sábado, 21 de noviembre de 2015

20 NOV. NADA QUE CELEBRAR, NADA QUE RECORDAR.


 
Lo que hoy es México, ha sido un lugar muy explosivo y violento, debido a que desde 1521 un puñado de extranjeros primero, y después, sus descendientes culturales, han sometido al pueblo a la violencia, el despojo y el abuso para masar grandes fortunas.
 
Nada ha cambiado en cinco siglos, las matanzas se repiten una tras otra, año tras año, sexenio tras sexenio.
 
Si en los tres primeros siglos de la invasión, -la Colonia-, los españoles sustrajeron de México 190 toneladas de oro.
 
En los últimos diez años, las mineras trasnacionales han sacado del subsuelo y del país 774 toneladas, más de cuatro veces que en la Colonia y de las cuales, solo han pagado el uno por ciento a SHP.
 
Como se ve, la neocolonización es más voraz y brutal que con los españoles.

 
Por este atropello violento y permanente, los estallidos sociales han sido constantes en todo el país, desde pequeños e inadvertidos, hasta de carácter nacional.
 


El “pueblo-pueblo” vive violentado y por lo cual “estalla” a la más pequeña provocación.
 
En el periodo colonial se dio un rosario de estallidos sociales, los cuales tenían la característica de ser locales, muy violentos y brutalmente reprimidos por el ejército colonial, así como “desaparecidos de la historia oficial”.
 
El más importante es el de 1810, en el que los criollos inician el estallido al llamado de “es hora de matar gachupines”.
 
Después siguieron los golpes de Estado a Santa Anna, la invasión norteamericana.
 
Las luchas fratricidas de criollos entre liberales y conservadores.
 
La invasión francesa, hasta que a finales del siglo XIX.
 
Y en base a su Doctrina Monroe, los norteamericanos organizan, financian y dirigen la lucha en contra del régimen de Porfirio Díaz. 
 
Todas estas luchas siempre se iniciaron con un discurso “nacionalista” y en contra de “la injusticia, el despojo y el abuso” para “engatusar” al pueblo y usarlo como carne de cañón.
 
De modo que el “pueblo-pueblo” (la mayoría indígena), puso los muertos y los criollos “las ideas libertarias”.
 
Pero “siempre-siempre”, el pueblo fue engañado y traicionado por cualquiera de “los vencedores” en turno.
 
Esta es la triste verdad de “la historia verdadera”.

 
Sin embargo, después de la llamada “Revolución Mexicana”, en la que se logró sacar los preponderantes intereses económicos de Inglaterra, Alemania, Francia y España de México.
 
El país quedó como traspatio de E.U., y vino un periodo post revolucionario priista, que le dio estabilidad política y viabilidad económica al régimen, que sustentó su plataforma política en los “ideales revolucionarios”.
 
De esta manera “la dictadura perfecta” creó una escenografía nacionalista, popular, campesina y obrera en la que respaldó y consolidó su poder. Un “gobierno protector” que cuidaba y velaba por sus hijos, el “pueblo-pueblo”.

 
 En esta “escenografía de Estado nacionalista y revolucionario”, el día 20 de noviembre era “la fiesta del Estado mexicano”.
 
Los trabajadores a través de los sindicatos le rendían pleitesía al máximo símbolo del logro revolucionario, “el régimen presidencialista”.
 
El presiente, que al inicio del mes anterior había tenido “su fiesta” con el informe y había recibido el apoyo total de las fuerzas armadas el 16 de septiembre, en noviembre salía al balcón a recibir el apoyo unánime de la clase trabajadora.
 
Había Estado, liderazgo, subordinación y mucho respeto. El Estado y el gobierno mexicano gozaban de fortaleza y buena salud.

 

Sin embargo se instauró el neoliberalismo y después la globalización.
 
 
Los dueños del dinero ordenaron en el mundo libre que los Estados tenían que minimizarse y asumir un papel de administrador y policía. 
 
El Mercado tomaba el control de los países y los nacionalismos revolucionarios no están en la “nueva escenografía del mundo libre”.
 
Los empleados del Mercado (los políticos), sumisamente cumplieron la traición, -el jefe de jefes-, Salinas de Gortari, ha sido el “capitán de meseros” para servir eficientemente a los capitales extranjeros el banquete, donde el menú principal es la mano de obra casi esclava y los recursos naturales a discreción y gusto del voraz comensal.

 

Se acabó “el 20 de noviembre”, no hay nada que festejar, nada que recordar, el “pueblo-pueblo” perplejo y catatónico ve como “su mundo cambia” y ya no existe el amor a la patria, el respeto a las leyes y a las instituciones.
 
El presidencialismo se hizo polvo ante patéticos personajes que han usado “la banda presidencial” de una manera inmoral, sin escrúpulos y torpemente.
  
El pueblo dejó de ver en el presidente el símbolo de la virtud, el saber y la justicia.
 
Golpe tras golpe, la corrupción, la impunidad y el cinismo, el antiguo régimen postrevolucionario se va desmoronado hasta convertirse en nada.
 
 
No hay nada que celebrar, nada que recordar, nada que nos una y nos de fuerza.
 
Cada día estamos más desprotegidos, débiles, vulnerables ante las fuerzas del Mercado y la voracidad de los capitales.
 
La NADA se acabó todo.
 
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