La sociedad y el Estado están mal. Vivimos una crisis de carácter total y pareciera que no existe una posible solución, dado que la mayoría de los problemas se encuentran interconectados de manera sistémica.
La corrupción del sector privado y del público, la impunidad, la falta de conciencia social y solidaridad, la violencia y el abuso en todos los órdenes y niveles, la falta de responsabilidad histórica de los dirigentes de la iniciativa privada y el sector público, la voracidad desmedida de los comerciantes, la falta de humanismo de los empresarios y la impune destrucción y contaminación del medio ambiente, el cinismo y la incompetencia de los políticos y sus corruptas instituciones.
Pero más aún, la falta de conciencia y responsabilidad de los propios ciudadanos, el egoísmo, el individualismo, el abuso, la indiferencia, el consumismo y la contaminación ambiental, la insensibilidad comunitaria y la evasión de las responsabilidades y compromisos sociales, históricos y culturales.
La inmediatez de la vida, la vulgaridad, la vacuidad y la carencia de conciencia espiritual, que drena por todo el tejido social y las instituciones públicas y privadas, entre ricos y pobres, entre gente preparada académicamente y gente sin estudios.
La inmediatez de la vida, la vulgaridad, la vacuidad y la carencia de conciencia espiritual, que drena por todo el tejido social y las instituciones públicas y privadas, entre ricos y pobres, entre gente preparada académicamente y gente sin estudios.
Como la mítica Medusa, el problema se ha convertido en una bestia con miles de cabezas, que al cortar una, aparecen de la mutilación muchas más.
Para resolver este grave problema, debemos salir de los sitios comunes y tratar de llegar al problema base. ¿Existe un problema base? La propuesta de esta reflexión es tratar de saber sí existe uno o un puñado de “problemas base o esenciales” que desencadenan los problemas de la sociedad.
“Lo que es adentro es afuera y lo que es arriba es abajo”. Tomando la idea científica-filosófica de la creación del universo, los expertos hablan de “la gran explosión”. Pensar que todo el universo estuvo en un momento “condensado” en el espacio que ocupa un átomo y que de ahí, a partir de una gran explosión, se empezó a expandir el universo hasta la fecha, desde hace aproximadamente trece mil millones de años, resulta conmovedor e increíble. La pregunta sería sí de alguna manera, “la gran explosión” negativa-social que actualmente estamos viviendo, pudo tener un “origen” o un puñado de “problemas esenciales”.
Puede existir un factor que detone geométricamente los demás problemas. Un problema base que sea el origen de este cáncer social. Una metástasis que haya llevado esta degradación a todos los rincones de la sociedad. Porque debemos de partir de dos principios básicos. El ser humano es en esencia “bueno”. Y en segundo lugar, el ser humano está expuesto a las fuerzas gravitatorias que arrastran a la materia al abismo de la estupidez existencial.
En efecto, el ser humano es “bueno” pero su “naturaleza” es la imperfección. Sí fuera “perfecto” sería un ángel y la tierra sería el paraíso. La lucha por alcanzar la conciencia de su imperfección y la lucha por decantar sus imperfecciones es lo que le da el sentido verdadero a su vida. El ser humano luchará toda la vida por encontrar la virtud, entendida como la congruencia entre lo que se siente, se piensa y se hace. Deberá luchar toda la vida, sin miedo y sin ambición, sabiendo que la “virtud” es casi inalcanzable, pero que no existe otra forma más digna e inteligente de vivir. Los Viejos Abuelos toltecas le llamaban “La Batalla Florida”.
Entonces qué es lo que ha producido esta increíble “descomposición” personal, familiar y comunitaria, nacional, que en menos de cuatro décadas nos está precipitando al abismo más oscuro y denso de la historia reciente de este país. Más allá de los problemas coyunturales y exógenos que no podemos dejar de tomar en cuenta.
Más allá de los problemas de incompetencia, mediocridad, corrupción e impunidad de las autoridades de los tres niveles de gobierno y fundamentalmente de la iniciativa privada, que han dado sobradas muestras de mezquindad, corrupción y falta de responsabilidad y conciencia social e histórica.
Más allá de los problemas de incompetencia, mediocridad, corrupción e impunidad de las autoridades de los tres niveles de gobierno y fundamentalmente de la iniciativa privada, que han dado sobradas muestras de mezquindad, corrupción y falta de responsabilidad y conciencia social e histórica.
