"Ignorante no es aquél que no sabe, ignorante es aquel que no sabe lo esencial."
El colonialismo, el capitalismo, la modernidad y el eurocentrismo crearon, desde 1492, cuando empezaron a invadir el planeta, tratando sistemáticamente de destruir a las Civilizaciones Madre y sus conocimientos milenarios, para imponer “a sangre y fuego”, el dogma colonizador de que, “todo lo antiguo es primitivo” y que la grandeza de la civilización y la ciencia inició en Europa.
Esta acción depredadora, que condena al olvido y al desprecio a la sabiduría perene de las civilizaciones de Egipto, Mesopotamia, China, India, Tawantinsuyu y Anáhuac, a través de un epistemicidio global, y crea, por otra parte, la distorsión de separar la sabiduría de la ciencia, que ha llevado en los últimos trescientos años a poner en peligro la Vida en el sentido más amplio en el planeta.
En efecto, el discurso eurocéntrico de “La Historia de la Humanidad”, es decir, la supuesta historia de Europa, establece que “la ciencia” en el planeta inició en el siglo XVII con Copérnico, Galileo y Descartes. En tiempos antiguos solo existió una raquítica “protociencia”.
Este discurso asume que la cultura griega es la génesis de la cultura europea, pero es falso. Para el siglo V aC., culturalmente no existía Europa. Con propiedad, la cultura griega pertenece al mundo antiguo de Medio Oriente. Fue el creador del mito de “la cultura europea”, Federico Hegel, el que usó a los griegos como supuesto origen de la cultura europea, que por cierto, es la más nueva del mundo y ha sido una cultura pirata, que se ha ido apropiando de la sabiduría de los pueblos del mundo y la presenta como invención suya.
En las recientes investigaciones descolonizadas de la historia de la ciencia y del pensamiento, se sabe que los griegos tomaron los conocimientos de las antiguas civilizaciones de Egipto y Mesopotamia, cuando tenían siglos de haber pasado su esplendor, tanto en el terreno de la ciencia, como en el terreno de la filosofía. También se sabe ahora que Nicolás Copérnico y Galileo Galilei se “inspiraron” en antiguos textos musulmanes.
Debemos decir que durante la llamada Edad Media, que va del siglo V al siglo XV, en Europa, el Vaticano se dedicó a perseguir a las personas de conocimiento y a destruir sus textos. Es decir, que la sabiduría que los romanos tomaron de los griegos, se perdió durante esos mil años. Pero justamente esos mil años son los del esplendor del Islam, en el que se dedicaron a salvar la ancestral sabiduría y la recrearon. Por ejemplo, los clásicos griegos fueron salvados de la Europa primitiva y fanática, gracias a que fueron traducidos al árabe, y del árabe en el Renacimiento a las lenguas europeas.
El problema nace cuando en el Renacimiento, los nuevos científicos europeos abrevaron en las fuentes ancestrales del conocimiento humano, no citando las fuentes y presentaron el conocimiento como propio, aunque estas fuentes fueran tomadas de la cultura árabe o de las culturas de China e India, que los comerciantes como Marco Polo y el Vaticano estaban llevando a Europa.
Debe tenerse presente que la antigua Biblioteca de Alejandría fue fundada en el siglo III aC., por Ptolomeo con el objetivo de “salvar el milenario conocimiento del mundo antiguo”. Se supone que en la biblioteca se llegó a almacenar más de novecientos mil manuscritos antiguos. En síntesis, el conocimiento y la sabiduría milenaria del continente Euro-asiático-africano (porque es una sola masa de tierra y no tres), la aportaron las civilizaciones de Egipto, Mesopotamia, China e India, y que la cultura europea, creada ideológicamente por Federico Hegel en el siglo XVIII, se apropió de estos conocimientos y creó un secretismo científico, el cual, separó a la sabiduría de la ciencia, y está, la enfocó solo en la explotación de la naturaleza y a la creación de artefactos para la guerra.
Sin embargo, la sabiduría y la ciencia ancestral tienen una gran diferencia con la “ciencia moderna”. Las primeras buscan el vértice superior de su conocimiento, “la liberación del espíritu de la materia”. Es decir, buscaban la realización o trascendencia de la vida humana en un plano superior de conciencia. Por diferentes caminos, todas las civilizaciones ancestrales se encaminaron al mismo fin.
A diferencia de la “ciencia moderna”, que desde sus orígenes en el siglo XVII, buscaron primero la explotación de la Naturaleza y de los seres humanos para generar riqueza y poder, y a partir del siglo XX, buscan “la liberación de la energía de la materia”. Es decir, el máximo logro de “la ciencia moderna” es la fusión nuclear, y con ello, el manejo de la energía atómica para fines militares y comerciales. Esta ciencia para lograr sus fines ha desterrado la sabiduría, la ética y la moral. Algunos de los más notables científicos modernos, como Alberto Einstein y Alfredo Novel, quedaron muy arrepentidos de sus aportaciones por el uso que se les dio a sus descubrimientos científicos.
