Periódicamente parecen “declaraciones amarillistas” sobre Teotihuacan y el periodo Clásico de la civilización del Anáhuac, hechas por arqueólogos que reclaman sus “tres minutos de fama”.
El sensacionalismo “es noticia” y como los trabajos arqueológicos, para ser verdadera “noticia”, requieren hechos como el descubrimiento de una tumba, como la de Palenque o una obra maestra como la Coyolxauhqui, es lo más fácil y lo más común hacer declaraciones sensacionalistas a la prensa, para decir “aquí estoy yo y estoy trabajando en Teotihuacan”.
Es más fácil destruir que construir. En efecto, se ha venido trabajando Teotihuacan desde los mismos mexicas que hicieron sus propias exploraciones, pasando por Sigüenza y Góngora en el siglo XVII y posteriormente los “viajeros ilustres” como Francisco Gemelli, Francisco Clavijero, Alejandro Humboltd, la Marquesa de Calderón o en 1864 la Comisión Científica de Pachuca, y finalmente del siglo XIX y principios del XX Leopoldo Batres.
A lo largo de muchos años se ha venido construyendo una serie de teorías, con muy escasas bases científicas, pues debemos de pensar que la destrucción y abandono de Teotihuacan se dio alrededor del siglo noveno de la era cristiana, que el lugar fue cubierto y abandonado. Que Tlacaélel, el cihuacóatl de los mexicas, ordenó la destrucción de los códices antiguos para crear una nueva historia del Anáhuac, donde los mexicas ocuparan el punto central.
Ha transcurrido más de un milenio y no se cuenta con códices que nos “hablen” fehacientemente del objetivo por el cual fue construido Teotihuacan. Sin embargo, basados en la centenaria memoria oral, que en el siglo XVI se convirtió en manuscritos hechos en lengua náhuatl, latín o español, por los propios invasores o indígenas convexos, se tienen algunas referencias de los toltecas, la Toltecáyotl y Teotihuacan.
Pero a lo largo del tiempo, se ha podido precisar un periodo de esplendor y paz augusta en el Anáhuac que el propio Ignacio Bernal, que lo investigó profundamente, no llegó a concluir cual fue la razón que motivó esta paz, que no fue impuesta por las armas a diferencia de otras antiguas civilizaciones que por medio de las armas tuvieron periodos largos de paz.
¿Qué fue lo que sucedió “exacta y precisamente” en Teotihuacan y en el periodo Clásico?, por el momento será muy difícil saberlo. Sin embargo, lo importante para el pueblo y el Estado mexicano es contar con “una historia” que fortalezca la identidad, la auto estima y la fuerza interna de la nación. Como todos los países del primer mundo la tienen y para el caso de Europa, lo que esta sucediendo con la cultura celta, que hoy es fuente de identidad y exaltación. Es un derecho inalienable de todo pueblo.
Uno de los problemas que enfrenta la “historia antigua del Anáhuac” es la COLONIZACIÓN CULTURAL E INTELECTUAL. Desde los primeros días de la invasión y durante estos casi cinco siglos, todo lo que tiene que ver con la “historia propia nuestra” es negada, transgiversada y vilipendiada. La “Historia Oficial Colonial” sustenta que la invasión y colonización fue benéfica para las primitivas y sanguinarias culturas, que se la pasaban en permanentes guerras y patéticos sacrificios humanos. Esta tesis se sigue alimentando reiteradamente para hacer creer que “los costos colaterales de implantar la civilización europea” (25 millones de muertos), realmente fueron mínimos a los beneficios obtenidos por los aborígenes. Además que la colonización se sustenta en hacer que los colonizados desconozcan su historia y lo poco que sepan de ella, la rechacen por despreciable y vergonzosa.
“Injuriosamente, los estudiosos hablan todavía de culturas primitivas, de totemismo, de adoración de la lluvia, de ritos sangrientos, y centran su atención en la guerra florida y los llamados sacrificios humanos de los aztecas, a fin de intentar legitimar el desprecio que les justifica nuestra explotación.” ( Rubén Bonifaz Nuño. 1992)
El problema también se centra en que la investigación e interpretación histórica y arqueológica ha estado en manos, criterios y financiamientos extranjeros, desde 1521. En efecto, desde el primer “historiador, arqueólogo y etnólogo”, Hernán Cortés, pues sus Cartas de Relación” son ahora tomadas como “fuentes históricas”, a pesar de ser tendenciosas y donde se oculta la verdad. Cortés fue el primer “arqueólogo” al “explorar” el Palacio de Axáyacatl en busca de un tesoro. Y fue, además, el primer etnólogo al “describir a los invadidos” con lujo de imprecisiones, falta de conocimientos y enormidad de prejuicios.
Pero en el campo de la arqueología la colonización es abrumadora. La arqueología es una ciencia colonizadora con una pesada base euro céntrica. Nace con aventureros o militares invasores y a finales del siglo XIX se comienza a estructurar de manera “científica”. El materialismo y el cientismo han reducido la visión de la arqueología de que, por ella sola, pueda explicar profundos procesos sociales-religiosos- espirituales de antiguos pueblos “extintos”.
