de las plantas a través de métodos de irrigación, domesticación y cría de animales, pasando por sistemas constructivos, transformación de productos vegetales, animales y minerales para resolver necesidades de vestido, iluminación, preservación de alimentos y semillas y un largo etcétera. Hasta llegar a darle significados muy complejos, abstractos y profundos a la existencia. Lo sagrado y lo divino del mundo y la vida encontraron, en todas las civilizaciones “Madre” el punto más elevado y luminoso de la pirámide de desarrollo humano.
Metafóricamente el ser humano, en su evolución, ha venido luchando contra la oscuridad, entendida como la ignorancia, contra la inercia de la materia que arrastra al ser humano a los abismos de la estupidez humana. Justamente esta es la “condición humana”, la incapacidad, la ignorancia, la degradación. Tomar conciencia de estas limitaciones y actuar en consecuencia para superarlas, es lo que le da sentido la existencia. Porque sí los seres humanos fuéramos “perfectos”, seríamos “ángeles y la tierra sería el paraíso”.
De modo que “esta condición” de nuestra “naturaleza imperfecta”, ha estado presente desde el origen de los tiempos humanos. La parábola de “Caín y Abel” se mantiene en el tiempo y el espacio. Es un drama perenne y universal, que permite que el ser humano se “auto determine” a través de las decisiones que toma y los actos que ejecuta en su vida. A través de la conciencia y el desarrollo de su espiritualidad, se eleva y trasciende. O a través de su inconsciencia, embrutecimiento y enajenación, se precipita en los abismos de la degradación.
Trascender espiritualmente y elevarse, es lo más difícil y representa el desafío más importante de la vida. Simbólicamente la materia que contiene “el soplo divino de conciencia espiritual”, es arrastrada por las fuerzas gravitacionales que atrapan a la materia y la precipitan a “la nada”. En cambio, la degradación y enajenación es lo más “natural, cómodo y sencillo”. Sin ningún “esfuerzo”, solo abandonándose, “dejándose ir”, los actos y sentimientos sin la fuerza ascendente del Espíritu, degradan al ser humano hasta convertirlo en una bestia depredadora de sus congéneres y del medio ambiente.
De esta manera, simbólicamente podemos decir que los seres humanos desde el principio de los tiempos están expuestos al “culto al desarrollo del Espíritu”, o al “culto al Becerro de Oro”. Espíritu y materia como un par de opuestos complementarios que se transforman en un tercero, diferentes a los dos que lo formaron, es decir, -el ser humano-. Los sabios toltecas del Anáhuac resolvían este drama con el “camino del guerrero”, al encarnar al Quetzalcóatl en una personal e íntima Batalla Florida. Es decir, equilibrar en perfecta armonía –en la vida diaria- el quetzal (símbolo del Espíritu) y el cóatl, la serpiente como símbolo de la materia (Quetzal-cóatl).
Durante la mayor parte del tiempo histórico del la humanidad, las civilizaciones “Madre” inclinaron la balanza en la búsqueda de la trascendencia de la existencia. Muchos los caminos, variados los “maestros o avatares”, pero un solo destino: “liberar el Espíritu de la materia”.
Sin embargo, la parte oscura del rostro humano ha estado presente desde siempre. El culto a la materia y la irresponsabilidad existencial han prevalecido en las acciones humanos, desde los tiempos de las cavernas hasta nuestros días.
“La verdadera historia de la humanidad” nos enseña, que aquellas personas que se han inclinado por el lado oscuro y material del mundo, han mantenido un permanente esfuerzo por ganar “su batalla”. En otro ensayo titulado “El Mito de la Modernidad” he tratado este tema con detalle. La idea es que estas personas que se inclinan por el lado oscuro y la materia, simbólicamente les hemos llamado “los mercaderes” y a la obsesión por el atesoramiento le hemos llamado metafóricamente “el culto al Becerro de Oro”.
Pues bien, “los mercaderes” y su perverso culto por el “Becerro de Oro” fueron controlados y sujetos por los poderes de las antiguas civilizaciones. Para el caso de la nuestra, la anahuaca, los “pochetcas” de Tlatelólco, fueron “controlados” en sus excesos de poder por los mexicas de Tenochtitlán. El punto es que cuando una persona acumula desproporcionadamente más bienes que los demás, no puede tener ni ejercer poder o privilegios sobre los individuos y la comunidad. El comercio es por su naturaleza un acto inmoral y se convierte en “un mal necesario”, dado que implica un acto de abuso sobre el que produce y el que compra. El comercio desde tiempos inmemoriales y en todas las civilizaciones antiguas, era un acto de poco valor social, muy vigilado, perseguido y castigado por sus excesos.
El Estado tenía el control total del pueblo y su responsabilidad era buscar las condiciones apropiadas para su desarrollo material y fundamentalmente espiritual. Para comprender este punto, solo basta conocer las “grandes obras” de las civilizaciones “Madre”, y en general, todas estaban encaminadas a la parte espiritual. Los “mercaderes” y el Mercado –en los periodos de esplendor- no poseían un gran mérito social y estaban totalmente controlados, sin “libertad” y con las leyes opresoras de su libertad para mercar impunemente”.
