martes, 28 de septiembre de 2010

LA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC... unidad en la diversidad.



La “Historia Universal” es de los vencedores. El euro centrismo ha relegado a las civilizaciones mucho más antiguas que la cultura europea a un oscuro y pequeño rincón del discurso oficial en el que se sustenta el poder económico, político, cultural, pero fundamentalmente ideológico de “la modernidad”.



En este discurso oficial, el judío catalán supuestamente llamado Cristóbal Colón al “descubrir el nuevo mundo”, pensó que había llegado a la India para activar el comercio entre Asia y Europa, bloqueado por los turcos al tomar Constantinopla (1453). Por ello llamó a los “naturales” –indios-. Por esta razón de manera simbólica y real al mismo tiempo, los europeos nunca han conocido a los pueblos invadidos y ocupados durante cinco siglos.



En efecto, al llamarlos “indios” y creer que habían llegado a la India, los europeos SUBSUMIERON a los anahuacas en “su mundo conocido”, o sea la India, a donde querían ir para hacer negocios. A los pueblos y culturas anahuacas no se les han dado el valor y lugar que tienen en la verdadera Historia Universal, como una de las seis civilizaciones más antiguas con origen autónomo del mundo. La aberración y desprecio “por el otro” sigue vigente al llamar a los pueblos anahuacas “indios” en nuestros días.



En el Anáhuac, desde 1519 los europeos que llegaron, no lo hicieron en un “programa humanista y de investigación científica”. No, ellos venían (y siguen llegado) a hacerse ricos a partir de la invasión y colonización: económica, política, cultural y social. Las “fuentes históricas” del siglo XVI, en general parten de relaciones, cartas, alegatos, informes de los invasores, fueran conquistadores como fue el caso de Hernán Cortes que hace un “informe” tendencioso y parcial al rey de España de sus desmanes en el Anáhuac.



De misioneros como Bernardino de Sahagún, que investiga para “conocer al enemigo y poder destruir mejor su religión y cultura. O de anahuacas convertidos a la cultura del colonizador, como el caso de Fernando Alba Ixtlixóchitl, que escribe para “honrar” a sus antepasados que pelearon como aliados de los europeos. Pero jamás se “investigó y estudió” a la civilización invadida y ocupada durante tres siglos por los “gachupines” a través de la corona española. Ni en los dos últimos siglos por los “criollos” y “su país de ellos y para ellos”, por lo que en estos cinco siglos ha sido excluida, vituperada, denigrada, pero jamás, investigada, reconocida y valorada, por el invasor-colonizador.



Por esta razón, los “investigadores” desde “Hernán Cortés” hasta los contemporáneos, siguen el mismo camino de la negación y deformación de la “Historia antigua del Anáhuac”. Lo que justifica y explica la permanente explotación de los pueblos invadidos y la depredación de sus recursos naturales. Son los extranjeros en general, con sus honrosas excepciones, los que han estudiado y escrito sobre lo que ellos llaman “la historia antigua de México”. Y como desde hace quinientos años, seguimos siendo un botín, en este caso académico. Por ello, nos han estudiado por -nuestras diferencias-, y no por nuestras semejanzas, presentándonos como un “atolón” de pequeñas “islas culturales” (en las cuales cada investigador es el experto y dueño de cada una de ellas) y no como lo que en verdad somos, un inmenso “continente cultural”. Y por supuesto, estas “investigaciones” mantienen la arrogancia y prepotencia de la “espada conquistadora” ahora convertida en “pluma del neo conquistador cultural”. Manteniendo, por supuesto, la sarta de mentiras y falsedades denigrantes hacia nuestra civilización. El discurso cinematográfico de Mel Gibson en su película “Apocalipto” (2006) lo dice todo.



Para re-hacer nuestra propia historia, “la verdadera”, la “propia-nuestra”, debemos de comenzar con entender que la civilización del Anáhuac es una sola, por más diversas y múltiples culturas diferentes la expresen en el tiempo y el espacio. Y que primeramente debemos iniciar “el camino hacia adentro” a través de lo que llamamos “arqueología del Espíritu”, toda vez que nuestros Viejos Abuelos sustentaron la expresión más elevada de su saber y alcance civilizatorio en el terreno del Espíritu, usando a la “materia” como vehículo o medio de expresión de esta elevada manifestación humana.



