lunes, 19 de octubre de 2020

CÓMO VIVÍAN NUESTROS VIEJOS ABUELOS La percepción anahuaca de la vida


 

 

Para dos guerreros biniza

Azael Campos y Juan Carlos Rojas.

  

Los humanos actuales, producto del dominio occidental durante los últimos cinco siglos, hemos perdido la memoria histórica de la humanidad. Nos han hecho creer que el ser humano y el mundo, en esencia, siempre han sido como hoy somos en occidente. Pero esto no es así.

La colonización ideológica y espiritual occidental, ha creado a través de su narrativa histórica, vertida en libros, academias, universidades, pero sobre todo en el cine, la radio y los impresos, especialmente a partir de la mitad del siglo XX, y ahora, a través de las redes sociales, una versión muy distorsionada del ser humano y la humanidad a través de las diferentes civilizaciones que han existido, especialmente en el mundo antiguo.

Este ser humano moderno occidental y occidentalizado, independientemente que sea del primer mundo o del tercer mundo, piensan más o menos igual, lo que los diferencia es su capacidad de consumo, y sus cada vez mínimas diferencias culturales regionales. Ya que, en los últimos 70 años, los pueblos del “mundo libre”, han iniciado una veloz carrera para homogenizarse, tanto en lo material, como lo intelectual, compartiendo una acelerada degradación espiritual.

Los pueblos de civilizaciones y culturas ancestrales, que han mantenido una defensa de su identidad y memoria histórica, son, a final de cuenta, los que hacen la diferencia en los países modernos occidentales y occidentalizados. Aunque han cambiado muchas cosas de su “fronda cultural”, algunos de sus elementos culturales más importantes siguen enraizados en la profundidad de su conciencia de ser y de estar. Elementos culturales esenciales que siguen vivos, vigentes y vibrantes.

Para el caso de nosotros, los que tenemos conciencia de pertenecer a la civilización del Cem Anáhuac, desde Alaska hasta La Tierra del Fuego, en el continente llamado en rebeldía y dignidad Abyanáhuac, sabemos, porque así lo sentimos, que nuestros Viejos Abuelos tenían una visión muy diferente del mundo y la vida. La cual, es totalmente diferente y opuesta a la occidental, moderna, colonial y eurocéntrica.

Esta milenaria percepción del mundo y la vida, se sustenta en miles de años de sistematizar y organizar los conocimientos, para crear la sabiduría conocida como Toltecáyotl, entendida como los conocimientos y las instituciones de los toltecas (las personas de conocimiento). La cual sigue viva y se manifiesta en diferentes tesituras, dependiendo de las agresiones coloniales y neocoloniales. Dependiendo también, de los espacios físicos en los que han tenido que vivir en permanente y heroica resistencia cultural ante la penetración colonial. Pero de manera general, se manifiesta en todo el Cem Anáhuac, sea en las grandes metrópolis o en los rincones alejados de la modernidad. Se manifiesta en rasgos, a veces nítidos y otros más agazapados, en las formas transculturales que le ha impreso a la modernidad. El “sí, pero no”.

Y en ocasiones, esta raíz, brota intensa y telúrica, como en la CDMX en los terremotos, en dónde los seres humanos, independientemente de su nivel sociocultural, fenotipo, sexo y edad, respondiendo a su banco genético de información cultural, viene a ellos la esencia de su Cultura Madre. La solidaridad, la fraternidad y el apoyo permite salir avante de las catástrofes, una y otra vez.

Consideramos que en general, el ser humano en lo esencial, comparte casi los mismos valores y principios humanos, especialmente en las personas que son descendientes de pueblos y culturas ancestrales. En contra parte, los seres humanos contaminados por la modernidad occidental, se homogenizan en valores creados por el Mercado, para hacer más funcional y productivo el sistema.

Frente al individualismo, el materialismo, el consumismo, que caracteriza al ser humano moderno. El cual le han inculcado una visión de felicidad en la opulencia, el derroche y la comodidad que se logra a través del dinero, no así del trabajo. Este ser humano moderno está alienado para ver en la guerra, la violencia y la depredación del medio ambiente, una forma natural y humana de interrelacionarse con sus semejantes y con el mundo en el que vive. Para lo cual, lo mantienen en un permanente estado de estrés, miedo, zozobra e inseguridad a través del terrorismo de Estado y el terrorismo económico y financiero, por medio de los medios masivos y los poderosos bancos y empresas trasnacionales.