Porque en general la gente desinformada se queja del gobierno como responsable central de todos los problemas que aquejan a la sociedad. Y los menos, los más informados entienden que los políticos y “la política”, es tan solo la pantalla con la que se encubre los oscuros y malsanos intereses de los siempre poderosos dueños del dinero.
Dado que “la iniciativa privada” por su naturaleza lesiona el bien común. Porque, los que tienen el dinero son los verdaderos poseedores del poder. Pero “el mal” no encuentra su génesis en “el mal gobierno” o en la corrupta y voraz iniciativa privada. Creemos que es algo todavía más profundo y menos obvio.
Dado que “la iniciativa privada” por su naturaleza lesiona el bien común. Porque, los que tienen el dinero son los verdaderos poseedores del poder. Pero “el mal” no encuentra su génesis en “el mal gobierno” o en la corrupta y voraz iniciativa privada. Creemos que es algo todavía más profundo y menos obvio.
Aunque el daño en la sociedad se manifiesta de manera más evidente en los niveles más altos y pareciera que caen en casada. Creemos que existe un elemento que nace en lo más profundo e íntimo de la sociedad y que se expande “invisible” a todos los espacios del tejido social, y sus efectos se aprecian en los niveles altos pero que no tienen su origen en el poder mismo, sino en el cómo se ejerce ese poder a través de la toma de decisiones “infectada” de este mal.
Después de mucho analizar el problema, hemos llegado a pensar que el problema ha surgido en el seno de la familia mexicana. En efecto, la génesis del problema puede venir de la falta de amor de los padres a los hijos en un largo proceso de años con consecuencias catastróficas en el sentir, pensar y ser de los hijos.
Este desamor no esta asociado a la violencia física o hasta en el odio o rechazo. No, es algo más terrible y sutil. Está en la indiferencia, en la falta de compromiso, en la intensión de los sentimientos, los actos, las palabras. La maternidad y la paternidad han transformado radicalmente su esencia y un poco en su forma. Los “padres de ahora” ya no son como los padres de ayer.
Por efecto de la “modernidad”, el progreso, el cambio de valores, paradigmas, hábitos y costumbres de la sociedad, la familia y las propias personas, “el ser madre y el ser padre” ha cambiado dramáticamente, en tanto los padres viven, luchan y trabajan por paradigmas totalmente desintegrados con la familia y van más a un orden de realización personal. Ahora, en la sociedad moderna, se piensa que la felicidad y el bienestar solo se consiguen con dinero.
No queremos decir que los padres de ahora “no quieran a sus hijos” o que no estén comprometidos con ellos. Lo que tratamos de decir, es que el compromiso y el afecto es “otro” (diferente), porque han cambiando los paradigmas en los que viven los padres en una sociedad materializada en constante cambio (decadente).
El padre y la madre ya no encuentran su realización humana y “personal” en la crianza, educación y formación de valores y buenos hábitos de vida de sus hijos. Sea porque están ocupados y preocupados de tiempo completo en solventar un nivel de consumo que ellos piensan es vital para darles a sus hijos y a su familia en general “una vida mejor”, o sea porque el mezquino y explotador mercado de trabajo no les paga lo suficiente para satisfacer sus necesidades básicas elementales de subsistencia material, o porque no tienen conciencia y claridad de -cuánto es lo básico elemental- que necesitan para vivir.
O porque de plano están tan enajenados que no tienen conciencia de su realidad existencial, aunque no tengan problemas económicos y están sumergidos y absortos en su “realización personal”, en la que la maternidad y la paternidad son tomados como un lastre o inconveniente, especialmente en la mujer “moderna” que ha tomado esta responsabilidad suprema como una esclavitud que atenta contra su realización personal-profesional.
El punto es que desde la década de los años setentas, los padres han perdido el compromiso vital de amar a sus hijos en la praxis cotidiana de la formación de valores, actitudes, sentimientos, hábitos saludables, elevadas aspiraciones y buenas costumbres. Las ocupaciones profesionales, laborales y económicas los han arrastrado a un tobogán sin fin en el que la inercia de la materia los arrastra vertiginosos a los abyectos y oscuros abismos del autismo familiar, la estupidez humana y la desolación existencial.