Por ello, los Viejos Abuelos toltecas, especialmente en el periodo Clásico (200 a.C. a 850 d.C.) desarrollaron en plenitud sus conocimientos del mundo y la vida en lo que llamaron “Toltecáyotl”, que implica los más elevados valores, principios y conocimientos de la sabiduría y desarrollo humano creado y sistematizado a lo largo de varios miles de años, a partir de la invención de la agricultura, aproximadamente hace ocho mil años. La Toltecáyotl fue la razón y esencia que guió a todos los pueblos y culturas del Cem Anáhuac, lo que les dio una misma matriz filosófica-cultural-religiosa en su amplia diversidad que las cohesionó.



En los siete mil quinientos años de desarrollo humano del Anáhuac antes de la invasión, y en sus tres grandes periodos en los que se ha dividido esta gran extensión de tiempo y de diversidad cultural. Es decir: Periodo Preclásico de 6000 a 200 a.C., periodo Clásico de 200 a.C. a 850 d.C., y finalmente del 850 a 1521 d.C., en el periodo Postclásico. Es decir: periodo formativo representado por la cultura olmeca, periodo de esplendor representado por la cultura tolteca y el periodo decadente representado por la cultura mexica, respectivamente. En estos siete milenios y medio se alcanzó el más elevado nivel de desarrollo humano para todo un pueblo en toda la historia de la humanidad. Este es uno de los más importantes logros civilizatorios que se nos ha escatimado por la colonización, quien nos condena a ser salvajes, caníbales y guerreros solamente. Civilizados gracias a Dios, por la espada y la cruz.



                            La unidad en la diversidad
El auto descubrimiento debe comenzar con la percepción de que en nuestra “historia propia-nuestra”, fuimos diversos, múltiples y diferentes, como pueblos y culturas, pero unidos por una misma matriz filosófica-cultural-religiosa, que nos dio la oportunidad de ser “diferentes en lo externo, pero iguales en lo esencial”. Es decir, “ramas diferentes pero compartiendo una misma raíz, profunda y milenaria, del árbol civilizatorio”.



Esto lo podemos comprobar de diferentes maneras. Aquí solo nos referiremos a cinco elementos culturales. El primero es que los pueblos y culturas de México (1821-2010) siempre se han percibido como una sola unidad a pesar de su diversidad. Somos un país multiétnico, multicultural, multilingüístico, pero nunca un país multinacional como España, por ejemplo.



Todos los pueblos y culturas del Cem Anáhuac construyeron pirámides y el estilo arquitectónico se mantuvo uniforme asombrosamente durante miles de años. Patios cuadrados rodeados de cuatro edificios a sus costados. Arquitectura íntimamente correlacionada con la mecánica celeste.



La iconografía poseía elementos comunes “estructuralmente” que eran compartidos entre todas las culturas, pero que cada una de ellas le daba su “toque personal”. Este lenguaje iconográfico es muy parecido en las culturas del altiplano central, zona oaxaqueña, cultura de Occidente y del Golfo, aún mantenían similitudes fundamentales con la iconografía de la zona maya que ostensiblemente es más “abigarrada”, pero que en esencia, mantiene el mismo mensaje filosófico.



Otro elemento cultural compartido por todas las culturas del Anáhuac fue la lengua náhuatl, que fue desde el inicio la lengua franca en la que todos los pueblos se comunicaban y en la que se trasmitía el conocimiento. Cada pueblo tenía su propia lengua y sus diferentes variantes en cada región, pero todos compartían la lengua náhuatl como un elemento cultural en la formación y educación en las escuelas y centros de conocimiento.



La divinidad suprema y sus múltiples advocaciones fue otro de los elementos culturales compartidos y al mismo tiempo “diversificados” por cada cultura del Anáhuac en tiempo y espacio diferentes. En efecto, todos aceptaban una sola manifestación de la “suprema divinidad inconmensurable” que era invisible, innombrable e irrepresentable para los seres humanos. Se le llamó metafóricamente “Aquél por quien se vive, Noche Viento, Aquél que esta aquí y en todas partes al mismo tiempo, El que se inventa a sí mismo”. Nunca tuvo un “nombre propio” y una representación material-iconográfica. Pero esta inconmensurable realidad poseía diversas y múltiples manifestaciones o advocaciones en el mundo material de esa compleja concepción.



Por ejemplo: Los Viejos Abuelos concebían al mundo o “la realidad material”, conformada por dos “energías”, una más densa que la otra. A la energía “luminosa” que constituía el mundo de objetos (porque todo esta constituido de átomos y los átomos son energía), los Viejos Abuelos lo representaron con “el agua”, toda vez que el agua a través de la tierra y el sol, transforma la energía solar en energía vegetal a través de la fotosíntesis y de ahí “parte el mundo y la vida”.