Conocimiento ancestral y ciencia moderna.
Como hemos dicho, las antiguas civilizaciones Madre del planeta, siempre concibieron el conocimiento y la sabiduría como una sola unidad indivisible. Solo el conocimiento que empezaron a desarrollar los pueblos de Europa a partir del siglo XVII, separó el conocimiento de la sabiduría. A este “engendro” le llamaron “ciencia moderna” y en solo tres siglos ha llevado al ser humano al borde de su extinción por este error, porque una “ciencia sin sabiduría conduce a la muerte”. En efecto, mientras el conocimiento y la sabiduría buscan la liberación del espíritu de la materia, como máximo logro civilizatorio, la Civilización Occidental busca en el vértice superior de sus logros científicos, la liberación de la “energía de la materia”. Es decir, la fusión nuclear y con ella alcanzar la riqueza y el poder sobre los demás pueblos.
Para el pensamiento único eurocentrista, el hombre blanco europeo es el único que puede crear “ciencia moderna”. Los demás seres humanos y sus pueblos, en su calidad de “subdesarrollo” científico y tecnológico, están imposibilitados a crear la ciencia moderna. Todo el conocimiento de los pueblos no europeos, contemporáneo o antiguo, se ve reducido, cuando bien le va a proto-ciencia, y sino a magia misteriosa. Para Occidente, como las civilizaciones antiguas no tuvieron, según ellos, el método científico, no pudieron crear ciencia. Llegan a afirmar el discurso occidental, que la construcción de pirámides en el mundo antiguo pudo haber sido realizado por extraterrestres.
Para la tradición Occidental, la supuesta superioridad humana radica en que somos “animales pensantes”, y que, gracias al pensamiento podemos acceder al conocimiento. El “pienso luego existo” de René Descartes es la afirmación y visión del mundo y la vida del mundo moderno. Sin embargo, existen muchos seres vivos que no tienen cerebro y adquieren y crean conocimiento. Por ejemplo, las plantas, no tienen cerebro ni sistema nervioso, pero “científicamente” se ha demostrado que sienten, recuerdan y pueden llegar a leer el pensamiento humano, (“La vida secreta de las plantas”. De Cleve Backster).
La “ciencia moderna” descubrió que los pensamientos son pequeñas descargas eléctricas en las neuronas. Dicho de otra forma, el conocimiento es energía y todo lo que está en este mundo es energía. De la misma forma el científico japonés Masaru Emoto, demostró que el agua llega a percibir y diferenciar las palabras y sentimientos (cargas energéticas). De modo que podemos decir que “el conocimiento” es una transferencia de energía y que no necesariamente tiene que ser únicamente por el cerebro.
La definición del método científico afirma que, “es una serie ordenada de procedimientos de que hace uso la investigación científica para observar la extensión de nuestros conocimientos. Podemos concebir el método científico como una estructura, un armazón formado por reglas y principios coherentemente concatenados.”.
La pregunta es, que los hombres y mujeres de conocimiento, que durante siglos consecutivos recogieron a través de la observación diaria el movimiento de los astros su registro en códices, así como su difusión entre la red de investigadores en el continente: no cumple la definición del método científico para realizar esta tarea.
Por los procesos de colonización y el eurocentrismo, se dice que el conocimiento y la sabiduría de nuestros antepasados, (Toltecáyotl) no es ciencia. En el silgo XV los europeos pensaban que la Tierra era plana. En ese tiempo, pero desde mucho siglos atrás, los astrónomos y matemáticos toltecas habían descubierto “la cuenta larga”, es decir, el tiempo e que la Tierra gira en torno al centro de la galaxia.
El tratar de presentar ante “la Historia Universal” (occidental) a las Civilizaciones del Anáhuac y el Tawantinsuyo, como culturas primitivas, salvajes, guerreras y caníbales, es la coartada para tratar de hacer parecer la conquista y Colonia, como un hecho civilizador, humanista y cristiano, cuando en verdad ha sido uno de los más graves holocaustos y epistemicidios humanos.
El Vaticano y los “mercaderes” han sido, y siguen siendo, los responsables de este cinco centenario delito de lesa humanidad. Las civilizaciones Madre del planeta son las que han logrado a través de su conocimiento y sabiduría, dar los mayores aportes a la humanidad. La cultura occidental, por el contrario, ha usado estos conocimientos, los ha deshumanizado y se los ha presentado como propios, creado la ciencia moderna, para imponer el terror por las armas y la explotación por el sistema comercial y financiero global.
