Mucho se ha escrito de los “toltecas” y
en verdad poco se sabe de ellos. Se ha dicho –equivocadamente-, que fue un
“pueblo o cultura” y generalmente se confunden con las historias del periodo
Postclásico decadente del Anáhuac (850-1521 d.C.), especialmente con Tula,
Hidalgo.
Los toltecas fueron un linaje de conocimiento de la sabiduría ancestral del Cem Anáhuac. Es decir, tolteca es un “grado de conocimiento” de la Toltecáyotl. Todas las civilizaciones antiguas con origen autónomo tuvieron una “estructura de conocimiento” que les permitió desarrollar el “andamiaje cultural”, con el cual transformar el mundo y darle significado, tanto en la material como en lo inmaterial.
La Toltecáyotl es la suma sistematizada de los conocimientos de la civilización anahuaca por lograr “el equilibrio”, tanto en el plano material exterior, como en el plano inmaterial interior.
Toltecáyotl será entonces el “arte de vivir en equilibrio” y por eso, “tolteca” es, -simbólicamente-, “el artista” entre los artistas. El que hace brotar los rostros propios y los corazones verdaderos, el que ilumina como una tea que no humea, “el maestro” entre maestros, el que enseña al alumno a aprender de sí mismo.
De modo que, existían en el Cem Anáhuac un puñado de toltecas provenientes de todos los pueblos y culturas. Estos hombres y mujeres de conocimiento estudiaban, practicaban y compartían los conocimientos de la Toltecáyotl, en el periodo Clásico, en los Tollán, que hoy conocemos como “zonas arqueológicas”, y que nunca fueron palacios, fortalezas, ciudades o “centros ceremoniales”.
Si no, centros de investigación y estudio de las posibilidades humanas en torno a parámetros energéticos que hoy la ciencia occidental empieza apenas a percibir. El centro irradiador de la Toltecáyotl fue Teotihuacán lugar en donde “los seres humanos alcanzaban la del ser energético”.
La Toltecáyotl y los toltecas, seguramente surgieron desde el periodo Preclásico. Evolucionaron desde ser nómadas, cazadores, recolectores; pasando por sedentarios agricultores, hasta lograr desarrollar y construir un complejo sistema de conocimientos y valores que les permitieron resolver sus problemas existenciales de carácter material de manera eficiente, para pasar a plantear la solución de los problemas existenciales de orden inmaterial o de trascendencia, con la llamada cultura olmeca.
A este tesoro de conocimientos, hoy se le conoce como, La Pirámide de Desarrollo Humano Tolteca con sus cuatro primeros sistemas básicos: alimentación, salud, educación y organización.
En efecto, los llamados olmecas o conocedores “de la medida del movimiento”, fueron los primeros “maestros” que empezaron a estructurar lo que conocemos como Toltecáyotl.
Es interesante observar que a lo largo de la historia anahuaca, desde aproximadamente el año seis mil u ocho mil antes de la era cristiana, existió una línea de pensamiento unificador que estructuró y permeó los tres periodos (Preclásico, Clásico y Postclásico)
con una misma raíz filosófica cultural, que se puede observar en la arquitectura, iconografía, rituales, valores, usos y costumbres de todos los pueblos anahuacas, aunque totalmente diversificada a través de sus pueblos y culturas en el espacio y en el tiempo anahuaca. El maíz y Quetzalcóatl son los símbolos por excelencia de la realidad “material y espiritual” del Anáhuac.
Por ello, Quetzalcóatl no fue ni un
personaje y menos “un dios”, como lo dijeron algunos pueblos anahuacas del
periodo Postclásico, y los conquistadores respectivamente. Quetzalcóatl, en
cambio, es un símbolo filosófico y un arquetipo humano como lo han tenido las
otras civilizaciones antiguas de la humanidad.
Porque podemos observar en la cultura olmeca en el año 1200 a.C. en Chalcatzingo, Morelos a la “Serpiente Emplumada” esculpida en los grandes peñascos de la zona arqueológica. Pero también lo apreciamos en Teotihuacán en el año 200 d.C. en el periodo Clásico, y aún en la Gran Tenochtitlán en el periodo Postclásico con los mexicas en 1500 d.C.
