El Estado mexicano le ha amputado
la memoria histórica y la identidad cultural ancestral al pueblo, para
someterlo y explotarlo al mantenerlo en un estado “inconsciente”. Los
mexicanos, teniendo estudios académicos o no teniéndolos, se encuentra
históricamente, totalmente desvinculado de su identidad cultural ancestral.
Oaxaca es el estado con mayor número de personas que conviven con la Cultura
Madre de manera natural y cotidiana. Los niños oaxaqueños en las escuelas, no
tienen la oportunidad de conocer la historia, cultura, sabiduría y valores de
sus milenarios antepasados.
El docente oaxaqueño, debe tener como misión
fundamental en el aula, restituir la memoria histórica y la identidad cultural
entre sus estudiantes, y activar una actitud comunitaria de revaloración del
patrimonio cultural ancestral.
Para gobernar a un pueblo dócil y
sin dignidad, se requiere amputarle su memoria histórica y su identidad
cultural ancestral, para dejarlo amnésico, en calidad de zombi.
Sin saber quién
es él, cuál es su milenario origen, quienes fueron sus brillantes y sabios
antepasados, cuáles sus admirables logros. Al quedar amnésico, no sabrá quién
es él, en dónde está y menos le interesará saber a dónde desea ir. Frágil,
inseguro y vulnerable, ese pueblo será apto para la injusticia, los despojos y
la explotación.
La experiencia histórica nos dice
que, en este país, todas las luchas armadas han sido para que unos les quiten
el poder a otros, y todas las luchas políticas han sido que todo cambie para
que todo siga igual.
Lo único que puede cambiar el destino del pueblo es la educación.
Pero una educación para la vida, una educación “propia-nuestra”, que permita a
los seres humanos formarse en valores y principios propios, para encontrar el
equilibrio existencial y la plenitud armónica, de manera personal, familiar y
comunitaria.
Por estas razones, el magisterio
consiente y crítico, tiene una alta responsabilidad histórica frente a los
llamados pueblos originarios. Es el aula, la escuela, la familia y la
comunidad, el espacio en donde se deben sentar las bases de la descolonización
intelectual, cultural y espiritual del Estado de Oaxaca. Se requiere “Educar
para el futuro con la sabiduría del pasado”.
México es un país que nace en
1824, pero que tiene sus antecedentes en un sistema colonial de explotación que
duró trescientos años, que surgió a partir de una invasión injusta y violenta
por la corona española, que tuvo como objetivo apropiarse de los territorios
del Anáhuac, para esclavizar a los pueblos nativos y depredar sus recursos
naturales.
Sin mediar amenaza o agresión alguna, los europeos empezaron a
llegar a nuestras tierras para generar grandes fortunas de manera ilegal e
inmoral a través del despojo, sufrimiento, explotación y en su caso, muerte de
los que se resistieron.
Desde la creación formal del
Estado mexicano, el 4 de octubre de 1824, los que lo hicieron, fueron un puñado
de peninsulares y criollos, éstos últimos, usaron a los anahuacas para su
guerra contra los gachupines prometiéndoles la libertad si triunfaban,
finalmente los traicionaron.
Después de 11 años de lucha por el poder y en base
a lo que sucedía en Europa, al estar cayendo las monarquías y creándose los
nuevos Estados nación, decidieron “hacer las paces” y unirse, criollos y gachupines,
y crear “su país de ellos y para ellos”.
Agustín de Iturbide traicionó el
acuerdo y se auto proclamó el Primer Emperador del Imperio Mexicano del
Anáhuac, que duró nueve meses. Después de once años de guerra civil, el nuevo
gobierno inició en la pobreza absoluta. Aunado a esto, a pesar de que los
criollos y gachupines habían hecho las paces, resultaba que los “gachupines”,
ahora como flamantes “mexicanos”, seguían teniendo el poder económico y por
ende el poder político.
Todo cambió para seguir igual. Por esta razón los
criollos traicionaron a sus aliados, los gachupines, y con las leyes de 1827 y
1828, expulsan a los gachupines de México, pero les permiten llevarse su
riqueza, lo que agudizó, aún más, los problemas económicos y políticos del
flamante país de los criollos y para los criollos.
LA FUNCIÓN SOCIAL DEL DOCENTE
OAXAQUEÑO.
