Un dato que nos revela Castaneda y que pasa aparentemente desapercibido al principio de la obra es el que Don Juan trabaja. Efectivamente, desde siempre Don Juan, Don Genaro y todos los aprendices trabajan en el mundo ordinario. Don Juan le dice que tendrá que estar en la ciudad dos días “para atender negocios”. El nagual vendía plantas medicinales a una red intrincada y muy bien comunicada de “curanderos y tizateros”[1]. Estas personas de conocimiento, a pesar de tener “poderes sobrenaturales”, se camuflajeaban entre el ir y venir de la gente, para pasar inadvertidos, pero además, tenían pleno dominio sobre el mundo cotidiano.
Para Don Juan sus conocimientos formaban una mínima parte de un milenario saber que había florecido cientos (o acaso miles) de años antes de la Conquista. Don Juan se decía tolteca y a su conocimiento le nombraba Toltequidad. Ésta --contaba- se inició con el uso de plantas de poder y, a través de siglos de experimentación, los usuarios aprendieron a "ver". Al iniciar las enseñanzas de cómo ver, fincaron el inicio de su perdición, ya que se obsesionaron en los mundos que veían, socavando sus fuerzas. Cuando a estas tierras llegaron los invasores, éstos se apoderaron de los conocimientos superficiales de dicho saber (por eso, dice Don Juan, es que hay tanto hechicero y diablero que sólo manejan artes fantásticas, pero sin el conocimiento profundo).
Los hombres de conocimiento que sobrevivieron a ese "descalabro" hicieron un recuento de sus prácticas y decidieron implementar una nueva serie de técnicas y prácticas que llamaron "el camino del guerrero". Más tarde, a la llegada de los españoles, los hombres de conocimiento han tenido que replegarse y actuar con una inmensa discreción. En los tres siglos de la Colonia fueron perseguidos y casi exterminados; y en los doscientos años de neocolonización, sólo a través de una práctica impecable es como han logrado continuidad y presencia hasta nuestros días.
Don Juan menciona que en 1723 se formó una nueva camada de linajes muy especiales, que se dedicaron a “trabajar el asecho, el ensueño y el intento”, los otros siguieron trabajando el baile, las curaciones, la brujería, etc. Pero los linajes de conocimiento igual al de Don Juan, “nuca se cruzan en el camino”, no tienen contacto entre sí. Este giro especial creó linajes muy personales. El de Don Juan lleva catorce naguales y ciento veintiséis videntes. Pero por lo sucedido en 1723, el linaje de Don Juan se divide en dos partes. Los primeros seis naguales que existieron hasta el “encuentro que cambió el linaje en 1723” y los ocho posteriores naguales. Esto se verá más adelante en la obra y tiene que ver con lo que Don Juan llamaba “El inquilino”.
El mundo de lo "mágico y misterioso" vive presente no sólo en las comunidades indígenas y campesinas sino también en los grupos urbanos que recurren permanentemente a sus prácticas, ya sea por necesidades curativas o por conflictos emanados de aspectos personales y/o económicos. Aun en círculos más elevados de la economía y la política, es muy frecuente ver a gente “poderosa" visitar a quienes manejan cierto tipo de conocimientos mágicos.
El mexicano de cualquier nivel económico o cultural guarda un espacio, a veces reducido, a veces más grande, para lo sobrenatural. El carácter espiritual y mágico del subconsciente colectivo en México, tiene diversas maneras de expresión a través de las creencias, tradiciones y costumbres del México contemporáneo.
Paradójicamente, la obra de Castaneda ha recibido el silencio de la intelectualidad mexicana, salvo el prólogo de Octavio Paz al primer libro que llegó a México como un "best seller". El silencio ha sido, en general, la respuesta a la obra. México es un país colonizado culturalmente y entre sus grandes desafíos está el de superar este problema. Pero si por una parte ha existido este silencio de la intelectualidad, por otra existen asiduos lectores que han seguido uno a uno los libros del autor. Cuando terminé este trabajo en 1991, le pedí a mi maestro y amigo, el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, que me prologara la obra y su negativa fue rotunda.
El hacer una lectura de las enseñazas de Don Juan, desde la perspectiva de la civilización del Anáhuac, resulta otra opción que nos ofrece esta extensa y profunda obra. No se pretende negar el sentido “individual” que nos trasmitió magistralmente Castaneda. Es más, en la misma obra, Don Juan dice que el Poder le encomienda a Castaneda a que escriba su experiencia. Esa fue la tarea asignada a Castaneda.
