jueves, 24 de diciembre de 2009

ANÁHUAC esencia y raíz de México 3/3

PERIODO POSTCLÁSICO




A la misteriosa partida de “los venerables maestros toltecas”, los pueblos y culturas en todo el Cem Anáhuac empezaron, poco a poco, a desafinar y trastocar las leyes, normas, reglas y tradiciones para gobernar, dirigir y administrar a los pueblos que los toltecas les habían enseñado y supervisado por más de diez siglos. Se empezaron a desquebrajar las sólidas estructuras sociales y empezó a ganar fuerza “la inercia de la materia”, es decir, la ambición, la egolatría, la codicia, la envidia, el abuso y la violencia.

Los dirigentes dejaron de ser “los hombres verdaderos”, ya no fueron más “las teas que no humean” y empezaron a trasmitir el poder por líneas familiares hasta convertirse en linajes. Los administradores no fueron los más honestos, sino los más listos, los sacerdotes crearon sus propios linajes y se empezó a corromper la religión que enseñó Quetzalcóatl.

Nada nuevo pasó en el Cem Anáhuac que no se haya visto en la historia de la humanidad. La pobreza de espíritu y el deslumbramiento por las metas materiales se fue imponiendo a conveniencia para mantener el poder. La Toltecáyotl empezó a sufrir lentamente cambios negativos que hicieron perder el sentido original que buscaba guiar a los seres humanos en sociedad por un camino de virtud y de impecabilidad.

Las costumbres, la religión, la administración y el gobierno se relajaron. Los nuevos linajes empezaron a crear los “Señoríos”. Pequeñas ciudades-estado con una influencia en una amplia zona rural. Los conflictos y las guerras no se hicieron esperar. El ideal de los pueblos y culturas del Postclásico, fue tratar de restaurar el dominio tolteca, no por medio de la sabiduría y la virtud, sino por medio de las armas y las alianzas.



En casi todos los pueblos poderosos del periodo Postclásico, se trató de justificar su expansión material y dominio sobre otros pueblos y regiones, por la búsqueda de reactivar o recrear la dominación total del Cem Anáhuac, que los toltecas lograron en el milenio anterior. Esta nostalgia por el poder, no se sustentó en la sabiduría y virtud propuesta por la Toltecáyotl. Lo que impulsó este afán por el poder, no fue el aspecto de riqueza material. Lo que animó esta expansión fue el poder político y la extensión de su Estado, dado que, a pesar de la decadencia, los anahuacas no usaron el comercio como fuente de poder, en tanto su cultura milenaria imponía una actitud de austeridad y frugalidad tradicional, que hasta nuestros días ha sobrevivido en los llamados pueblos indígenas y campesinos del llamado “México profundo”.

En el seno de la civilización anahuaca, no existió el culto al consumo, no se producían “muchos bines” y de ellos, muy pocos fueron de lujo. Los productos que se producían siempre fueron de auto consumo de manera familiar y comunal. El trueque satisfacía las pocas necesidades de consumo. Esto cambió un poco a partir de 1440, cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel le dieron un especial énfasis al consumo y a los objetos de lujo en la expansión de la Triple Alianza. En este tiempo los pochetcas o comerciantes-espías, empezaron a usar el cacao y artículos hechos en cobre, como instrumentos “de cambio”, aunque nunca llegaron a crear una moneda.



Producto de las guerras de expansión mexica, el Taltócan o Consejo Supremo mexica, empezó a otorgarle a sus militares vencedores, parte de las riquezas que se obtenían del botín tomado y se empezó a crear por primera vez una elite social que tenía la posibilidad de obtener muchos bienes, esclavos y tierras. Lo mismo le sucedió a los comerciantes-espías o pochtecas mexicas y tlatelolcas, quienes a través del comercio empezaron a obtener riquezas que jamás se había permitido tener a un ciudadano común.

En estos tres siglos y medio, entre la partida de los toltecas que provocó el “colapso del periodo Clásico” y la llegada de los mexicas al Altiplano Central, los pueblos y culturas del Cem Anáhuac sufrieron guerras internas y regionales por el poder y su consolidación, que nunca llegó a ser total, como en los tiempos de los toltecas.

Las ciudades-estado o Señoríos empezaron a florecer en todo el Cem Anáhuac en el periodo Posclásico. En la zona maya fueron principalmente Chichen Itza y Mayapán. En la zona oaxaqueña Tututepec, Zaachila y Tehuantepec. En el Altiplano Central Tenochtitlán y Tula. En el Occidente Tzintzuntzan y Tinganbato. En las costas del Golfo de México Cempuala. La intención de re-crear el mítico “imperio tolteca” estuvo presente en los pueblos y culturas del Posclásico.