“Oaxaca es la reserva espiritual
del Anáhuac”. Con sus ocho regiones, con sus 570 municipios, con sus dieciséis naciones
y culturas anahuacas, lo llevan a ser, el estado que posee, en su vida
cotidiana, la raíz y la esencia viva de la milenaria Toltecáyotl, que le dio a
la Civilización del Anáhuac, “un rostro propio y un corazón verdadero”.
Esta sabiduría y estos
conocimientos, que se han trasmitido de generación en generación y que se ha
sabido preservar, a través de la resistencia cultural, es lo que les ha
permitido a los oaxaqueños, poseer esa fuerza espiritual y esa “tenacidad
existencial”, que hoy más que nunca, se necesita para enfrentar los estertores
del derrumbe del sistema económico global, que se inició con la invasión al
continente en 1492.
El docente oaxaqueño tiene una elevada
misión y una gran responsabilidad histórica con la niñez oaxaqueña, que es,
todavía, heredera directa de la Cultura Madre. Especialmente los niños que
viven en comunidades, que hablan la lengua materna, y que, están inmersos en la
vida cotidiana en los valores y principios ancestrales, que aún rigen los
destinos de estas comunidades.
“Ese nuevo llamamiento a la independencia
habría de ser, en primer término, un llamado a la educación.
A un modelo de educación en que se trate de
suprimir todo género
de admisión de la inferioridad que, a partir
de la invasión de la irrupción europea, se nos ha querido achacar”
Rubén Bonifaz Nuño.
El docente tiene la posibilidad
de “reconectarlos con su pasado ancestral”, brindándoles información de sus
Viejos Abuelos, para que conozcan sus grandes logros éticos, morales,
educativos, científicos y espirituales. Su forma de entender el mundo y la
vida, su filosofía, y las razones por las cuales alcanzaron la más alta calidad
de vida, para todo el pueblo, en la historia de la humanidad.
El docente
oaxaqueño puede hacer esto, más allá del programa impuesto por la SEP. El
docente tiene la “libertad de cátedra”, dentro de las actividades cotidianas en
la escuela, para despertar e ir recreando en los niños, poco a poco, la visión
de un pasado más cercano a la verdad, que lo que dice el libro de texto, la
televisión y el cine.
El niño indígena, debe de sentir orgullo de su portentoso
pasado y debe sentir una gran responsabilidad por conservar y acrecentar la
gloria de sus antepasados. Con ello recuperará el honor y la dignidad, que da
el conocimiento y conciencia del patrimonio Cultural.
El maestro debe, como
principal tarea educativa, reforzar los valores y principios de la cultura Madre,
para acrecentar la autoestima y el orgullo, de sus estudiantes, de ser portadores
de una sabiduría milenaria, que puede salvar al agónico “mundo moderno”.
Es necesario que el magisterio
oaxaqueño, especialmente, el que trabaja en el nivel de Educación Indígena, recupere
la verdadera historia y la sabiduría milenaria de nuestros antepasados, para
que los estudiantes y la comunidad, restituyan la memoria histórica y la
identidad cultural ancestral, que la colonización les ha tratado de quitar,
pero que, de muchas formas, permanece en la comunidad y en el “banco genético
de información cultural”.
Los trabajadores de la educación
de Oaxaca, deben analizar la función social de su ejercicio profesional. El
docente debe pensar, realmente, ¿para quién trabaja?, cuál es el meta objetivo
de su labor, cuál será el destino de sus estudiantes.
Académicamente, el
sistema, hasta dónde los tiene “programados”. Cuál será el posible mercado
laboral al que podrán acceder, y de qué, le puede servir los conocimientos que
se supone debe aprender en la escuela, dentro y fuera de la comunidad.
Debe analizar, concienzudamente,
qué posibilidades reales tendrán sus estudiantes, si buscan “una mejor vida”,
con lo que están aprendiendo en las instituciones educativas, desde el nivel
primaria hasta el superior.
El magisterio oaxaqueño debe de dejar de ser un
dócil trabajador del sistema neocolonial. Debe de dejar de pensar en lo que lo
obligan a pensar, y dejar de perder el tiempo, con toda la chamba burocrática
con lo que “lo entretiene” y los someten.