Pero no debemos olvidar que “las enseñanzas” no las inventó Don Juan y menos Castaneda. Es una parte mínima del legado cultural de los toltecas al Anáhuac[2]. Este legado permitió el desarrollo de mil años de esplendor (200 a.C – 850 d.C.) e impulsó la construcción de más de dos mil construcciones que hoy llamamos “zonas arqueológicas”, la invención del maíz, el chocolate, la vainilla, el chicle, la cuenta perfecta del tiempo y sus diversos calendarios, el cero matemático, las chinampas, el sistema de cargos, el sistema publico de educación obligatoria y gratuita durante por lo menos mil quinientos años, entre muchos otros logros que, no pudieron florecer sin una estructura de pensamiento en la que se desarrollara con plenitud, coherencia una de las seis civilizaciones más antiguas del planeta.
La Toltecáyotl o toltequidad, comprende no sólo los conocimientos para recibir “El Don del Águila”, como lo llama el linaje de Don Juan Matus, o lograr la trascendencia de la existencia como la llaman los investigadores de las civilizaciones. La Toltecáyotl son la suma de los conocimientos que permiten que el ser humano desarrollarse en el plano material y en el plano espiritual.
No todos los seres humanos, de la época de los toltecas y de la actualidad, pueden convertirse en guerreros. La maestría del estar conciente, del asecho, del ensueño y del intento, es sólo para una pequeñísima minoría. Las enseñanzas de Don Juan, especialmente las que permiten “el ahorro de la energía”, son una metodología excelente que nos permite, en el mundo del tonal, mejorar como ser humano. Es aquí el gran valor de la obra.
“-Mucho tiempo antes de que los españoles llegaran a México -dijo- existían extraordinarios videntes toltecas, hombres capaces de actos inconcebibles. Eran el último eslabón en una cadena de conocimiento que se extendió a lo largo de miles de años...
Don Juan explicó entonces que su uso del término "tolteca" no correspondía a la manera como yo lo usaba. Para mí significaba una cultura, el imperio tolteca. Para él, el término "tolteca" significaba "hombre de conocimiento".
Dijo que en la época a que se refería, siglos o tal vez incluso milenios antes de la Conquista española, todos aquellos hombres de conocimiento vivían dentro de una vasta área geográfica, al norte y al sur del valle de México…
-Después que el mundo de los primeros toltecas fue destruido, los videntes que sobrevivieron se recluyeron y empezaron un recuento de sus prácticas. Lo primero que hicieron fue establecer el acecho, el ensoñar y el intento como los procedimientos claves, luego descontinuaron el uso de las plantas de poder; quizás eso nos da cierta idea de lo que realmente les sucedió con las plantas de poder.
"El nuevo ciclo apenas comenzaba a establecerse cuando los conquistadores españoles acabaron con todo...
-¿Y cómo está la cosa hoy en día?
-Hay unos cuantos. Como tú comprenderás, están dispersos por todas partes.
-¿Los conoce, usted, don Juan?
-Una pregunta tan sencilla es la más difícil de contestar -repuso-. Hay unos a quienes conocemos muy bien. Pero no son exactamente como nosotros, porque se han concentrado en otros aspectos específicos del conocimiento, tales como bailar, curar, embrujar, hablar, en vez de lo que recomiendan los nuevos videntes: el acecho, el ensueño y el intento. Los que son exactamente como nosotros no cruzarían nuestro camino. Así lo dispusieron los videntes que vivieron durante los tiempos coloniales para evitar ser exterminados por los españoles. Cada uno de esos videntes fundó un linaje. Y no todos ellos tuvieron descendientes, de modo que quedan muy pocos...
Explicó que todos los linajes fueron iniciados en la misma época y de igual manera. Hacia fines del siglo dieciséis cada nagual se cerró en sí mismo y aisló a su grupo de videntes para que no tuvieran ningún contacto abierto con otros videntes. La consecuencia de esa drástica segregación fue la formación de linajes individuales. Dijo que nuestro linaje estaba compuesto de catorce naguales y ciento veintiséis videntes. Algunos de esos catorce naguales tuvieron solamente siete videntes con ellos, otros tuvieron once y algunos hasta quince...
Don Juan me aseguró que nuestro linaje era bastante excepcional, porque sufrió un cambio drástico en el año 1723…
-¿Quién les enseñó todo eso? -pregunté.
-Aprendieron todo por su cuenta, eran videntes, veían -contestó-. La mayoría de lo que sabemos en nuestro linaje fue obra de ellos. Los nuevos videntes corrigieron los errores de los antiguos videntes, pero la base de lo que conocemos y hacemos está perdida en el tiempo de los toltecas...” Carlos Castaneda. El Fuego Interno.
