En 1987 Guillermo Bonfil llamó la atención del
mundo académico al afirmar que existía un “México profundo” y que provenía de
una civilización negada. Hasta ese momento ya no existían los “indios en
México” de manera oficial, solo había “mexicanos marginados del desarrollo” y
en vías de ser “integrados” a la economía y a la sociedad.
Para finales de la década de los ochentas no
existía la menor percepción de la existencia de un gran número de
“compatriotas” identificados con la civilización original. De hecho se pensaba
que el pasado ancestral había terminado brutalmente el 13 de agosto de 1521 con
la caída de Tenochtitlán y que "los mexicanos modernos", nada tenían que ver con
esas antiguas y oscuras raíces.
El primero de enero de 1994 los insurgentes
anahuacas mayas, fueran tzotziles, tojolabales, choles, tzeltales, mames, zoques, dieron al “México criollo”, un enérgico ¡ya
basta!, expresaron de manera contundente aquí estamos y no hemos “desaparecido”
a pesar de quinientos años de exterminio, explotación y despojo, en los
primeros minutos de que el país estaba entrando al “primer mundo”.
Cinco siglos –como
todos los pueblos anahuacas del país-, viviendo en la exclusión y en la
injusticia más espeluznante y cínica, anteponiendo una obstinada lucha de
resistencia, por mantenerse fieles a su milenaria cultura y al orgullo de ser
descendientes de milenarios linajes de sabiduría. Y éste es justamente el punto
de esta reflexión.
Muy pocas personas han podido percibir lo que
existe en la base y el volumen del iceberg que representa el EZLN y su
histórica lucha. Se ha quedado el análisis en la punta visible, pero en el
fondo existe la presencia de una sabiduría milenaria, producto de la
experiencia en desarrollo humano de una de las seis civilizaciones más antiguas
del mundo.
Los pueblos mayas forman parte de una
civilización conocida como del Cem Anáhuac, que tiene diferentes pueblos y
culturas en tiempo y espacio, pero que a pesar de su diversidad y largo periodo
de tiempo (8 mil años), todos los pueblos están íntimamente unidos por una
“matriz filosófica-cultural” llamada Toltecáyotl en lengua náhuatl.
El pensamiento filosófico que guió y le dio
dirección y sentido a miles de años de desarrollo humano endógeno, que permitió
la construcción y el diseño de Monte Alban, Teotihuacan, Palenque, Toniná y
cientos de recintos de conocimiento, que permitió descubir el cero matemático,
inventar el maíz y la milpa, la cuenta perfecta del tiempo, es el mismo que ha
inspirado el movimiento zapatista.
Los insurgentes mayas no han buscado
inspiración en doctrinas ideológicas exógenas para hacer sus planteamientos y
organizar su lucha. No han sido “financiados” por oscuros intereses
trasnacionales o políticos nacionales. La pirámide de desarrollo humano del
Anáhuac está presente en el zapatismo. Los valores y principios, personales,
familiares y comunitarios vienen de miles de años de sabiduría humana.
Que desde 1521 el invasor-conquistador y
posteriormente el colonizador español y el neocolonizador criollo no hayan
podido o no hayan querido ver, conocer y entender esta sabiduría; no quiere
decir que no existiera o que hayan sido desaparecida. Ha estado ahí y ha sido
la sabiduría que ha orientado la lucha de resistencia y permanencia estos cinco
siglos.
Los mestizos, urbanos y rurales, lo que
requieren es leer a gente cono Carlos Lenkersdorf para “Aprender a escuchar” al
otro, el que encarna la esencia de lo que somos como hijos de una civilización
que no ha muerto, para aprender a valorar a “Los hombres verdaderos”. Para
empezar a descolonizar nuestras aturdidas mentes.
Se requiere conocer La Toltecáyotl, no solo
para “entender” con mayor profundidad al movimiento zapatista, sino para
re-conocer uno de nuestros mayores tesoros, herencia y patrimonio cultural más
importante de nuestra Matria. Sin La Toltecáyotl al tratar de “ver hacia
adentro”, solo vemos “folklor” y “vestigios inservibles” (tangibles e
intangibles) que no tienen razón de ser en un mundo “moderno”.
Visite www.toltecayotl.org