Los “mercaderes” iniciaron una lucha por la “libertad” en contra del Estado y desarrollaron una estrategia para destruir las milenarias formas de gobierno y organización social, así como las antiguas religiones, las filosofías, las formas y elementos culturales de los pueblos. Cambiar el sentido original de la existencia y modificarlo para venerar libertinamente y sin restricciones el culto al Becerro de Oro, es decir, cambiar la “tradición” por la “modernidad”.
Todo comenzó en Europa en la Edad Media, se perfiló con la invasión de América. Siguió con la creación del “primer país” del mundo. En efecto, en 1776 se concretó finalmente el proyecto e inició la lucha del Mercado contra el Estado. Se buscó “La Libertad” individual para mercar ilimitadamente apoyados por la democracia, que es el sistema por el cual los dueños del dinero gobiernan a los pueblos a través de los políticos. Siguió Francia y después los reinos europeos, derrocando a las monarquías para imponer “las repúblicas democráticas del Becerro de Oro”. La “Modernidad” nació como un proyecto estratégico global en Estados Unidos, pasó a Europa y después se desbordó por todo el mundo. Desde la toma de la Bastilla hasta la invasión a Irak, todo ha sido una misma estrategia global, primero tuvo su centro en Londres y ahora en Wall Street.
Los “mercaderes”, su culto e ideología, han creado dogmas ideológicos para sustentar su visión y dominio del mundo. Dogmas como: La evolución humana es lineal. La modernidad y la democracia son las creaciones humanas más elevadas. La ciencia y la tecnología son las que determinan la verdad del mundo y la vida. La espiritualidad y la religión son cosas caducas, de ignorantes y retardatarios. Todo lo pasado es por fuerza “primitivo”. El “éxito humano” se mide por la capacidad de dominar, transformar y explotar a la Naturaleza. El vértice superior del desarrollo material es “la liberación de la energía de la materia”, es decir, la fusión nuclear. La razón de la vida se encuentra en la explotación de los seres humanos y la Naturaleza, para acumular riqueza y poder.
Toda esta locura nos ha llevado a vivir uno de los momentos más críticos, no solo de la especie humana en estos 40 mil años, sino del propio planeta, que teniendo aproximadamente 5 mil millones de vida, en los últimos 50 se esta viendo amenazado por nuestra equivocada forma de vida impuesta por los “mercaderes”.
En efecto, la especie humana esta viviendo un momento de crisis global, como tal vez solo fue afectada por las glaciaciones y fenómenos naturales de dimensión planetaria. Nunca como ahora existen tal cantidad de habitantes, y nunca como ahora existen tanta pobreza, hambre e injusticia.
Lo único que tiene el ser humano para enfrentar los retos de su existencia, tanto de índole material como espiritual, es la inteligencia y la capacidad de trabajar y la sensibilidad para trascender la existencia. Los “mercaderes”, el Mercado y el culto al Becerro de Oro, han logrado, no solo someter y reducir al Estado, dejándole la tarea de administrador y policía, sino que, fundamentalmente han logrado quitarle al ser humano la posibilidad de trabajar, y ha logrado, especialmente con los medios masivos de comunicación, enajenarlo y embrutecerlo para amputarle la primigenia y esencial necesidad de, a través de la sensibilidad e inteligencia, encontrar la oportunidad de trascender espiritualmente la existencia material.
En efecto, el ser humano de todo el mundo, antes del dominio totalitario de los “mercaderes” podía, gracias a su cultura e inteligencia: trabajar y con ello asegurar su subsistencia material. Y con su sensibilidad y creatividad, encontrar a través de la tradición y la religión ancestral, darle un significado a su vida, trascendiéndola en el plano espiritual.
Sin embargo, el ser humano “moderno”, que ha quedado indefenso en el mundo de los “mercaderes”, ahora se le ha expropiado la posibilidad de trabajar. Son los dueños del dinero y la tecnología los que ahora le ofrecen mezquinamente un puesto de trabajo. Ya no puede, por él mismo, y a través de su cultura y la naturaleza satisfacer las necesidades materiales de subsistencia de su familia. Ahora tiene que “buscar trabajo” y tocar mansa y humildemente la puerta de los “mercaderes”, para que como limosna, tenga la oportunidad de ganarse la vida con un trabajo mal pagado, sin garantías y prestaciones. Ahora son “los mercaderes” los que con sus capitales y tecnologías tienen el control del trabajo a través de crear, de acuerdo a sus intereses, las fuentes de empleo.
El “trabajador tradicional” era poseedor de un conocimiento y una maestría que generalmente había sido heredado por la comunidad y la familia. Él era dueño, creador y recreador de sus instrumentos y tecnologías de trabajo. La producción, reproducción y consumo, en general, era de tipo familiar. Fuera en el campo, la aldea o las pequeñas ciudades.
