Los problemas de la gente, que
vive en “La Modernidad”, son de inconsciencia e irresponsabilidad. Como el
sistema trabaja arduamente para que vivamos “ajenos a nosotros mismos”, la
resultante es que el país está pletórico de personas inconscientes y por lo
mismo totalmente irresponsable, consigo mismo, con su familia, con la comunidad
y con la nación.
“Así nos quieren, así nos necesitan”: irrespetuosos, vulgares,
consumistas, flojos, sin valores, sin respeto a la norma y a la ley, sin
tradición, sin cultura, “modernos y televisivos”.
Un ejemplo más que claro, es que
todo mundo en este país sabe que la Coca Cola es muy dañina para la salud. Sin
embargo, somos el país que más la consume, y por supuesto, la diabetes es ya
una verdadera pandemia que está creando mucho sufrimiento y nos está
exterminando.
Como se puede apreciar, no es un fenómeno de falta de información
o de ignorancia. La gente bebe este refresco embotellado a pesar de saber que
está perjudicando su salud y la de sus hijos.
Como se ve, -la inconsciencia y la
irresponsabilidad-, es la generadora de grandes
riquezas a partir de la
enajenación, la enfermedad y el dolor.
Y es aquí, en donde deseo llamar la
atención de nuestro amable lector.
Porque, si ya es un gran problema la
inconsciencia y la irresponsabilidad, cuando estas son manipuladas por la
codicia el resultado es una verdadera tragedia humana.
La codicia no es un mal físico o
mental, es en cambio, una deficiencia de carácter ESPIRITUAL.
La gente que desarrolla la codicia como una forma de vida, es que ha perdido la calidad
humana, los valores y principios más esenciales del “ser”, vuelve a un estado
bestial.
Desde presidentes de los países
ricos y pobres, desde los presidentes de mega compañías trasnacionales o
comerciantes de un mercado, la codicia los hunde en el vacío existencial.
Cómo
es posible que un mandatario cambie la gloria de servir a su pueblo,
por la de
servirse del erario del pueblo.
Cómo es posible que un presidente de una mega
empresa mundial, como WV, que gana mucho dinero, sea capaz de tratar de engañar
a sus clientes para ganar más dinero de manera ilegal.
Cómo es posible que los
comerciantes en un mercado público, por la codicia se apropien de los pasillos
para encimarse sobre el espacio de los clientes, poniendo en peligro su
seguridad.
La codicia no tiene límites, y
cuando esta se ejerce desde el poder del Estado o del Mercado en contra del
bien común, de la alimentación, la salud, la educación o la organización del
pueblo, los resultados son catastróficos.
Porque el orden social se
fundamenta en la en la confianza, cuando se pierde ésta,
se pierde el sentido de
la sociedad.
Cuando por codicia los detentadores o representantes del poder del
Estado y el Mercado, por su avaricia desfondan la confianza del pueblo en sus
autoridades y en las instituciones, públicas o privadas, es cuando
involucionamos y volvemos a la “ley de la selva”, donde el más fuerte y
violento impondrá su codicia sobre los demás.
El problema de nuestros “tiempos
modernos”, es que “la corporación mundial del poder”, se ha dedicado de muchas
maneras, legales e ilegales, a enajenar a los seres humanos, es decir, a
alentar su inconsciencia e irresponsabilidad para poder crear riqueza de
manera inmoral, atentando, no solo
contra la misma vida humana y de todos los seres vivos del planeta, sino contra
la organización social de los seres humanos en el mundo.
De manera cruda y real, una gran
parte de la humanidad está siendo tratada por el poder económico mundial, igual
a como se tratan a pollos, cerdos y vacas de las granjas industriales.
La
voracidad necesita de un sustrato de enajenación humana, es decir, de
inconsciencia e irresponsabilidad existencial.
El minúsculo grupo de personas
que controlan la economía y las finanzas del “mundo libre”, para hacer lo que
hacen con la humanidad y el planeta, han perdido su alma, se la han entregado
completamente a la parte “oscura”, al becerro de oro.
Son entonces, los que gobiernan
el mundo, gente DESALMADA, es decir, que han perdido su alma. Son seres
peligrosos y diabólicos que no se tientan el corazón para engañar, robar,
asesinar para tener, más y más dinero.
La codicia de unos cuantos ha destruido
el mundo de todos.