Para Don Juan sus conocimientos formaban una mínima parte de un milenario saber que había florecido cientos (o acaso miles) de años antes de la Conquista. Don Juan se decía tolteca y a su conocimiento le nombraba Toltequidad. Ésta --contaba- se inició con el uso de plantas de poder y, a través de siglos de experimentación, los usuarios aprendieron a "ver". Al iniciar las enseñanzas de cómo ver, fincaron el inicio de su perdición, ya que se obsesionaron en los mundos que veían, socavando sus fuerzas. Cuando a estas tierras llegaron los invasores, éstos se apoderaron de los conocimientos superficiales de dicho saber (por eso, dice Don Juan, es que hay tanto hechicero y diablero que sólo manejan artes fantásticas, pero sin el conocimiento profundo).
Los hombres de conocimiento que sobrevivieron a ese "descalabro" hicieron un recuento de sus prácticas y decidieron implementar una nueva serie de técnicas y prácticas que llamaron "el camino del guerrero". Más tarde, a la llegada de los españoles, los hombres de conocimiento han tenido que replegarse y actuar con una inmensa discreción. En los tres siglos de la Colonia fueron perseguidos y casi exterminados; y en los doscientos años de neocolonización, sólo a través de una práctica impecable es como han logrado continuidad y presencia hasta nuestros días.
Don Juan menciona que en 1723 se formó una nueva camada de linajes muy especiales, que se dedicaron a “trabajar el asecho, el ensueño y el intento”, los otros siguieron trabajando el baile, las curaciones, la brujería, etc. Pero los linajes de conocimiento igual al de Don Juan, “nuca se cruzan en el camino”, no tienen contacto entre sí. Este giro especial creó linajes muy personales. El de Don Juan lleva catorce naguales y ciento veintiséis videntes. Pero por lo sucedido en 1723, el linaje de Don Juan se divide en dos partes. Los primeros seis naguales que existieron hasta el “encuentro que cambió el linaje en 1723” y los ocho posteriores naguales. Esto se verá más adelante en la obra y tiene que ver con lo que Don Juan llamaba “El inquilino”.
El mundo de lo "mágico y misterioso" vive presente no sólo en las comunidades indígenas y campesinas sino también en los grupos urbanos que recurren permanentemente a sus prácticas, ya sea por necesidades curativas o por conflictos emanados de aspectos personales y/o económicos. Aun en círculos más elevados de la economía y la política, es muy frecuente ver a gente “poderosa" visitar a quienes manejan cierto tipo de conocimientos mágicos.
El mexicano de cualquier nivel económico o cultural guarda un espacio, a veces reducido, a veces más grande, para lo sobrenatural. El carácter espiritual y mágico del subconsciente colectivo en México, tiene diversas maneras de expresión a través de las creencias, tradiciones y costumbres del México contemporáneo.
Paradójicamente, la obra de Castaneda ha recibido el silencio de la intelectualidad mexicana, salvo el prólogo de Octavio Paz al primer libro que llegó a México como un "best seller". El silencio ha sido, en general, la respuesta a la obra. México es un país colonizado culturalmente y entre sus grandes desafíos está el de superar este problema. Pero si por una parte ha existido este silencio de la intelectualidad, por otra existen asiduos lectores que han seguido uno a uno los libros del autor. Cuando terminé este trabajo en 1991, le pedí a mi maestro y amigo, el Dr. Guillermo Bonfil Batalla, que me prologara la obra y su negativa fue rotunda.
El hacer una lectura de las enseñazas de Don Juan, desde la perspectiva de la civilización del Anáhuac, resulta otra opción que nos ofrece esta extensa y profunda obra. No se pretende negar el sentido “individual” que nos trasmitió magistralmente Castaneda. Es más, en la misma obra, Don Juan dice que el Poder le encomienda a Castaneda a que escriba su experiencia. Esa fue la tarea asignada a Castaneda.
Pero no debemos olvidar que “las enseñanzas” no las inventó Don Juan y menos Castaneda. Es una parte mínima del legado cultural de los toltecas al Anáhuac[2]. Este legado permitió el desarrollo de mil años de esplendor (200 a.C – 850 d.C.) e impulsó la construcción de más de dos mil construcciones que hoy llamamos “zonas arqueológicas”, la invención del maíz, el chocolate, la vainilla, el chicle, la cuenta perfecta del tiempo y sus diversos calendarios, el cero matemático, las chinampas, el sistema de cargos, el sistema publico de educación obligatoria y gratuita durante por lo menos mil quinientos años, entre muchos otros logros que, no pudieron florecer sin una estructura de pensamiento en la que se desarrollara con plenitud, coherencia una de las seis civilizaciones más antiguas del planeta.