El magisterio oaxaqueño debe
descolonizar la educación. Para ello, debe de dejar de pensar con las ideas de
sus colonizadores. No se puede salir del calabozo de la colonización… “con las
ideas del carcelero”.
Se necesitan nuevas ideas, que
liberen, no solo la educación, sino la vida y a las comunidades. Ideas
“propias-nuestras”. Nuevas ideas, valores y principios inspiradas en la
experiencia milenaria de nuestros antepasados, esos que crearon el primer
sistema de educación, obligatorio, público y gratuito de la humanidad.
De aquellos, que inventaron antes que nadie,
el cero matemático o la primera calculadora del planeta. Los que, a través, de
lo que hoy conocemos como “ingeniería biogenética”, inventaron el maíz, o los
que inventaron el chocolate, o la cuenta perfecta del tiempo.
No necesitamos importar “una
nueva teoría educativa o un nuevo modelo educativo”, debemos de conocer la
pedagogía y la didáctica tolteca. Valorar los saberes comunitarios y
redescubrir y potenciar su sabiduría.
No necesitamos copiar una nueva
ideología política de un “país avanzado”. Debemos en cambio, de investigar,
conocer y re-valorar la democracia participativa ancestral “propia-nuestra”,
para oxigenar y fortalecer la democracia de la comunidad.
Se necesita conocer a
profundidad, entender y revalorar la sabiduría del calpulli, la Asamblea y el
“mandar obedeciendo”, el tequio, el servicio a la comunidad, el valor de la
palabra, las fiestas, los “compromisos”, los usos y costumbres, y la
espiritualidad, que tienen un origen milenario y han funcionado hasta nuestros
días.
La función social del docente
oaxaqueño es educar en valores y principios para proteger el futuro a sus
estudiantes. Apoyar a los padres para que descolonicen los dogmas de la
educación del siglo pasado.
El padre de familia debe de entender que no basta
con que sus hijos “estudien”, y terminen una carrera para ser un profesionista
y “triunfar en la vida” yéndose de la comunidad. El docente debe ser el primer
motor, para re-valorar, la calidad de vida en la comunidad a través de los
valores perenes.
El docente oaxaqueño, en un acto
de soberana conciencia y responsabilidad histórica, requiere en un potente ejercicio
autodidacta, investigar la “verdadera historia de Los Viejos Abuelos Ancestrales”,
haciendo a un lado el discurso colonizador e hispánico, del sistema y de la
“academia occidentalizada”, y encontrar textos descolonizados para conocer de
verdad la historia, la cultura, la filosofía y la espiritualidad ancestral de
nuestra Civilización Madre.
Con esa información, en el día a día del aula,
puede ir sembrado semillas de conciencia libertaria, de autodeterminación, de
orgullo y dignidad, activando “el banco genético de información cultural” que
está en el corazón de sus estudiantes. Pude y debe volver al quehacer de
“darles sabiduría a los rostros ajenos”, de “humanizar el querer”, consagrarse
en “el arte de criar y educar seres humanos”, tlacahuapahualiztli en lengua
náhuatl.
El docente debe trabajar con los
estudiantes, sus padres de familia y la comunidad, para entender que el sistema
económico nos ha engañado y que, en el nuevo modelo económico del país, no
existe un lugar para los profesionistas, y menos de origen indígena, porque no
hay trabajo para ellos.
Y si lo encuentran, será mal pagado y sin prestaciones.
En el modelo económico neoliberal globalizado, no hay empresas, solo maquiladoras,
no hay puestos de trabajo, solo outsourcing (subcontratación).
Que irse a refundir en la pobreza
y la desolación de las grandes ciudades, es solo sufrir y deshumanizarse, ser
despreciado, rechazado, para que los ricos se vuelvan más ricos con nuestro
trabajo y nuestro consumo citadino.
Que el irse a buscar el sueño americano es
caer en el infierno de dejar de ser él, sufriendo toda clase de humillaciones,
peligros y desprecios, para hacer más ricos a los empresarios que los contratan
con la mitad de la paga, y para hacer más ricos a los empresarios “mexicanos”,
que reciben miles de millones de dólares sin invertir un centavo.
El docente oaxaqueño debe de
trabajar para fortalecer la conciencia y la sabiduría comunitaria. Debe poner
el ejemplo en el servicio a la comunidad. Se requiere conciencia,
responsabilidad y entrega. Una forma de vida recta, honesta, austera y sobria,
apegada a nuestra tradicional forma de ser.