Fueron los “mercaderes” a través de la Revolución Industrial, quienes destruyeron el núcleo familiar de producción-reproducción y consumo. Secuestraron a los hombres y niños para llevarlos a las fábricas, minas y talleres, encadenándolos a la línea y la producción en serie. Los “mercaderes enajenaron el trabajo y convirtieron al “trabajador” en un esclavo salarial.
El “trabajador moderno” es un ignorante. Los “mercaderes” a través del desarrollo tecnológico han hecho que pierda el conocimiento de los procesos de producción. Es más un robot que un ser humano. La producción en línea lo hace prescindible e insignificante, porque siempre en la puerta de la fábrica hay 20 personas que piden su trabajo en donde no se necesita conocimiento y experiencia. La tecnología en manos de los “mercaderes” no ha desplazado al ser humano en la producción, solo lo ha hecho insignificante y ha reducido el costo de “la mano de obra”, que ya no requiere conocimientos específicos y experiencia. El trabajador ha sido desposeído de sus conocimientos y por ello se encuentra indefenso y sin “valor”.
Y en el aspecto espiritual ha sido totalmente enajenado y embrutecido. Lejos de los valores familiares y comunitarios. Empantanado en los “valores comerciales de los mercaderes”. Ausente en una práctica religiosa/espiritual. Atrapado en la dinámica del individualismo, la violencia y el consumismo, el ser humano “moderno” se aniquila a sí mismo en la desolación y en la anestesia existencial.
Ahora en vez de buscar la trascendencia busca el consumo. En vez de luchar por ser educado se entrega a ser vulgar y soez. La bajeza y la degradación han suplido la sana diversión y al entretenimiento. Todo se encuentra en la televisión y todo gira sobre el dinero. Desde la niñez, por medio de “la instrucción para el trabajo” en las escuelas y la educación en “valores comerciales” a través de la televisión, el poder del dinero formará los anhelos existenciales de consumo.
El ser humano moderno encuentra la trascendencia en los distractores-consumo que le impone la dictadura del culto al Becerro de Oro. El deporte comercial, la farándula artística comercial, la moda, el ocio en tecnología, el alcohol, las drogas. Los “mercaderes”, como ningún otro poder en la historia de la humanidad, han logrado el control del subconsciente de los seres humanos a través de los medios masivos de comunicación. Nunca antes, tantas personas de diferentes partes del mundo, pueden “ver-escuchar-recibir”, al mismo tiempo un mensaje directo o subliminal. Al destruir los valores ancestrales de la cultura popular, el ser humano queda indefenso y vulnerable a los ataques a sus valores, sus tradiciones y costumbres. Es decir, a la esencia de su ser y de su hacer.
El punto de esta reflexión es clarificar la condición que existe en la vida del ser humano “moderno”, atrapado en la dictadura de los “mercaderes”, así como el poder global que han adquirido sobre el Estado y la percepción del mundo y la vida.
El “ser humano moderno” ha perdido la capacidad de trabajar y satisfacer las necesidades familiares y personales de subsistencia material. Atrapado en las grandes ciudades, en el consumo, la ignorancia y el embrutecimiento. El trabajo, que es esencial al ser humano, ha sido apropiado por los “mercaderes”, quienes son los creadores de las fuentes de empleo a través de poseer los capitales y la tecnología.
La riqueza planetaria se ha concentrado en un puñado de familias y empresas, que actúan coordinadamente a través de “carteles” de explotación. Doblegando a los Estados y poniéndolos a su servicio, pasando encima de las leyes, los derechos y la vida de miles de millones de personas y decenas de países.
Todo esto lo han logrado a través de la destrucción de la sabiduría ancestral manifiesta en los diferentes modelos de organización, administración, producción, tradiciones, usos y costumbres, en síntesis, en la destrucción de la cultura de los pueblos, en las antiguas religiones. Erradicando a través de la ignorancia, enajenación y embrutecimiento, la primigenia y esencial necesidad humana de darle significado a la vida y encontrar su trascendencia en el plano espiritual.
El “ser humano moderno” esta atrapado en dos grandes felonías de los “mercaderes”: la imposibilidad de trabajar para satisfacer sus necesidades de subsistencia material, condenándolo a la miseria material. Y la imposibilidad de satisfacer su necesidad de trascender la vida en el plano espiritual, condenándolo a la miseria espiritual.
Ignorante y embrutecido subiste en los cinturones de miseria de un mundo caníbal urbano, luchando sin armas (la inteligencia y el conocimiento), por un puesto de trabajo. Vive en medio una “realidad” saturada de productos chatarra y de lujo, al cual él se aferra para darle sentido a su vida.
Enajenado y anestesiado el “ser humano moderno” busca trascender su vida a través del dinero, el consumo y el “poder del tener”. Y entre más tiene, más vacío y desolado se siente. Porque la frustración existencial en el “ser humano moderno” es igual entre pobres y ricos. El vacío esta llenado todos los espacios y “la nada esta acabando con todo”. Los “mercaderes” y el Mercado han impuesto brutalmente la dictadura del culto al Becerro de Oro.
