En 1968 fue publicada la tesis doctoral de
Carlos Castaneda intitulada comercialmente “Las enseñanzas de don Juan, una
forma yaqui de conocimiento” y durante estos 45 años “ha corrido mucha agua (y
lodo) por ese cauce”. En efecto, mucho se ha escrito sobre los textos de
Castaneda, desde que son simple fantasía, pasando por los que dicen que es un plagio,
hasta otros más elaborados, como los del movimiento conocido como “la nueva
era”. Lo cierto es que Castaneda ha sido uno de los “escritores” más leídos en
el mundo occidental durante la segunda parte del siglo XX, que se ha mantenido
estos 45 años en las librerías y bibliotecas personales y que cumple sus “bodas
de zafiro”.
Muchos oportunistas han escrito y han hecho
públicas sus posiciones ante la obra, tanto aquellos que se han dicho ser “sus
alumnos” y continuadores de “las enseñanzas”, como aquellos que se han asumido
como “repinches tiranos voluntarios”, es decir, aquellos que rabiosamente
niegan cualquier valor a la obra, desde los “cientistas”, pasando por los
“indigenistas”, hasta los “auténticos, puros y verdaderos indígenas” (sic).
Si don Juan Matus existió o no, si Castaneda inventó
“Las Enseñanzas de Don Juan, si terminó viviendo en un harén, si murió de un
cáncer… no tiene la menor importancia. Quien se basa en estos puntos para hacer
la crítica de la obra, se queda solo en la periferia, en la estática o
envoltura del “producto”. Quienes manejan estos “argumentos” para negar la
sabiduría implícita en la obra, es que nunca entendieron absolutamente nada.
En
mi interpretación personal, con base en el estudio de la obra, en las vivencias
que he tenido en Oaxaca con las culturas ancestrales y personas de
conocimiento, así como en las lecturas que he realizado sobre la “historia
antigua del Anáhuac”, considero que la obra, en sí misma, tiene un valor
indiscutible.
Un dato relevante que nunca se toma en cuenta entre
los aportes de la obra de Castaneda, es que hasta antes de su aparición en 1968,
no existía, ni remotamente, la posibilidad de que un “indígena anahuaca”
pudiera poseer algún conocimiento de interés para el mundo “moderno”.
Hasta
antes de esta fecha continuaba siendo válido para la cultura dominante, que
“los indios no piensan, que sus culturas son primitivas”, permanecía invariable
el estereotipo del “indio” ignorante, atrasado, primitivo, flojo, limitado; de
que los indígenas, sus culturas y pueblos, son un problema para “la modernidad
y el progreso”. La obra de Castaneda cambió en alguna medida esta visión de la
cultura dominante sobre los pueblos originarios.
Dr. Rubén Bonifaz Nuño.
El contenido de los libros de Castaneda se
puede dividir en tres partes: “lo que dice don Juan, lo que piensa y hace
Castaneda, y la paja o relleno literario”. Lo más importante es “lo que dice
don Juan”, lo que piensa y hace Castaneda son relativamente intrascendentes y
muy circunstanciales. De tal suerte, “lo que dice don Juan” es la substancia
activa de la obra, y en mi libro “Para leer a Carlos Castaneda” señalo las
coincidencias entre algunas de las afirmaciones de don Juan, y lo que escriben
investigadores tan serios como Laurrette Séjurné, Alfredo López Austin o Miguel
León portilla. Este último, usa el término “toltequidad”, como sinónimo de
Toltecáyotl, y el mismo Rubén Bonifaz
Nuño cita a Castaneda para especular sobre el por qué todas las llamadas
“cabezas olmecas” tienen los ojos bizcos; en su obra “Olmecas esencia y
fundación”.
Pero tal vez el aspecto más relevante de la
obra de Castaneda es aquél que nos obliga a pensar en algo que, debido a la
colonización mental y cultural, nos ha sido prohibido concebir: Imaginar,
buscar, encontrar la sabiduría ancestral con base en la cual los creadores de
una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo del planeta, lograron
miles de años de desarrollo humano, conocida hoy como Toltecáyotl y que Miguel
León Portilla define como “las instituciones y conocimientos de los toltecas”.
En efecto, la visión de que los antiguos habitantes del Anáhuac eran adoradores
primitivos de la naturaleza, politeístas y caníbales –como se ha afirmado
rotunda y categóricamente, desde Hernán Cortés hasta Mel Gibson- y que no
tuvieron un sistema de “ideas y valores trascendentes” desarrollado a lo largo
de miles de años, sigue pesando en la “racionalidad y lógica colonizada” con la
que interpretamos “la realidad” y la historia antigua, especialmente de los
llamados pueblos “pre-modernos”.