La “otra energía” era más sutil y le daba el “anima” a la energía material o luminosa. En efecto, la energía más sutil que la luz, según los toltecas, era la energía espiritual que todos los seres vivos producían a través de la conciencia de ser. Esta energía la representaban con “el viento”, como “el soplo divino que le da conciencia a la materia. De esta manera -agua y viento- eran símbolos de un ancestral conocimiento. Así como los cristianos simbolizan el “Espíritu Santo” con la paloma, pero nunca han adorado a las palomas.



La unidad en la diversidad radica en que todos los pueblos y culturas compartían este elemento cultural y de conocimiento pero, los mayas a la energía luminosa le llamaban Chac, los nahuas Tláloc, los zapotecos Cosijo y los totonacas Tajín, por citar algunas culturas. Todos representaban este concepto de manera icnográfica y lingüísticamente de maneras diferentes, pero todas las represtaciones iconográficas llevaban una anteojera y una lengua de serpiente, independientemente de sus variantes culturales.



Lingüísticamente a la energía espiritual (el soplo divino que da conciencia) todos los pueblos le llamaban en su lengua de manera diferente, Quetzalcóatl o Cuculcán, pero todos se referían al concepto de “Serpiente Emplumada”.



Estos pequeños ejemplos, de múltiples que existen en las culturas del Anáhuac, nos hablan de una múltiple diversidad unida indisolublemente por una misma raíz filosófico-cultural-religiosa, que nos alcanza hasta la actualidad en medio del sincretismo cultural de los pueblos y culturas del llamado “México profundo”.



El “rostro propio y el corazón verdadero” de los pueblos y culturas del Cem Anáhuac, herencia de los Viejos Abuelos toltecas y su inconmensurable sabiduría conocida como Toltecáyotl, representa el mayor potencial y el patrimonio más importante para construir un país más justo y humano, para que vivan en armonía y bienestar nuestros hijos, que son a final de cuentas los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos del Anáhuac.



Todos los pueblos originarios del continente y sus diversas culturas, por más diferentes que sean, todas están unidas por una misma raíz. Desde Alaska hasta La Tierra del Fuego, todos somos uno solo y estamos por despertar.


miércoles, 22 de septiembre de 2010

CUÁL ES EL VERDERO PROBLEMA QUE NOS AQUEJA.



La sociedad y el Estado están mal. Vivimos una crisis de carácter total y pareciera que no existe una posible solución, dado que la mayoría de los problemas se encuentran interconectados de manera sistémica.



La corrupción del sector privado y del público, la impunidad, la falta de conciencia social y solidaridad, la violencia y el abuso en todos los órdenes y niveles, la falta de responsabilidad histórica de los dirigentes de la iniciativa privada y el sector público, la voracidad desmedida de los comerciantes, la falta de humanismo de los empresarios y la impune destrucción y contaminación del medio ambiente, el cinismo y la incompetencia de los políticos y sus corruptas instituciones.



Pero más aún, la falta de conciencia y responsabilidad de los propios ciudadanos, el egoísmo, el individualismo, el abuso, la indiferencia, el consumismo y la contaminación ambiental, la insensibilidad comunitaria y la evasión de las responsabilidades y compromisos sociales, históricos y culturales.



La inmediatez de la vida, la vulgaridad, la vacuidad y la carencia de conciencia espiritual, que drena por todo el tejido social y las instituciones públicas y privadas, entre ricos y pobres, entre gente preparada académicamente y gente sin estudios.



Como la mítica Medusa, el problema se ha convertido en una bestia con miles de cabezas, que al cortar una, aparecen de la mutilación muchas más.



Para resolver este grave problema, debemos salir de los sitios comunes y tratar de llegar al problema base. ¿Existe un problema base? La propuesta de esta reflexión es tratar de saber sí existe uno o un puñado de “problemas base o esenciales” que desencadenan los problemas de la sociedad.



“Lo que es adentro es afuera y lo que es arriba es abajo”. Tomando la idea científica-filosófica de la creación del universo, los expertos hablan de “la gran explosión”. Pensar que todo el universo estuvo en un momento “condensado” en el espacio que ocupa un átomo y que de ahí, a partir de una gran explosión, se empezó a expandir el universo hasta la fecha, desde hace aproximadamente trece mil millones de años, resulta conmovedor e increíble. La pregunta sería sí de alguna manera, “la gran explosión” negativa-social que actualmente estamos viviendo, pudo tener un “origen” o un puñado de “problemas esenciales”.