El conocimiento propio-nuestro.
Para el caso de las civilizaciones del Cem Anáhuac y del Tawantinsuyu en el continente Ixachilan (inmensidad) y Abya-Yala (tierra en plena madurez), respectivamente; el conocimiento y la sabiduría son tan antiguas como en China o India, y según los nuevos hallazgos de teocintle en vías de ser maíz, fechados en el octavo milenio aC., en el Valle de Días Ordaz en Oaxaca, México, el Anáhuac sería tan antiguo como Egipto o Mesopotamia.
Para el caso del Cem Anáhuac, diremos que la invención de la agricultura, el maíz, la milpa, así como la transformación del nopal silvestre en nopal comestible, son el inicio del Desarrollo Humano. En efecto, cuando los pueblos del Cem Anáhuac dejaron de ser nómadas, cazadores y recolectores e iniciaron la creación de lo que hemos llamado “la pirámide de desarrollo humano tolteca”.
Es decir, la conformación y articulación transversal de la sabiduría y el conocimiento para crear: el sistema de alimentación, el sistema de salud, el sistema de educación, el sistema de organización y la Toltecáyotl, iniciaron la más notable conjunción del conocimiento y la sabiduría, al darle a los anahuacas el más alto grado de calidad de vida para todo el pueblo en la historia de la humanidad.
Dos datos reveladores de esta afirmación. Los anahuacas lograron construir el mayor número de pirámides del mundo antiguo en el planeta. Todas las civilizaciones Madre construyeron pirámides. Éstas no fueron palacios, fortalezas, ciudades o “centros ceremoniales”.
Son en cambio, el testimonio aun no comprendido, de los más importantes logros humanos en cuento al binomio de conocimiento y sabiduría integrados en un fin. El eurocentrismo ha querido minimizar y desvalorar estas asombrosas construcciones, afirmando que eran adoratorios idolátricos, y ha llegado a sustentar, que no fueron ellos los constructores.
No solamente se debe tomar en cuenta el gran esfuerzo de tiempo y energía para realizar estas magnas obras que poblaron el continente desde Alaska hasta la Tierra del Fuego; sino algo muy importante, la coincidencia de estas obras en el planeta como el máximo logro civilizatorio, lo mismo en Egipto que en Perú o México.
Occidente no ha querido “científicamente” indagar el probable uso de estas construcciones, dejándolas como ruinas de primitivas e idolátricas culturas. Para el caso del Anáhuac y como ejemplo expreso me refiero al Tollan de Daany Beédxe (zona arqueológica de Monte Albán, Oaxaca), que los antiguos oaxaqueños trabajaron durante mil trecientos años consecutivos el mismo proyecto que se mantuvo inalterado (en el plano arquitectónico). Esto nos habla de una permanencia del objetivo constructivo, que tuvo que ser asumido por sucesivas generaciones como algo inmutable e innegable e in-caducable, de importancia comunitaria y civilizatoria de carácter continental.
El otro elemento, para demostrar que la civilización del Anáhuac alcanzo los más elevados niveles de calidad de vida en el planeta es que, en 1520, cuando los europeos conocieron la ciudad de México-Tenochtitlan, en pleno periodo Postclásico decadente de la Civilización del Anáhuac, construida por la última cultura que bajó al Altiplano Central de las llanuras del Norte sin conocer la Toltecáyotl apenas dos siglos antes, nunca los europeos habían visto tal maravilla, ni aquellos que decían haber estado en el Oriente.
París en 1520 tenía 62 mil habitantes y sus calles eran una cloaca, Madrid apenas 40 mil. Ninguna de las dos tenía la traza de Tenochtitlán quien tenía alrededor de 300 mil habitantes. Poseía agua potable, drenaje, escuelas, bibliotecas, zoológico, museos, plazas y mercados, baños públicos en las calles, imponentes edificios para la organización del gobierno y del ejercicio religioso.
Pero sobre todo, la calidad alimenticia, de higiene, de educación académica y de organización era con mucho, muy superior a cualquier ciudad europea de ese tiempo. Es aquí donde debemos poner nuestra atención. Esta “calidad de vida” para todos los ciudadanos ninguna cultura europea se la dio y ha dado, a todo el pueblo, independientemente de su estatus social.
Es aquí, en donde se debe de analizar y dimensionar los alcances y logros del conocimiento y la sabiduría tolteca. La “ciencia moderna” ha producido mucha riqueza para unos cuantos; y muerte y destrucción para muchos por las armas, así como enfermedades por los agroquímicos y la química en los alimentos y objetos de uso cotidiano. En la “ciencia moderna” no existe sabiduría, valores éticos y principios morales. Es una ciencia para la muerte.
