A la misteriosa partida de “los venerables maestros toltecas”, los pueblos y culturas en todo el Cem Anáhuac empezaron, poco a poco, a desafinar y trastocar las leyes, normas, reglas y tradiciones para gobernar, dirigir y administrar a los pueblos que los toltecas les habían enseñado y supervisado por más de diez siglos. Se empezaron a desquebrajar las sólidas estructuras sociales y empezó a ganar fuerza “la inercia de la materia”, es decir, la ambición, la egolatría, la codicia, la envidia, el abuso y la violencia.
Los dirigentes dejaron de ser “los hombres verdaderos”, ya no fueron más “las teas que no humean” y empezaron a trasmitir el poder por líneas familiares hasta convertirse en linajes. Los administradores no fueron los más honestos, sino los más listos, los sacerdotes crearon sus propios linajes y se empezó a corromper la religión que enseñó Quetzalcóatl.
Nada nuevo pasó en el Cem Anáhuac que no se haya visto en la historia de la humanidad. La pobreza de espíritu y el deslumbramiento por las metas materiales se fue imponiendo a conveniencia para mantener el poder. La Toltecáyotl empezó a sufrir lentamente cambios negativos que hicieron perder el sentido original que buscaba guiar a los seres humanos en sociedad por un camino de virtud y de impecabilidad.
Las costumbres, la religión, la administración y el gobierno se relajaron. Los nuevos linajes empezaron a crear los “Señoríos”. Pequeñas ciudades-estado con una influencia en una amplia zona rural. Los conflictos y las guerras no se hicieron esperar. El ideal de los pueblos y culturas del Postclásico, fue tratar de restaurar el dominio tolteca, no por medio de la sabiduría y la virtud, sino por medio de las armas y las alianzas.
En el seno de la civilización anahuaca, no existió el culto al consumo, no se producían “muchos bines” y de ellos, muy pocos fueron de lujo. Los productos que se producían siempre fueron de auto consumo de manera familiar y comunal. El trueque satisfacía las pocas necesidades de consumo. Esto cambió un poco a partir de 1440, cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel le dieron un especial énfasis al consumo y a los objetos de lujo en la expansión de la Triple Alianza. En este tiempo los pochetcas o comerciantes-espías, empezaron a usar el cacao y artículos hechos en cobre, como instrumentos “de cambio”, aunque nunca llegaron a crear una moneda.
En estos tres siglos y medio, entre la partida de los toltecas que provocó el “colapso del periodo Clásico” y la llegada de los mexicas al Altiplano Central, los pueblos y culturas del Cem Anáhuac sufrieron guerras internas y regionales por el poder y su consolidación, que nunca llegó a ser total, como en los tiempos de los toltecas.
Las ciudades-estado o Señoríos empezaron a florecer en todo el Cem Anáhuac en el periodo Posclásico. En la zona maya fueron principalmente Chichen Itza y Mayapán. En la zona oaxaqueña Tututepec, Zaachila y Tehuantepec. En el Altiplano Central Tenochtitlán y Tula. En el Occidente Tzintzuntzan y Tinganbato. En las costas del Golfo de México Cempuala. La intención de re-crear el mítico “imperio tolteca” estuvo presente en los pueblos y culturas del Posclásico.
Personajes como: Cosijoeza zapoteca, Ocho Venado Garra de Jaguar mixteco, Moctezuma Ilhuicamina, Tlacaélel y Axayácatl mexicas, Huitzimengari y Calzonzin purépechas, entre muchos otros, buscaron por medio de las armas y las alianzas recuperar la hegemonía tolteca del Cem Anáhuac, pero ninguno lo logró y sus victorias fueron temporales y de espacios reducidos geográficamente en relación a todo el Anáhuac.
Los mexicas llegaron al Valle de México en calidad de nómadas, cazadores, recolectores. No sabían hablar la milenaria lengua náhuatl, no sembraban maíz, ni tejían algodón. Los códices de aquellos tiempos los describieron como “el pueblo sin rostro”. Su historia ha sufrido muchos cambios.
Primero fue registrada por los pueblos antiguos como vagabundos e incivilizados. Posteriormente, siendo Tlacaélel el Cihuacóatl de Tenochititlán, mandó destruir la historia antigua del Cem Anáhuac y creó una nueva versión, en donde los mexicas ocuparán el lugar central, apropiándose de mitos de origen del Anáhuac. Como el de la famosa peregrinación que partió de un lugar de las siete cuevas, en búsqueda de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de madre virgen. Posteriormente los conquistadores y los misioneros en el siglo XVI presentaron a los mexicas como caníbales e idólatras para justificar sus crímenes de “lesa humanidad”. Para el siglo XVIII los criollos los presentan míticamente como “los romanos” de estas antiguas tierras, en la búsqueda de una identidad original gloriosa. Y finalmente, para la Historia Oficial neo-colonial contemporánea, los mexicas se convierten en aztecas y son la “cultura más importante” que representa la historia antigua del Cem Anáhuac.