Las civilizaciones “Madre” crearon a través del tiempo, eficientes métodos y sistemas para resolver los problemas materiales de la “sobre vivencia”, para inmediatamente pasar a resolver el desafío de “la trascendencia” de la existencia en el plano espiritual.
De esta manera se pasó del cultivo intensivo de las plantas a través de métodos de irrigación, domesticación y cría de animales, pasando por sistemas constructivos, transformación de productos vegetales, animales y minerales para resolver necesidades de vestido, iluminación, preservación de alimentos y semillas y un largo etcétera. Hasta llegar a darle significados muy complejos, abstractos y profundos a la existencia. Lo sagrado y lo divino del mundo y la vida encontraron, en todas las civilizaciones “Madre” el punto más elevado y luminoso de la pirámide de desarrollo humano.
Metafóricamente el ser humano, en su evolución, ha venido luchando contra la oscuridad, entendida como la ignorancia, contra la inercia de la materia que arrastra al ser humano a los abismos de la estupidez humana. Justamente esta es la “condición humana”, la incapacidad, la ignorancia, la degradación. Tomar conciencia de estas limitaciones y actuar en consecuencia para superarlas, es lo que le da sentido la existencia. Porque sí los seres humanos fuéramos “perfectos”, seríamos “ángeles y la tierra sería el paraíso”.
De modo que “esta condición” de nuestra “naturaleza imperfecta”, ha estado presente desde el origen de los tiempos humanos. La parábola de “Caín y Abel” se mantiene en el tiempo y el espacio. Es un drama perenne y universal, que permite que el ser humano se “auto determine” a través de las decisiones que toma y los actos que ejecuta en su vida. A través de la conciencia y el desarrollo de su espiritualidad, se eleva y trasciende. O a través de su inconsciencia, embrutecimiento y enajenación, se precipita en los abismos de la degradación.
Trascender espiritualmente y elevarse, es lo más difícil y representa el desafío más importante de la vida. Simbólicamente la materia que contiene “el soplo divino de conciencia espiritual”, es arrastrada por las fuerzas gravitacionales que atrapan a la materia y la precipitan a “la nada”. En cambio, la degradación y enajenación es lo más “natural, cómodo y sencillo”. Sin ningún “esfuerzo”, solo abandonándose, “dejándose ir”, los actos y sentimientos sin la fuerza ascendente del Espíritu, degradan al ser humano hasta convertirlo en una bestia depredadora de sus congéneres y del medio ambiente.
De esta manera, simbólicamente podemos decir que los seres humanos desde el principio de los tiempos están expuestos al “culto al desarrollo del Espíritu”, o al “culto al Becerro de Oro”. Espíritu y materia como un par de opuestos complementarios que se transforman en un tercero, diferentes a los dos que lo formaron, es decir, -el ser humano-. Los sabios toltecas del Anáhuac resolvían este drama con el “camino del guerrero”, al encarnar al Quetzalcóatl en una personal e íntima Batalla Florida. Es decir, equilibrar en perfecta armonía –en la vida diaria- el quetzal (símbolo del Espíritu) y el cóatl, la serpiente como símbolo de la materia (Quetzal-cóatl).
Durante la mayor parte del tiempo histórico del la humanidad, las civilizaciones “Madre” inclinaron la balanza en la búsqueda de la trascendencia de la existencia. Muchos los caminos, variados los “maestros o avatares”, pero un solo destino: “liberar el Espíritu de la materia”.
Sin embargo, la parte oscura del rostro humano ha estado presente desde siempre. El culto a la materia y la irresponsabilidad existencial han prevalecido en las acciones humanos, desde los tiempos de las cavernas hasta nuestros días.
“La verdadera historia de la humanidad” nos enseña, que aquellas personas que se han inclinado por el lado oscuro y material del mundo, han mantenido un permanente esfuerzo por ganar “su batalla”. En otro ensayo titulado “El Mito de la Modernidad” he tratado este tema con detalle. La idea es que estas personas que se inclinan por el lado oscuro y la materia, simbólicamente les hemos llamado “los mercaderes” y a la obsesión por el atesoramiento le hemos llamado metafóricamente “el culto al Becerro de Oro”.
Pues bien, “los mercaderes” y su perverso culto por el “Becerro de Oro” fueron controlados y sujetos por los poderes de las antiguas civilizaciones. Para el caso de la nuestra, la anahuaca, los “pochetcas” de Tlatelólco, fueron “controlados” en sus excesos de poder por los mexicas de Tenochtitlán. El punto es que cuando una persona acumula desproporcionadamente más bienes que los demás, no puede tener ni ejercer poder o privilegios sobre los individuos y la comunidad. El comercio es por su naturaleza un acto inmoral y se convierte en “un mal necesario”, dado que implica un acto de abuso sobre el que produce y el que compra. El comercio desde tiempos inmemoriales y en todas las civilizaciones antiguas, era un acto de poco valor social, muy vigilado, perseguido y castigado por sus excesos.