En efecto, la guerra, el dinero y el comercio, son los ejes del mundo moderno. El punto es que, nos hacen creer que el mundo y el ser humano siempre han sido como hoy vivimos. Los colonizadores nos describen cómo eran nuestros antepasados y creemos que, como en las caricaturas de “Pedro Picapiedra”, desde la prehistoria los seres humanos siempre hemos tenido los valores y principios, la forma de ver el mundo y la vida, como hoy en la modernidad. Pero eso no es cierto, el ser humano ha sido de muchas formas, han existido otros valores y principios, otras formas de vivir y entender el mundo. Muchos significados diferentes. Muchos universos diferentes.

Es el caso de nuestro Viejos Abuelos toltecas, que crearon una de las formas de entender el mundo y la vida con mayor equilibrio y eficiencia, dotando a los habitantes del Cem Anáhuac, de bienestar material y espiritual, propiciando a lo largo de muchos siglos en todo el continente, un desarrollo humano en plenitud y armonía.

Pese a lo que escribieron gente como Cristóbal Colón, Hernán Cortés o Bernardino de Sahagún, y siguen escribiendo gente como Matos Moctezuma o León Portilla, esto se puede demostrar al valorar descolonizadamente y con un pensamiento crítico, algunos elementos y logros culturales civilizatorios, que fueron resultado de este largo proceso y una forma muy equilibrada y armónica de vida.

Por ejemplo: todas las civilizaciones ancestrales domesticaron una planta silvestre para cimentar su sistema alimentario e iniciar la agricultura y con ello, sentar las bases de sus civilizaciones. Los toltecas inventaron el maíz a partir de transformar el teocintle en maíz, creado otra planta diferente. Esto se hizo a través de lo que hoy conocemos como ingeniería biogenética. Pero en este mismo campo de conocimiento, crearon la milpa, el chocolate y la nixtamalización, que permitió convertir el maíz en masa y de ahí la preparación de más de 3500 productos alimenticos. Incorporaron a su alimentación la vainilla, el amaranto, la calabaza, el chile, los quelites, los insectos, las algas y un largo etcétera, lo que les permitió gozar de una excelente salud y poseer suficiente energía y tiempo, para trabajar en sus grandes obras materiales e inmateriales.

Otro elemento cultural fundamental para entender el alto grado de desarrollo humano, fue la creación del primer sistema de educación, obligatorio, público y gratuito de la humanidad. El crisol en donde se formaban en valores y principios muy elevados de los niños y jóvenes anahuacas. Este sistema permitió el impulso de la investigación y sistematización del conocimiento, pero además, propició el emprendimiento de grandes proyectos materiales e inmateriales, que implicaron muchas generaciones en un esfuerzo compartido y sistemático, sin perder o desviar la esencia de los proyectos, como el caso del Tollan de Daany Beédxe, conocido como la zona arqueológica de Monte Albán, en Oaxaca, México, el cual duró 1350 años en su proyecto constructivo y de plenitud; o la creación de cinco cuentas astronómicas, como son la lunar, solar, venusina, de las estrellas Pléyades y la llamada cuenta larga, totalmente exactas que están interconectadas y articuladas unas con otras en una perfecta sincronización, como un reloj galáctico.

Otro elemento cultural, digno de tomar en cuenta, para entender el alto grado de desarrollo humano en el Anáhuac, fue la creación, aplicación y vigencia de la primera democracia participativa vigente hasta nuestros días. El concepto del gobierno del pueblo y para el pueblo en su expresión más auténtica y genuina es la llamada democracia tolteca, que seguramente ya estaba en funciones cuando nuestros abuelos esculpían las llamadas “cabezas olmecas”, en el año 1500 aC.

En esta democracia, es el pueblo, el que forma desde jóvenes a los futuros responsables de la comunidad. Los principios fundamentales son: el bien común sobre el interés privado, el servicio a la comunidad como la actividad más elevada de un individuo, el trabajo sin remuneración por la comunidad, la Asamblea, como el espacio en donde se analizan, discuten y acuerdan por unanimidad, los problemas, desafíos y aspiraciones del bien común, para que las autoridades elegidas por el pueblo “manden obedeciendo” a la Asamblea.

