El “mundo” es una percepción.
Todo en el universo está constituido de energía. La “materia”, como tal
(sólida), no existe, porque en su esencia, está constituida de energía. Los
protones y neutrones, con los que se conforma los átomos, son energía. Las
moléculas, conformadas por átomos, son por consiguiente energía. De hecho, los
pensamientos son descargas de energía. Así pues, “el mundo” es solo energía en
su esencia íntima y verdadera. La forma de “ver” esa energía, viene de un
proceso mental al que llamamos “percepción”. A su vez, la percepción es
producto de una serie de ideas, principios y valores.
La forma en la que “vemos” el
mundo viene de una ideología. Para el caso de México, siendo un país invadido y
colonizado desde hace cinco siglos, una persona común percibe lo que la
ideología del sistema le hace “ver”. La colonización mental y cultural de los
mexicanos es absoluta y total. Todo el sistema está diseñado desde la óptica de
los invasores. La educación académica, la educación informal, la religión, los
medios masivos, la estética y la cultura.
La civilización del Anáhuac ha
sufrido los embates de la intolerancia y la negación. Desde 1519, el meta
objetivo fue la destrucción de una de las civilizaciones más importantes y
antiguas de la humanidad. El epistemicidio realizado en el continente
Abyanáhuac (Abya Ayala y Anáhuac) no ha tenido precedentes en la historia de la
humanidad. De las seis civilizaciones Madre: Egipto, Mesopotamia, India, China,
Tawantinsuyu y Anáhuac, las dos últimas (que son una sola) han sufrido la más
violenta agresión y la más extensa, en espacio y tiempo.
Pues bien, en esta ocasión nos
referiremos a una imagen que surca el universo de la red, haciendo la
aclaración que, además de ser muy pocas las ilustraciones sobre el holocausto y
el epistemicidio del continente Abyanáhuac, las pocas que existen, están
grotescamente mal intencionadas, haciendo ver a los pueblos invadidos como
salvajes, sumisos y caníbales, totalmente interiorizados. En contra parte, los
invasores y agresores se les pone en actitudes arrogantes y poses victoriosas,
portando armaduras y uniformes, que jamás existieron. Todo esto, en su
conjunto, hace ver a los invadidos agraviados, como inferiores. Lo que demuestra
que la “guerra de conquista”, sigue hasta nuestros días, solo que ahora, además
de ser material, es también sublimacional.
La ilustración que examinaremos
es el encuentro entre Moctezuma y Hernán Cortés a las afueras de Tenochtitlán.
En primer lugar, los dos personajes centrales están en planos diferentes.
Cortés en un plano superior y Moctezuma en uno inferior. El leguaje corporal de
los dos es diametralmente opuesto a lo que debió ser la realidad. Cortés asume
una actitud de vencedor y Moctezuma de vencido. La indumentaria de los dos
tiene la misma característica. Cortés usa una armadura que jamás tuvo, propia
de un rey europeo, y a Moctezuma, lo pintan con un atuendo que no usaban los
tlatoanis, más parecido con el que pintan a Juan Diego.
La escenografía está a favor de
los invasores. Cortés, quien fue “recibido”, está en la entrada de un edificio
como saliendo de él, como si él recibiera a Moctezuma. Este encuentro se dio en
despoblado y no existió construcción alguna. La impresión subliminal es que
Cortés está en “su castillo”, recibiendo a un asustado y temeroso Moctezuma que
está en tierras extrañas, cuando fue exactamente al revés. Cortés no sabía a qué
atenerse, y solo, por la perversa asesoría de Malinche, se atrevió a ir a
Tenochtitlán, que era la ciudad más grande de aquel tiempo.
Las personas que rodean a
Moctezuma y a Cortés son invasores, portando uniformes y armaduras que jamás
usaron, porque eran aventureros pobres que se costeaban por ellos mismos sus
armas, vestimentas, alimentos y curaciones. En el Siglo XVI no existían los ejércitos
modernos, con uniformes, grados y armas reglamentarias. Lo que había eran los
llamados “Tercios”, que eran mercenarios, asesinos al mejor postor. Más
pareciera la imagen de un Moctezuma llegado a un castillo de Cortés en España.
Los únicos “nativos” son un niño indígena “sirviendo” de paje de Cortés,
cargando un casco de armadura.
En pocas palabras. Los nativos
interiorizados. Un niño de "sirviente", una mujer en calidad de "amante" y
traidora, y un tlatoani "débil", indefenso y asustado. La ilustración, como la
mayoría sobre este tema, está cargada de una ideología hispanista, colonizadora
y totalmente tergiversadora de la realidad. Que pretende someter al ingenuo y
desinformado espectador a la permanente y sistemática colonización mental e intelectual.
El mito de que un puñado de
españoles conquistó a un poderoso imperio, es parte de la conquista cotidiana,
una conquista ideológica que somete y amordaza a los invadidos aún más. El
mensaje es profundo, contundente y efectivo. Los extranjeros son superiores a
los nativos. Entre un Cortés que conquistó a los mexicas y un Carlos Slim que
de la nada, se vuelve el hombre más rico de México, no hay ninguna diferencia.
Los extranjeros son más inteligentes, esforzados y eficaces que los nativos.
“Así ha sido, así es y así será”, hasta el fin de los tiempos. Resígnense
nativos, a ustedes históricamente les toco perder.
La conquista y colonización sigue
vigente hasta nuestros días. Más eficiente y más perversa, por consiguiente,
más dañina y demoledora. Sobre todo, porque ahora los invadidos no se dan
cuanta de su situación.
Piensan y actúan como
“conquistados-conquistadores y colonizados-colonizadores”.
Descolonizar es
dignificar.
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