Cuando insistimos que nuestra
Cultura Madre es una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad, y
es la que alcanzó el más alto grado de Desarrollo Humano en el planeta, es que este
logro civilizatorio debe ser la base y fundamental para empezar a “recuperarnos
a nosotros mismos”, re-encontrando el
camino interrumpido en estos cinco siglos, como lo está haciendo China e India,
civilizaciones tan antiguas como nosotros. Porque solo conociendo y valorando
el verdadero y profundo potencial de nuestra herencia cultural podremos trabajar un futuro más humano y justo. Un
futuro “propio-nuestro”.
En esta ocasión, quiero referirme,
al ancestral Sistema de Organización en el que vivieron por lo menos tres mil
años nuestros antepasados. En efecto, para lograr construir el mayor número de
pirámides del mundo antiguo, los anahuacas, nuestros Viejos Abuelos,
necesitaron poseer un sólido Sistema Alimenticio para proporcionar la energía
suficiente, un eficaz Sistema de Salud para mantener a los trabajadores en
excelentes condiciones, un competente Sistema Educativo para trasmitir de
generación en generación el espíritu y la responsabilidad del proyecto y por
supuesto, un excelente Sistema de Organización que les permitiera coordinar y
organizar a cantidades inmensas de personas y recursos para materializar el
proyecto, en cientos, de lo que hoy llamaos zonas arqueológicas, un proyecto
eminente espiritual con miles de millones de toneladas de tierra y piedra, que
fueron transportados, esculpidos y ensambladas cientos de miles de personas a
lo largo de siglos, en las llamadas pirámides que no fueron templos, palacios o
fortalezas, sino centros de estudio e investigación.
Para lograr este prodigio humano,
que no tenía fines comerciales, militares
o palaciegos, sino era para el desarrollo de la sabiduría y la espiritualidad.
Que duró siglos enteros, como el caso de Monte Albán, que realizaron la
construcción permanente durante 1350 años, se requirió la organización de una
cantidad inmensa de recursos humanos, científicos, técnicos, naturales,
alimentarios y materiales.
En efecto, la creación de
Teotihuacán, Chichen Itza, Uxmal, Xochicalco, Tajín, Toniná, por citar solo
algunas de las 187 zonas arqueológicas que están abiertas al público a través
del INAH, y de las cientos que existen bajo tierra actualmente, la epopeya
constructiva comenzó en la familia y la comunidad. Estos lugares no fueron
construidos como “ciudades”, sino que, como queda claro, con un pensamiento
crítico descolonizado, fueron centros de conocimiento. De modo que fueron las
familias y las comunidades, unidas y organizadas, después de satisfacer sus
necesidades básicas de subsistencia material, llevaban su "tequio" para realizar
estas magnas obras. Dicho de otra forma, sin una solvente y eficaz “pirámide de
desarrollo” no habrían podido construir el numeroso e impresionante patrimonio
cultural tangible que nos han legado.
En esta ocasión hablaremos solo
de “la organización”, pero insistimos que, sin alimento, salud y educación,
como base del “desarrollo humano-comunitario”, no se podría llegar a los
desafíos de organizar a miles de personas de lugares, lenguas, culturas
diferentes, como fue el caso de Teotihuacán o Monte Albán, y además, en muchos
casos, a través de sucesivas generaciones, dado que algunas zonas arqueológicas
tuvieron siglos de trabajos constructivos y todas de mantenimiento constante,
especialmente las del periodo Clásico, que duró mil años.
Así pues, para hablar de “organización”
debemos comenzar por la familia y después por la comunidad. Los misioneros e
historiadores han escrito sobre los elevados valores que tenían los Viejos
Abuelos respecto a la familia. No es el caso, en esta ocasión hablar de ellos,
pero si es necesario decir que el respeto a las jerarquías, la responsabilidad
y la edad, estaban muy presentes, tanto en la familia como en la “familia
extensa”. De hecho, en la actualidad en las comunidades indígenas y campesinas
podemos todavía observar estos valores y esta práctica cultural.
La organización está sustentada
en una conciencia comunitaria, responsabilidad histórica, un proyecto
compartido, una estructura jerárquica y valores humanos muy sólidamente afirmados
en lo que hoy se conoce como “tejido social y los usos y costumbres”. Dentro de
estos valores, existen dos que son la cadena de transmisión en una comunidad:
el respeto y el servicio a la comunidad. Estos valores, como se dijo con
anterioridad, nace y se desarrollan en la primera infancia en el hogar.
Posteriormente estos valores son reforzados y ejercitados en el Sistema
Educativo, para que cuando la persona se integre a la comunidad en calidad de
“ciudadano”, al formar a una familia, el respeto y la voluntad de ser útil a la
comunidad le permitirán escalar en las responsabilidades por lograr el bien
común. Porque para “mandar”, se requiere primero, saber hacer las cosas que se
ordenan hacer; y saber obedecer y respetar la voluntad del consenso comunitario.
De esta manera, durante decenas
de siglos en el Cem Anáhuac, la organización comunitaria era la que
posibilitaba los grandes proyectos comunitarios y el logro de las aspiraciones
ancestrales, herencia cultural que era trasmitida de generación en generación a
través de la educación familiar, la educación escolar y la práctica comunitaria
de la Cultura Madre.