En su día, pedí a mi amigo, jefe y maestro
Guillermo Bonfil Batalla, que prologara mi libro “Para leer a Carlos Castaneda”
y rotundamente se negó, “pídeme cualquier otra cosa tocayo, menos hablar de
Castaneda”, contestó. Los cientistas, especialmente los antropólogos, niegan el
valor de la obra porque evidencia la desbordante mentalidad colonial con la que
“estudian” a los pueblos y culturas indígenas.
El prólogo que hace Octavio Paz a las
“Enseñanzas de don Juan” resulta muy revelador y le pega a la antropología en
su parte más débil y colonizada.
“Si los
libros de Castaneda son una obra de ficción literaria, lo son de una manera muy
extraña: su tema es la derrota de la antropología y la victoria de la magia; si
son obras de antropología, su tema no puede ser menos: la venganza del “objeto”
antropológico (un brujo) sobre el antropólogo hasta convertirlo en un
hechicero. Antiantropología. … Como destrucción crítica de la antropología, la
obra de Castaneda roza las opuestas fronteras de la filosofía y la religión.
Las de la filosofía porque nos propone, después de una crítica radical de la realidad,
otro conocimiento, nocientífico y alógico; las de la religión porque ese
conocimiento exige un cambio de naturaleza en el iniciado: una conversión. El
conocimiento abre las puertas de la realidad a
condición de que el neófito se vuelva . La ambigüedad de los
significados se despliega en el centro de la experiencia de Castaneda. Sus
libros son la crónica de una conversión, el relato de un despertar espiritual
y, al mismo tiempo, son el redescubrimiento y la defensa de un saber
despreciado por Occidente y la ciencia contemporánea.” Octavio Paz.
Castaneda motivó involuntariamente un
movimiento de revaloración y dignificación de la sabiduría ancestral de los
llamados pueblos originarios, que hasta ese momento, no existía. Los ojos de
los “colonizadores/colonizados” empezaron a ver de forma diferente a los
“indios”, lo que por supuesto, no fue intención de Castaneda.
Y debo señalar
que considero que uno de los errores más graves de Castaneda fue el
descontextualizar las “enseñanzas” que recibió, de la cultura que las generó.
No partió de un Patrimonio Cultural ancestral de los pueblos originarios, sino
del “hallazgo” particular de un antropólogo, de “un chamán” único y exclusivo.
Lo que ocasionará más tarde, que todo su “movimiento” (Verde Claro) termine como
un grupúsculo de “iluminados y estrambóticos personajes” con “derechos
reservados” sobre las enseñanzas de don Juan y don Carlos; haciendo negocio con
“los aeróbics toltecas”.
Lo primero que debemos pensar es que hasta
Castaneda, no existía ninguna “teoría de conocimiento” tolteca. Esto es muy
importante, estábamos “narcotizados, totalmente dormidos” por la colonización
mental y cultural. Monte Albán, Teotihuacán o Palenque, por citar tres mega
construcciones de las decenas que construyeron los anahuacas a través de
cientos de años, se siguen pensando por la academia como “ciudades, fortalezas
o palacios” donde cortes faraónicas “de reyes y reinas” vivían en el ocio, el
comercio o la guerra, explotando inhumanamente a sus pueblos.
La academia
colonizada no se atreve a imaginar estos recintos como centros de investigación
y estudio de profundos y avanzados conocimientos sobre la energía, la
conciencia y la trascendencia de la existencia material.
“De
esta suerte, valiéndose de análogas complicidades, los eruditos estadounidenses
han formado, respecto de la cultura olmeca, un sistema de mentidas conjeturas
cuyo cuyas principales características son el desdén y la ignorancia.
Condenable
es eso, pero no es, en mi opinión, lo peor; lo peor consiste en que los
estudiosos mexicanos, voluntariamente sometidos a una perversa forma de
colonización extranjera, se sujetan, por lo común, a las sistemáticas
equivocaciones de los eruditos estadounidenses, y las repitan y las confirmen
como verdades, acaso con el deseo y la esperanza de que éstos los tengan por
iguales suyos.
De
estos casos, por obvio principio de dignidad, no quiero ofrecer ningún
ejemplo.” (Rubén Bonifaz Nuño. 1995).
La “racionalidad y la lógica”
moderna/capitalista siguen siendo la única forma de “entender el mundo y la
vida” de nuestros milenarios antepasados. La explotación de los seres humanos y
los recursos naturales, la creación de la riqueza, el comercio y las guerras, son
para Occidente, la única razón posible de la existencia de las personas y los
pueblos. Sin embargo, la “modernidad y el capitalismo” apenas surgen en 1492 y
la Toltecáyotl probablemente surgió tres mil años antes.