Puede existir un factor que detone geométricamente los demás problemas. Un problema base que sea el origen de este cáncer social. Una metástasis que haya llevado esta degradación a todos los rincones de la sociedad. Porque debemos de partir de dos principios básicos. El ser humano es en esencia “bueno”. Y en segundo lugar, el ser humano está expuesto a las fuerzas gravitatorias que arrastran a la materia al abismo de la estupidez existencial.



En efecto, el ser humano es “bueno” pero su “naturaleza” es la imperfección. Sí fuera “perfecto” sería un ángel y la tierra sería el paraíso. La lucha por alcanzar la conciencia de su imperfección y la lucha por decantar sus imperfecciones es lo que le da el sentido verdadero a su vida. El ser humano luchará toda la vida por encontrar la virtud, entendida como la congruencia entre lo que se siente, se piensa y se hace. Deberá luchar toda la vida, sin miedo y sin ambición, sabiendo que la “virtud” es casi inalcanzable, pero que no existe otra forma más digna e inteligente de vivir. Los Viejos Abuelos toltecas le llamaban “La Batalla Florida”.



Entonces qué es lo que ha producido esta increíble “descomposición” personal, familiar y comunitaria, nacional, que en menos de cuatro décadas nos está precipitando al abismo más oscuro y denso de la historia reciente de este país. Más allá de los problemas coyunturales y exógenos que no podemos dejar de tomar en cuenta.



Más allá de los problemas de incompetencia, mediocridad, corrupción e impunidad de las autoridades de los tres niveles de gobierno y fundamentalmente de la iniciativa privada, que han dado sobradas muestras de mezquindad, corrupción y falta de responsabilidad y conciencia social e histórica.



Porque en general la gente desinformada se queja del gobierno como responsable central de todos los problemas que aquejan a la sociedad. Y los menos, los más informados entienden que los políticos y “la política”, es tan solo la pantalla con la que se encubre los oscuros y malsanos intereses de los siempre poderosos dueños del dinero.



Dado que “la iniciativa privada” por su naturaleza lesiona el bien común. Porque, los que tienen el dinero son los verdaderos poseedores del poder. Pero “el mal” no encuentra su génesis en “el mal gobierno” o en la corrupta y voraz iniciativa privada. Creemos que es algo todavía más profundo y menos obvio.



Aunque el daño en la sociedad se manifiesta de manera más evidente en los niveles más altos y pareciera que caen en casada. Creemos que existe un elemento que nace en lo más profundo e íntimo de la sociedad y que se expande “invisible” a todos los espacios del tejido social, y sus efectos se aprecian en los niveles altos pero que no tienen su origen en el poder mismo, sino en el cómo se ejerce ese poder a través de la toma de decisiones “infectada” de este mal.



Después de mucho analizar el problema, hemos llegado a pensar que el problema ha surgido en el seno de la familia mexicana. En efecto, la génesis del problema puede venir de la falta de amor de los padres a los hijos en un largo proceso de años con consecuencias catastróficas en el sentir, pensar y ser de los hijos.



Este desamor no esta asociado a la violencia física o hasta en el odio o rechazo. No, es algo más terrible y sutil. Está en la indiferencia, en la falta de compromiso, en la intensión de los sentimientos, los actos, las palabras. La maternidad y la paternidad han transformado radicalmente su esencia y un poco en su forma. Los “padres de ahora” ya no son como los padres de ayer.



Por efecto de la “modernidad”, el progreso, el cambio de valores, paradigmas, hábitos y costumbres de la sociedad, la familia y las propias personas, “el ser madre y el ser padre” ha cambiado dramáticamente, en tanto los padres viven, luchan y trabajan por paradigmas totalmente desintegrados con la familia y van más a un orden de realización personal. Ahora, en la sociedad moderna, se piensa que la felicidad y el bienestar solo se consiguen con dinero.



No queremos decir que los padres de ahora “no quieran a sus hijos” o que no estén comprometidos con ellos. Lo que tratamos de decir, es que el compromiso y el afecto es “otro” (diferente), porque han cambiando los paradigmas en los que viven los padres en una sociedad materializada en constante cambio (decadente).



El padre y la madre ya no encuentran su realización humana y “personal” en la crianza, educación y formación de valores y buenos hábitos de vida de sus hijos. Sea porque están ocupados y preocupados de tiempo completo en solventar un nivel de consumo que ellos piensan es vital para darles a sus hijos y a su familia en general “una vida mejor”, o sea porque el mezquino y explotador mercado de trabajo no les paga lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas elementales de subsistencia material, o porque no tienen conciencia y claridad de -cuánto es lo básico elemental- que necesitan para vivir.