De modo que no pudo ser un ser humano. Tampoco fue un “dios”, pues sabemos que en la religión anahuaca no existían dioses. Solo se percibía una divinidad suprema que no tenía forma, nombre y no podía ser representada, porque se referían, metafóricamente, a la energía. Sin embargo, existían múltiples manifestaciones o advocaciones de su inconmensurable poder y presencia.
Estas múltiples advocaciones de lo desconocido, innombrable, invisible e impalpable, los colonizadores de ayer y de hoy, por ignorancia o por dolo, les han llamado “dioses” para justificar su erradicación y la imposición de su evangelio, y los investigadores, su errados y desafortunados trabajos, que reducen la Toltecáyotl a un puñado de idolatrías y “primitivas creencias”.
Cuando en realidad se está hablando, metafóricamente, de la energía. Hoy le llamaos física cuántica.
Pero la realidad es otra. “El Quetzalcóatl” nos está hablando de una figura filosófica o de una aspiración humana por encontrar “el equilibrio” a través del uso correcto de “la medida”.
Para la Toltecáyotl el ser humano metafóricamente se divide en cuatro partes a partir de “su centro” o llamado “co” en lengua náhuatl, que significa “ombligo”. Del ombligo a la cabeza simboliza el cielo y el Espíritu, se representa con el Quetzal el ave más bella que remonta las alturas deseadas por el ser humano. Del ombligo a los pies simboliza la Tierra y la materia, se simboliza con una serpiente que en lengua náhuatl se dice “cóatl”.
De modo que “Quetzal-cóatl” significa filosóficamente la unión y el equilibrio entre el Espíritu y la materia. Las otras dos partes vienen de la división longitudinal del ser humano en la parte derecha o tonal y la parte izquierda o nahual, que representan del mundo y del individuo respectivamente: El Sol, lo masculino y la razón; y la Luna, lo femenino y la intuición.
Quetzalcóatl, la Toltecáyotl y los toltecas son la parte más decantada, -“el fruto florecido”-, de la civilización del Anáhuac y que hasta la fecha, poco se sabe de este portentoso conocimiento que dio sabiduría, dirección y continuidad a más de tres mil quinientos años de Desarrollo Humano en el Cem Anáhuac.
De esta manera podemos afirmar que los maestros “toltecas olmecas”, tuvieron su continuidad con los maestros “toltecas mayas, zapotecos y nahuas”, por citar solo tres, de las diferentes culturas del Anáhuac.
Sin embargo, a partir del “colapso del periodo Clásico”, alrededor del año 850, “los toltecas” desaparecieron del tlalticpac o faz de la tierra, destruyendo sus numerosos centros de conocimiento y encubriendo su milenario conocimiento. Dejando la profecía que regresarían a restaurar la armonía y el equilibrio en el Anáhuac en el año uno caña, que se repite cada 52 años.
El mito o metáfora de que Quetzalcóatl, es que fue engañado y derrotado por su contraparte Tezcatlipoca, quien logro vencer “las defensas” que lo protegían en su palacio y le entregó un espejo como regalo, el cual, al verlo Quetzalcóatl, “encontró a un anciano” y por lo cual se trasgredió y pecó, perdiendo su pureza. Motivo por el cual abandonó el Anáhuac.
La metáfora nos sugiere que el conocimiento “envejeció” y tuvo que “retirase” temporalmente para “restaurarse” con la promesa de que regresaría para restablecer la armonía y el equilibrio.
Tiempo después, el recuerdo de Quetzalcóatl y sus enseñanzas empezar a transformarse y corromperse con las sucesivas generaciones. Algunos pueblos transformaron los ancestrales mitos y los ajustaron a “su historia”, en la cual aparece Quetzalcóatl como un dios o un personaje.