Desde la invención de
la agricultura, la milpa y el maíz en el año seis mil a.C. a la llegada de los
invasores europeos, habían transcurrido siete milenios y medio de desarrollo
humano endógeno, con una lógica y racionalidad totalmente diferente sobre la
vida y el mundo; con tres etapas muy marcadas: formativa, de esplendor y de
decadencia. De hecho, el “nuevo mundo” es Occidente, y Europa era la zona
primitiva del mundo antiguo, en Asia y América existían civilizaciones mucho
más longevas y altamente desarrolladas que, para 1492, estaban en periodos de
decadencia cultural.
Pero volviendo a Castaneda y sus 45 años de
permanencia (pese a sus detractores), debemos decir con justicia que el propio
autor reconoce que su trabajo no es literario, menos antropológico y que fue
escrito en el “espacio de la segunda atención”. La obra tiene tres partes, del
primero al cuarto libro escribió sobre las enseñanzas del tonal en la
conciencia de todos los días. Del quinto al décimo se describieron las
enseñanzas del nagual en la conciencia acrecentada. Y los tres últimos son
reflexiones personales y los llamados “pases mágicos” que, desde mi punto de
vista, poco tienen que ver con las enseñanzas directas de don Juan.
Algo muy importante es que el propio don Juan
le dijo a Castaneda que las “enseñanzas de la toltequidad” no son creación o
invento de una sola persona o cultura indígena en especial, que el “linaje” que
conoció Castaneda, no es el único, que existen muchos linajes de conocimiento tolteca
diferentes al de don Juan y que no todos se conocen entre sí. Que el linaje de
don Juan es diferente -por el encuentro con “El Inquilino”, misterioso
personaje sobreviviente de épocas ancestrales que no murió y que cambiará
conocimiento ancestral por energía-. Este es un punto esencial que trataremos
al final del artículo.
Las enseñanzas de la toltequidad nunca fueron
para las mayorías, ni aún en el periodo del esplendor de la civilización del
Anáhuac. Muy pocas personas poseen la “conformación energética” para intentarlas,
y de estas, menos aún están dispuestas a someterse a la descomunal disciplina
que exige potenciar su conciencia energética.
Los toltecas no solo descubrieron
que el mundo está constituido de dos cargas energéticas o clases de energía: la
energía luminosa/ átomos/ Tláloc, y la energía espiritual/ conciencia/ Quetzalcóatl,
sino que los seres humanos somos las criaturas que pueden producir la mayor cantidad
de ésta última energía, y tal vez lo más
“dramático”, que en la cadena alimenticia universal, los seres humanos somos
uno más de los eslabones; y que nuestro destino es ser alimento energético de
lo que simbólicamente se llamó “El Águila”.
Los toltecas descubrieron a través de “ver” el
mundo como cargas energéticas, que los seres humanos estamos constituidos de dos
cargas energéticas que forman “un huevo luminoso”. La primera carga energética envuelve
a la segunda, es como un capullo y está formada de “la conciencia de ser”, se manifiesta
en el campo espiritual desarrollada y acrecentada en el ejercicio de la vida
misma. Cuando muere el ser humano esta conciencia de ser se torna en alimento
de otra energía superior. La segunda energía (la contenida en el interior del
huevo luminoso) se reincorpora como energía pura al todo energético del
universo.
La enseñanza de la toltequidad, según don Juan,
empieza a partir de que el ser humano logra obtener una percepción del mundo a
través de la energía, es decir, dejar de “mirar” (percibir) el mundo con la
mente (como objeto) y “verlo” como es realmente, esto es, como cargas de
energía. Para lograr esta percepción se requiere “des-hacer” la forma en que
hemos aprendido a ver a la energía como “objetos creados por la mente”. Para
llegar a “ver” el mundo de esta manera, se requiere un gran esfuerzo energético
y esto se logra por medio de una compleja y sofisticada serie de acciones que
reducen el ego al máximo y liberan la energía que usamos para mantener nuestra
importancia personal.
Este “ahorro” de energía es una tarea casi imposible de
hacer y requiere toneladas de conciencia, sobriedad, refrenamiento, responsabilidad
y disciplina. Cuando se ha logrado recanalizar la “suficiente energía” para darse
cuenta de que existen “muchas realidades”, el aprendiz dedicará su vida entera
a perfeccionar estos saberes a través de rigurosas prácticas que en su momento
lo llevarán a tratar de abrir su huevo luminoso y fundirse a voluntad con la
energía “de afuera”, pero manteniendo la conciencia de su “yo individual”.