Así, los niños empezaban un lago
aprendizaje para desarrollar el respeto y la obediencia en la casa y en las
escuelas. Cuando estaban en la juventud en el trabajo solidario (tequio) por el
bien común, comenzando con “servicios” menores en la “casa de gobierno”, hasta
conocer las diferentes organizaciones y mecanismos para resolver los problemas
de la comunidad y garantizar su pleno desarrollo. Con forme pasa el tiempo y se
demuestran las capacidades y valores en el servicio, se le van dando mayores responsabilidades.
Son muchos años y una vida de trabajo por “el bien común”.
Cuando las personas tenían la
experiencia, los valores y el conocimiento, se les permitía por un tiempo
determinado, coordinar los esfuerzos humanos y recursos materiales de la
comunidad para lograr su bienestar y desarrollo. La Asamblea les encomendaba
“Mandar Obedeciendo”, es decir, coordinar, administrar y dirigir los esfuerzos comunitarios
para lograr el bien común, que previamente en Asamblea se había deicidio por
consenso de sus miembros. En las asambleas todos los ciudadanos participaban, y
solo los que habían servido con eficiencia a la comunidad votaban. Siempre era
un voto pensado, público y responsable. Las decisiones se lograban en la
Asamblea por consenso.
En la actualidad se tienen por
dos vías la información de las formas de organización ancestral del Anáhuac.
Una son los escritos del Siglo XVI. El problema de estos textos, es que en
general, son tendenciosos y parciales, basados en la ignorancia y desprecio por
la civilización que pretendían describir y nuca intentaron valorar. Otro
problema es que el castellano del Siglo XVI era muy pobre, en comparación con
el náhuatl que hablaba la gente preparada, como maestros, sacerdotes o
gobernantes. Lo mejor de esta sabiduría se encuentra en los textos conocidos
como “Huehuetlatolli” y en los llamados Cantares mexicanos.
Y la otra forma, se encuentra en
los llamados “usos y costumbres”, que centenares de comunidades indígenas y
campesinas siguen utilizando hasta la actualidad para organizarse. La
“democracia participativa tolteca” está sufriendo agresiones y presiones muy
fuertes por la cultura dominante, que pretende defender los intereses
económicos de las empresas locales y los capitales extranjeros que pretenden
explotar sus recursos naturales.
El Sistema de Organización
tolteca del Cem Anáhuac, probablemente tiene más de tres mil años de irse
perfeccionado en la práctica comunitaria, y tiene cinco siglos de estar en una
complicada y heroica resistencia cultural, ante la voracidad e injusticia de
los colonizadores y neo colonizadores. Del otro lado está “la democracia
representativa” que instauraron los “Mercaderes”, para manipular el gobierno de
los pueblos del mundo, que inició en 1776 con la fundación de Estados Unidos y
siguió en Europa con la llamada, con eufemismo, “Revolución Francesa”, que no
fue más que el financiamiento de un estallido social por los Mercaderes en
París, en el año de 1789. De esta manera, la democracia participativa tolteca
tiene más de tres mil quinientos años y la democracia representativa de los
Mercaderes tienen menos de 250 años.
Por esta razón, el ejercicio de
la autoridad y la representación del poder son diferentes en ambos casos. En la
democracia participativa tolteca, el Tlatuani y el Cihuacóatl ejercen una
autoridad moral, basada en el servicio eficiente y honesto a la comunidad; y el
poder, está representado por los acuerdos de la Asamblea. A diferencia de la
democracia representativa en donde, el presidente o primer ministro, ejerce la
autoridad que le da una elección; y el poder está representado por el capital. El
primero en esencia responde “al bien común” y el segundo responde, en esencia,
al “interés privado”.
En la historia antigua del Cem
Anáhuac, la organización comunitaria fue fundamental para alcanzar los logros
civilizatorios. Dentro de esta ancestral forma de organización, el valor que
tenía la autoridad era mucho más elevado y llegaba a espacios de virtud y
calidad humana, que lo hacían poseer una dimensión casi sagrada. Debe tomarse
en cuenta, para entender este concepto tan alejado de las sociedades modernas,
que la civilización del Cem Anáhuac, como todas las antiguas del mundo, no
separaban la ciencia, la comunidad y la divinidad; las tres se expresaban en
una sola realidad indivisible. De modo que esto permitía el desarrollo
personal, comunitario y del Estado, se enfocara hacia la espiritualidad. Como
hoy en día, la economía, la producción, el consumo, la ciencia y la tecnología
no se pueden disociar en una sociedad moderna, que busca esencialmente la
riqueza.
De esta manera , podemos entender
la razón por la cual para las personas que viven en comunidades con culturas
anahuacas (indígenas) o campesinas, el gobierno, el gobernante, la Asamblea y
el “mandar obedeciendo” tienen un significado muy diferente en la democracia
participativa, que tienen miles de años de usarla eficientemente para
auto gobernarse. Esto está tan arraigado en la psique de nuestro pueblo, aún de
los mestizos, que en los núcleos urbanos se sigue tomando, inconscientemente,
estos valores ancestrales, lo que ha producido el abuso de esta herencia
cultural por los grupos de poder económico-político. La democracia
participativa, que es comunitaria-espiritual, resulta totalmente diferente de
la democracia representativa de Occidente, que es individualista y mercantil.
Continuará...
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