lunes, 16 de enero de 2017

VISLUMBRAR LA TOLTECÁYOTL 2/2


El sistema de organización ha demostrado su eficacia, ya que sigue en operación en nuestros días en miles de comunidades indígenas y campesinas de todo el país. En efecto, los llamados “Usos y Costumbres” son herencia de la Toltecáyotl y que está sustentado en el Artículo Segundo Constitucional. 

En ellos, el pueblo discute en asamblea abierta los problemas de la comunidad, dan sus opiniones “los que han servido con eficiencia”, vota todo el pueblo y con la decisión, la autoridad “manda obedeciendo”. De esta manera, no solo vivieron en armonía durante milenios nuestros pueblos, sino que, con este sistema de organización, se pudo construir la red más numerosa de Tollan y con ello el mayor número de pirámides en el mundo antiguo. El sistema de organización está sustentado en el bien común sobre el interés privado, en el servicio del ciudadano a la comunidad a través del tequio, la gozona, la guelaguetza, la mano dada, y un largo rosario de acciones solidarias y fraternas que se dan entre individuos, familias y pueblos. 
En el nivel superior de la pirámide, se encuentra, la parte abstracta de la Toltecáyotl. Nos referimos al sistema de espiritualidad, que no de “religión”. Existió una sabiduría, que tuvo una estructura “filosófica” o de sabiduría, que, a su vez, se inspiraba en conocimientos o principios rectores, que provenían de la astronomía, las matemáticas, la física cuántica, la química, en general del conocimiento humano sobre el mundo que los rodeaba y el mundo interior que los constituía.
No era una religión, porque no tenían dios o dioses. Todos los pueblos concebían una “energía creadora”, que era invisible, impalpable e innombrable. Ésta tenia múltiples advocaciones, pero en esencia, era una sola. Cada pueblo nombró esta “realidad” con diferentes lenguas y recreaciones simbólicas materiales, pero todos se referían a los mismos conceptos. Por ejemplo: la imagen religiosa-filosófica de la “energía material”, se le representaba metafóricamente con el agua, que es la vida. Todas las culturas utilizaron la metáfora, cada una la representó en tiempo y espacio a su manera, pero todas coincidían en llevar unas anteojeras y una lengua de serpiente. Los mayas le llamaron Chac, los nahuas Tláloc, los totonacos Tajín. Pero todos manejaban la misma información. Esta sabiduría múltiple y diversa, enseñaba una forma de vida recta, equilibrada y en armonía. Cada pueblo manifestaba esta sabiduría, en tiempo y espacio, con rituales diferentes; pero en esencia, se trataba de lo mismo.   
En el siguiente nivel de la pirámide, se encontraba el pensamiento ordenado y sistematizado, que explicaba el mundo y la vida. La cultura occidental le llama filosofía (amor a la sabiduría), los Viejos Abuelos en la lengua franca del Anáhuac, le llamaron Toltecáyotl. Este conjunto de valores, principios, actitudes y conocimientos, con los que se construía el mundo material e inmaterial del Anáhuac, se fue construyendo, ensamblando y sistematizando a lo largo de miles de años y a través de todos los pueblos, y hoy, constituye la herencia más importante para nosotros, los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos toltecas, y para los demás pueblos del mundo, porque es una de las seis sabidurías ancestrales del planeta. 
Esta sabiduría se puede sintetizar como, “El Arte de Vivir en Equilibrio”. Es decir, el ser humano ante el desafío de buscar el equilibrio entre el mundo espiritual y el mundo material, entre el mundo cognitivo-concreto y el mundo intuitivo-abstracto. Un punto muy importante de la concepción del “mundo tolteca”, es que, por lo menos, desde el año 1500 a.C., “el mundo tolteca” tenía una dimensión galáctica. Es decir, los Viejos Abuelos toltecas, partían del centro de la galaxia para situar su “ser y su estar”. La llamada “cuenta larga”, es decir, el calendario de 25625 años, en que la Tierra gira alrededor del centro de la galaxia.
En el vértice superior de la pirámide de desarrollo humano tolteca se encuentra coronada por el conocimiento más elevado, producido por la conciencia humana. La grandeza de los toltecas, es que a pesar de saberse efímeros e insignificantes frente a los insondables misterios del Universo, los toltecas, en un arrojo de “amor a la vida”, alcanzaron a vislumbrar la “esencia”, es decir, llegaron a percibir el Universo como energía. Ante tan brutal y descomunal descubrimiento, que rebasa con mucho las posibilidades racionales y “perceptuales” del ser humano, fueron lo suficientemente discretos y coherentes, guardando celosamente esta sabiduría, que sigue viva, de manera secreta, en un puñado de verdaderos Guerreros de la Muerte Florecida.
La Toltecáyotl es la columna vertebral, la raíz y la esencia de nuestra milenaria civilización. Se ha enriquecido en estos cinco siglos de invasión y colonización, a través de una fortísima cultura de resistencia, que se fue apropiando, de manera directa o indirecta, de muchos y variados elementos culturales de otras civilizaciones, no solo de Europa, sino de África y Asia. 
La Toltecáyotl está presente en la forma más íntima y profunda de ver y entender el mundo y la vida. Es la que, a final de cuentas, nos da “un rostro propio y un corazón verdadero, en todos sus hijos, aún en los extranjeros que se han avecindado o han nacido en esta tierra y se han alimentado de sus productos, tangibles e intangibles.
El gran desafío que tenemos como pueblo, es que, por los procesos de colonización mental y cultural, el invasor ha pretendido desaparecer a la Toltecáyotl, y ésta, ha quedado en el subconsciente de la gente. En las comunidades anahuacas y campesinas de manera más fresca y superficial a través de las tradiciones, fiestas, usos y costumbres; en las comunidades urbanas y suburbanas, de manera inconsciente, pero que en ambos casos, en los momentos más difíciles, como el terremoto en la Ciudad de México en 1985, brotó con fuerza emergente de las telúricas profundidades de nuestra Madre Querida.
 
Hacer consiente nuestra ancestral forma de ver, entender y sentir el mundo y la vida: la familia, el trabajo, la comunidad, la fiesta, la muerte, la naturaleza, etcétera; representa un inmenso desafío descolonizador. Al mexicano, -ajeno a su Madre Cultura, ignorante de su historia y cultura ancestral-, lo hacen pensar que todo en el Anáhuac es “nuevo” y que llegó con los invasores. Totalmente falso. Sin negar las apropiaciones de los elementos culturales externos en estos cinco siglos, la parte más importante y vital de nuestro ser se formó a través de miles de años y está viva en “el banco genético de información cultural”. Lo que nos hace falta, solo es concientizarlo, re-descubrirnos a nosotros mismos, re-conocer en nuestra forma de ser y hacer a los Viejos Abuelos y la Toltecáyotl. 


Lo difícil no es hacerlo…sino imaginarlo.
Otoño de 2016
Oaxaca.

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