El docente debe de educar con el
ejemplo en la comunidad. Debe convertirse en “una tea que no humea”, un faro y
un punto luminoso de referencia, no solo para sus estudiantes sino para toda la
comunidad.
El docente, no puede, ni debe,
ser el representante de la “modernidad y el progreso”, es decir, del consumismo
y la banalidad del sistema en la comunidad. Debe guardar una conducta de
sobriedad y austeridad, respetando los usos y costumbres de la comunidad,
siendo muy receptivo y humilde, porque la arrogancia y la presunción, es
producto de la incultura, la ignorancia y la pobreza espiritual.
El docente oaxaqueño debe
encontrar la virtud y la realización personal, en su ejercicio profesional.
Debe hacer, de su trabajo, su plena realización humana. Esta “plenitud
armónica”, no la supera el consumismo de tecnología, ropa, autos y productos chatarra.
Esto no se compra, ni se vende, ni se obtiene a crédito. Esta realización
existencial a partir de su ejercicio profesional, representa un plus en la vida
del docente oaxaqueño.
El concepto tolteca del maestro
es:
“Corazón firme como la piedra,
corazón resistente como el tronco de un árbol;
rostro sabio
dueño de un rostro y un corazón,
hábil y compasivo.
Maestro de la verdad,
No deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos,
Hace a los otros tomar una cara,
Los hace desarrollarla.
Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
Les da su camino,
De él uno depende.
Pone un espejo delante de los otros,
Los hace cuerdos y cuidadosos,
Hace que en ellos aparezca una cara…
Gracias a él, la gente humaniza su querer,
Y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones,
Confronta a la gente,
Ayuda, remedia, a todos atiende.”
Códice Matritense.
Los seis elementos culturales de
la civilización ancestral, que forman parte de la herencia cultural de nuestros
ancestros, y que de alguna manera están presentes en lo que hoy somos, son: En
primer lugar, la creación de ciencia biófila, que orientó la inteligencia y la
creatividad, durante miles de años, para resolver problemas materiales y los
desafíos espirituales de la trascendencia de la existencia. No se usó la
ciencia en contra del ser humano y la Madre Querida.
En segundo lugar, el
desarrollo de una cultura de paz y fraternidad, sustentada en la unidad en la
diversidad. Los Viejos Abuelos nunca crearon una civilización guerrera,
invasora e imperialista, a excepción de los últimos 81 años, de expansión de
los mexicas, en el periodo más obscuro de la decadencia.
En tercer lugar, desarrollaron un
sistema de organización a través de la democracia tolteca, es decir, la
democracia participativa, que sigue vigente hasta nuestros días en cientos de
municipios del país, llamada por la cultura dominante “usos y costumbres.
Donde
en la Asamblea, el pueblo analiza sus problemas y toma decisiones, y la
autoridad “manda obedeciendo”, alentando la vida en comunidad a partir de la
familia y el calpulli. Los lasos de parentesco, fraternidad y solidaridad,
fueron muy importantes, definiendo por miles de años, un estilo de vida
sustentado en la igualdad o “común-unidad”, que siguen vigentes en muchas
comunidades del estado de Oaxaca a través de “la guelaguetza, la mano vuelta,
el servicio a la comunidad, el tequio, la gozona y las fiestas patronales.
En
cuarto lugar, durante miles de años no se usó la propiedad privada y no se
inventó el dinero, por lo cual se impidió el atesoramiento, el consumismo y las
clases sociales. En quinto lugar, de vivió por siglos en un sistema de
educación, obligatorio, público y gratuito, que implantó valores y principios
en la esencia y el corazón de los pueblos, mismos que siguen vigentes hasta la
actualidad.
Finalmente, en sexto lugar,
nuestra Civilización Madre tuvo, en el desarrollo espiritual del pueblo, una
razón de Estado. La visión de nuestros Viejos Abuelos, fue que todo en el
universo tiene vida, por consiguiente, todo tiene espíritu, por tal razón todos
somos hermanos. Como el ser humano formaba parte de todo y todo forma parte del
ser humano, tenía la responsabilidad de preservar el equilibrio y la armonía
cósmica.