Personajes como: Cosijoeza zapoteca, Ocho Venado Garra de Jaguar mixteco, Moctezuma Ilhuicamina, Tlacaélel y Axayácatl mexicas, Huitzimengari y Calzonzin purépechas, entre muchos otros, buscaron por medio de las armas y las alianzas recuperar la hegemonía tolteca del Cem Anáhuac, pero ninguno lo logró y sus victorias fueron temporales y de espacios reducidos geográficamente en relación a todo el Anáhuac.
Los mexicas llegaron al Valle de México en calidad de nómadas, cazadores, recolectores. No sabían hablar la milenaria lengua náhuatl, no sembraban maíz, ni tejían algodón. Los códices de aquellos tiempos los describieron como “el pueblo sin rostro”. Su historia ha sufrido muchos cambios.

Primero fue registrada por los pueblos antiguos como vagabundos e incivilizados. Posteriormente, siendo Tlacaélel el Cihuacóatl de Tenochititlán, mandó destruir la historia antigua del Cem Anáhuac y creó una nueva versión, en donde los mexicas ocuparán el lugar central, apropiándose de mitos de origen del Anáhuac. Como el de la famosa peregrinación que partió de un lugar de las siete cuevas, en búsqueda de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de madre virgen. Posteriormente los conquistadores y los misioneros en el siglo XVI presentaron a los mexicas como caníbales e idólatras para justificar sus crímenes de “lesa humanidad”. Para el siglo XVIII los criollos los presentan míticamente como “los romanos” de estas antiguas tierras, en la búsqueda de una identidad original gloriosa. Y finalmente, para la Historia Oficial neo-colonial contemporánea, los mexicas se convierten en aztecas y son la “cultura más importante” que representa la historia antigua del Cem Anáhuac.




Lo cierto es que los mexicas desde el siglo XIII se fueron apropiando del legado tolteca y finalmente, después de un largo peregrinar por el Valle de México, fundaron en 1325 la ciudad de México-Tenochtitlán. Mantuvieron una condición subordinada hasta que se rebelaron contra Azcapotzalco guiados por Tlacaélel (1398-1480), el más célebre cihuacóatl e ideólogo de “La Triple Alianza” o Excan Tlahtoloyan, quien fue “el poder atrás del trono” de 1428-1478 y autor intelectual de las reformas al pensamiento tolteca.

En efecto, Tlacaélel cambió el sentido místico-espiritual tolteca, por una ideología guerrera materialista inspirada en su numen tutelar Huichilopoztli. Este cambio no solo “desbancó” a Quetzalcóatl, sino que le dio a la sociedad mexica un poder relativo y muy corto, del año 1440 a 1521. Y fincó las bases para que a la llegada de los europeos se produjera una guerra civil entre los pueblos del Anáhuac. Unos defendían la validez de la “moderna” dualidad Tláloc-Huichilopoztli encabezados por los mexicas. Y el otro bando defendía la milenaria dualidad tolteca de Tláloc-Quetzalcóatl abanderada por las mentiras y argucias de Hernán Cortés, quien se autonombró “embajador y capitán de Quetzalcóatl”.



Tlacaélel decretó que los toltecas se habían equivocado. Argumentó que el sacrificio al Águila (el sol) no era espiritual, sino de carácter material, por lo cual se veía amenazado y próximo a su fin. Le dio a los mexicas “la responsabilidad de sostener al Quinto Sol” a través de sacrificios humanos, asegurando el futuro de la expansión mexica, en el terreno religioso-ideológico y en el material. La expansión y dominación mexica está sustentada por “un destino manifiesto” encarnado en ser “el pueblo del Sol”.

La trasgresión de la Toltecáyotl cambió el sentido místico-espiritual de la sociedad, por un sentido bélico-material. La Guerra Florida tolteca de carácter espiritual y personal, pasó, con las reformas de Tlacaélel, a ser una guerra material contra los pueblos vecinos, para imponer grandes tributos y tomar prisioneros para sacrificarlos y “alimentar al Sol”. Las milenarias escuelas toltecas de virtud y conciencia espiritual, pasaron a ser escuelas militares. La sociedad en su conjunto se militarizó y empezó a desarrollar el culto al poder político, a la riqueza material y al consumo de sofisticados productos traídos de lejanas tierras, vía el comercio o los tributos.