Y este
es el punto, durante miles de años antes de la invasión europea, los pueblos
del Cem Anáhuac poseían una milenaria, sofisticada y compleja “visión del mundo
y la vida”, que nada tiene que ver con la “visión moderna/capitalista” donde la
vida humana y la naturaleza solo sirven para crear riqueza, a partir de la
explotación y la depredación. Y así como hoy “todo el mundo pretende tener
dinero para ser feliz”, antes de la invasión “se pretendía trascender la
existencia en el plano energético/espiritual”. Y en cada caso, muy pocos lograrán
ser ya sea un “tolteca” o un “mega multimillonario”.
Esta es la razón por la
cual, bajo la “lógica y racionalidad moderna”, no se puede uno explicar para
qué construyeron Monte Albán durante 1350 años los ahora llamados pueblos
oaxaqueños. Lo anterior puede ser un punto para comenzar a “desenredar la
madeja” de la forma de “ser, sentir, pensar y actuar” de los pueblos y culturas
originarias, que históricamente han chocado con la noción de “progreso y
modernidad” de la colonización europea y norteamericana.
Castaneda fue “escogido” por el “Poder” para
que don Juan lo preparara como el nagual (cabeza masculina del grupo que lo
sucederá antes de la partida de esta realidad), continuador de su linaje. Don
Juan “vio” que Castaneda tenía los requisitos energéticos para ser candidato
(tener cuatro espacios energéticos en su huevo luminoso). Sin embargo, se
equivocó y Castaneda resultó poseer solo tres; debido esto, al final de su
periplo fracasa, al no poder “ensamblar” la estructura energética de “la
serpiente” integrada por los demás aprendices de su camada.
Don Juan es muy claro cuando le dice a
Castaneda que el “Poder” le da la misión de difundir la toltequidad que se
mantuvo hermética desde el año 850, con la partida simbólica de Quetzalcóatl
del Anáhuac y desde este punto de vista, Castaneda cumplió con su misión. En
nuestros días cualquier persona puede conocer alguno de los milenarios linajes
de conocimiento tolteca en la Internet. Por ello, el libro “Viaje a Ixtlán”,
desde nuestro punto de vista, es el más importante en cuanto a conocimiento
tolteca susceptible de interiorizarse en la práctica cotidiana, durante la vida
de una persona común y corriente. Las 17 técnicas para reducir nuestro ego y
ahorrar energía, resultan un verdadero desafío que requiere de toda la
disciplina, responsabilidad, valor, austeridad y frugalidad existencial, para
implementarlas en la vida cotidiana, y con ello, lograr ser “impecables”.
Solo con ese “intento inflexible” de asumir el
camino del guerrero, puede uno “invertir toda una vida, y tal vez, no
lograrlo”. Las enseñanzas del mundo del nagual están realmente fuera de las
posibilidades humanas comunes y es este el gran error en el que han caído
muchos de sus asiduos e ingenuos lectores y también sus detractores, perderse
en el pavoroso e indescifrable mundo del nagual. Pantano en el que han caído
muchas personas, que terminan en un caos perceptivo de “una realidad” totalmente distorsionada. Tal vez
una de las vivencias más aterrorizadoras para Castaneda fue ver a don Juan
vestido, -impecablemente-, con un traje de tres piezas hecho a la medida y
entender que Don Juan (el gran nagual) se ganaba la vida trabajando en la venta
de plantas curativas por todo México. La enseñanza es que si no se tiene total
y absoluto dominio del mundo del tonal (el mundo cotidiano), ni remotamente se
puede intentar penetrar en el mundo del nagual (el mundo desconocido).
De esta manera, el aporte de la obra de
Castaneda consiste en que presenta sus “consideraciones personales” relativos a
las enseñanzas para uno de los muchos linajes que sobrevivieron al colapso del
periodo Clásico Superior de la civilización del Anáhuac y que habitan en un
ángulo marginal del mundo moderno, totalmente inaccesibles e invulnerables.
Esto no quiere decir que sean “las verdaderas y únicas enseñanzas toltecas”, ni
que “las notas” que Castaneda tomó de lo enseñado por don Juan sean las más
eficientes y veraces. En el mismo prólogo de Viaje a Ixtlán, Castaneda afirma
que fue aprendiz de don Juan por más de diez años y que no había entendido bien
las enseñanzas y el libro era una especie de recuento. La obra de Castaneda nos
enseña que existe una sabiduría ancestral y “otras realidades”, tan reales y
validadas como en la que vivimos. Pero fundamentalmente nos permite visualizar
levemente el portento de la Toltecáyotl.
