Cada una de
las seis civilizaciones más antiguas del planeta con origen autónomo han creado
una estructura de conocimiento, no solo que llene de significados las
aspiraciones, tradiciones, usos y costumbres de cada pueblo en su vida
cotidiana, así como que les brinden normas morales, éticas, jurídicas y
organizativas, creando además, los conocimientos del mundo material que les
rodea para poder sostener, preservar y acrecentar las posibilidades de su
desarrollo y permanencia material; sino lo que sería la esencia y raíz de su
existencia, es decir, el “meta-objetivo” que concatena a todos los saberes y conocimientos, desde
los más básicos elementales hasta los inherentes a la trascendencia de la
existencia en planos superiores de la conciencia.
No es una
casualidad que en el vértice superior de esta inconmensurable pirámide de
sabiduría, las seis civilizaciones Madre del planeta llegan, -sin ponerse de
acuerdo-, a un asombroso parecido de sabiduría humana. En efecto, en medio de
una variedad de climas, latitudes, culturas, lenguas y razas, los seres humanos
ponen sus aspiraciones más elevadas en la exaltación de los valores
espirituales y la búsqueda de la trascendencia del plano material al
inconmensurable universo del Espíritu.
Los grandes
avatares y maestros buscaron en la sabiduría perenne “la verdad” por diferentes
caminos y coincidían en llegar al mismo punto, la necesidad de potenciar las
capacidades más elevadas y sublimes del ser humano para el desarrollo del
aspecto espiritual de su humanidad. Ya fuera Hermes Trismegisto, Krishna o
Quetzalcóatl, entre otros.
En el centro
y la estructura más íntima de todas las civilizaciones existe un conjunto
sistematizado de conocimientos y sabiduría que orientan, le da sentido y proyectan
toda obra material e inmaterial de sucesivas generaciones que a través de los
siglos y en algunos casos, milenios, le dan “cuerpo, rostro y alma” a cada
civilización.
Para el caso
de nuestra Civilización Madre nombrada por nuestros Viejos Abuelos como Cem
Anáhuac, ese conjunto de conocimientos, sentimientos, aspiraciones e
instituciones se le conoce como Toltecáyotl y se inicia desde que el ser humano
dejó de ser nómada, cazador, recolector, aproximadamente en el sexto milenio
a.C. y empezó su acenso en la búsqueda de trascender su vida material en
niveles más elevados de la consciencia en el plano espiritual.
La visión e
ideología colonial y neocolonial han creado dogmas como que “todo lo pasado es primitivo”.
No
necesariamente es así, y en el campo del conocimiento se empieza a “descubrir”,
-con mucha resistencia-, que las civilizaciones del pasado poseyeron
conocimientos que la actual “civilización moderna” ignora. También se ha creado
un dogma sobre “la historia universal” de la versión eurocéntrica, que con los
nuevos descubrimientos arqueológicos se está derrumbando como un castillo de
naipes. Otro dogma es que el ser humano siempre ha vivido con las ideas del
presente y que no ha habido otra forma de ver el mundo y la vida, como en los
dibujos animados de “Los Picapiedra”.
Día a día
aparecen indicios serios y consistentes de que han existido “otras humanidades”
que rompen la cronología histórica eurocéntrica. Nuestros Viejos Abuelos hablan
de cuatro Soles anteriores, que bien pudieron ser “universales” y no solo
regionales. Cuatro desarrollos humanos que fracasaron y fueron destruidos por
terribles catástrofes. Existe una gran similitud de esta “memoria histórica
humana” en muchos pueblos antiguos del planeta.
La visión
colonial que tienen los investigadores de nuestros Viejos Abuelos, como dice el
Dr. Rubén Bonifaz Nuño, es que eran “primitivos, campesinos que solo pensaban
en sus cosechas, adornando al sol y al agua”, viviendo en pequeños y
diferenciados espacios culturales sin conexión o comunicación alguna.
Totalmente falso y doloso. El concepto de “Ixachillan” en lengua náhuatl se
refiere a la conciencia continental y el de “Cem Anáhuac”, sitúa en el “tlatípac”
(lo que está sobre la tierra), el concepto de unidad en la diversidad cultural
de la Civilización Madre, y en lengua náhuatl significa “los que están enteramente
juntos en torno a las grandes aguas”, es decir, entre el Océano Pacífico y el
Golfo de México, desde lo que es hoy el Norte de los E.U. (Ce Acatl y Michoacán
en náhuatl y Seattle y Michigan en inglés).
De modo que
los Viejos Abuelos tenían una conciencia asombrosamente perfecta “del tiempo y del
espacio”, y que, muy seguramente, estamos frente a una sola civilización
continental, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego y no dos, como ahora afirma
el eurocentrismo (Tawantinsuyo y Anáhuac).
La civilización
del Cem Anáhuac, es una sola civilización con muchas culturas diferentes en
tiempo y espacio, unidas indisolublemente por la Toltecáyotl como una
“matriz-raíz” filosófico-cultural, y en un proceso de evolución constante hasta
nuestros días. Los invasores, desde los conquistadores y los colonizadores,
unos nos describieron y los otros nos “estudiaron” por “nuestras diferencias” y
no por nuestras semejanzas, que son muchas más, toda vez que compartimos la
misma “raíz-matriz” conocida por todos los pueblos en tiempo y espacio como
Toltecáyotl.
La invención
de la agricultura, con la domesticación de plantas como la calabaza, el chile,
el frijol, los nopales, el cacahuate, el amaranto, la chía, pero especialmente
la “invención” del maíz, al trasformar genéticamente el teocintle en maíz, así
como las obras de ingeniería hidráulica, permitieron el despegue de nuestro
desarrollo humano al proporcionarle a los pueblos el tiempo y la energía suficiente
para investigar, reflexionar, sistematizar y transmitir el conocimiento de una
generación a otra, elevando su calidad y su nivel de vida.