Sin embargo, pesaba de gran manera sobre la dirigencia mexica la anunciada profecía del esperado y temido regreso de Quetzalcóatl cada 52 años, en la que se podía cumplir la fatídica profecía en la fecha “uno caña”. A pesar del poder creciente de los mexicas y sus aliados, para la cercana fecha de la profecía se habían visto en las costas del Golfo de México –por dónde debía regresar Quetzalcóatl- las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y de Juan de Grijalva en 1518.

Moctezuma Xocoyotzin y el Consejo Supremo o Tlatócan, estaban a la expectativa y temerosos de que se cumpliera la profecía, en razón de que las reformas ideológicas-religiosas de Tlacaélel habían trasgredido la enseñanza de Quetzalcóatl. Moctezuma no actuó por propia decisión. Como todo tlatuani en el Anáhuac, mandaba obedeciendo al Tlatócan.





Por su parte, Hernán Cortés salió prófugo de la ley de Cuba, traicionando a su gobernador Diego Velásquez. Venía en una expedición a “rescatar oro”, es decir, robarlo o canjearlo por bagatelas. En Chetumal encontró a un español que en 1511 sobrevivió a un naufragio y aprendió a hablar la lengua maya. Posteriormente recibió en Tabasco a la Malinche como regalo, y ésta sabía hablar las lenguas náhuatl y maya. De esta manera Cortés se enteró de la crisis religiosa y social que estaba viviendo el rico y poderoso imperio mexica debido a la trasgresión de las enseñanzas de Quetzalcóatl y los elevados preceptos de la Toltecáyotl.

Se enteró de que era el año de la profecía y que por los anteriores avistamientos de las expediciones de Hernández y Grijalva, los pueblos del Anáhuac estaban al borde de un estallido social de carácter religioso, político y militar. Por lo cual se asumió como “el capitán de Quetzalcóatl” y tomando la calidad de “su embajador”, se dirigió a Tenochtitlán para provocar una guerra civil en contra de los mexicas, apoyado por sus enemigos históricos y por los aliados de los mexicas, que vieron en los europeos cumplida la profecía y buscaron la alianza de los portadores de la antigua religión, ahora “representada por Cortés”.

La “verdadera historia de la conquista” no fue “un hecho glorioso de armas de los 850 aventureros” europeos. Fue en cambio: “Un estallido social” producido por las trasgresiones a la enseñanza y religión de Quetzalcóatl. Por los abusos y atropellos cometidos por la Triple Alianza y su nueva ideología materialista-místico-guerrera. Por el agotamiento de un modelo que estaba alejado totalmente de las formas culturales ancestrales de todos los pueblos del Anáhuac.





Otros tres factores que influyeron decisivamente fueron: El primero, la injerencia de los mexicas en la sucesión del tlatuani de Texcoco, lo que movió a que Ixtlichochitl, heredero despojado se uniera a Cortés y no sólo pusiera de inmediato cientos de miles de guerreros texcocanos a favor de los invasores, sino que, él mismo fuera el verdadero artífice –y no Cortés- de la derrota mexica. En segundo lugar, la pandemia producida por la viruela que trajeron los europeos al Anáhuac produciendo una millonaria mortandad jamás vista en estas tierras, que en los primeros cien años aniquiló a más de veinte millones de personas. La tercera, la mente criminal y perversa de Cortés, que mintió, engañó e intrigó, en su calidad de “capitán de Quetzalcóatl, en una civilización en donde los embajadores y “la palabra empeñada” eran extraordinariamente respetadas. Cortés engaño, traicionó y mintió a todo mundo: al rey de España, al gobernador de Cuba, a sus compañeros de expedición, a las autoridades de sus aliados indígenas y por supuesto, a los propios mexicas.

LA HERENCIA TOLTECA EN LA MATRIA

Lo que hoy conforma el territorio nacional, fue la cuna de la civilización del Anáhuac. La nación mexicana cuenta con una historia de aproximadamente ocho mil años, de los cuales, los primeros siete mil quinientos fueron “construidos” exclusivamente con la impronta de la civilización del Anáhuac.