La Toltecáyotl o toltequidad, comprende no sólo los conocimientos para recibir “El Don del Águila”, como lo llama el linaje de Don Juan Matus, o lograr la trascendencia de la existencia como la llaman los investigadores de las civilizaciones. La Toltecáyotl son la suma de los conocimientos que permiten que el ser humano desarrollarse en el plano material y en el plano espiritual.
No todos los seres humanos, de la época de los toltecas y de la actualidad, pueden convertirse en guerreros. La maestría del estar conciente, del asecho, del ensueño y del intento, es sólo para una pequeñísima minoría. Las enseñanzas de Don Juan, especialmente las que permiten “el ahorro de la energía”, son una metodología excelente que nos permite, en el mundo del tonal, mejorar como ser humano. Es aquí el gran valor de la obra.
“-Mucho tiempo antes de que los españoles llegaran a México -dijo- existían extraordinarios videntes toltecas, hombres capaces de actos inconcebibles. Eran el último eslabón en una cadena de conocimiento que se extendió a lo largo de miles de años...
Don Juan explicó entonces que su uso del término "tolteca" no correspondía a la manera como yo lo usaba. Para mí significaba una cultura, el imperio tolteca. Para él, el término "tolteca" significaba "hombre de conocimiento".
Dijo que en la época a que se refería, siglos o tal vez incluso milenios antes de la Conquista española, todos aquellos hombres de conocimiento vivían dentro de una vasta área geográfica, al norte y al sur del valle de México…
-Después que el mundo de los primeros toltecas fue destruido, los videntes que sobrevivieron se recluyeron y empezaron un recuento de sus prácticas. Lo primero que hicieron fue establecer el acecho, el ensoñar y el intento como los procedimientos claves, luego descontinuaron el uso de las plantas de poder; quizás eso nos da cierta idea de lo que realmente les sucedió con las plantas de poder.
"El nuevo ciclo apenas comenzaba a establecerse cuando los conquistadores españoles acabaron con todo...
-¿Y cómo está la cosa hoy en día?
-Hay unos cuantos. Como tú comprenderás, están dispersos por todas partes.
-¿Los conoce, usted, don Juan?
-Una pregunta tan sencilla es la más difícil de contestar -repuso-. Hay unos a quienes conocemos muy bien. Pero no son exactamente como nosotros, porque se han concentrado en otros aspectos específicos del conocimiento, tales como bailar, curar, embrujar, hablar, en vez de lo que recomiendan los nuevos videntes: el acecho, el ensueño y el intento. Los que son exactamente como nosotros no cruzarían nuestro camino. Así lo dispusieron los videntes que vivieron durante los tiempos coloniales para evitar ser exterminados por los españoles. Cada uno de esos videntes fundó un linaje. Y no todos ellos tuvieron descendientes, de modo que quedan muy pocos...
Explicó que todos los linajes fueron iniciados en la misma época y de igual manera. Hacia fines del siglo dieciséis cada nagual se cerró en sí mismo y aisló a su grupo de videntes para que no tuvieran ningún contacto abierto con otros videntes. La consecuencia de esa drástica segregación fue la formación de linajes individuales. Dijo que nuestro linaje estaba compuesto de catorce naguales y ciento veintiséis videntes. Algunos de esos catorce naguales tuvieron solamente siete videntes con ellos, otros tuvieron once y algunos hasta quince...
Don Juan me aseguró que nuestro linaje era bastante excepcional, porque sufrió un cambio drástico en el año 1723…
-¿Quién les enseñó todo eso? -pregunté.
-Aprendieron todo por su cuenta, eran videntes, veían -contestó-. La mayoría de lo que sabemos en nuestro linaje fue obra de ellos. Los nuevos videntes corrigieron los errores de los antiguos videntes, pero la base de lo que conocemos y hacemos está perdida en el tiempo de los toltecas...” Carlos Castaneda. El Fuego Interno.
[1] Personas que venden en los mercados plantas medicinales en todos los mercados de México.
[2] Nombre original de lo que hoy conforma el territorio de México.
( * ) Tomado del libro PARA LEER A CARLOS CSTANEDA
saludos muy buena la explicación, mi parecer es que los nuevos videntes encontraron un desafío magnifico, y el intento les dio la oportunidad de conocer la regla de el Nahual y ponerla al alcance de todos, las nuevas tecnologías ayudan a su difusión y por lo tanto pronto tendremos muchos nahuales adentrándose en el misterio ,quien sabe a donde llegara este cambio de rumbo?
ResponderEliminar