lunes, 1 de junio de 2015

¿CUÁL ES LA DIFERENCIA?

Parte del proceso de colonización que ha sufrido nuestro pueblo a lo largo de cinco siglos de explotación y depredación, es la pérdida de los valores más importantes de nuestra civilización, una de las más antiguas de la humanidad y la que llegó a alcanzar el nivel más alto de desarrollo humano y bienestar para todo su pueblo, por lo menos durante mil años (200 a.C.-850 d.C.), esta destrucción de conocimiento y sabiduría se llama “epistemicidio”.


Después de siglos de ser tratados como animales de trabajo, sin oportunidades, sin educación escolarizada, sin instituciones y autoridades propias, con una alimentación de subsistencia mínima; pero especialmente, enajenados, desculturizados, mal educados, despojados de su ancestral cultura, con mayor intensidad en los últimos 70 años, el pueblo de este país se vuelto indisciplinado, flojo, irresponsable, mal hecho, vulgar, indolente y abusivo, porque los que mandan: “así nos quieren, así nos necesitan”, para tener pleno poder y acumular más riqueza ilegítima.


Esta desgracia ha sido producto de una transformación dirigida a través de una estrategia múltiple e interinstitucional del sistema neocolonial de ideología criolla, que se basa en la pérdida de la lengua, la memoria, los conocimientos, los espacios y la espiritualidad (La Quíntuple Recuperación, como afirma el antropólogo Leonel Durán); lo que transforma a las personas, a las familias y a los pueblos en “materia prima”, para la subordinación, explotación y especialmente la incapacidad de recuperar su identidad, dignidad y conciencia para cambiar su destino personal y colectivo.


En contra posición están los pueblos de Alemania, Inglaterra y Japón, que son la antítesis del nuestro. Por qué sucede esto, sí nosotros somos más antiguos, con un origen autónomo e hijos de una civilización Madre. La diferencia tiene, por lo menos, dos elementos para poder comprenderla. La primera es que a estos pueblos siempre los ha gobernado y administrado su propia gente y siempre ha existido un genuino y profundo compromiso, amor y respeto por el bienestar de “sus pueblos y naciones” de parte de sus gobernantes. En nuestro caso no ha sido así. 


Desde 1521 nos han gobernado/administrado extranjeros que siempre se han llevado “la tajada del león” de manera despiadada, y desde Hernán Cortés hasta Carlos Slim, lo único que les interesa es hacerse ricos y más ricos, para sacar sus riquezas del país. En efecto, el “interés nacional” de estos países siempre ha estado por encima del interés particular. 


Aún en casos tan aberrantes como es la Alemania nazi de Adolfo Hitler o la del Japón Imperial de Hiroito, en sus delirantes ambiciones de conquista; por más irracional y errónea que fuera la ruta, los pueblos y sus autoridades “marcharon juntos en la misma dirección en busca de su destino”. 


Aquí, en cambio, desde 1521 han existido dos clases de gente que han estado en posiciones encontradas y caminos diferentes: una minoría ilustrada europeizada extremada e inmoralmente rica; y una inmensa mayoría deshumanizadamente miserable. Guillermo Bonfil los llamó, “El México imaginario y el México profundo”.


La segunda diferencia es que estos pueblos son DISCIPLINADOS Y RESPONSABLES. En efecto, Alemania, Japón e Inglaterra, han aprendido, -como pueblos guerreros y belicosos-, que la disciplina hace la gran diferencia, -no solo en la guerra-, sino en todos los campos del desarrollo humano. Imagine usted, amable lector, a los soldados ingleses ordenadamente formados esperando su evacuación de las playas de Dunquerque bajo el fuego enemigo. 


O la disciplina del ejército alemán en la sincronizada “guerra relámpago”. 


O el pequeño ejército japonés invadiendo toda el Asia. Pero lo mismo estos pueblos en “la reconstrucción” de sus economías, ciudades y sociedades después de las guerras. Para lograr la guerra y la reconstrucción se requirió contar con un pueblo disciplinado y responsable para estas tareas de dimensiones titánicas.