En efecto, Tlacaélel cambió el sentido místico-espiritual tolteca, por una ideología guerrera materialista inspirada en su numen tutelar Huichilopoztli. Este cambio no solo “desbancó” a Quetzalcóatl, sino que le dio a la sociedad mexica un poder relativo y muy corto, del año 1440 a 1521. Y fincó las bases para que a la llegada de los europeos se produjera una guerra civil entre los pueblos del Anáhuac. Unos defendían la validez de la “moderna” dualidad Tláloc-Huichilopoztli encabezados por los mexicas. Y el otro bando defendía la milenaria dualidad tolteca de Tláloc-Quetzalcóatl abanderada por las mentiras y argucias de Hernán Cortés, quien se autonombró “embajador y capitán de Quetzalcóatl”.
La trasgresión de la Toltecáyotl cambió el sentido místico-espiritual de la sociedad, por un sentido bélico-material. La Guerra Florida tolteca de carácter espiritual y personal, pasó, con las reformas de Tlacaélel, a ser una guerra material contra los pueblos vecinos, para imponer grandes tributos y tomar prisioneros para sacrificarlos y “alimentar al Sol”. Las milenarias escuelas toltecas de virtud y conciencia espiritual, pasaron a ser escuelas militares. La sociedad en su conjunto se militarizó y empezó a desarrollar el culto al poder político, a la riqueza material y al consumo de sofisticados productos traídos de lejanas tierras, vía el comercio o los tributos.
Sin embargo, pesaba de gran manera sobre la dirigencia mexica la anunciada profecía del esperado y temido regreso de Quetzalcóatl cada 52 años, en la que se podía cumplir la fatídica profecía en la fecha “uno caña”. A pesar del poder creciente de los mexicas y sus aliados, para la cercana fecha de la profecía se habían visto en las costas del Golfo de México –por dónde debía regresar Quetzalcóatl- las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y de Juan de Grijalva en 1518.
Moctezuma Xocoyotzin y el Consejo Supremo o Tlatócan, estaban a la expectativa y temerosos de que se cumpliera la profecía, en razón de que las reformas ideológicas-religiosas de Tlacaélel habían trasgredido la enseñanza de Quetzalcóatl. Moctezuma no actuó por propia decisión. Como todo tlatuani en el Anáhuac, mandaba obedeciendo al Tlatócan.
Se enteró de que era el año de la profecía y que por los anteriores avistamientos de las expediciones de Hernández y Grijalva, los pueblos del Anáhuac estaban al borde de un estallido social de carácter religioso, político y militar. Por lo cual se asumió como “el capitán de Quetzalcóatl” y tomando la calidad de “su embajador”, se dirigió a Tenochtitlán para provocar una guerra civil en contra de los mexicas, apoyado por sus enemigos históricos y por los aliados de los mexicas, que vieron en los europeos cumplida la profecía y buscaron la alianza de los portadores de la antigua religión, ahora “representada por Cortés”.
La “verdadera historia de la conquista” no fue “un hecho glorioso de armas de los 850 aventureros” europeos. Fue en cambio: “Un estallido social” producido por las trasgresiones a la enseñanza y religión de Quetzalcóatl. Por los abusos y atropellos cometidos por la Triple Alianza y su nueva ideología materialista-místico-guerrera. Por el agotamiento de un modelo que estaba alejado totalmente de las formas culturales ancestrales de todos los pueblos del Anáhuac.
LA HERENCIA TOLTECA EN LA MATRIA
Lo que hoy conforma el territorio nacional, fue la cuna de la civilización del Anáhuac. La nación mexicana cuenta con una historia de aproximadamente ocho mil años, de los cuales, los primeros siete mil quinientos fueron “construidos” exclusivamente con la impronta de la civilización del Anáhuac.
Las raíces y la esencia más profundas de nuestro “Ser”, nos la ha dado “la cultura Madre”. Apenas hace cinco siglos esta inmensa estructura civilizatoria ha sido enriquecida por diversas culturas venidas de Europa, Asia y África, y hoy, como todos los pueblos del mundo ha sufrido un intenso mestizaje que la ha hecho más rica, fuerte y variada, pero nunca ha perdido su raíz y esencia original. El problema es que la colonización nos impide verla, sentirla y dimensionarla en nuestra vida cotidiana. Pero sobre todo, nos impide recurrir a este inconmensurable patrimonio para construir un futuro justo y propio, como individuos y como pueblo.