El Estado tenía el control total del pueblo y su responsabilidad era buscar las condiciones apropiadas para su desarrollo material y fundamentalmente espiritual. Para comprender este punto, solo basta conocer las “grandes obras” de las civilizaciones “Madre”, y en general, todas estaban encaminadas a la parte espiritual. Los “mercaderes” y el Mercado –en los periodos de esplendor- no poseían un gran mérito social y estaban totalmente controlados, sin “libertad” y con las leyes opresoras de su libertad para mercar impunemente”.
Los “mercaderes” iniciaron una lucha por la “libertad” en contra del Estado y desarrollaron una estrategia para destruir las milenarias formas de gobierno y organización social, así como las antiguas religiones, las filosofías, las formas y elementos culturales de los pueblos. Cambiar el sentido original de la existencia y modificarlo para venerar libertinamente y sin restricciones el culto al Becerro de Oro, es decir, cambiar la “tradición” por la “modernidad”.
Todo comenzó en Europa en la Edad Media, se perfiló con la invasión de América. Siguió con la creación del “primer país” del mundo. En efecto, en 1776 se concretó finalmente el proyecto e inició la lucha del Mercado contra el Estado. Se buscó “La Libertad” individual para mercar ilimitadamente apoyados por la democracia, que es el sistema por el cual los dueños del dinero gobiernan a los pueblos a través de los políticos. Siguió Francia y después los reinos europeos, derrocando a las monarquías para imponer “las repúblicas democráticas del Becerro de Oro”. La “Modernidad” nació como un proyecto estratégico global en Estados Unidos, pasó a Europa y después se desbordó por todo el mundo. Desde la toma de la Bastilla hasta la invasión a Irak, todo ha sido una misma estrategia global, primero tuvo su centro en Londres y ahora en Wall Street.
Los “mercaderes”, su culto e ideología, han creado dogmas ideológicos para sustentar su visión y dominio del mundo. Dogmas como: La evolución humana es lineal. La modernidad y la democracia son las creaciones humanas más elevadas. La ciencia y la tecnología son las que determinan la verdad del mundo y la vida. La espiritualidad y la religión son cosas caducas, de ignorantes y retardatarios. Todo lo pasado es por fuerza “primitivo”. El “éxito humano” se mide por la capacidad de dominar, transformar y explotar a la Naturaleza. El vértice superior del desarrollo material es “la liberación de la energía de la materia”, es decir, la fusión nuclear. La razón de la vida se encuentra en la explotación de los seres humanos y la Naturaleza, para acumular riqueza y poder.
Toda esta locura nos ha llevado a vivir uno de los momentos más críticos, no solo de la especie humana en estos 40 mil años, sino del propio planeta, que teniendo aproximadamente 5 mil millones de vida, en los últimos 50 se esta viendo amenazado por nuestra equivocada forma de vida impuesta por los “mercaderes”.
En efecto, la especie humana esta viviendo un momento de crisis global, como tal vez solo fue afectada por las glaciaciones y fenómenos naturales de dimensión planetaria. Nunca como ahora existen tal cantidad de habitantes, y nunca como ahora existen tanta pobreza, hambre e injusticia.
Lo único que tiene el ser humano para enfrentar los retos de su existencia, tanto de índole material como espiritual, es la inteligencia y la capacidad de trabajar y la sensibilidad para trascender la existencia. Los “mercaderes”, el Mercado y el culto al Becerro de Oro, han logrado, no solo someter y reducir al Estado, dejándole la tarea de administrador y policía, sino que, fundamentalmente han logrado quitarle al ser humano la posibilidad de trabajar, y ha logrado, especialmente con los medios masivos de comunicación, enajenarlo y embrutecerlo para amputarle la primigenia y esencial necesidad de, a través de la sensibilidad e inteligencia, encontrar la oportunidad de trascender espiritualmente la existencia material.
En efecto, el ser humano de todo el mundo, antes del dominio totalitario de los “mercaderes” podía, gracias a su cultura e inteligencia: trabajar y con ello asegurar su subsistencia material. Y con su sensibilidad y creatividad, encontrar a través de la tradición y la religión ancestral, darle un significado a su vida, trascendiéndola en el plano espiritual.
Sin embargo, el ser humano “moderno”, que ha quedado indefenso en el mundo de los “mercaderes”, ahora se le ha expropiado la posibilidad de trabajar. Son los dueños del dinero y la tecnología los que ahora le ofrecen mezquinamente un puesto de trabajo. Ya no puede, por él mismo, y a través de su cultura y la naturaleza satisfacer las necesidades materiales de subsistencia de su familia. Ahora tiene que “buscar trabajo” y tocar mansa y humildemente la puerta de los “mercaderes”, para que como limosna, tenga la oportunidad de ganarse la vida con un trabajo mal pagado, sin garantías y prestaciones. Ahora son “los mercaderes” los que con sus capitales y tecnologías tienen el control del trabajo a través de crear, de acuerdo a sus intereses, las fuentes de empleo.