Esta democracia funciona en una espiral ascendente de servicios por el bien común. Inicia cuando los adolescentes empiezan con diversos servicios de apoyo a las autoridades, después siguen las responsabilidades en los diversos comités que permiten el buen funcionamiento de la comunidad. Poco a poco, a través del tiempo y de acuerdo al buen desempeño de sus responsabilidades en los comités, el ciudadano va aumentando la complejidad de sus servicios, hasta que en la madurez llega a ocupar los puestos de alta responsabilidad. El pueblo se gobierna a sí mismo y forma sus propios cuadros.

Cuando llega a la madurez física y de servicio, el ciudadano es una persona que conoce la responsabilidad, a la comunidad y sus problemas, pero, sobre todo, ha aprendido lo que significa la alta responsabilidad de gobernar, dirigir y administrar los recursos en beneficio del bien común. En Oaxaca, México, existen 16 culturas ancestrales diferentes en 570 municipios, de los cuales, en 416 se sigue utilizando la democracia tolteca ancestral. Por supuesto, enfrentando severos conflictos con los operadores políticos, los partidos políticos y, sobre todo, con las empresas extractivas, nacionales y extranjeras, que están invirtiendo todos sus recursos económicos y políticos para desacreditar y destruir esta milenaria democracia para imponer el sistema de partidos políticos y a través de la corrupción, lograr que se cumplan las acciones que benefician a sus intereses.

Otro elemento cultural, para entender el alto grado de bienestar y la alta calidad de vida que lograron nuestros antepasados, fue que, durante decenas de siglos, tal vez, tres mil años, no existió el uso del dinero y la propiedad privada. Esto es producto de un alto nivel de conciencia comunitaria y de elevados valores y principios en cuanto a la responsabilidad existencial de los individuos, las familias y los pueblos. Nos demuestra que la percepción de la vida y el mundo, tenían significados que no estaban en el plano material de la existencia. La oportunidad de estar vivo y ser consciente, estaba enfocada a servir al bien común y al desarrollo espiritual.

El no buscar el poder y el reconocimiento a partir del atesoramiento de bienes materiales, implica que la vida personal y comunitaria no estaban enfocados al “tener”, sino al ser y la búsqueda de su trascendencia en planos intangibles. La riqueza, el gozo de lujos, placeres y comodidades, no eran el motor de su existencia, por el contrario, estaban excluidos. Se reconoce que el trato que le daban a los estudiantes, independientemente del estatus de sus padres en la comunidad, era igual para todos, y que, el esfuerzo, trabajo y disposición de servir y ser solidarios, era una de las normas de las instituciones educativas.

La austeridad, la frugalidad y el refrenamiento personal, eran los elementos con los que se educaban en las casas y en las instituciones educativas. Y se reconoce que las autoridades no gozaban de privilegios que trasgredieran estas normas culturales y comunitarias. Por el contrario, los dirigentes eran las personas a las que más se les exigía la virtud y la honestidad, tanto en su vida personal como en sus responsabilidades comunitarias.

Otro elemento cultural para dimensionar la civilización Madre y sus múltiples y diversas culturas diferentes en tiempo y espacio, fue que, durante todo su desarrollo civilizatorio, después de alcanzar grandes logros y descubrimientos en diferentes ámbitos de las ciencias, jamás inventaron arma alguna. Contra todo lo que han dicho los invasores y colonizadores para justificar sus grandes matanzas, la civilización del Anáhuac nunca fue una civilización sustentada en la guerra. Por el contrario, las civilizaciones del continente Euroasiáticoafricano, desde la antigua sumeria o los egipcios, pasando por los griegos y romanos, hasta en nuestros días con la OTAN, sustentaron su desarrollo en el poder de las guerras, las armas y el comercio.

Es sorprendente que nuestros Viejos Abuelos, durante por lo menos 9500 años de desarrollo humano, desde el inicio del periodo Preclásico, hasta la invasión española, nunca hayan usado sus inteligencias y conocimientos en las matemáticas, la ingería y la física, para inventar una sola arma. Las armas que recibieron del periodo Prehistórico, es decir, el arco, la lanza, el escudo, el hacha y la onda, con esas mismas armas hayan enfrentado la invasión española.  

