sábado, 24 de febrero de 2018

MÉXICO...UN PAÍS DESFONDADO

“Un Estado de derecho, es un modelo de orden para un país, por lo cual éste se rige por un sistema de leyes escritas e instituciones, ordenado en torno de una constitución, la cual es el fundamento jurídico de las autoridades y funcionarios que se someten a las normas de esta”.
El Estado moderno es un acuerdo en el que los ciudadanos se comprometen a respetar las leyes e instituciones; y las autoridades se comprometen a procurar la seguridad, la libertad, el bienestar, la propiedad privada, haciendo cumplir la ley.
En otras palabras, el Estado de derecho, es el “acuerdo”, fundamentado en la confianza de que cada parte cumplirá con sus compromisos y sus responsabilidades.
De esta manera, los ciudadanos autorizan al Estado a ejercer el uso de la fuerza, para que se cumpla el acuerdo.
El Estado moderno, encuentra sus más remotos orígenes con la invasión europea al continente Abyanáhuac en 1492, con el que se inició la construcción del “nuevo orden mundial”.
Desde la creación de las primeras civilizaciones hasta la invasión a Abyanáhuac, existió un PLURIVERSO de civilizaciones, culturas y con ellas, diversas formas de organización de los pueblos, que se ajustaban a su cosmovisión y audiovisión.
El colonialismo, la modernidad, el capitalismo y el eurocentrismo, nacen con el despojo de la riqueza del Anáhuac y el Tawantinsuyu, a partir de la violencia, la destrucción y la muerte de pueblos y culturas enteras. Por “derecho divino y real”, los españoles y portugueses inician el genocidio, el epistemicidio y el saqueo.
Inicia el “periodo colonial”, que le permitió a la paupérrima Europa, capitalizarse con toneladas y toneladas de mentales precisos, productos y materias primas, que les llegan sin ningún costo, pues eran botines de guerra y producidos por trabajo esclavo.   
En 1776, con el surgimiento del primer país del mundo, E.U., los dueños del dinero, -los mercaderes-, empiezan con la destrucción del “viejo orden”. Estaban cansados de que, a pesar de tener la riqueza, no tenían el poder. “No era justo”. Se requería imponer un nuevo orden social, en el que “la libertad, la fraternidad y la igualdad” entre los que tenían la riqueza, les permitiera gobernar. "Los padres de la nación fueron masones".
Después de la creación de E.U., siguió el financiamiento de la revuelta de París, pomposamente llamada por los mercaderes y su “historia oficial universal”, La Revolución francesa, y de ahí, empezaron a caer las monarquías como piezas de dominó, primero en Europa, y después en el resto del “mundo libre”.
El nuevo orden mundial impuesto y diseñado por los dueños del dinero y su “democracia representativa” comenzó con “la moderna adoración del becerro de oro”, el libre mercado, los bancos, el comercio continental. Se empezó con la destrucción de las culturas populares y las ancestrales religiones. Lo demás es historia.
En el Virreinato de la Nueva España, 1821, los criollos y los gachupines deciden hacer la paz, después de 11 años de lucha fratricida, donde los criollos y gachupines ponían las conseguidas y los anahuacas los muertos. 
Los extranjeros crean “su país de ellos y para ellos”, excluyendo, por supuesto, a los pueblos anahuacas y su milenaria cultura.
Es decir, crean un país sin pueblo. Esta es la razón por la cual, el país de los criollos jamás ha podido consolidarse. Los criollos nunca han tomado por iguales a los herederos de la civilización invadida y ocupada. El pueblo siempre ha sufrido el desprecio de los poderosos.
Por esta razón el Dr. Guillermo Bonfil Batalla habla de “un México profundo”, de estirpe anahuaca, ancestral, mayoritario, excluido y explotado. Y un “México imaginario”, constituido por extranjeros, avecindados y sus descendientes, que forman una minoría sectaria, clasista y racista, ricos y con el poder político, económico y cultural.
En 1828, los criollos traicionan a los gachupines y los expulsan de “su país”. Se dividen en dos bandos: conservadores y liberales, iniciando una lucha fratricida hasta nuestros días. El país históricamente ha sufrido estas pugnas y luchas políticas y económicas.
Los criollos recibieron un territorio del Virreinato, que comenzaba en la frontera de lo que hoy es Canadá, abarcaba las islas del Caribe, la costa del Golfo de México hasta Florida y llegaba hasta lo que hoy es Panamá.