Pero resulta que aquí en el Anáhuac, muchos siglos antes de que existieran estos pueblos y países, nuestros antepasados lograron, por lo menos mil años de esplendor civilizatorio. No vamos a hablar de sus grandes logros humanistas y científicos, como la invención del cero matemático, la cuenta perfecta del tiempo, la invención del maíz o la “democracia participativa”, sino de algo más obvio y evidente. 


Todas las civilizaciones antiguas construyeron pirámides, en segundo lugar se encuentra Egipto con 110 pirámides. Solamente en México, el INAH tiene abierto al público 187 “zonas arqueológicas” de las miles que existen inexploradas, y en cada una hay más de una pirámide. 


Más allá, -por la colonización mental-, que se les niega que fueran centros de estudio e investigación, y se les rebaja a “centros ceremoniales”, la construcción de estas maravillosos conjuntos arquitectónicos, que son patrimonio cultural de la humanidad, implicó por fuerza necesaria la disciplina y la responsabilidad compartida de pueblo y autoridades, como en el caso de Monte Albán en Oaxaca, que tuvo un periodo constructivo permanente y sostenido de 1350 años.



Aún en el periodo Postclásico decadente, con los mexicas, los textos de los invasores europeos hablan con asombro del orden, disciplina y sentido de responsabilidad que tenían los anahuacas. Por ejemplo en el relato de la descripción de Tenochtitlán o del Mercado de Tlatelolco. 


Muy probablemente desde  el año 1500 a.C. con la llamada cultura olmeca, ya existían las bases esenciales del desarrollo humano en el Anáhuac, sabiduría conocida como Toltecáyotl, que alcanzó su esplendor durante diez siglos (200 a.C. al 850 d.C.), hasta el inexplicable abandono y destrucción de las hoy, llamadas zonas arqueológicas, del periodo Clásico. 


Avances civilizatorios como el maíz, la milpa, la agricultura intensiva y de riego, realización de trepanaciones, pero sobre todo, creemos que es la base y esencia de la gran capacidad cultural fue el contar con el primer sistema de educación del mundo, que llegó en operación hasta 1521, y que fue inmediatamente desmantelado por los invasores europeos, destruyendo sus escuelas, asesinando a sus maestros, quemando sus códices. 


Los castellanos en el Anáhuac, volvieron a utilizar las mismas tácticas de destrucción que utilizaron en la guerra contra el Islam en el Califato de Córdoba, en la supuesta “Guerra de reconquista”, como afirma Ramón Grosfoguel. 


La diferencia en la capacidad y actitud de disciplina y responsabilidad vine de que los alemanes, japoneses e ingleses, no sufrieron una pavorosa colonización y destrucción de su cultura. 



En cambio, a los pueblos del Anáhuac se les amputó a sangre y fuego, durante tres siglos todos sus derechos y oportunidades como seres humanos, se les persiguió y mantuvo bajo un demencial sistema de terror a manos de fanáticos religiosos incrustados en la Santa Inquisición, y entre asesinos y ladrones en las instituciones gubernamentales coloniales del Virreinato. 


Y con estas mismas instituciones coloniales, pero maquilladas hipócritamente con la creación de una república, los criollos han mantenido el mismo sistema los últimos dos siglos. 


Pero especialmente, en los últimos 70 años, a través de los medios masivos y el sistema educativo nacional, se les ha quitado casi todos los valores y elementos culturales de la civilización Madre, que se habían defendido y mantenido en casi cuatro siglos y medio, desde la invasión. 


En efecto, la televisión y la radio comercial, más la Secretaría de Educación Pública han logrado crear un nuevo ciudadano indisciplinado e irresponsable, individualista, ignorante e inconsciente, que es usado como materia prima para ser obreros y empleados sumisos, consumidores y votantes, fáciles de manipular y explotar. Justamente, el capital nacional y extranjero, “así nos quieren, así nos necesitan”, para seguir acumulando cínica e impunemente sus mal habidas riquezas.


En la memoria histórica de los anahuacas, en su banco genético de información cultural, en sus tradiciones, fiestas, usos y costumbres ancestrales, se han guardado un milenario acervo de sabiduría y experiencia humana, producto de una de las seis civilizaciones más importantes de la humanidad que no ha muerto y no está desaparecida. 


