Los criollos después de derrotar a los
gachupines en 1821, mantuvieron hipócritamente el sistema colonial y, por
encima, crearon “su país de ellos y para
ellos”.
Indebidamente le pusieron México, en honor y recuerdo de la Ciudad de
México Tenochtitlán. En la memoria histórica se sabía que esta tierra se
llamaba Anáhuac.
Por esta razón Morelos convoca al Primer Congreso del Anáhuac e Iturbide crea el Primer
Imperio Mexicano del Anáhuac.
Aunque los Estados nación nacen en Europa apenas
a principios del siglo XIX y con ellos el nacionalismo. En América nace el
nacionalismo en el siglo XVIII.
En
México nace por la disputa de criollos contra gachupines. En efecto, los
criollos se sienten desposeídos y excluidos en el Virreinato por los
gachupines, que no los dejan alcanzar los más elevados cargos en la
administración, la iglesia, el ejército y el comercio.
Los gachupines y la
misma corona sienten desconfianza de los criollo, pues desde Hernán Cortés que
planeaba independizarse y fundar su propio reino, pasando por su hijo criollo
Martín, y siguiendo sus pasos, en los tres siglos los criollos siempre tuvieron
ideas independentistas y por ello desarrollaron un proto-nacionalismo, mucho
antes que en Europa.
El padre ideológico del nacionalismo criollo
fue el jesuita Francisco Javier Clavijero que, con su obre “La Historia Antigua
de México” escrita en 1780 durante el Virreinato, ya está nombra a su futuro
país como México.
Sin embargo, existe un primer libro “Monarquía Indiana”
escrito en 1592 por Torquemada, que empieza a ver a la cultura náhuatl desde otra perspectiva,
ya no como “primitivos y demoniacos”, porque es en los mexicas, en donde los
criollos sentarán su “más lejano pasado”, como de occidente son los griegos.
Dos hechos pretenden “limpiar la cultura de los vencidos”: El mito de que Santo
Tomás Apóstol vino a predicar al Anáhuac como Quetzalcóatl y la “aparición de
la Virgen de Guadalupe”, fueron pretensiones de occidentalizar al milenario
Anáhuac.
Bustamante
Teresa de Mier
En el inicio del periodo independiente serán
Carlos María Bustamante y Fray Servando Teresa de Mier quienes empezaran a
construir la identidad de “lo mexicano” y por consiguiente el nacionalismo
criollo.
El concepto criollo era es que la nación mexicana se inició con la
fundación de la Ciudad de México Tenochtitlán en 1325, y que fue “invadida por
españoles (gachupines), por lo que la Guerra de Independencia era una lucha de
“reconquista” para sacar a los extranjeros que ocuparon “México” por tres
siglos.
De esta manera, la Patria criolla se apropiaba de un pasado “indígena”,
y los criollos y su ideología representan “lo propio-original de estas
tierras”.
Hasta la actualidad, en el inconsciente colectivo y en la voz popular
se refiere a lo criollo como lo autóctono, por ejemplo: maíz criollo, huevos
criollos, etc.
Salvo el historiador conservador criollo Lucas Alamán, quien
pensaba que el padre la patria era Hernán Cortés, a quien le administró los
bienes a sus descendientes y escondió sus restos para que los nativos no los
ultrajaran, (según él).
En el porfiriato el nacionalismo criollo se
“afrancesó” y modernizó. El indio
representaba un lastre y la identidad nacional miraba a Europa.
En el México
postrevolucionario, en el PRIATO, el nacionalismo fue un proyecto a partir de
la torpe construcción de una Identidad Nacional, en la que todos éramos
iguales, pero unos más iguales que otros.
El nacionalismo criollo
postrevolucionario fue demagógico y la “desindianización” fue una tarea
constante, desde “las misiones culturales” hasta la creación del INI.
El
nacionalismo criollo estaba sustentado en una identidad mestiza amorfa y
dictada por el cine, la radio y la televisión comercial.
A finales del siglo XX y principios del XXI,
finalmente los criollos antagónicos se ponen de acuerdo (liberales-PRI y conservadores-PAN),
hacen las paces e inician un proyecto común a partir del neoliberalismo y la
globalización, entregando la soberanía nacional a los capitales extranjeros.
Es
entonces cuando el nacionalismo criollo se convierte en obsoleto y un estorbo para
la nueva realidad del país.
El nacionalismo contemporáneo se ha convertido
por la magia del marketing en un
producto folclórico-comercial.
Las Fiestas Patrias son solo un pretexto más
para ir a consumir los productos y servicios de las empresas trasnacionales y
las pocas criollas que no han sido vendidas al capital extranjero.
Visite
www.toltecayotl.org
tenemos que echarle las ganas a este país, porque sino caeremos más profundo en la desgracia. Ánimo :-) Antolino
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ResponderEliminarRespetado Profesor Guillermo Marín Ruiz, es muy interesante siempre leer sus sesudos artículos, son objetivos y sobre todo diferentes. Nos invitan a ver las cosas desde otra perspectiva que no se ve en general. !Cómo le hace!, de dónde esa mirada crítica que nos invita a ver la historia de manera diferente. por muchos años su servidor ejercí la docencia y ahora me doy cuenta que nunca analicé lo que enseñé en el caso de la materia de historia. Mis respetos y mi sincera admiración, no pare y siga afinando la mirada crítica. Muchas gracias. Desde la Mixteca lo saluda un admirador anónimo.
ResponderEliminarSi!!! Sigamos fomentando el revanchismo ridículo que nos viene arrastrando entre las patas de los caballos desde hace ya mucho tiempo!!! Que al cabo la nación no tiene suficientes problemas como para revivir añejos y estúpidos odios sin fundamento!!!
ResponderEliminarEscrito con un lenguaje vulgar propio de un resentido falto de todo sentido académico (ya de menos algo de lectura amena). No se le puede pedir peras al olmo. Entre más pasa el tiempo más me convenzo de que los enemigos son más bien traidores dentro de nuestras filas.