Esta verdad, echa por tierra todas las mentiras de los tendenciosos y falsos escritos hechos por los invasores y colonizadores, de que los abuelos anahuacas eran guerreros. Por supuesto que, desde el inicio de los tiempos, debieron existir grupos armados para garantizar la paz interior y la seguridad de agresiones exteriores, porque, como es lógico suponer, el grado de desarrollo humano en el Anáhuac, no era homogéneo y sabemos que las personas, como los pueblos belicosos o guerreros, obedecen a una falta de desarrollo.  

La guerra no fue para los Viejos Abuelos toltecas, una expresión de su milenaria cultura. Por el contrario, los toltecas, durante muchos siglos, especialmente en el periodo Clásico, metafóricamente se refirieron a “La Guerra Florida”, como la metáfora de aquellas personas que emprendían la búsqueda de la perfección interior. A esas personas se les llamaba “los guerreros de la muerte florecida”, quienes debían enfrentar la batalla más difícil de la vida entablada con “el enemigo interior”, es decir, las oscuras pasiones y las debilidades que arrastran a la estupidez humana, para vencerlas hasta disolverlas en la nada. Las armas de estos guerreros del espíritu eran, metafóricamente, “Flor y canto”, entendidos como: Belleza igual a equilibrio logrado a través de la medida; y la palabra, cargada de conciencia y sabiduría expresada a través de la poesía. Realmente es muy sorprendente este rechazo a las armas y la guerra, que solo se puede explicar por el elevado nivel cultural y el desarrollo de una conciencia superior.

Otro de los grandes logros de los Viejos Abuelos toltecas, los creadores a lo largo de milenios de la Toltecáyotl, fue el conocimiento profundo de la Tierra como planeta, y la tierra, como generadora de la vida. Al entender el milagro de la fotosíntesis, comprendieron la magia que se produce con la energía que viene del Sol a través del espacio, y que, al fecundar la tierra con el agua, la energía luminosa se convierte en energía vegetal, de ahí viene la vida en muchas de sus múltiples expresiones. El asombroso conocimiento que poseían los abuelos de las plantas, su interrelación entre ellos, y la relación que entablaron con el ser humano, explica la creación de la milpa, detonante de la civilización.

En efecto, los asombrosos conocimientos que se generaron en torno a la agricultura llevaron a los abuelos a encontrar en la milpa, la forma de obtener la energía suficiente para vivir todo un año, con el esfuerzo de tan solo cuatro meses de trabajo familiar, en un espacio reducido de terreno. La milpa, la chinampa, los regadíos y las represas, les permitieron obtener alimentos de alta calidad nutricional a un costo de esfuerzo y tiempo muy reducido, lo que permitió el enfoque del tiempo y la energía, en los grandes proyectos constructores de los centros de estudio e investigación conocidos como Tollan, y que hoy, empiezan a ser descubiertos en el Anáhuac. Cerros hechos a mano convertidos en Tollan, y cerros convertidos en Tollan, con la intervención humana. Nuestros abuelos no gastaron su tiempo y su energía construyendo fortalezas, castillos, palacios, murallas, torreones y catedrales. 

Los venerables maestros toltecas tuvieron dos campos del conocimiento, en el que invirtieron siglos enteros de observación, reflexión, síntesis, documentación y trasmisión de la sabiduría. La mecánica celeste y la naturaleza. Al enfocar su atención y energía, lograron grandes avances. No existe otra milenaria civilización que haya logrado conocer el movimiento y la medida de los astros, como nuestros viejos abuelos. Por esta razón, se puede entender los cientos de Tollanes, hoy llamadas zonas arqueológicas, que nunca fueron ciudades, palacios o fortalezas, por el contrario, fueron centros de estudio e investigación de la mecánica celeste y de la energía.

Este fue el supremo logro civilizatorio. El descubrimiento de que el universo está constituido de energía y que existe una frecuencia muy elevada que es la rectora de todo. Dedujeron que era invisible, impalpable e innombrable, a la cual llamaron metafóricamente Tloque Nahuaque. La percepción del mundo a través de energía, les permitió penetrar en campos del conocimiento, que apenas hoy en día se empieza a imaginar, y a la que llaman física cuántica. Los abuelos descubrieron que el ser humano podía llegar a tener una conciencia de su ser o campo energético, y, además, descubrieron que podía usar esta posibilidad para llegar a lo inimaginable del potencial humano. Tal vez fue este empeño y gran descubrimiento, el que fascinó a los abuelos y los alejó de una visión minúscula, pasajera y limitada de la vida en el campo solamente de la materia.  

