El
epistemicidio cometido por los europeos, no solo consistió en la quema de sus
códices, la destrucción de sus centros de estudio y templos, sino que se
asesinó a los hombres y mujeres de conocimiento.
No solo en
el periodo de conquista, sino durante los tres siglos que duró la Colonia, en
el que, la Santa Inquisición, el clero, el poder civil y militar, así como los
españoles y criollos, mantuvieron una acción permanente y sistemática de
persecución y “extirpación” del conocimiento y religión ancestral, por medio de
“autos de fe”, que iban desde quemar vivos a los “indios idólatras”, hasta
desterrarlos, azotarlos, confiscarles
sus bienes y deshonrarlos en las plazas públicas, con la presencia obligada de
todo el pueblo anahuaca, como “castigos ejemplares”. Institucionalizaron el
Terrorismo de Estado.
Sin embargo,
el conocimiento, a pesar de los pesares se ha mantenido en la base y la esencia
de los pueblos y culturas del Cem Anáhuac. Debe tomarse en cuenta que los
toltecas y la Toltecáyotl desaparecieron del tlaltípac aproximadamente a
mediados del siglo IX, pero se han mantenido en la estructura cultural de los
pueblos, familias y personas, en los saberes comunitarios, en los valores y
principios que mantienen en la esencia “el rostro propio y el corazón
verdadero” del pueblo, en el “conocimiento silencioso” o “banco genético de
información cultural”, y en las tradiciones, fiestas, usos y costumbres. Así
como, se supone, en una élite de diversos linajes secretos de los poseedores de
“la antigua palabra” y que desde 1521 los españoles, criollos y mestizos, jamás
los han “detectado” y menos perseguidos. Gozan de “la libertad ilimitada de ser
unos desconocidos”.
Indiscutible
e innegable son las apropiaciones y las imposiciones culturales que han ideo
mezclándose de culturas de muchas partes del mundo, no solo de Europa, en estos
cinco siglos en el Anáhuac, pero la base y la estructura más profunda sigue
siendo la Toltecáyotl, como el Hinduismo lo es para la India, pueblo y cultura
tan antigua como la nuestra. No se puede y no se debe tomar a la cultura mexica
como la representativa de la Civilización del Anáhuac, porque es caer en el
discurso neocolonizador de los criollos, ya que nos impide conocer en toda su
dimensión histórica y filosófica los mayores aportes de nuestra civilización
Madre. No se trata de minimizar o restarle créditos a los mexicas, pero si se
deben situar en la historia del Cem Anáhuac sin distracciones mal
intencionadas.
El mito
fantasioso “del poderoso Imperio Azteca”, es un hechizo ideológico de los
criollos para “hacer suyo el pasado antiguo”, frente a los gachupines que iban
llegado con poder e influencia de la corona.
Los criollos desde el Siglo XVIII, especialmente con Francisco Javier
Clavijero, empezaron a conspirar contra los peninsulares, asumiendo que “ellos
eran los auténticos dueños de las tierras del Virreinato” y que los gachupines
eran advenedizos y oportunistas.
El mismo
concepto de “criollo” en el lenguaje del pueblo, significa “propio u original del lugar”. Hasta en la
actualidad, se usa este concepto para decir “maíz criollo” frente al
transgénico. Gallina criolla, perro criollo, en contra de los “productos de
castilla”, es decir, de España., “nuez de castilla, rosa de castilla, etc.”
Menos aún,
hacer creer que la base cultural del mestizaje es la parte occidental. Efectivamente
somos un pueblo mestizo cultural y racialmente, pero para la mayoría de los
ahora llamados “mexicanos”; la raíz y la percepción del mundo y de la vida viene
de los Viejos Abuelos toltecas, de la Toltecáyotl, y en general de la
civilización del Cem Anáhuac. Siete milenios y medios no pueden ser borrados
por la caída de Tenochtitlán.