Las raíces y la esencia más profundas de nuestro “Ser”, nos la ha dado “la cultura Madre”. Apenas hace cinco siglos esta inmensa estructura civilizatoria ha sido enriquecida por diversas culturas venidas de Europa, Asia y África, y hoy, como todos los pueblos del mundo ha sufrido un intenso mestizaje que la ha hecho más rica, fuerte y variada, pero nunca ha perdido su raíz y esencia original. El problema es que la colonización nos impide verla, sentirla y dimensionarla en nuestra vida cotidiana. Pero sobre todo, nos impide recurrir a este inconmensurable patrimonio para construir un futuro justo y propio, como individuos y como pueblo.





Sin embargo, en el “banco genético de información cultural” de cada persona, existe un tesoro de sabiduría y experiencia humana que ha sido creado y atesorado por generaciones. Así como cada célula tiene la información genética para duplicar al individuo que le da vida. De la misma manera, cada persona contiene la información cultural de toda la civilización a la que pertenece. El desafío es activar el “banco genético de información cultural” que existe en cada uno de los mexicanos, para mantener la continuidad en “el propósito social”, que por la colonización se ha “extraviado momentáneamente” en los últimos cinco siglos.

Para las personas, familias y comunidades que “descienden espiritualmente” de la civilización Madre, el futuro se encuentra en la recuperación plena y consciente de su pasado. En tal suerte, el trabajo por recuperar la memoria histórica, el lenguaje, los conocimientos, los espacios y el sentido espiritual y sagrado del mundo y la vida, se convierte en un desafío impostergable e irrenunciable, porque; como personas, familia o comunidad: “somos lo que recordamos”.




No podemos seguir tercamente renunciado a lo más valioso de nuestra herencia cultural. No debemos darle la espalda y vivir en la orfandad de nuestra Madre Cultura. No podemos seguir negando e ignorando la mayor parte de nuestro pasado, en donde está depositada una de las experiencias más antiguas del desarrollo humano del planeta, pletórica de sabiduría. Auto condenándonos a vivir como “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”. Siempre despreciando violentamente lo propio y exaltando indignamente lo ajeno. Perdidos en el “laberinto de la desolación”. Siempre inseguros, violentos, temerosos, frustrados, enfrentados, con una paupérrima autoestima.

Los mexicanos tenemos una “Patria” que nace apenas en 1821 con la consumación de la Independencia Nacional. Que ha cambiado sucesivamente su rostro, valores y prioridades. Y también tenemos una “Matria” que nace aproximadamente hace ocho mil años y que se mantuvo en esencia inalterada en los primeros siete milenios y medio, y que, en los últimos cinco siglos se ha agazapado y “encubierto” en una maravillosa e increíble “cultura de resistencia”, para seguir presente en la actualidad.





La Patria ha sido dirigida por un puñado de personas. Nace como una idea venida de fuera e impuesta por intereses y presiones políticas, ideológicas, económicas y militares. Se materializa a través de: el territorio, el escudo nacional, la constitución, la bandera, el himno nacional. Ha tenido diferentes proyectos y los que la dirigen, muchas veces han entrado en severos conflictos y pugnas que se han resulto por la violencia política, social, económica y militar. En general, la “Patria” ha favorecido a pequeñas elites.

La Matria, por el contrario, es milenaria, abstracta y se manifiesta por ancestrales sentimientos, actitudes, tradiciones, fiestas, usos, costumbres. Nace como un proyecto endógeno y autónomo de desarrollo humano. Está asociada de manera profunda a la espiritualidad, sus creaciones son anónimas, autónomas e históricas. En general, la “Matria” siempre a protegido en su amoroso seno a todos sus hijos.

A partir de la Teoría del Control Cultural, “de lo propio y lo ajeno”, del Dr. Guillermo Bonfil Batalla podemos definir: La “Patria” resulta ajena. La “Matria” es propia. La primea la dirigen y controlan una elite económica y política. La segunda la conforma y vive todo el pueblo. Para el ciudadano común el “control” de la “Patria” es ajeno. En cambio el “control” de la “Matria” es propio. Las “decisiones” sobre la “Patria” no son propias. Las “decisiones” sobre la “Matria” son propias. La “Patria” es un fenómeno de “cultura impuesta”. La “Matria” es un fenómeno de “cultura autónoma”.

La “Patria” viene de la inspiración del mundo grecolatino y se materializa con la creación del primer país del mundo, Estados Unidos, en 1776 y posteriormente la Revolución Francesa. La “Matria” en cambio nace en nuestra tierra y con nuestra gente hace aproximadamente ocho milenios y es una de las seis civilizaciones más antiguas con origen autónomo de la historia de la humanidad. Posee una milenaria sabiduría en la alimentación, la salud, la educación, la organización y mantuvo por milenios un mismo “propósito social” dirigido hacia lo sagrado y divino del mundo y la vida.