Este nuevo periodo se conoce como Postclásico y el “recuerdo” de Quetzalcóatl se irá transformado según los intereses de los grupos de poder. En efecto, durante el periodo Clásico existió un periodo de paz y los pueblos vivieron en armonía y equilibrio durante más de diez siglos, guiados por los venerables maestros toltecas y la sabiduría de la Toltecáyotl.
Floreció la cultura en su diversidad, pero mantuvo su raíz filosófica y, sobre todo, una unidad cultural asombrosa.
Esta “unidad en la diversidad cultural”, no solo se manifestó en los múltiples idiomas, manifestaciones religiosas, arquitectura, iconografía, arte, alimentos, vestido, etc. Sino fundamentalmente en el aspecto filosófico.
Una región tan extensa como el Cem Anáhuac y con tantos pueblos diferentes, mantuvo la unidad cultural en base a la matriz filosófica cultural que representó la Toltecáyotl.
El tolteca, no importaba que hablara lengua náhuatl, maya o zapoteco, hablaba de los mismos conceptos filosóficos y mantenía los mismos valores y principios. Lo que permitió que todos los pueblos fueran diferentes pero hermanados por las mismas elevadas aspiraciones existenciales.
A partir del Siglo X en el Anáhuac se inició la búsqueda de “re-construir” esta asombrosa unidad cultural que duró un milenio, pero ya no con la sabiduría, sino con las armas y las alianzas entre pueblos y linajes familiares.
En la ausencia de los toltecas algunos pueblos y líderes trataron de reunificar esta totalidad cultural. Los mayas, los mixtecos, los purépechas y finalmente los mexicas lo intentaron, pero con logros parciales y limitados en tiempo y espacio hasta la llegada de los invasores europeos.
Sin embargo, es importante señalar que los toltecas solo “desaparecieron” del tlalticpac, pero nunca se extinguieron o se acabó la Toltecáyotl. Los toltecas siguieron con el desarrollo de la Toltecáyotl, pero ahora fuera del mundo cotidiano e inmediato, visible a los ojos mundanos.
Los toltecas han seguido sus linajes de conocimiento a través del tiempo. Su capacidad e impecabilidad, los ha hecho ser “invisibles”, en medio de los tumultos de la Colonia y el México independiente, llegando hasta nuestros días impecables e inmaculados. Por otra parte, La Toltecáyotl ha seguido viva en el subconsciente de los pueblos y culturas de lo que hoy conforma México.
Finalmente, los historiadores-colonizadores, desde Clavijero hasta los contemporáneos –nacionales y extranjeros-, han hecho de los “toltecas” un pueblo y una cultura. Cosa que es un equívoco y una muestra del desconocimiento y desprecio con el que han “investigado y estudiado” el pasado ancestral de nuestra civilización.
Actualmente en el mosaico multiétnico de la nación, no aparecen los “toltecas” dentro de los 68 pueblos de estirpe anahuaca. Sí fueron un pueblo, y éste fue tan importante, cómo es posible que no exista en la actualidad, cuando encontramos pueblos como los tacuates que, a pesar de su relativa importancia en el “pasado indígena de la nación”, permanecen y han sabido sobrevivir a su muerte histórica.
Los toltecas nunca han sido un pueblo ni una cultura, sino un grado de conocimiento de la Toltecáyotl.
Lo cierto es que los toltecas ocultaron sus conocimientos, desde el año 850 aproximadamente. No sabemos la razón, pero la destrucción de lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas del periodo Clásico,
no solo representó un formidable esfuerzo, sino es el símbolo irrefutable de que su conocimiento se “encubrió”, pero que ha seguido en pleno y permanente desarrollo.
El hecho de que la cultura dominante no lo pueda conocer y manipular esta sabiduría, no implica necesariamente, que no exista. Solo se ha mantenido fuera de “la realidad o mundo conocido” de la cultura dominante.
La Toltecáyotl y los toltecas son el mejor recurso que tenemos para construir un país de justicia, igualdad y humanismo.
Representa el Patrimonio Cultural más importante que hemos heredado de los más de siete mil quinientos años que conforman el pasado del Cem Anáhuac.
La profecía de su retorno sigue viva en el subconsciente y en el corazón de los pueblos que conforman el “México” de nuestros días.