El sistema de educación de la
civilización Madre, está sustentado, en la sabiduría conocida como Toltecáyotl.
Los elementos culturales antes señalados, siguen vigentes, de algún modo, en
las comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca, esta permanencia a base de
una heroica lucha de resistencia cultural, hacen de Oaxaca y los oaxaqueños, un
espacio vital de reverberación espiritual, que impregnan muchas de las
actividades familiares y comunitarias de la sabiduría ancestral.
Esta es la
razón por la cual, en estas comunidades existen muchas personas que no tienen
instrucción académica, o muy poca, pero en cambio, son personas muy educadas,
con principios sólidos en el campo de la ética, la moral, el respeto, la
solidaridad, la dignidad y la honestidad. Esto es el resultado de un sistema
educativo que se mantuvo por siglos de generación en generación y hoy conforma
parte del Patrimonio Cultural ancestral.
El maestro oaxaqueño debe
convertirse en el factor que amplifique, dimensiones y proyecte, estos valores
y principios ancestrales de vida, que la “modernidad” y la educación académica
del Estado necolonial criollo, han querido desaparecer de la vida comunitaria.
El maestro, como guía y luz de conciencia, debe alentar una acción comunitaria
en la recuperación y restitución de la memoria histórica y la identidad
cultural ancestral de cada comunidad. Los pueblos mantienen viva esta
sabiduría, pero después de cinco siglos de persecución y desprecio, se
encuentra “agazapada, camuflajeada, escondida”.
Existen mujeres y hombres que
poseen el conocimiento ancestral. Personas que, amparadas en el anonimato, han
podido trasmitir de boca a oído esta sabiduría de generación en generación, en
espera del momento oportuno para su revelación.
El maestro oaxaqueño debe motivar
el cambio en la comunidad, para se acaben los mitos e infundios que
desacreditan y menosprecian los saberes comunitarios, las tradiciones y
costumbres. Se debe de desenmascarar la mentira del supuesto “progreso” que
trae el copiar la modernidad. La idea de “salir adelante”, a través de importar
en la comunidad modelos foráneos de valores, bienes y productos.
Se debe
informar del daño a la salud física, mental y emocional, de los productos
chatarra, sean alimenticios, tecnológicos o modas, especialmente llevadas a las
comunidades por los migrantes que regresan de Estados Unidos, totalmente intoxicados
y descentrados, del “ser y hacer” tradicional de la comunidad.
La comunidad tiene que volver a
ser el calmécac. Debe educar en valores y principios a los ciudadanos y a los
niños. Como en el pasado, todos tienen la obligación de educar a todos,
comenzando con el ejemplo. Las tradiciones, usos, costumbres, deben volver a
ser “la ley no escrita”, que rija la vida de la comunidad.
Todos en general,
pero en espacial los ciudadanos que estén sirviendo a la comunidad, deben de
responsabilizarse de la conducción de la educación comunitaria.
El maestro
oaxaqueño debe ser el motor de este movimiento que debe ir de adentro hacia
afuera, y desde abajo hasta arriba. Las escuelas deben convertirse en el punto
de partida, y el maestro, el guía responsable, como siempre fue en el pasado
ancestral.
Se requiere, de nuevo, como hace
quinientos años, EDUCAR PARA EL FUTURO CON LA SABIDURÍA DEL PASADO.
Parecería una utopía, algo muy
difícil de lograr. Tal vez, si se piensa con una mente colonizada y con las
ideas del carcelero. Pero si se piensa con la sabiduría ancestral de la
Toltecáyotl y la confianza del apoyo de los Viejos Abuelos, esta tarea cobrará
su propia dinámica.
El “banco genético de información cultural” que existe en
cada uno de nosotros despertará. Lo
importante es “activarlo” y echar a andar el potencial energético. No existe un
mejor desafío en la vida, que volver a ser lo mejor de nosotros mismos. Nuestros
antepasados han hecho monumentales obras materiales e inmateriales. Nosotros
ahora, hijos de los hijos de ellos, tenemos el potencial para hacerlo y
lograrlo.
LO DIFÍCIL NO ES HACERLO, SINO
IMAGINARLO.
Viste www.toltecayotl.org
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facebook guillermo marin ruiz
www.aquioaxaca.com
http://tolteca-guillermomarin.blogspot.mx/
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