El pasado no tiene significado
sino se aplica su sabiduría en el presente. La Toltecáyotl no sirve para nada
si solo es un saber enciclopédico más. Porque “el futuro” se construye
diariamente con la inspiración y la sabiduría de lo mejor de nuestro pasado, lo
mismo como persona, como familia, que como pueblo.
La Toltecáyotl es la mayor y más
valiosa herencia que nos han legado, quienes son los padres fundadores de
nuestra milenaria civilización. El Patrimonio Cultural que han producido a
través de la sabiduría producida por la investigación y sistematización del
conocimiento a lo largo de ocho mil años.
Si la India tiene a Buda y China
al Tao, nosotros, la civilización del Cem Anáhuac, -tan antigua como ellas-,
tenemos la Toltecáyotl. Sabiduría humana que nos ha permitido satisfacer las
necesidades y desafíos materiales de la vida. Pero también, dar respuesta al desafío de
trascender la limitada y efímera existencia humana en el plano material.
La Toltecáyotl es una forma de
vivir. No es una serie de “ideas maravillosas”, exquisitas pláticas de café o
prácticas “esotéricas” de fin de semana. La Toltecáyotl es una sabiduría
vivencial, que se ejecuta diariamente, -“a bayoneta calada”-, en todos nuestros
actos y que enfrenta decididamente “al enemigo interior” en la “batalla
florida”, que se libra en el interior de nuestros sentimientos, pensamientos,
palabras y obras.
La Toltecáyotl no está en los
libros y menos en la verborrea y parafernalia de los “gurúes y maestros de
plástico”. Habita en nuestro interior, latente, entre dormida y acechante. Es
un código de la “guerra interior”. Es un fuego que nos impulsa a ser lo mejor
de nosotros mismos. Es un haz de luz, un fulgor que nos guía, un fuego que
libera.
No está en el rito, ni en la
danza, ni en las pócimas mágicas y el baño purificador, ni en el movimiento de
los astros, ni en la música primigenia. Menos aún en los atuendos, las plumas y
los adornos, ni en la magia de las matemáticas, ni en las manos mágicas que
diestramente hacen copias. La Toltecáyotl no está ahí, pero no invalida ninguna
práctica como “medio”, si se tiene clara conciencia del fin supremo.
Los Viejos Abuelos en la palabra
antigua (Huehuetlatolli), nos legaron “el arte de criar y educar seres humanos”
(Tlacahuapahualistli). Nos dejaron dicho cuando nacemos somos plumitas de
quetzal (niñas) y piedritas preciosas (niños), que venimos a formarnos “un
rostro propio, un corazón verdadero” (in ixtli in yóllotl) a través del trabajo
interno al que llamaron poéticamente “Batalla florida”. Para eso crearon el
primer sistema de educación pública, obligatoria y gratuita del mundo, para
darle a sus hijos “sabiduría a sus rostros” (Ixtlamachiliztli).
Nos dieron como armas “la flor y el
canto” (in xóchitl in cuicatl), entendidos como belleza que implica equilibrio,
y canto, disfrasismo de sabiduría. Para
darnos la cualidad de estar siempre, bien cimentados, profundamente enraizados,
para buscar “la verdad” (Neltiliztli). Nos legaron la sabiduría ancestral
(Tlamatiliztli) y que, hasta la fecha, los hombres y mujeres de conocimiento
(Tlamatinime), la trasmiten a los hijos de los hijos de los toltecas, para
hacerse dignos, amonestarse a sí mismos, para que aprendieran a dialogar con su
corazón (Moyolnonotzani), para “la acción de dar sabiduría a los rostros” (Ixtlamachiliztli)..
La Toltecáyotl se encuentra en la
humildad, la eficiencia, la impecabilidad, en el cotidiano y sistemático
intento inflexible, en la reducción cotidiana de la importancia personal, en la
construcción lenta pero constante de la invulnerabilidad, en el fortalecimiento
constante de un modelo de vida austero, sobrio, frugal, en el reforzamiento
permanente de que no se necesita nada material para disfrutar lo mejor de la
vida y del estar vivo. En la erradicación del egoísmo, la envidia y mezquindad.
Los Viejos Abuelos toltecas a todo esto le llamaron “la acción de darles
sabiduría a los rostros” (Yolmelahualiztli).
La Toltecáyotl es un camino de
conciencia, sacrificio, trabajo, esfuerzo, sufrimiento y dolor. Más no es un “vía
crusis” de tortura y fanatismo. Por el contrario, es un camino de plenitud,
armonía y gozación. De lucha interior y armonía exterior. De exigencia interna
y tolerancia externa. Un mundo de decisiones muy bien pensadas.