Los toltecas fueron un linaje de conocimiento de la sabiduría ancestral del Cem Anáhuac. Es decir, tolteca es un “grado de conocimiento” de la Toltecáyotl. Todas las civilizaciones antiguas con origen autónomo tuvieron una “estructura de conocimiento” que les permitió desarrollar el “andamiaje cultural”, con el cual transformar el mundo y darle significado, tanto en la material como en lo inmaterial.
La Toltecáyotl es la suma sistematizada de los conocimientos de la civilización anahuaca por lograr “el equilibrio”, tanto en el plano material exterior, como en el plano inmaterial interior.
Toltecáyotl será entonces el “arte de vivir en equilibrio” y por eso, “tolteca” es, -simbólicamente-, “el artista” entre los artistas. El que hace brotar los rostros propios y los corazones verdaderos, el que ilumina como una tea que no humea, “el maestro” entre maestros, el que enseña al alumno a aprender de sí mismo.
De modo que, existían en el Cem Anáhuac un puñado de toltecas provenientes de todos los pueblos y culturas. Estos hombres y mujeres de conocimiento estudiaban, practicaban y compartían los conocimientos de la Toltecáyotl, en el periodo Clásico, en los Tollán, que hoy conocemos como “zonas arqueológicas”, y que nunca fueron palacios, fortalezas, ciudades o “centros ceremoniales”.
Si no, centros de investigación y estudio de las posibilidades humanas en torno a parámetros energéticos que hoy la ciencia occidental empieza apenas a percibir. El centro irradiador de la Toltecáyotl fue Teotihuacán lugar en donde “los seres humanos alcanzaban la del ser energético”.
La Toltecáyotl y los toltecas, seguramente surgieron desde el periodo Preclásico. Evolucionaron desde ser nómadas, cazadores, recolectores; pasando por sedentarios agricultores, hasta lograr desarrollar y construir un complejo sistema de conocimientos y valores que les permitieron resolver sus problemas existenciales de carácter material de manera eficiente, para pasar a plantear la solución de los problemas existenciales de orden inmaterial o de trascendencia, con la llamada cultura olmeca.
A este tesoro de conocimientos, hoy se le conoce como, La Pirámide de Desarrollo Humano Tolteca con sus cuatro primeros sistemas básicos: alimentación, salud, educación y organización.
En efecto, los llamados olmecas o conocedores “de la medida del movimiento”, fueron los primeros “maestros” que empezaron a estructurar lo que conocemos como Toltecáyotl.
Es interesante observar que a lo largo de la historia anahuaca, desde aproximadamente el año seis mil u ocho mil antes de la era cristiana, existió una línea de pensamiento unificador que estructuró y permeó los tres periodos (Preclásico, Clásico y Postclásico)
con una misma raíz filosófica cultural, que se puede observar en la arquitectura, iconografía, rituales, valores, usos y costumbres de todos los pueblos anahuacas, aunque totalmente diversificada a través de sus pueblos y culturas en el espacio y en el tiempo anahuaca. El maíz y Quetzalcóatl son los símbolos por excelencia de la realidad “material y espiritual” del Anáhuac.
Porque podemos observar en la cultura olmeca en el año 1200 a.C. en Chalcatzingo, Morelos a la “Serpiente Emplumada” esculpida en los grandes peñascos de la zona arqueológica. Pero también lo apreciamos en Teotihuacán en el año 200 d.C. en el periodo Clásico, y aún en la Gran Tenochtitlán en el periodo Postclásico con los mexicas en 1500 d.C.
De modo que no pudo ser un ser humano. Tampoco fue un “dios”, pues sabemos que en la religión anahuaca no existían dioses. Solo se percibía una divinidad suprema que no tenía forma, nombre y no podía ser representada, porque se referían, metafóricamente, a la energía. Sin embargo, existían múltiples manifestaciones o advocaciones de su inconmensurable poder y presencia.