No hay tiempo para crear, desarrollar y compartir el amor con tiempo y paciencia. El amor ahora se compra, se taza y se mide con dinero, productos, marcas y servicios. El amor, la atención y la convivencia se substituyen con objetos, regalos, dinero o consentimientos caprichosos para los hijos y los “seres queridos”. Por ejemplo, hemos visto que algunos padres entre más gasten en sus hijos, se sienten liberados de las verdaderas responsabilidades de la maternidad y la paternidad. Entre más costoso sea el obsequio más grande es la expresión de “amor”.
Los niños han crecido y se han hecho adolescentes, hombres y mujeres con la ausencia de los valores, principios y sentimientos que solo pueden ser dados a través de la convivencia, el tiempo, la paciencia, la comunicación y fundamentalmente con el AMOR incondicional. Los padres les “han dado todo su –amor-”…en especie o dinero, y les han repetido velozmente, para descargar la culpabilidad…“pórtate bien y come frutas y verduras”. Niñez que creció en la desolación y el vacío.
Esos hombres y mujeres ahora están en los carteles de las drogas, en el crimen organizado, en los partidos políticos, en el gobierno, en la iniciativa privada, frente a las cámaras y los micrófonos, en el púlpito, en el salón de clases como docentes, en el consultorio, en los juzgados, en las patrullas o en la calle con una perra hambre, sin trabajo, sin ninguna oportunidad, sin futuro y con una navaja o pistola en el bolsillo.
Son capaces de todo porque no tienen nada que perder, porque han carecido del amor verdadero y por consecuencia, no aprendieron a tener límites. Nada los detiene, desde el hombre más rico de México (que es el más rico del mundo...en un país pobre) con su voracidad insaciable, hasta la persona más pobre materialmente. En la nada no hay límites todo es vacío.
Capaces de traicionar a la patria, de mentir, de robar, de enriquecerse a través del dolor, la miseria, la enfermedad, la desgracia de otros, por cualquier medio sí en ello obtienen una ganancia económica; sea en los negocios, la política, el crimen, el abuso, la impunidad, la corrupción o la violencia a cualquier nivel. Ellos desde niños dejaron de “sentir” por la falta y la ausencia del amor de sus padres en sus casas y nunca se les enseñó a tener límites y compasión.
Será esta ausencia de amor en la formación de los seres humanos lo que ha hecho que los valores hayan caído en el abismo de la estupidez humana. Será que este, “NO amor”, esta desolación humana ha hecho al mundo como es hoy.
Y no es que los seres humanos de hoy “no amemos”, pero el punto es que este “amor” moderno-neoliberal-pragmático-materialista está enfocado en ideas, deseos y objetos, pero no en los SERES HUMANOS y en primera instancia en nuestros propios hijos. No es extraño que las nuevas generaciones no quieran casarse y menos aún tener hijos.
Hoy ha surgido una nueva generación llamada “los ninis”. Pero ese vacío existencial no es solo de carácter material. Los jóvenes no estudian ni trabajan, no porque “no existe la posibilidad de estudiar o trabajar”, sino porque los jóvenes han carecido de amor y han perdido desde muy pequeños la energía, el combustible que hace que el ser humano mueva al mundo.
El amor es el principio generador de la vida, y cuando se carece de él, no hay valor e ilusión por vivir. La moda de “los emos” es un claro efecto de la ausencia del amor en sus vidas. La creciente criminalidad en el país en todos los órdenes es un claro efecto de la pérdida de los valores esenciales de la vida y una falta de límites en la sociedad.
El amor es el principio generador de la vida, y cuando se carece de él, no hay valor e ilusión por vivir. La moda de “los emos” es un claro efecto de la ausencia del amor en sus vidas. La creciente criminalidad en el país en todos los órdenes es un claro efecto de la pérdida de los valores esenciales de la vida y una falta de límites en la sociedad.
¿En dónde hemos perdido el camino?
Usted, qué piensa...
Usted, qué piensa...
5 comentarios:
Tengo 64 años, tres hijos y 4 nietos y estoy totalemtne de acuerdo con usted. El mundo lo hemos hecho cambiar nosotros, es la triste verdad.
muy interesante pero hay que analizar más el asunto...pero para abrir la discusión se vale...
Marín tienes razón %%%%% cuanta razón %%%%% pero...que desazón
nel pastel, la pachocha es la neta...cuanto tienes cuanto vales...es la ley...o que no?
bravo!! bravisimoooo! jaime barajas
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