La historia criolla del país, mal llamado “México”, porque no todos somos mexicas, comienza “mal y de malas”. Han ido perdiendo dos terceras partes del territorio heredado del Virreinato, hasta llegar a la soberanía política, alimentaria, energética, financiera, etc.
Son tan ineptos e incapaces los criollos, que tuvieron que ser un anahuaca zapoteco y un mestizo, los que “construyeron el país”, que ellos no pudieron hacer.
Juárez y Díaz serán los verdaderos “constructores” del nuevo país. Los criollos siempre han sido dominados por los extranjeros, a quienes admiran y temen, solo que unos ven hacia Europa y otros a E.U.
Los vecinos del Norte, desde el embajador Poinsett hasta Trumph, han manejado con desprecio a los criollos bajo el liderazgo Washington y Walt Street.
Los criollos fueron invadidos por E.U. y Francia. Fueron capaces de aliarse con los invasores para vencer política y militarmente a “sus hermanos”. 
Finalmente, E.U. organiza la supuesta Revolución para quitar a Díaz, que abrió el país a los capitales europeos y E.U. ya tenía en operación la “Doctrina Monroe, América para los americanos”.
A partir de la creación del PRI y el modelo de la economía mixta, el país fue creciendo bajo la dirección de una “dictadura perfecta”, de corte nacionalista y popular.
Para entender nuestra situación debemos de tener en cuenta que las tierras del Anáhuac han sido muy ricas y que, durante los últimos cinco siglos, se han expoliado y pareciera que su riqueza nunca termina de agotarse, además de contar con un pueblo que milenariamente es muy trabajador y educado.
El punto de quiebre fue la implantación, por órdenes del gran capital financiero, del modelo neoliberal. A partir de Salinas, los hombres en el poder, educados en el extranjero con la ideología gringa, y al servicio de E.U. y sus poderosas empresas, empezaron a destruir el país. 
Primero políticamente, en efecto, Salinas y Zedillo destrozan al PRI y desechan la política nacionalista y popular. Una acción de sabotaje, por los altos cuadros que traicionaron a su partido.
Después empezaron a desmantelar al Estado, y se repartieron el botín, creando un estado de confusión e inestabilidad. Fueron, sistemáticamente, destruyendo y boicoteando las fortalezas de la nación, desde las morales hasta las materiales.
Acabaron con las empresas paraestatales, entregaron la banca mexicana a los capitales internacionales, entregaron los ferrocarriles, las autopistas, los aeropuertos, las empresas de comunicaciones como Telmex, Canal 13 y 7. Fueron poco a poco acabando Pemex, dejaron de extraer petróleo, de producir gasolinas, procesar los petroquímicos.
Dejaron, a propósito, que se perdieran las empresas como Pemex y CFE. Cambiaron las leyes para favorecer a las empresas y capitales extranjeros.
La corrupción y la impunidad fueron el “aceite y el combustible” de esta acción depredadora.  
De Fox a nuestros días, la clase política y la clase poderosa económicamente “se desfondaron”. La rapiña y la destrucción del país se ha convertido en un frenesí, México es manejado como un negocio de unos cuantos.
El Estado de derecho dejó de existir y se volvió a “la ley de la selva”. No se respetan las leyes, las instituciones se han corrompido. 
La poderosa clase política y empresarial han lesionado gravemente al país, al pueblo y a las instituciones.
Los grandes políticos y empresarios, no solo pactaron con el crimen organizado, sino se hicieron sus socios, y en algunos casos, se transformaron en poderosos capos protegidos por la impunidad, haciendo uso faccioso de las instituciones.
En México, en estos momentos, desde los más altos niveles hasta los municipios, no se respeta la ley, se roba descarada y cínicamente, el país está infartado y está totalmente infectado de corrupción e impunidad.
Por supuesto, que no son, ni todos los políticos ni todos los empresarios, eso es lo que nos da esperanza. 
Este país tendrá que dar una de las batallas más importantes de su historia.
Pero, esta batalla, la tiene que dar el pueblo por el pueblo. 
O vuelve el Estado de derecho, la honorabilidad, el respeto y la responsabilidad histórica, o se pierde para siempre este país, llamado México.


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