El “trabajador tradicional” era poseedor de un conocimiento y una maestría que generalmente había sido heredado por la comunidad y la familia. Él era dueño, creador y recreador de sus instrumentos y tecnologías de trabajo. La producción, reproducción y consumo, en general, era de tipo familiar. Fuera en el campo, la aldea o las pequeñas ciudades.
Fueron los “mercaderes” a través de la Revolución Industrial, quienes destruyeron el núcleo familiar de producción-reproducción y consumo. Secuestraron a los hombres y niños para llevarlos a las fábricas, minas y talleres, encadenándolos a la línea y la producción en serie. Los “mercaderes enajenaron el trabajo y convirtieron al “trabajador” en un esclavo salarial.
El “trabajador moderno” es un ignorante. Los “mercaderes” a través del desarrollo tecnológico han hecho que pierda el conocimiento de los procesos de producción. Es más un robot que un ser humano. La producción en línea lo hace prescindible e insignificante, porque siempre en la puerta de la fábrica hay 20 personas que piden su trabajo en donde no se necesita conocimiento y experiencia. La tecnología en manos de los “mercaderes” no ha desplazado al ser humano en la producción, solo lo ha hecho insignificante y ha reducido el costo de “la mano de obra”, que ya no requiere conocimientos específicos y experiencia. El trabajador ha sido desposeído de sus conocimientos y por ello se encuentra indefenso y sin “valor”.
Y en el aspecto espiritual ha sido totalmente enajenado y embrutecido. Lejos de los valores familiares y comunitarios. Empantanado en los “valores comerciales de los mercaderes”. Ausente en una práctica religiosa/espiritual. Atrapado en la dinámica del individualismo, la violencia y el consumismo, el ser humano “moderno” se aniquila a sí mismo en la desolación y en la anestesia existencial.
Ahora en vez de buscar la trascendencia busca el consumo. En vez de luchar por ser educado se entrega a ser vulgar y soez. La bajeza y la degradación han suplido la sana diversión y al entretenimiento. Todo se encuentra en la televisión y todo gira sobre el dinero. Desde la niñez, por medio de “la instrucción para el trabajo” en las escuelas y la educación en “valores comerciales” a través de la televisión, el poder del dinero formará los anhelos existenciales de consumo.
El ser humano moderno encuentra la trascendencia en los distractores-consumo que le impone la dictadura del culto al Becerro de Oro. El deporte comercial, la farándula artística comercial, la moda, el ocio en tecnología, el alcohol, las drogas. Los “mercaderes”, como ningún otro poder en la historia de la humanidad, han logrado el control del subconsciente de los seres humanos a través de los medios masivos de comunicación. Nunca antes, tantas personas de diferentes partes del mundo, pueden “ver-escuchar-recibir”, al mismo tiempo un mensaje directo o subliminal. Al destruir los valores ancestrales de la cultura popular, el ser humano queda indefenso y vulnerable a los ataques a sus valores, sus tradiciones y costumbres. Es decir, a la esencia de su ser y de su hacer.
El punto de esta reflexión es clarificar la condición que existe en la vida del ser humano “moderno”, atrapado en la dictadura de los “mercaderes”, así como el poder global que han adquirido sobre el Estado y la percepción del mundo y la vida.
El “ser humano moderno” ha perdido la capacidad de trabajar y satisfacer las necesidades familiares y personales de subsistencia material. Atrapado en las grandes ciudades, en el consumo, la ignorancia y el embrutecimiento. El trabajo, que es esencial al ser humano, ha sido apropiado por los “mercaderes”, quienes son los creadores de las fuentes de empleo a través de poseer los capitales y la tecnología.
La riqueza planetaria se ha concentrado en un puñado de familias y empresas, que actúan coordinadamente a través de “carteles” de explotación. Doblegando a los Estados y poniéndolos a su servicio, pasando encima de las leyes, los derechos y la vida de miles de millones de personas y decenas de países.
Todo esto lo han logrado a través de la destrucción de la sabiduría ancestral manifiesta en los diferentes modelos de organización, administración, producción, tradiciones, usos y costumbres, en síntesis, en la destrucción de la cultura de los pueblos, en las antiguas religiones. Erradicando a través de la ignorancia, enajenación y embrutecimiento, la primigenia y esencial necesidad humana de darle significado a la vida y encontrar su trascendencia en el plano espiritual.
El “ser humano moderno” esta atrapado en dos grandes felonías de los “mercaderes”: la imposibilidad de trabajar para satisfacer sus necesidades de subsistencia material, condenándolo a la miseria material. Y la imposibilidad de satisfacer su necesidad de trascender la vida en el plano espiritual, condenándolo a la miseria espiritual.
Ignorante y embrutecido subiste en los cinturones de miseria de un mundo caníbal urbano, luchando sin armas (la inteligencia y el conocimiento), por un puesto de trabajo. Vive en medio una “realidad” saturada de productos chatarra y de lujo, al cual él se aferra para darle sentido a su vida.