La diferencia es que a la civilización del Anáhuac a partir de 1521, brutalmente se le amputó de un solo tajo, sus milenarias leyes, autoridades e instituciones. En su lugar, a sangre y fuego, con injusticia y abuso se les impuso nuevas leyes, autoridades e instituciones de carácter colonial, que estaban diseñadas para la explotación de los vencidos/invadidos, la depredación de sus recursos naturales y las relaciones entre castas de su sistema colonial.



La diferencia de nuestro pueblo, con los de Alemania, Japón e Inglaterra es que desde 1521, la tierra, los recursos, las leyes, las autoridades y las instituciones, NO NOS PERTENECEN. Han estado y siguen estando en manos de poderosos extranjeros y sus descendientes culturales, que no ven al pueblo como “su pueblo, ni ven esta tierra “como su tierra”. 


Para ellos, México es “su país de ellos y para ellos solamente”, un lugar de ocupación y oportunidades, con un carácter “pasajero” y sin ningún compromiso histórico y menos social. 



Siempre menospreciado todo lo que les da los anahuacas y sus variadas culturas, así como esta prodiga tierra como el Sr. Lorenzo Córdoba. Siempre en una actitud de comparación “con su patria lejana”, con una actitud de desprecio hacia “los locales, indios, apaches, chichimecas, nacos, yopes, proles, etc. Exaltando la cultura de sus “supuestos países” y menospreciando la del Anáhuac, aunque tengan varias generaciones de vivir en esta tierra.


Justamente, este es el origen de la diferencia. Que en el Virreinato primero y después este país, jamás nos ha pertenecido. Que siempre se nos ha excluido, menospreciado y quitado los derechos y las oportunidades. Bajo esta “cultura colonial” y la ideología criolla,  sometido a la destrucción permanente de su herencia cultural ancestral, la gente se ha vuelto inconsciente, indisciplinada e irresponsable. 


Porque así les conviene a nuestros explotadores/neocolonizadores, por eso así nos mal educan con la multimedia y el sistema de educación pública.  Porque cuando un pueblo pierde su memoria histórica y su identidad, cuando pierde sus valores y principios, queda frágil y vulnerable, apto para la explotación y el sometimiento. 


Pasa a ser un despiadado “colonizador-colonizado” de sus propios hermanos, de su Madre tierra. Sabe que la corrupción, la ilegalidad y el abuso es el “privilegio” de los vencedores-colonizadores, y él, en vez de combatirla, busca hacerse de ella y la arraiga profundamente en la percepción de su mundo y su vida.


Este sentido de orfandad, de falta de raíz y de identidad, por una parte, y por la otra, la negación de sí mismo, al perder los lenguajes, la memoria histórica, los conocimientos, los espacios y la espiritualidad milenaria; lo que hace que, inconscientemente, el pueblo pierda el sentido de continuidad y futuro. Todo se percibe en el plano de la inmediatez, el menor esfuerzo, la individualidad. 


Desde 1521 trabaja para que otros se enriquezcan, por eso no se esfuerza, ha aprendido que, haga el esfuerzo que haga, siempre será pobre. Que en este país, los méritos y el esfuerzo personal cuentan muy poco, lo que vale es la posición en el sistema de castas y las relaciones o el dinero en el sistema de corrupción, de eso dependen las oportunidades. Ha interiorizado como algo normal y natural que los extranjeros sean dueños de la riqueza, el gobierno y las oportunidades.


De esta manera, en estos casi cinco siglos los mal llamados mexicanos hemos aprendido que este país no nos pertenece. Porque las leyes, las instituciones y las autoridades están enajenadas, es decir, no pertenecen al pueblo. Que desde 1821 todo es una simulación y que los que han dirigido el país, son ajenos a él.  


Esa es, justamente, la diferencia.



Visite www.toltecáyotl.oeg


1 comentario:

Anónimo dijo...

Yo si vi el video del japones y me molesto, pero lo que mas me enojo es que los idiotas mexicanos le aplauden
parece que nos gusta que se burlen de nosotros