También puede ser una explicación de la razón de que a mediados del siglo noveno de la era, desaparecieron totalmente del Tlaltípac, abandonando los centros de conocimiento. Poblaciones enteras desaparecieron y propiciaron la migración de pueblos nómadas del Centro Norte del Anáhuac, para ocupar las fértiles y pródigas tierras del Altiplano Central. Los toltecas desaparecieron, pero dejaron dicho que regresarían en el año “Uno caña”, a restablecer la sabiduría de la Toltecáyotl, fecha que se repite cada 52 años. Los pueblos nómadas del desierto al ocupar las tierras abandonadas, no lograron asimilar totalmente la milenaria sabiduría y empezaron a modificarla hasta convertirla en lo que se conoce como Mexicayotl, pero sin poseer la esencia filosófica y científica de la Toltecáyotl. Fueron los mexicas dirigidos por el longevo Cihuacóatl llamado Tlacaélel, quien eclipsó la importancia filosófica de Quetzalcóatl, símbolo de la sabiduría, la educación y la espiritualidad; en su lugar encumbraron a su numen tutelar traído de los desiertos del Norte. Huichilopoztli era el símbolo de la voluntad de poder, de la guerra y el mundo material.

Sin embargo, a pesar de estas modificaciones y los cinco siglos de colonización y neocolonización, la Toltecáyotl, nos ha legado una percepción de la vida totalmente diferente de la occidental. De hecho, la civilización occidental es catalogada como una civilización de muerte. Por el contrario, nuestra civilización Madre, es una civilización biófila, que alcanzó muy elevados niveles de calidad de vida y propósitos civilizadores que, en algunos casos siguen vigentes. Pero que, en su conjunto, a pesar de las agresiones, siguen imprimiendo en el pueblo, “un rostro propio y un corazón verdadero”, que nos dota de una personalidad y una forma de percibir la realidad, que los colonizadores por ignorancia llaman “mágica”, pero que, en esencia, encierra una visión humanista y biófila del mundo y la vida. Esta percepción anahuaca de la vida, es nuestro mayor tesoro y potencial, para cruzar venturosos los estertores de muerte de la civilización occidental.

El futuro de nuestra Matria está en el conocimiento descolonizado de los alcances y saberes de nuestros Viejos Abuelos. En el pasado está nuestro futuro. El cómo lo hicieron nuestros Viejos Abuelos, nos permitirá saber, cómo lo debemos de hacer. El pasado y el futuro se unifican en su totalidad en el presente, en el aquí y el ahora tolteca.

 

 

Todas estas reflexiones llevan como objetivo, demostrar que el discurso iniciado por Cristóbal Colón, de que no teníamos alma y por tal, éramos animales; así como el de Hernán Cortés, quien nos describió como pueblos primitivos, guerreros e idólatras, es totalmente falso, producto de su ignorancia y su deshumanizada visión del mundo y la vida. Esta narrativa ha sido creada y recreada por los invasores y colonizadores a lo largo de estos cinco siglos de ocupación, explotación y depredación. Describen a nuestros sabios abuelos como ignorantes, salvajes, desnudos, temerosos y totalmente impresionados por la presencia de los invasores; a quienes pintan con lujosas vestimentas y caras armaduras que nunca usaron en el inicio de la invasión. Por el contrario, llegaron los más pobres e ignorantes de España, los desesperados por hacerse ricos al precio que fuera, con el permiso de la corona y con el perdón del Vaticano. Esto ha sido descrito y dibujado, lo mismo en el pasado, por asesinos y ladrones llamados conquistadores, que por fanáticos y cerrados religiosos; y en la actualidad, por intelectuales eurocéntricos e historiadores hispanistas al servicio del Mercado.

De esta manera, la narrativa de los invasores se ha basado en quitarles la memoria histórica y la identidad cultural a los invadidos, para dejarlos amnésicos, indefensos y totalmente vulnerables. Esto se ha logrado a través de una sistemática campaña de mentiras e injurias sobre la historia de sus antepasados, y exhibiéndolos como primitivos, ignorantes y salvajes que, “la conquista” vino a salvarlos para incorpóralos a la civilización y al progreso. Esta campaña comienza desde la infancia en la escuela, la iglesia y sobre todo, en los medios masivos de información.       