La Toltecáyotl es armonía,
equilibrio, medida, justicia, paz y bienestar. Es un sendero que busca el
equilibrio y desarrollo de un metafórico equilibrio a través del ave más bella (quetzal),
entendido como la parte espiritual de nuestra totalidad, y la serpiente (cóatl),
que repta sobre la superficie del mundo (Tlaltípac), metafóricamente como la
parte material de nuestro ser y de nuestro mundo. Alcanzar el equilibrio, es
encarnar al “Quetzalcóatl” en nuestra vida diaria, en “la realidad”, en nuestro
que-hacer. Es llegar al centro, al equilibrio.
Es equilibrar nuestros opuestos
complementarios en el mundo de todos los días. Desarrollar el tonal o mundo
cognoscitivo, masculino y racional. Pero al mismo tiempo desarrollar en
equilibrio el nahual, es decir, la parte intuitiva, femenina y misteriosa del
mundo interior y exterior.
La Toltecáyotl es el refrenamiento,
la sensatez, y la conciencia que lo verdadero y trascendente del mundo y la
vida, no se toca ni se ve, solo se siente en lo más profundo de nuestro ser.
Que lo “más grande” es un “darse cuenta” habitando lo más profundo de nuestro
interior. Que la vida es solo “el momento fugaz” (Kauitl poliuini).
Es saber, en cada acto, palabra y
sentimiento, que nada es para siempre, que a nada nos podemos aferrar y que
nada nos pertenece, que somos efímeros y pasajeros. Que todos los seres vivos
que nos rodean tienen los mismos derechos, desde una hormiga hasta la Madre
Tierra, por lo que todos debemos “ser y estar parejos”. Nadie es más ni menos
que nadie, todos somos uno y cualquiera de nosotros es todos.
Que “todo cuenta” y cada acto nos
acerca a la libertad total, lo que implica: “saber que estamos esperando, lo
qué estamos esperando y lo que pretendemos alcanzar”, por lo cual no andamos retrasados
ni con prisas, no estamos atrapados deseando nada en el pantano del mundo
material, y menos hundidos, en el pozo del placer de los sentidos.
La Toltecáyotl en consecuencia,
implica “hacer brotar a la mariposa interior”, ser útil y servir a la comunidad. Cuidar del
bien más preciado del pueblo que son sus niños y la Madre Tierra. Trabajar sin
miedo y ambición. Sin miedo a perder y sin ambición a ganar. Trabajar diariamente
sin esperar recomenzase, reconocimientos y ganancias personales. Esforzarse más
allá de nuestros límites y disfrutar el silencio interior. Desarrollando día a
día una “inmensa lujuria callada por la vida". Siempre luchando sabiendo que
nada es importante en el mundo, más que la impecabilidad material y la
conciencia espiritual.
Muy pocos deciden intentar vivir
como toltecas, de esos pocos, muchos menos lo logran, pero lo cierto es que,
conociendo la Toltecáyotl, no se puede vivir sin intentarlo todos los días.
Visite www.toltecayotl.org y Facebook Guillermo Marín Ruiz
Me parece hermoso y claro está difícil, pero por supuesto es factible intentarlo!
ResponderEliminarSusana
Excelente publicación...xD
ResponderEliminarMUCHAS GRACIAS POR COMPARTIR ESTE CONOCIMIENTO. ME AYUDA MUCHO EN MI PERSONA.
ResponderEliminarNotable, Guillermo, como siempre. Pondré este artículo en mi página facebook, si no te incomoda.
ResponderEliminarEsta sabiduría, NUESTRA sabiduría, debe ser difundida urbi et orbi porque es un derecho para el ser humano conocerla, y una obligación de nosotros, mostrarla.
Un fuerte abrazo, hermano.
Hermoso....
ResponderEliminarHumilde e impecable, unas cuantas letras con cuanta sabiduría.
ResponderEliminarUno de tus mejores escritos.
Un abrazo
Señor Marín, me parece un trabajo muy interesante y revelador. Muchas personas se quedan "afuera" de la toltequidad y no perciben la profunda y rica raíz humanista. Muchas gracias.
ResponderEliminarCada día más afinado profe Marín...me gustó mucho...adelante!!! necesitamos más para despertar y tomar conciencia de quienes somos.
ResponderEliminarSublime Maestro Marin! muchas gracias por compartir !
ResponderEliminarPocas veces he leído algo tan inspirador y sensato de nuestra herencia cultural, usted me abre una nueva ventana en el conocimiento y me doy cuenta que uno sabe de otras partes del mundo, pero que lo de casa lo desconoce. Muchas gracias, seguiremos atentos sus escritos. Agradecido sincero.
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