En efecto, con “cuatro tepalcates” es muy difícil poder conocer y entender una civilización milenaria que sustentó su desarrollo humano en la trascendencia espiritual de la existencia, como la del Anáhuac. Todavía resulta más difícil sí la ideología de los arqueólogos es colonizadora y/o colonizada y viene de otra cultura como la europea, especialmente anglosajona y francesa.
La triste realidad en México, es que en general, los criterios en la arqueología están fundamentados y dirigidos por arqueólogos norteamericanos, quienes tienen todo el apoyo económico de sus universidades para “hacer trabajo de campo e investigación de gabinete”, que los mexicanos no tienen. Razón por la cual, la arqueología en México esta en manos extranjeras, como muchas actividades, nada nuevo en este país.
“De esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos estadounidenses han formado, respecto de la cultura olmeca, un sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales características son el desdén y la ignorancia.
Condenable es eso, pero no es, en mi opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos, voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirman como verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan por iguales suyos.
De estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer ningún ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995)
Para el caso de las periódicas notas amarillistas sobre Teotihuacan, debemos de darles la importancia que merecen. Porque para sustentar una tesis de manera seria sobre “los sacrificios humanos y el poder económico” de Teotihuacan, se necesitará muchos años de trabajos y con una sólida base científica que, ni para el caso de Tenochtitlán, ha sido posible establecer a pesar de que esta ciudad se fundó apenas en el año 1325 d.C. y tuvo un poder relativo solo en el altiplano Central y una pequeña parte de la Costa del Golfo de México a partir de 1428 con la derrota de Atzcapozalco por Tenochtitlán, Tlacopa y Texcoco, encabezados por Tlacaélel, quien mas tardé fue por más de 50 años el Cihuacóatl (el que administra), de quien se dice “fue el verdadero poder atrás del trono de los mexicas”.
La ideología imperialista-materialista-guerrera fue creada por Tlacaélel a partir de transgredir el pensamiento tolteca-espiritual por una visión distorsionada de la “Guerra Florida” y la necesidad de alimentar al Quinto Sol, no con sacrificios espirituales como lo enseñó milenariamente Quetzalcóatl, sino a través de sacrificios humanos. Todavía no ha quedado satisfactoriamente claro esta parte oscura de la historia mexica y del Anáhuac, en parte porque hasta la fecha no se tiene claro el contenido y alcances sociales y culturales de la Toltecáyotl, esencia filosófica de los toltecas y de los pueblos y culturas del Anáhuac. Por lo consiguiente, menos aún la tolteca en Teotihuacan. Hacer interpretaciones frívolas sobre los “sacrificios humanos” en Teotihuacan resulta muy aventurado y amarillista.
El euorocentrismo implica juzgar a “los otros”, con los valores de los colonizadores europeos. La vida, la muerte, lo divino y lo sagrado, son muy diferentes en tiempo y espacio. El concepto de muerte ritual y sacrificio es muy complejo y muy profundo en todas las culturas del mundo. Aún en la cultura europea, recuérdese el fervor de morir martirizado en la invasión de América para ir al cielo por los misioneros españoles.
Por desgracia el ser humano ha sucumbido a la tentación de hacer sacrificios humanos durante todo la historia de la humanidad, en todas las culturas y en todas partes. Los hicieron los fenicios, los egipcios, los chinos, etc. Los han hecho recientemente Europa en la Edad Media, los “autos de fe” y las grandes matanzas como la de la Noche de San Bartolomé, las matanzas en los barcos y plantaciones con los pueblos africanos, las matanzas de indígenas en América que se calculan en 50 millones en el periodo colonial.
Y recientemente las matanzas que se dieron en las dos Guerras Mundiales, las bombas atómicas en Japón, las matanzas de civiles en Corea, Vietnam, Panamá, Granda, las guerras por los diamantes y el petróleo en África, la ex Yugoslavia, Palestina, Afganistán e Irak, por mencionar unas cuantas del pletórico registro mundial. Pero fundamentalmente, la mortandad global producida por la pobreza y el hambre que ha producido el neoliberalismo y la globalización en el planeta.
Para el caso de México, la UNICEF informa que mueren 50 niños por cada 1000 que nacen y que la mortalidad infantil hasta los cinco años es una de las más altas de los países de mediana economía. Dicho de otra forma, en el México del siglo XXI se siguen haciendo “sacrificios humanos”, dado que esos niños mueren por la pobreza en la que viven sus familias. Millones de barriles de petróleo se sacan del subsuelo diariamente, supuestamente patrimonio de la nación, pero sus niños mueren por carecer de recursos. Este es un sacrificio humano de carácter económico.
Pese a esta bochornosa situación, los arqueólogos del Cuarto Milenio, no podrían decir que los gobiernos del PRI y el PAN en México, durante casi un siglo sustentaban el ejercicio del poder en hacer “sacrificios humanos con niños”, aunque esto es una realidad.
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