De este modo
y de manera sucinta podemos decir que desde la invención de la agricultura
hasta la invasión europea trascurrieron siete milenios y medio de un desarrollo
humano endógeno. Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos que la civilización
del Cem Anáhuac fue la civilización que alcanzó el más alto nivel y calidad de
vida PARA TODO SU PUEBLO en la historia de la humanidad. Porque las élites
siempre han vivido bien, pero los niveles de alimentación, salud, educación,
organización social y régimen jurídico alanzados para casi todos los pueblos
del Anáhuac, especialmente en el periodo Clásico, es único en la historia de la
humanidad.
Si solamente
comparamos la calidad y nivel de vida de un ciudadano promedio en Tenochtitlán
y los de un ciudadano común de París en 1500, no tienen comparación alguna. La
ciudad de México Tenochtitlán, en el periodo Postclásico (decadente), era una
de las ciudades más grandes del mundo. Tenochtitlán tenía agua potable,
drenaje, la retícula perfecta de sus calles, calzadas y canales.
La alimentación era de alto nivel nutricional y sus medidas higiénicas eran asombrosamente sanas y rigurosas, como el baño diario y el temazcal, la higiene de las casas y edificios públicos, así como las calles y plazas, era responsabilidad compartida por toda la población. Pero fundamentalmente, existía una educación obligatoria y gratuita para todos, sin excepción de rango o estatus.
La alimentación era de alto nivel nutricional y sus medidas higiénicas eran asombrosamente sanas y rigurosas, como el baño diario y el temazcal, la higiene de las casas y edificios públicos, así como las calles y plazas, era responsabilidad compartida por toda la población. Pero fundamentalmente, existía una educación obligatoria y gratuita para todos, sin excepción de rango o estatus.
Los especialistas, a estos 7500 años de desarrollo humano endógeno lo dividen en tres partes para
entenderlo mejor. Ya que, además de ser
muy grande, tiene estadios de desarrollo muy diferenciados.
El primero, Periodo
Preclásico o formativo, aproximadamente se identifica del año seis mil al 200
a.C., representado por la llamada “cultura olmeca”. Periodo en el que se
sentaron las bases de conocimiento a través de lo que se conoce como “pirámide
de desarrollo humano tolteca” y que va desde los aspectos materiales de la
“subsistencia” (tangibles), hasta los conocimientos de la “trascendencia” (intangibles).
El segundo
periodo, conocido como Clásico o del esplendor se desarrolla del año 200 a.C. a
850 d.C. Representado por la llamada “cultura tolteca”, en el cual se llegó a
alcanzar el nivel más alto de desarrollo humano para toda la población en la
historia de la humanidad y que finalizó con lo que los investigadores llaman
“colapso del Periodo Clásico Superior”, ya que en una generación, de manera
simultánea y concertada, en todo el Cem Anáhuac, misteriosamente se abandonaron
las llamadas ahora “zonas arqueológicas” y desaparecieron los seres de
conocimiento, dejando la profecía de su retorno en el año “uno caña”.
El tercer
periodo, conocido como Postclásico, transcurre del 850 d.C. con la partida de
los venerables maestros a 1521 d.C. con la caída de Tenochtitlán. Ante la
ausencia de los generadores del conocimiento y la “inercia de la materia”,
empezó un paulatino deterioro de las prácticas emanadas de la Toltecáyotl. Se
crearon los Altépetl o Señoríos y varios tlatoanis del Cem Anáhuac trataron de
restaurar la hegemonía tolteca, pero a través de las armas. Este periodo es
nombrado por el Dr. López Austin como el Estado Suyuano.
Los mexicas
representan este periodo, aunque llegaron al Altiplano en el Siglo XIII. En
1325 fundan Tenochtitlán y en 1440 comienzan su expansión que durará solo 81
años de “relativo poder”, su ideólogo el longevo Cihuacóatl, Tlacaélel, ordenó
las reformas filosóficas y religiosas que transgredieron el pensamiento y
práctica espiritual tolteca y la convirtieron en una ideología materialista,
místico, guerrera.
Las cuales funcionaron como la justificación de su política
imperialista, pero finalmente, la trasgresión del pensamiento de Quetzalcóatl
fue el motivo de su posterior derrota al momento de que Hernán Cortés,
asumiéndose como el enviado de Quetzalcóatl, -por la información que le
proporcionó Malinche-, provocó una guerra civil en el mundo náhuatl del
Altiplano Central, no en todo el Cem Anáhuac y no con las demás culturas,
quienes no recibieron a los españoles como enviados de Quetzalcóatl.
La “historia
oficial” del Estado neocolonial criollo ha distorsionado dolosamente la verdad
argumentando que los mexicas eran dominadores de todo el Cem Anáhuac, poniendo
a los mexicas como “los romanos del nuevo mundo” para exaltar la “heroica
conquista” de un puñado de españoles. Exagera el número de los sacrificios
humanos y describe a los pueblos y culturas anahuacas como salvajes, guerreros
y caníbales, para justificar los crímenes de lesa humanidad y el holocausto
cometido por ellos, a una civilización que nada les había hecho. Continua.
Visite www.toltecayotl.org
2 comentarios:
Como siempre profe Marín, excelente. Muchas gracias y no para por favor.
Guadalupe Lozano.
profeta de marras, entiende que mis viejos abulos se rieron a los tuyos y de esos ya no queda ninguno, así que a currarle y dejarse de bobadas
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