Enajenado y anestesiado el “ser humano moderno” busca trascender su vida a través del dinero, el consumo y el “poder del tener”. Y entre más tiene, más vacío y desolado se siente. Porque la frustración existencial en el “ser humano moderno” es igual entre pobres y ricos. El vacío esta llenado todos los espacios y “la nada esta acabando con todo”. Los “mercaderes” y el Mercado han impuesto brutalmente la dictadura del culto al Becerro de Oro.
Me da gusto saludarte Guillermo.
ResponderEliminarOye, me parece radical plantear la compleja realidad humana de nuestros días como una dicotomía entre el mundo material y el espiritual y más aún dentro de este marco responsabilizar al mercado o a los “mercaderes” todo lo negativo de esta actividad humana que es el comercio y que es básica para nuestra sobrevivencia y desarrollo culturales.
En principio pienso que varias referencias antropológicas donde he encontrado que la clase comerciante de algunas sociedades mesoamericanas no eran, como mencionas, una actividad desdeñable. Yo he leído que los pueblos más desarrollados de nuestra Mesoamérica lograron su estadio de desarrollo gracias a sustentarse, entre otras cosas, a fuertes relaciones comerciales con distintas comunidades con las que tenían contacto sin necesidad de tener una relación imperial como lo hicieron los aztecas.
Creo que es un hecho que la modernidad tiene muchos defectos pero es innegable que el ser humano a alcanzado esos estadios de trascendencia de modo inigualable sobre todo en la creación artística, el pensamiento social y el desarrollo científico.
No creo que las culturas Madre sean la panacea ni la época de la historia de todas las civilizaciones. Todas ellas eran, por dar un ejemplo, muy machistas y la mayoría vería con buenos ojos la esclavitud; por no hablar de los niveles de analfabetismo y corta esperanza de vida de muchas de estas sociedades pertenecientes a las “culturas Madre”.
Por otra parte sin desarrollo económico, que se sustenta en el aumento y sofisticación del consumo y la acumulación de riqueza de una entidad bien regulado da como resultado que más personas puedan acceder a estos estadios de trascendencia. No es casualidad que en los gringos o los europeos tengan tantos movimientos artísticos -nos gusten o no allá se dieron la mayoría de las innovaciones artísticas, científicas y sociales del siglo XX – ni tampoco lo es que en México, por dar otro ejemplo, se hayan creado obras cinematográficas magistrales en la “época de oro del cine mexicano” o que los muralistas hubieran tenido presupuesto para realizar su trabajo de no haber sido por un inusual desarrollo económico en nuestro país durante los años pos-revolucionarios hasta finales de la década de los 60.
Coincido completamente contigo en que el valor imperante hoy en día es la ambición, la riqueza material, la acumulación de valores monetarios o como se quiera denominar. También creo que la Corporación como forma asociativa es la figura dominante, como antes lo fue la iglesia católica en Occidente. Pero la falta de sentido que caracteriza el posmodernismo no lo veo claramente como la única e inevitable consecuencia del desarrollo de mercados. Estos también se sustentan y promueven el desarrollo artístico, intelectual y científico de las sociedades a las que pertenecen.
Es muy loable que en el Medioevo las profesiones se transmitían de generación en generación pero eso desde otra perspectiva puede entenderse como una enajenación de la cual no hay escapatoria. ¿Qué tal que alguien tiene aptitudes para ser un fabuloso curandero pero está obligado a hacer zapatos? Si algo bueno tiene nuestra cultura moderna es el ejercicio de la Libertad –como dice Erich Fromm- aunque esto conlleva mucha responsabilidad la cual rara vez logramos encarar con dignidad.
Gracias por invitarme a visitar tu blog!
noe.fuente@vinculo-comunitario.org
Estimado Noe…
ResponderEliminarEn principio te agradezco la atención de leerme y escribirme. Lo aprecio y lo valoro.
Parto de la base de que “nadie tiene la verdad en la mano” y que “la verdad” es múltiple y a veces… ¡contradictoria¡ Así es el mundo y la vida.
También, parto de que en general, los mexicanos estamos muy poco informados de nuestra “verdadera historia” y lo poco que sabemos es “la historia de los vencedores”. El punto es que para dominar a cualquier persona, familia o pueblo, sí le quitas la memoria histórica, lo dejas totalmente indefenso y vulnerable.
Por lo que argumentas, presupongo que no tienes una sólida información sobre la historia del desarrollo humano del Anáhuac. No es tu culpa…a todos nos formaron así, comenzando con los que fuimos a la escuela. Te invito a que estudies con seriedad y profundidad, no en la historia oficial/del sistema, sino en los investigadores independientes.
Trataré de darte mis argumentos, con todo respeto:
Cuando tú dices: “el comercio y que es básica para nuestra sobrevivencia y desarrollo culturales.”