Esta
cosmovisión e interpretación está presente en el subconsciente, en las
tradiciones, fiestas, usos y costumbres. Tanto de los pueblos indígenas y
campesinos, como de los urbanos y los que viven en los cinturones periféricos
de las ciudades del país. A principios
del silgo XIX, en el Virreinato, existían un poco más de seis millones de
habitantes de los cuales no más de 15 mil eran peninsulares. En 1970, el 70% de
la población del país vivía en el medio rural. Lo cual nos indica que la gran
“mayoría de los mexicanos” tenemos una raíz cultural y étnica, eminentemente
anahuaca-campesina-indígena.
Uno de los
distintivos más sobresalientes de “las dos civilizaciones” del continente
Americano, (aunque creemos firmemente que las dos son una sola), es que
prevaleció sobre el mundo material, el mundo espiritual.
En efecto,
el no uso de la propiedad privada, la moneda y la no invención de las armas;
así como, la implantación de un sistema educativo obligatorio, público y
gratuito, la comunalidad y la “democracia participativa”, con el énfasis del
Estado por el desarrollo espiritual del pueblo, le dan características muy
especiales que de alguna manera lo hacen diferente a Egipto, Mesopotamia y
China, y más cercano a la India.
A diferencia de otras civilizaciones que
sustentaron su desarrollo en los avances tecnológicos, el comercio, la guerra,
la esclavitud y el autoritarismo, nuestra Civilización Madre se enfocó y
desarrolló en el mundo del desarrollo
espiritual y el desarrollo de la “ciencia fiófila”.
Todas las
civilizaciones antiguas construyeron pirámides, nuestros antepasados fueron los
que construyeron más. En Egipto, hasta ahora se conocen 110 pirámides. Solo en
México, el INAH tiene abierto al público 187 zonas arqueológicas y en cada zona
existe más de una pirámide. Y no se diga, los vestigios arqueológicos que no se
han explorado y los que todavía no han sido descubiertos.
El hecho de
haber invertido tanto tiempo, energía, atención, organización y muchísimas
generaciones de personas en construcciones que no son “palacios, fortalezas,
ciudades o panteones” y menos “centros ceremoniales”, desde la perspectiva
occidental, nos habla de que los pueblos antiguos, no solo los anahuacas,
tenían una visión muy diferente de la vida y el mundo a la que tenemos ahora a
través de la “modernidad” globalizada eurocéntrica.
Un excelente
ejemplo de este vigor civilizatorio, es el caso de la zona arqueológica llamada
Monte Albán (Daany Beédxe en lengua zapoteca), en Oaxaca. Podemos mencionar que
desde el inicio de su construcción (fase I, 500 a.C.) hasta su abandono (fase
III, 850 d.C.), transcurrieron 1350 años de un impresionante, sistemático y
exhaustivo esfuerzo constructivo, en el que intervinieron de manera comunitaria
a través del tequio, todos los pueblos anahuacas que hoy llamamos oaxaqueños,
que anualmente se congregaban para la realización de este longevo y titánico
esfuerzo humano.
Esta
voluntad compartida en un proyecto “abstracto”, es decir, no utilitarista del
mundo material. En el que no caducó el objetivo inicial, porque la planta
arquitectónica de la fase I es igual a la de la fase III de su abandono. Esto
quiere decir que, para lo que la planearon desde el inicio, funcionó durante
1350 años.
Esto nos
debe de hablar del proyecto filosófico, -compartidos universalmente-, que
existió en el Cem Anáhuac, desde lo que hoy es Nicaragua hasta el Norte de E.U.
Las plantas arquitectónicas, las pirámides, los edificios, las estelas,
mantienen, asombrosamente, un común denominador en tiempo y espacio.
El
conocimiento integral compartido por todos los pueblos y culturas representadas
en el quincunce, Nahui Papalotl o Hunab Ku. Los símbolos metafóricos de las
aves, las serpientes y los felinos, los llamados “juegos de pelota”
(observatorios), el complejo y diverso sistema de grecas, la observación de la
mecánica celeste y los diversos calendarios, la armónica relación con la
Naturaleza, el comunitarismo, la democracia participativa “del mandar
obedeciendo”.
