Parte
de la colonización mental y cultural, es que desde las Cartas de Relación de
Hernán Cortés, hasta nuestros días, son los extranjeros los que “escriben
nuestra historia”. Siempre desde una perspectiva foránea, en general
eurocéntrica y con una inaceptable superioridad juzgan lo que no conocen en su
esencia más íntima y siempre a partir de parámetros europeos y ahora
norteamericanos.
Dr. Rubén Bonifaz Nuño
No
solo es un problema de carácter económico, dado que los investigadores
extranjeros, en general, están apoyados y financiados por instituciones
económicamente poderosas, sino de una “mansedumbre” e incondicionalidad de los “investigadores
mexicanos”, que en vez de mantener una posición crítica se ubican como sumisos
ayudantes de las “eminencias extranjeras”, como bien lo apunto el Dr. Rubén
Bonifaz Nuño.
“De esta suerte, valiéndose de análogas
complicidades, los eruditos estadounidenses han formado, respecto de la cultura
olmeca, un sistema de mentidas conjeturas cuyo cuyas principales
características son el desdén y la ignorancia.
Condenable es eso, pero no es, en mi
opinión, lo peor; lo peor consiste en que los estudiosos mexicanos,
voluntariamente sometidos a una perversa forma de colonización extranjera, se
sujetan, por lo común, a las sistemáticas equivocaciones de los eruditos
estadounidenses, y las repitan y las confirman como verdades, acaso con el
deseo y la esperanza de que éstos los tengan por iguales suyos.
De estos casos, por obvio principio de
dignidad, no quiero ofrecer ningún ejemplo.”
(Rubén Bonifaz Nuño. 1995)
Paul Kirchhoff
De esta manera, Paul Kirchhoff en 1943 lanza su temeraria
propuesta de dividir arbitrariamente al Cem Anáhuac en dos partes. Mesoamérica
y Aridoamérica y acríticamente es aceptada su propuesta por los dóciles “investigadores
mexicanos”. Dese 1519, los invasores europeos nos han “estudiado” por nuestras
diferencias, más no por nuestras semejanzas. Nos han “estudiado” como un archipiélago
de islas culturales diferenciadas unas de otras (y de su propiedad intelectual).
Nunca han tenido la buena fe o la inteligencia de entender que somos un continente
cultural, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego que está unido
indisolublemente por una matriz filosófica cultural que en el Anáhuac se conoce
como Toltecáyotl. El investigador alemán escribe:
“Mesoamérica”, publicado originalmente en 1943, fue un intento de señalar lo que tenían en
común los pueblos y las culturas de una determinada parte del Continente
Americano, y lo que los separaba de los demás. Para lograr este propósito me
impuse la limitación de enumerar sólo aquellos rasgos culturales que eran
propiedad exclusiva de esos pueblos, sin intentar hacer una caracterización de
la totalidad de su vida cultural. Por la aplicación rigurosa de este principio
no se mencionan en mi trabajo rasgos tan fundamentales y característicos de la
civilización mesoamericana como la pirámide, ni se analiza la configuración y
estructuración de esa civilización, que obviamente es más que la suma de sus
partes. Falta también la división de esta superárea en áreas culturales que se
distinguen no sólo por la presencia o ausencia de determinados “elementos” sino
por el grado de desarrollo y complejidad que han alcanzado, siendo las más
típicamente mesoamericanas las más desarrolladas y complejas. Falta, en fin, la
profundidad histórica que la orientación misma de este trabajo implica, esto
es, la aplicación de los mismos principios a épocas anteriores, retrocediendo
paso por paso hasta la formación misma de la civilización mesoamericana.
Esta “distorsión cultural” impide dimensionar en toda su grandeza y trascendencia
a una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo. Producto de lo
anterior, podemos ver cantidad de títulos de “grandes libros” escritos por los
extranjeros y sus alumnos mexicanos, con nombres como: “La civilización maya de
Robert J. Sharer”, “La civilización Zapoteca de Joyce Marcus, Kent V. Flannery”,
“La civilización azteca de George Clapp Vaillant”. O referencias tan
equivocadas como “El Calendario azteca o El Calendario Maya”. La civilización
del Cem Anáhuac es una sola, por más culturas diferentes en tiempo y espacio que
se hayan desarrollado en ocho mil años.
Recientemente, de manera muy tibia, se acaba de publicar la idea de que
en el continente solo ha existido una sola civilización y no dos, como plantean
“los investigadores extranjeros” desde Hernán Cortés hasta Mel Gipson. Nos referimos
al libro titulado “Dioses del Norte, dioses del Sur de Alfredo López Austin y
Luis Millones” (Era 2008, Méx.), en la que los investigadores nativos proponen “cautamente”,
que tal vez es una y no dos, las civilizaciones del Continente Americano.
La descolonización de la Historia y la Cultura propia-nuestra, debe ir
desechando estos infundios y estas imposiciones producto del abuso extranjero y
la dejadez nuestra. El término “Mesoamérica”, del alemán Paul Kirchhoff, lo
copia del término “Mesopotamia” que significa “entre dos ríos” y que aceptable
cuando se habla de la civilización que se desarrolló entre los ríos Tigris y Éufrates
en el Medio Oriente, pero que en referencia al Anáhuac no tiene ningún sentido,
porque “Mesoamérica” significa literalmente “en medio de dos Américas”, porque
el prefijo “mesos” viene de la voz griega que significa “”en medio, medio”.
Visite www.toltecayotl.org
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