Lo primero que hacen es despojar a los pueblos sus milenarias lenguas y dejarlos mudos e incapaces de trasmitir sus saberes e historias, al despojarlos de su milenaria memoria histórica ancestral y reducirlos a una fantasiosa y falsa “Historia Prehispánica” de tan solo 196 años, en la que a los mexicas los convierten en un inexistente imperio, los hacen dominadores de todo el Anáhuac, y odiados explotadores de los pueblos. Describen a los mexicas como inhumanos realizadores de horripilantes sacrificios humanos, como poseedores de grandes ejércitos de feroces guerreros caníbales, adoradores de los elementos con una pobre religión repleta de ritos sanguinarios.

Además, los despojan de sus conocimientos, unos se los apropian como suyos y otros los desaparecen, los hacen sentir estúpidos, incapaces e impotentes de transformar el mundo en el que viven, que siempre el extranjero es el que sabe y el que resolverá los problemas. Los despojan de los espacios, no solamente los físicos, como las mejores tierras, sino especialmente, los despojan de los espacios comunitarios y sagrados, en donde existía un templo anahuaca obligan a los abuelos a destruirlo y en el mismo lugar, construir una iglesia católica, el objetivo es dejarlos “en el aire”, sin raíz y sustento, dependientes totalmente del invasor. Finalmente, les prohíben las expresiones de su milenaria espiritualidad y les imponen a “sangre y fuego”, una religión extraña en la cual ellos se encuentran totalmente excluidos.

Cuando a un pueblo lo despojan de estos cinco elementos culturales lo destruyen totalmente, lo aniquilan en su esencia. Deja de ser lo que ha sido y entra en “el laberinto de la desolación de ser extranjero en su propia tierra”. Se convierte en un ser, ajeno a sí mismo. Pretenderá convertirse en un invasor-explotador, asumirá un rol de colonizado-colonizador de su propio pueblo. Negará y despreciará lo propio y exaltará e imitará lo ajeno. Deseará ser como su invasor-explotador.

Este es el objetivo de negarle a los pueblos invadidos el conocimiento de su memoria histórica y su identidad cultural ancestral. Al dejarlos mudos, amnésicos, estúpidos, sin raíz y fanáticos religiosos, hacen que los pueblos invadidos y ocupados pierdan la conciencia, y, por consiguiente, la dignidad. Se convierte en un pueblo esclavo de su propia ignorancia. Sumiso, impotente, violento, inseguro, fantoche, ausente de sí mismo. El invasor colonizador explotador, les puede permitir algunas pequeñas concesiones a sus víctimas, pero lo que tratará de impedirles a toda costa, es que recuperen su memoria histórica y sepan con exacta y luminosa plenitud, quiénes fueron sus antepasados. De dónde viene, cuáles han sido sus grandes logros, en dónde radica sus potencialidades, cuáles son sus conocimientos, cuáles han sido sus fracasos.

La ignorancia de sí mismo, es el calabozo de los invadidos colonizados. Esta es la razón por la cual debemos de recuperar de manera urgente nuestra memoria histórica. Se requiere desaprender lo que los colonizadores nos han dicho que fueron nuestros antepasados, y lo que hoy somos nosotros, los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos del Anáhuac. Debemos de recuperar la conciencia y la dignidad para construir un presente en el que no existan vencedores y vencidos, en el que nos guíen los valores y principios milenarios de la Toltecáyotl.

Debemos de rechazar contundentemente, todas las infamias y calumnias que el invasor y el colonizador, de ayer y de hoy, vierten sobre la honra y la gloria de nuestros ilustres antepasados.

Tenemos que escribir nuestra propia historia, crear nuestra propia narrativa como todo pueblo libre y soberano. Los guerreros del porvenir son anahuacas, no existe otra opción.

El Anáhuac es nuestra tierra y la Toltecáyotl es nuestra herencia de sabiduría. Somos una civilización viva y tenemos un futuro propio-nuestro. Debemos de trabajar de manera inflexible, sistemática, con toda nuestra pasión, sin miedo y sin ambición.

9/10/2020

 


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