Otro punto interesante es que, de alguna manera,
el “perfil del guerrero” que nos plantea don Juan, tiene que ver con la forma
cultural en que se manejan las personas provenientes de las llamadas culturas
originarias. En efecto, la cultura dominante ha decretado desde 1521 que los
“indios son tontos, flojos e incapaces”. Sin embargo, con toda su supuesta
“superioridad, poder e inteligencia” no ha podido desaparecerlas ni física ni
culturalmente, lo cual ha sido su objetivo cinco centenario. ¿Qué es entonces
lo que tienen los anahuacas y sus culturas para resistir? Justamente la
Toltecáyotl, pero no como una “filosofía tipo occidental desde la mente para la
mente”, sino como una forma de vida, como una costumbre de vivir en la
tradición ancestral.
La obra de Castaneda puede tomarse como un
referente para percibir -levemente-, la profundidad de la Toltecáyotl, que es sabiduría
sistematizada a través de milenios y que permitió la realización plena del ser
humano, desde los conocimientos para sobrevivir, pasando por la alimentación,
la salud, la educación y la organización social, hasta los relativos a la
trascendencia espiritual. El grave error es creer que las “enseñanzas de don
Juan” son un camino iniciático abierto a cualquiera a través de la lectura. O
creer ingenuamente, que lo escrito por Castaneda son la esencia del
“pensamiento tolteca”, porque el propio don Juan le dice a Castaneda que a lo
largo de los siglos, primero en periodo Postclásico (850 a 1521) y durante el
periodo colonial (de 1521 a la actualidad) la toltequidad tuvo que adaptarse en
la clandestinidad y estuvo fuera del alcance del mundo cotidiano, modificándose
muchos de sus “usos y costumbres”. Sin embargo, a pesar de los pesares, la
Toltecáyotl ha seguido presente y vigente, no solo en las llamadas comunidades
indígenas, sino también en las ciudades y si la “sociedad moderna” no la puede
ver, no quiere decir que no exista.
El problema surge del fundamentalismo de la
“modernidad”, que desde 1492 niega y trata de destruir cualquier otra forma de
percibir el mundo y la vida. Sometiendo no solo a los pueblos explotados, sino
negándoles la condición de seres humanos, y con ello, la capacidad y el derecho
de entender el mundo y la vida de manera diferente a la recién creada
modernidad, que apenas surge en 1492 con el capitalismo. La Toltecáyotl posee más
de tres mil quinientos años de experiencia y sabiduría, en cambio la modernidad
y el capitalismo apenas llevan quinientos años. Mientras la primera percibe al
ser humano y al universo en una relación energética sustentada en la conciencia
y el equilibrio, la segunda percibe al mundo y al ser humano en una relación de
objetos materiales, con un valor comercial y una ganancia económica.
Algunos ingenuos, por decir lo menos, creen que
pueden “convertirse en guerreros” a través de las lecturas y la ingestión de
plantas de Poder como golosinas. En general son gente “rajada” como dice don
Juan, que solo logran abrir aún más su vacío existencial. Los “cientistas”, por
su parte, pretenden someter “al potro de la santa ciencia” las prácticas del
consumo ritual de los enteógenos “replicando científicamente” los relatos de
Castaneda con las plantas de Poder. Ridículo.
Una de las expresiones más nefastas de la
colonización mental y cultural es que Occidente impone “su visión del mundo y
la vida”, como lo único verdadero y posible, como la única realidad “universal”;
y su “magia negra” llamada por ellos “ciencia” ha suplido a Dios y todos los
dogmas, lo que no “confirma” la ciencia no existe y no es verdadero, lo que no
“vea y compruebe” desde su estrecho y oscuro calabozo, no existe en el
inconmensurable, basto, infinito y luminoso universo.
Sea como fuere, la obra de Carlos Castaneda
sigue “navegando” ahora en Internet en estos 45 años de vida plena. Preguntas
que saltan como chapulines en el alfalfar… ¿quién y con qué le dan energía al
inquilino? Al colapso de “la modernidad” y su estrepitoso derrumbamiento ¿le
sigue “el retorno de los brujos”? Podemos esperar “el regreso del chaman
“recargado” y que Castaneda nos escriba otro libro desde “el otro lado del
infinito”. Se podrá escribir algo sobre Castaneda y su obra dentro de cinco
años en…”sus bodas de oro”.
Visite www.toltecayotl.org