Yo te pregunto…¡para qué tipo de sociedad? Más de la mitad de los seres humanos en el planeta no viven en el consumo. El 5% de la humanidad (E.U.) consume el 50% de los recursos del planeta. Y ve cuales son los desastrosos resultados de esta visión consumista-globalizadora-comercial…se están acabando al planeta y los están contaminado, además de sojuzgando y explotando a millones de seres humanos. El comercio fue muy regulado por las civilizaciones ancestrales y no permitieron que los mercaderes, por el hecho de tener riqueza, tuvieran control y poder gubernamental y social. El infierno que ahora viven los pueblos del mundo entero es justamente que los gobiernos están obedeciendo a los intereses de los mercaderes a través de sus mega empresas trasnacionales y sus trasnacionales (Neoliberalismo y globalización económica). El mundo y los seres humanos no siempre ha sido como es hoy.
También, el mundo se define simbólicamente entre “Caín y Abel”. Entre el Quetzal y el cóatl, entre el espíritu y la materia. Siempre ha existido “la inercia de la materia”, es decir, la degradación y la estupidez. Siempre estamos en el dilema universal y perenne de: luchar por superarnos espiritual y materialmente, o de entregarnos y hundirnos en la estupidez y bajeza humana. La historia se sustenta, desde el tiempo de las cavernas, en los que asumen la actitud depredadora y los que buscan la parte biofila del mundo y la vida. La primera nos entrega un mundo de explotadores y abusivos, y de explotados abusados. Solo basta conocer la “historia universal”.
continua segunda parte
segunda parte a Noé...
ResponderEliminarTú escribes: “En principio pienso que varias referencias antropológicas donde he encontrado que la clase comerciante de algunas sociedades mesoamericanas no eran, como mencionas, una actividad desdeñable.”
Quiero decirte que en los siete mil quinientos años de desarrollo humano del Anáhuac NUNCA SE IVENTÓ LA MONEDA a pesar de tener tianguis cada cinco días. Esto no es una deficiencia como lo toma la visión eurocentrista. Por el contrario, nos habla de una civilización mucho muy avanzada que pudo llegar a la equidad a través del trueque. El comercio es inmoral, en tanto el “mercader” le saca ganancia al que produce y al que compra. El mercader es un parásito social y un mal necesario. La vida no se hizo para comprar y vender para ser rico, para explotar al prójimo. Te recomiendo que leas “Los cinco elementos culturales que distinguen a la civilización delo Anáhuac” en www.toltecayotl.org sección libros.
En siete mil quinientos años de desarrollo humano, solo al final, en el año 1440, cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel tuvieron el poder mexica, empezaron a intercambiar los pochetcas mexicas con cacao y hachas de cobre, pero no legaron a la moneda. Y aún en ese tiempo, los mercaderes de Tlatelólco, por el poder económico que iban teniendo, trataron de sojuzgar militarmente a los tenochcas y les hicieron “una guerra sucia”, que por supuesto perdieron.
Para mí, la civilización del Anáhuac, ha sido la más desarrollada de la antigüedad y esto debe ser una gran orgullo y una gran responsabilidad para los mexicanos actuales. Más que los egipcios o los mesopotámicos, justamente por la calidad y nivel de vida que le dieron a sus pueblos. Para que puedas formarte un criterio informado sobre el tema, te invito a que estudies a la Toltecáyotl. Pero por citar solo un pequeño ejemplo: En 1519, al final del periodo Postclásico decadente en el Anáhuac, los mexicas y Tenochtitlán tenían la ciudad más grande del mundo. París en aquél entonces tenía 62 mil habitantes y Beijing 150 mil. En Tenochtitlán había más de 750 mil habitantes. Tenían agua potable, calzadas, calles perfectamente reticuladas, escuelas en los tres niveles, museos, zoológicos, mercados, zonas deportivas. Etc. En Europa jamás llegaron a esto hasta el siglo XIX. La calidad de vida de un mexica común, es decir: su alimentación, salud, educación, vivienda, vestido, era mucho más elevada que un ciudadano común de Europa en ese momento.
Lamento que no esté de acuerdo contigo sobre “los grandes avances” de occidente y E.U. He vivido en las dos partes, no he ido de “turista” y te puedo decir que su nivel de vida puede ser muy alto, pero su “calidad de vida” es muy baja. Se están suicidando, no se están reproduciendo, y en general su vida llena de confort y riqueza es muy triste.
Pero podría decir más. En el siglo XX ellos han producido dos guerras mundiales y han hecho explotar dos bombas nucleares en dos ciudades japonesas, campos de concentración, golpes de Estado, guerras de exterminio étnico “en la misma Europa”, producción chatarra de alimentos y de objetos inútiles y dañinos, no solo al ser humano, sino al mismo palmeta. Hoy que “ellos” tienen la mayor riqueza que a producido la humanidad y que ha avanzado la ciencia enormidades…existen como nunca, más humanos muriendo de hambre, enferemos y viviendo sistemas de explotación sin ninguna posibilidad de justicia. Así que yo no veo una grandeza en esta cultura necrófila.
Finalmente, te quiero decir que aunque no este de acuerdo contigo, respeto tu opinión y me da mucho gusto compartir “civilizadamente” nuestros puntos de vista.
Recibe un cordial saludo.
Guillermo.
creo que marin se queda corto y le hace falta precisar muchos otros factores. Pero que es intersante el escrito...lo es.
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