Estas múltiples advocaciones de lo desconocido, innombrable, invisible e impalpable, los colonizadores de ayer y de hoy, por ignorancia o por dolo, les han llamado “dioses” para justificar su erradicación y la imposición de su evangelio, y los investigadores, su errados y desafortunados trabajos, que reducen la Toltecáyotl a un puñado de idolatrías y “primitivas creencias”.
Cuando en realidad se está hablando, metafóricamente, de la energía. Hoy le llamaos física cuántica.
Pero la realidad es otra. “El Quetzalcóatl” nos está hablando de una figura filosófica o de una aspiración humana por encontrar “el equilibrio” a través del uso correcto de “la medida”.
Para la Toltecáyotl el ser humano metafóricamente se divide en cuatro partes a partir de “su centro” o llamado “co” en lengua náhuatl, que significa “ombligo”. Del ombligo a la cabeza simboliza el cielo y el Espíritu, se representa con el Quetzal el ave más bella que remonta las alturas deseadas por el ser humano. Del ombligo a los pies simboliza la Tierra y la materia, se simboliza con una serpiente que en lengua náhuatl se dice “cóatl”.
De modo que “Quetzal-cóatl” significa filosóficamente la unión y el equilibrio entre el Espíritu y la materia. Las otras dos partes vienen de la división longitudinal del ser humano en la parte derecha o tonal y la parte izquierda o nahual, que representan del mundo y del individuo respectivamente: El Sol, lo masculino y la razón; y la Luna, lo femenino y la intuición.
Quetzalcóatl, la Toltecáyotl y los toltecas son la parte más decantada, -“el fruto florecido”-, de la civilización del Anáhuac y que hasta la fecha, poco se sabe de este portentoso conocimiento que dio sabiduría, dirección y continuidad a más de tres mil quinientos años de Desarrollo Humano en el Cem Anáhuac.
De esta manera podemos afirmar que los maestros “toltecas olmecas”, tuvieron su continuidad con los maestros “toltecas mayas, zapotecos y nahuas”, por citar solo tres, de las diferentes culturas del Anáhuac.
Sin embargo, a partir del “colapso del periodo Clásico”, alrededor del año 850, “los toltecas” desaparecieron del tlalticpac o faz de la tierra, destruyendo sus numerosos centros de conocimiento y encubriendo su milenario conocimiento. Dejando la profecía que regresarían a restaurar la armonía y el equilibrio en el Anáhuac en el año uno caña, que se repite cada 52 años.
El mito o metáfora de que Quetzalcóatl, es que fue engañado y derrotado por su contraparte Tezcatlipoca, quien logro vencer “las defensas” que lo protegían en su palacio y le entregó un espejo como regalo, el cual, al verlo Quetzalcóatl, “encontró a un anciano” y por lo cual se trasgredió y pecó, perdiendo su pureza. Motivo por el cual abandonó el Anáhuac.
La metáfora nos sugiere que el conocimiento “envejeció” y tuvo que “retirase” temporalmente para “restaurarse” con la promesa de que regresaría para restablecer la armonía y el equilibrio.
Tiempo después, el recuerdo de Quetzalcóatl y sus enseñanzas empezar a transformarse y corromperse con las sucesivas generaciones. Algunos pueblos transformaron los ancestrales mitos y los ajustaron a “su historia”, en la cual aparece Quetzalcóatl como un dios o un personaje.
Este nuevo periodo se conoce como Postclásico y el “recuerdo” de Quetzalcóatl se irá transformado según los intereses de los grupos de poder. En efecto, durante el periodo Clásico existió un periodo de paz y los pueblos vivieron en armonía y equilibrio durante más de diez siglos, guiados por los venerables maestros toltecas y la sabiduría de la Toltecáyotl.
Floreció la cultura en su diversidad, pero mantuvo su raíz filosófica y, sobre todo, una unidad cultural asombrosa.
Esta “unidad en la diversidad cultural”, no solo se manifestó en los múltiples idiomas, manifestaciones religiosas, arquitectura, iconografía, arte, alimentos, vestido, etc. Sino fundamentalmente en el aspecto filosófico.