Para las personas, familias y comunidades que “descienden espiritualmente” de la civilización Madre, el futuro se encuentra en la recuperación plena y consciente de su pasado. En tal suerte, el trabajo por recuperar la memoria histórica, el lenguaje, los conocimientos, los espacios y el sentido espiritual y sagrado del mundo y la vida, se convierte en un desafío impostergable e irrenunciable, porque; como personas, familia o comunidad: “somos lo que recordamos”.
Los mexicanos tenemos una “Patria” que nace apenas en 1821 con la consumación de la Independencia Nacional. Que ha cambiado sucesivamente su rostro, valores y prioridades. Y también tenemos una “Matria” que nace aproximadamente hace ocho mil años y que se mantuvo en esencia inalterada en los primeros siete milenios y medio, y que, en los últimos cinco siglos se ha agazapado y “encubierto” en una maravillosa e increíble “cultura de resistencia”, para seguir presente en la actualidad.
La Matria, por el contrario, es milenaria, abstracta y se manifiesta por ancestrales sentimientos, actitudes, tradiciones, fiestas, usos, costumbres. Nace como un proyecto endógeno y autónomo de desarrollo humano. Está asociada de manera profunda a la espiritualidad, sus creaciones son anónimas, autónomas e históricas. En general, la “Matria” siempre a protegido en su amoroso seno a todos sus hijos.
A partir de la Teoría del Control Cultural, “de lo propio y lo ajeno”, del Dr. Guillermo Bonfil Batalla podemos definir: La “Patria” resulta ajena. La “Matria” es propia. La primea la dirigen y controlan una elite económica y política. La segunda la conforma y vive todo el pueblo. Para el ciudadano común el “control” de la “Patria” es ajeno. En cambio el “control” de la “Matria” es propio. Las “decisiones” sobre la “Patria” no son propias. Las “decisiones” sobre la “Matria” son propias. La “Patria” es un fenómeno de “cultura impuesta”. La “Matria” es un fenómeno de “cultura autónoma”.
La “Patria” viene de la inspiración del mundo grecolatino y se materializa con la creación del primer país del mundo, Estados Unidos, en 1776 y posteriormente la Revolución Francesa. La “Matria” en cambio nace en nuestra tierra y con nuestra gente hace aproximadamente ocho milenios y es una de las seis civilizaciones más antiguas con origen autónomo de la historia de la humanidad. Posee una milenaria sabiduría en la alimentación, la salud, la educación, la organización y mantuvo por milenios un mismo “propósito social” dirigido hacia lo sagrado y divino del mundo y la vida.
La “Matria” basa sus fuerzas sustentadoras en la conciencia espiritual del individuo, la unión de la familia en los valores y actitudes ancestrales, el respeto absoluto a la Naturaleza. La cohesión de la comunidad y el comunitarismo, por lo que rechaza la propiedad privada, el uso de las armas y la violencia, así como el uso de la moneda, el atesoramiento y la explotación. La organización y dirección se basa en “el servicio a la comunidad”, a través del “mandar obedeciendo”.
La “Matria” nos ha legado cuatro actitudes ante la vida y el mundo: Los valores acendrados que unen a la familia y a la comunidad. Un infatigable espíritu constructor. El amor y respeto a la Naturaleza. Una visión mística y espiritual ante el mundo y la vida.
CONCLUSIÓN FINAL.
“El futuro de México es su pasado”. La civilización del Anáhuac sigue viva y presente en muchos espacios de nuestra vida cotidiana. Tenemos que recuperar la memoria histórica y conocer la verdad sobre nuestro grandioso pasado. Poner punto final a la “historia de los vencedores” que ha negado cualquier logro a la civilización invadida para justificar los crímenes de lesa humanidad de la ocupación-destrucción. Requerimos “re-insertarnos” en nuestra propia historia para tener continuidad y dejar de ser “un apéndice” de la historia occidental.
Necesitamos comprometernos en la investigación y el profundo análisis del pasado anahuaca, porque constituyen los más profundos cimientos de lo que somos en esencia y que podemos ser. Desechando y poniendo fin a la violenta colonización intelectual, cultural y espiritual, que nos han sometido en estos cinco siglos. Necesitamos comenzar a hacer, imperiosamente, “arqueología del Espíritu” en lo más profundo de nuestro ser.
Requerimos en consecuencia saber cuáles fueron los Elementos Culturales que durante más de siete milenios impulsaron el desarrollo humano de nuestra “cultura Madre”. Cuál fue el “propósito social” que animó nuestro desarrollo durante tanto tiempo. Cuáles fueron los valores, principios, sentimientos y actitudes, que coadyuvaron en la formación y concepción del “individuo”, la familia, la comunidad, el gobierno y el Estado.
2 comentarios:
te felicito, la mejor sintesis que he leido del mexico antiguo. como hacer para que mas gente se entere?
muy bien marin****me gustó. Sigue trabajando que habemos muchos despistados que tus textos nos hacen pensar. Adelante
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