La ciencia tolteca en cambio, a través de la pirámide de desarrollo humano, les dio a los pueblos del Cem Anáhuac, la infraestructura para alcanzar superiores objetivos humanos que tienen que ver con la conciencia y la trascendencia de la existencia. Teniendo alimentación, salud, educación y organización, los pueblos se dedicaron a trabajar el siguiente nivel de la pirámide, que tiene que ver con las necesidades intangibles de la vida, pero que son las que le proporcionan a la existencia humana un significado superior.
Después de la organización, la pirámide tiene el sistema religioso. La religión de los pueblos anahuacas se basa en sabios conceptos filosóficos y de conocimiento. Es de origen endógeno y posee una matriz que se multiplica en tiempo y espacio, con un modelo fractal. Es decir, tiene muchas variantes la religión en el Cem Anáhuac, pero todas las diferentes versiones, comparten una misma estructura de ideas, principios y valores.
De la unidad, se desprende la dualidad, creándose una triada, y de ésta, se crean una unidad conformada por cuatro partes. Cada una de estas partes se constituye a su vez en una dualidad. Es decir, la energía generadora se divide y subdivide, siempre de manera dialéctica, en pares comentarios y a manera de fractal. El Universo energético así se manifiesta a manera de infinitos fractales. El ser humano es un toroide compuesto de dos cargas energéticas.
El principio de los cíclicos soles como génesis. La existencia de una entidad superior sin nombre, sin forma, invisible e impalpable. El principio de la dualidad y de la dialéctica de los contrarios. No existió el concepto del dios judeocristiano, sino una “energía superior” en múltiples y variadas manifestaciones que los diferentes pueblos conceptualizaron con determinadas advocaciones.
La religión en el Anáhuac daba pautas de vida, valores, principios, que se trasmitían en la casa, la escuela, la comunidad y el gobierno. Era de carácter comunitario y era responsabilidad del gobierno su mantenimiento y operación, muy parecido al sistema de educación. La Toltecáyotl permeaba todos los órdenes de la vida personal, familiar y comunitaria y tenía un sentido transversal.
La figura central en la religión era, en la cultura náhuatl, Tloque Nahuaque, el que está aquí y en todas partes al mismo tiempo, “la energía generadora”. Era invisible e impalpable, por tal metafóricamente se le conocía como Yohualli Ehécatl, noche viento. Era por quien se vivía, Ipalnemohuani. “Debajo de esta figura” venía la misma energía pero más humanizada. Entonces se le nombraba Ometéotl, “la dualidad trinitaria”, de donde se desprendía de los dos el Señor (Ometecuhtli), de los dos la Señora (Omecihuatl), que forman una triada. De esta “pareja divina”, nacerán o se desprenderán cuatro realidades o Tezcatlipocas: El Tezcatlipoca Negro al Norte, el “del humo en el espejo” (Arturo Meza Gutiérrez), la memoria; el Tezcatlipoca Azul del Sur y es Tláloc “representa a la vida”, la voluntad (Los mexicas lo quitaron e impusieron a Huitzilopochtli, su numen tutelar); El Tezcatlipoca Rojo al Oriente y es Xipe Totec que representa “la regeneración”, el cambio”; y finalmente el Tezcatlipoca Blanco al Poniente, llamado Quetzalcóatl y que representa la sabiduría, el conocimiento y la inteligencia.
Esta puede ser la “estructura básica”, de aquí se desprenderán muchas y diversas advocaciones de la misma realidad. No es que fueran “dioses”, son en cambio manifestaciones de lo “inconmensurable” en el mundo humano. Cada pueblo en tiempo y espacio diferentes las nombró según su lengua, les dio forma según su estética y les hizo, a través del tiempo, variantes, especialmente en el periodo Postclásico por la ausencia en el Tlaltípac de los venerables maestros toltecas, que partieron del Tlaltípac alrededor de mitad del siglo IX, pero que dejaron dicho que regresarían a restaurar la sabiduría y el equilibrio.
Por ejemplo: La energía luminosa, es decir, los átomos formando objetos, gracias a la fotosíntesis, a través de que los fotones se convierten en formas vegetales (la energía luminosa se convierte en energía vegetal y comienza la vida), los nahuas le llamaron en lengua náhuatl Tláloc. Los mayas le llamaron en lengua maya Chac. Los totonacos le llamaron en lengua totonaca Tajín. Pero todos se referían a la energía luminosa. Cada representación iconográficamente era diferente, pero coincidían todas en tener una lengua de serpiente y unas anteojeras.
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