O porque de plano están tan enajenados que no tienen conciencia de su realidad existencial, aunque no tengan problemas económicos y están sumergidos y absortos en su “realización personal”, en la que la maternidad y la paternidad son tomados como un lastre o inconveniente, especialmente en la mujer “moderna” que ha tomado esta responsabilidad suprema como una esclavitud que atenta contra su realización personal-profesional.



El punto es que desde la década de los años setentas, los padres han perdido el compromiso vital de amar a sus hijos en la praxis cotidiana de la formación de valores, actitudes, sentimientos, hábitos saludables, elevadas aspiraciones y buenas costumbres. Las ocupaciones profesionales, laborales y económicas los han arrastrado a un tobogán sin fin en el que la inercia de la materia los arrastra vertiginosos a los abyectos y oscuros abismos del autismo familiar, la estupidez humana y la desolación existencial.



No hay tiempo para crear, desarrollar y compartir el amor con tiempo y paciencia. El amor ahora se compra, se taza y se mide con dinero, productos, marcas y servicios. El amor, la atención y la convivencia se substituyen con objetos, regalos, dinero o consentimientos caprichosos para los hijos y los “seres queridos”. Por ejemplo, hemos visto que algunos padres entre más gasten en sus hijos, se sienten liberados de las verdaderas responsabilidades de la maternidad y la paternidad. Entre más costoso sea el obsequio más grande es la expresión de “amor”.



Los niños han crecido y se han hecho adolescentes, hombres y mujeres con la ausencia de los valores, principios y sentimientos que solo pueden ser dados a través de la convivencia, el tiempo, la paciencia, la comunicación y fundamentalmente con el AMOR incondicional. Los padres les “han dado todo su –amor-”…en especie o dinero, y les han repetido velozmente, para descargar la culpabilidad…“pórtate bien y come frutas y verduras”. Niñez que creció en la desolación y el vacío.



Esos hombres y mujeres ahora están en los carteles de las drogas, en el crimen organizado, en los partidos políticos, en el gobierno, en la iniciativa privada, frente a las cámaras y los micrófonos, en el púlpito, en el salón de clases como docentes, en el consultorio, en los juzgados, en las patrullas o en la calle con una perra hambre, sin trabajo, sin ninguna oportunidad, sin futuro y con una navaja o pistola en el bolsillo.



Son capaces de todo porque no tienen nada que perder, porque han carecido del amor verdadero y por consecuencia, no aprendieron a tener límites. Nada los detiene, desde el hombre más rico de México (que es el más rico del mundo...en un país pobre) con su voracidad insaciable, hasta la persona más pobre materialmente. En la nada no hay límites todo es vacío.



Capaces de traicionar a la patria, de mentir, de robar, de enriquecerse a través del dolor, la miseria, la enfermedad, la desgracia de otros, por cualquier medio sí en ello obtienen una ganancia económica; sea en los negocios, la política, el crimen, el abuso, la impunidad, la corrupción o la violencia a cualquier nivel. Ellos desde niños dejaron de “sentir” por la falta y la ausencia del amor de sus padres en sus casas y nunca se les enseñó a tener límites y compasión.



Será esta ausencia de amor en la formación de los seres humanos lo que ha hecho que los valores hayan caído en el abismo de la estupidez humana. Será que este, “NO amor”, esta desolación humana ha hecho al mundo como es hoy.



Y no es que los seres humanos de hoy “no amemos”, pero el punto es que este “amor” moderno-neoliberal-pragmático-materialista está enfocado en ideas, deseos y objetos, pero no en los SERES HUMANOS y en primera instancia en nuestros propios hijos. No es extraño que las nuevas generaciones no quieran casarse y menos aún tener hijos.



Hoy ha surgido una nueva generación llamada “los ninis”. Pero ese vacío existencial no es solo de carácter material. Los jóvenes no estudian ni trabajan, no porque “no existe la posibilidad de estudiar o trabajar”, sino porque los jóvenes han carecido de amor y han perdido desde muy pequeños la energía, el combustible que hace que el ser humano mueva al mundo.



El amor es el principio generador de la vida, y cuando se carece de él, no hay valor e ilusión por vivir. La moda de “los emos” es un claro efecto de la ausencia del amor en sus vidas. La creciente criminalidad en el país en todos los órdenes es un claro efecto de la pérdida de los valores esenciales de la vida y una falta de límites en la sociedad.



                       ¿En dónde hemos perdido el camino?
                         Usted, qué piensa...