Así como, la
conciencia de trascender espiritualmente, y la misión de lo humano, como
corresponsable de la divinidad por mantener el equilibrio y movimiento del
mundo y el universo. Son valores, principios y conocimientos compartidos por
todos los pueblos originarios del continente (Ixachillan en lengua náhuatl), no
solo del Cem Anáhuac.
La pirámide
de desarrollo humano tolteca; el énfasis en la aspiración de trascender la
realidad material a través del uso del “Espejo Humante” para asechar “al
enemigo interior” y luchar por ser lo mejor de uno mismo, en la metáfora
universal de “desprender la materialidad carnal que condena a la corrupción al
cuerpo humano a través del símbolo de Xipe Totec, a través de entablar la
“Batalla Florida” y convertirse en un “Guerrero de la Muerte Florecida” que va
en pos de “la mariposa de obsidiana” para alcanzar la “Luz”. Los logros más
intensos y elevados de la Civilización del Anáhuac.
La
Toltecáyotl nos trasmite, hasta nuestros días, las cinco herencias que nos
definen como pueblo y nos dan ese “rostro propio y ese corazón verdadero”: El optimismo
por la vida, la familia como centro de la vida, el amor por la naturaleza, el
infatigable espíritu constructor y la solidaridad comunitaria.
Un punto
sobresaliente de nuestra civilización es el desarrollo del conocimiento a
través de una ciencia biófila, totalmente vinculados con la espiritualidad,
como un todo integrado e indivisible. La ciencia al servicio del desarrollo espiritual,
y no como occidente y su modernidad, en dónde la ciencia creada a partir del
siglo XVIII, se ha enfocado, -hasta la actualidad-, a la investigación militar,
la explotar al ser humano, la naturaleza y crear riqueza para unos cuantos.
El potencial
más grande que puede llegar a desarrollar el ser humano, es la conciencia de
ser una carga energética, que además, puede manipular a voluntad. La palabra en
lengua náhuatl “tona” se refiere a “la energía”, este conocimiento ancestral es
muy importante y está presente en muchos conceptos de suma importancia en la
cosmogonía del Cem Anáhuac.
Por ejemplo: Tonatiuh el Sol, Tonantzin la Tierra,
Tonacatecutli el Señor del Sustento, tonalli día, Tonalamatl la cuenta de los
días y los destinos, tonacayotl cuerpo humano, tetonalli alma, tonamitl rayo de
sol, itonalmeyotsitsiuan sus rayos luminosos, etc.
La
Toltecáyotl, en su nivel más elevado y abstracto, percibía el mundo y el
universo como una vibración que estaba constituida de dos formas de energía.
Una muy sutil generada por la conciencia de la existencia, metafóricamente
representada por Ehécatl-Quetzalcóatl y la otra generada por los átomos,
representada metafóricamente como Tláloc.
La física cuántica y la teoría de
redes, estarían más cerca de lo que hoy conocemos, para explorar esta sabiduría
desarrollada a través de miles de años y resguardada celosamente, para ser
trasmitida por un pequeño y selecto grupo de hombres y mujeres de conocimiento
o toltecas. Continuará.
Visite www.toltecayotl.org
Un placer leerte, Guillermo. Contigo y con el trabajo de varios toltecas "modernos" estamos logrando que esta increíble y portentosa filosofía de vida vuelva a hacer temblar los espíritus y corazones de los habitantes de Anahuac, Siglo XXI. Gracias por tu dedicación, amor y esfuerzo, estimado.
ResponderEliminarSimplemente maravilloso leer a alguien que "escribe palabras verdaderas" que alimentan el corazón. No desmaye, no descanse, no se rinda, que somos muchos los que esperamos estos contenidos para tener fuerza y claridad en nuestra batalla florida.
ResponderEliminarMuchas gracias Marín, es un deleite aprender y tratar de llevarlo a la práctica.
ResponderEliminarColaboro con mi comentario para que sepas que te leemos y que tu trabajo rinde frutos