Una región tan extensa como el Cem Anáhuac y con tantos pueblos diferentes, mantuvo la unidad cultural en base a la matriz filosófica cultural que representó la Toltecáyotl.
El tolteca, no importaba que hablara lengua náhuatl, maya o zapoteco, hablaba de los mismos conceptos filosóficos y mantenía los mismos valores y principios. Lo que permitió que todos los pueblos fueran diferentes pero hermanados por las mismas elevadas aspiraciones existenciales.
A partir del Siglo X en el Anáhuac se inició la búsqueda de “re-construir” esta asombrosa unidad cultural que duró un milenio, pero ya no con la sabiduría, sino con las armas y las alianzas entre pueblos y linajes familiares.
En la ausencia de los toltecas algunos pueblos y líderes trataron de reunificar esta totalidad cultural. Los mayas, los mixtecos, los purépechas y finalmente los mexicas lo intentaron, pero con logros parciales y limitados en tiempo y espacio hasta la llegada de los invasores europeos.
Sin embargo, es importante señalar que los toltecas solo “desaparecieron” del tlalticpac, pero nunca se extinguieron o se acabó la Toltecáyotl. Los toltecas siguieron con el desarrollo de la Toltecáyotl, pero ahora fuera del mundo cotidiano e inmediato, visible a los ojos mundanos.
Los toltecas han seguido sus linajes de conocimiento a través del tiempo. Su capacidad e impecabilidad, los ha hecho ser “invisibles”, en medio de los tumultos de la Colonia y el México independiente, llegando hasta nuestros días impecables e inmaculados. Por otra parte, La Toltecáyotl ha seguido viva en el subconsciente de los pueblos y culturas de lo que hoy conforma México.
Finalmente, los historiadores-colonizadores, desde Clavijero hasta los contemporáneos –nacionales y extranjeros-, han hecho de los “toltecas” un pueblo y una cultura. Cosa que es un equívoco y una muestra del desconocimiento y desprecio con el que han “investigado y estudiado” el pasado ancestral de nuestra civilización.
Actualmente en el mosaico multiétnico de la nación, no aparecen los “toltecas” dentro de los 68 pueblos de estirpe anahuaca. Sí fueron un pueblo, y éste fue tan importante, cómo es posible que no exista en la actualidad, cuando encontramos pueblos como los tacuates que, a pesar de su relativa importancia en el “pasado indígena de la nación”, permanecen y han sabido sobrevivir a su muerte histórica.
Los toltecas nunca han sido un pueblo ni una cultura, sino un grado de conocimiento de la Toltecáyotl.
Lo cierto es que los toltecas ocultaron sus conocimientos, desde el año 850 aproximadamente. No sabemos la razón, pero la destrucción de lo que hoy conocemos como zonas arqueológicas del periodo Clásico,
no solo representó un formidable esfuerzo, sino es el símbolo irrefutable de que su conocimiento se “encubrió”, pero que ha seguido en pleno y permanente desarrollo.
El hecho de que la cultura dominante no lo pueda conocer y manipular esta sabiduría, no implica necesariamente, que no exista. Solo se ha mantenido fuera de “la realidad o mundo conocido” de la cultura dominante.
La Toltecáyotl y los toltecas son el mejor recurso que tenemos para construir un país de justicia, igualdad y humanismo.
Representa el Patrimonio Cultural más importante que hemos heredado de los más de siete mil quinientos años que conforman el pasado del Cem Anáhuac.
La profecía de su retorno sigue viva en el subconsciente y en el corazón de los pueblos que conforman el “México” de nuestros días.
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Biografía recomendada sobre el tema:
“Toltecáyotl: aspectos de la cultura náhuatl”.
Miguel León-Portilla FCE. Méx. 1983.
“Historia Verdadera del México Profundo”. Guillermo Marín. www.toltecayotl.org Sección Libros.
“Toltecáyotl: aspectos de la cultura náhuatl”.
Miguel León-Portilla FCE. Méx. 1983.
“Historia Verdadera del México Profundo”. Guillermo Marín. www.toltecayotl.org Sección Libros.
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Visite www.toltecayotl.org
www.aquioaxaca.com
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