Ha tenido en el vértice superior de su pirámide de desarrollo, la trascendencia espiritual de la existencia. Su propósito social ha sido concebido de manera comunitaria. El ser humano es hijo de la Tierra y ella es entendida como un ser vivo y sagrado. El ser humano tiene como responsabilidad superior decantar su energía espiritual y coadyuvar para mantener el “equilibrio” del planeta y las misteriosas fuerzas del universo.
La “Matria” basa sus fuerzas sustentadoras en la conciencia espiritual del individuo, la unión de la familia en los valores y actitudes ancestrales, el respeto absoluto a la Naturaleza. La cohesión de la comunidad y el comunitarismo, por lo que rechaza la propiedad privada, el uso de las armas y la violencia, así como el uso de la moneda, el atesoramiento y la explotación. La organización y dirección se basa en “el servicio a la comunidad”, a través del “mandar obedeciendo”.

La “Matria” nos ha legado cuatro actitudes ante la vida y el mundo: Los valores acendrados que unen a la familia y a la comunidad. Un infatigable espíritu constructor. El amor y respeto a la Naturaleza. Una visión mística y espiritual ante el mundo y la vida.

CONCLUSIÓN FINAL.

“El futuro de México es su pasado”. La civilización del Anáhuac sigue viva y presente en muchos espacios de nuestra vida cotidiana. Tenemos que recuperar la memoria histórica y conocer la verdad sobre nuestro grandioso pasado. Poner punto final a la “historia de los vencedores” que ha negado cualquier logro a la civilización invadida para justificar los crímenes de lesa humanidad de la ocupación-destrucción. Requerimos “re-insertarnos” en nuestra propia historia para tener continuidad y dejar de ser “un apéndice” de la historia occidental.



Debemos investigar cuáles fueron los valores y principios humanos con los que se constituyó la civilización que logró, a lo largo de muchos siglos, el grado más avanzado de vida en sociedad que ha alcanzado la humanidad.

Necesitamos comprometernos en la investigación y el profundo análisis del pasado anahuaca, porque constituyen los más profundos cimientos de lo que somos en esencia y que podemos ser. Desechando y poniendo fin a la violenta colonización intelectual, cultural y espiritual, que nos han sometido en estos cinco siglos. Necesitamos comenzar a hacer, imperiosamente, “arqueología del Espíritu” en lo más profundo de nuestro ser.



Es muy cierto que hoy somos un país mestizo. Los mismos indígenas de hoy lo son también. Y los extranjeros e hijos de extranjeros que tienen años de comer y respirar esta ancestral civilización. Todos, unos y otros, todos somos “mestizos” producto de un mundo globalizado desde 1492. No existen “culturas puras”. Pero también es muy cierto que todo mestizaje tiene un cimiento, estructura o base cultural. Los mexicanos no podemos seguir renunciando a lo más ancestral y “propio-nuestro” que tenemos, nuestra esencia, como hijos de los hijos de una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad. Imperiosamente debemos asumir un, ¡ya basta!, a la colonización.

Requerimos en consecuencia saber cuáles fueron los Elementos Culturales que durante más de siete milenios impulsaron el desarrollo humano de nuestra “cultura Madre”. Cuál fue el “propósito social” que animó nuestro desarrollo durante tanto tiempo. Cuáles fueron los valores, principios, sentimientos y actitudes, que coadyuvaron en la formación y concepción del “individuo”, la familia, la comunidad, el gobierno y el Estado.




Ante el ostensible fracaso de la Modernidad y el peligro que enfrenta el mantener “la vida” en: el planeta, los pueblos y las culturas del mundo, se tiene que recurrir a la sabiduría ancestral. A la experiencia milenaria para reorientar el camino y abrir una ventana de luz y de esperanza para las nuevas generaciones. Los mexicanos tenemos este inconmensurable desafío por delante. Busquemos en el pasado nuestro futuro e iniciemos la impostergable Batalla Florida.

2 comentarios:

  1. te felicito, la mejor sintesis que he leido del mexico antiguo. como hacer para que mas gente se entere?

    ResponderEliminar
  2. muy bien marin****me gustó. Sigue trabajando que habemos muchos despistados que tus textos nos hacen pensar. Adelante

    ResponderEliminar