¿Usted, qué opina? Viste www.toltecayotl.org
Estimados amigos, gracias al apoyo del CECUT, el FIOB y la UABC, este lunes 12 de octubre comenzamos una serie de actividades en Tijuana, Tecate y Mexicali, desde conferencias hasta el seminario Anáhuac Esencia y Raíz del México Antiguo. Pero especialmente gracias al apoyo altruista de Gabriela, Edgar, Daniel e Irais, quienes con su tequio han hecho la talacha. A ustedes les pedimos su apoyo con la promoción de las actividades y por supuesto, con su valiosa presencia que, es el principio y fin de este esfuerzo por difundir la Toltecáyotl. Los esperamos.
Estimados amigos, gracias al apoyo del CECUT, el FIOB y la UABC, este lunes 12 de octubre comenzamos una serie de actividades en Tijuana, Tecate y Mexicali, desde conferencias hasta el seminario Anáhuac Esencia y Raíz del México Antiguo. Pero especialmente gracias al apoyo altruista de Gabriela, Edgar, Daniel e Irais, quienes con su tequio han hecho la talacha. A ustedes les pedimos su apoyo con la promoción de las actividades y por supuesto, con su valiosa presencia que, es el principio y fin de este esfuerzo por difundir la Toltecáyotl. Los esperamos.
7 comentarios:
Leí atentamente el mensaje de la codicia y la inconsciencia , y me parece real todo lo que aquí se explica. Todos sabemos lo que en realidad pasa con la economía y sabemos que somos consumidores, pero no somos los responsables de esto son los gobiernos que cada día le dan más poder económico a los grandes oligopolios a las cadenas de tiendas por ejemplo cuantos oxxo ya existen en Oaxaca que le han quitado la clientela a las tienditas de la esquina, nosotros mismos estamos acabando con la economía de los nuestros , a los maestros nos queda hablar de esto de lo que representa para la economía pero y los padres que todo lo compran allí yo misma hago mis compras en el mercado de abastos los lunes por la noche pero primero paso a soriana a comparar precios y si el tomate en soriana esta a 9.90 y en el mercado de abastos a 12 pesos pues compró lo demás y el tomate paso a soriana que me queda de paso compro el tomate si de sencillo esta todo ademas que en abastos también hay explotación y líderes de las bodegas que son los mas ricos. MUCHO QUE COMENTAR. GRACIAS .
El profe Marín toca otra vez la llaga que duele, la verdad todos estamos metidos en este asunto hasta el cuello, no solo es la codicia de las grandes empresas o de los funcionarios públicos, es de todos, desde los que compran una coca cola hasta los que firman un tratado internacional que perjudica al pueblo, todos. Gracias profe por llamar la atención. Anónimo animado.
Con respecto a la codicia, de cierta manera estamos hablando de la brecha cada vez más ancha entre los ricos y los pobres, gracias a lo que podemos llamar la corporatocracia global. La corporatocracia, según John Perkins, autor de "Confesiones de un gángster económico", es la relación simbiótica entre los gobiernos, las empresas multinacionales y las organizaciones internacionales como el Banco Mundial.
Hoy en día la codicia, como el diabetes y la adicción a Coca Cola, como ha aludido el Sr. Marín, es una verdadera pandemia que proviene de una inmensa máquina monstruosa, junto con esa corporatocracia, cuyo solo objetivo es encrementar las ganancias a toda costa. Esta, 'a toda costa', no es una exageración trivial. Al mundo social y al planeta biológico se les está agotando el tiempo.
¿Cómo efectuar un cambio oportuno y estructural sobre esa máquina monstruosa que cada vez más está destruyendo el medioambiente y las relaciones sociales? La respuesta descansa en la amplia concienciación que exigirá una esfuerza enorme contra las fuerzas corporativas ya bien establecidas con sus mecanismos y destrezas psicológicas que saben exactamente cómo manipular, explotar y mantener dormidas a las masas populares.
Para mí, las preguntas más urgentes pueden organizarse en varias partes: ¿Nos queda suficiente tiempo? ¿Podemos utilizar las redes sociales y organizarnos en un conjunto bastante fuerte e inteligente como para poder concenciar a milliones de consumistas? O mejor aún, ¿para poder concienciar a unos cuantos dueños corporativos y a líderes gubernamentales inspirados para invertir las tendencias? ¿Podemos hacer todo esto sin causar interrupciones tan severas en el sistema económico que traerían daño aún peor a ellos que menos pueden sufrirlo?
En última instancia estamos hablando de cómo salvar al espíritu indígena de todo el planeta. Cómo reencontrar ese espíritu que entiende que "la riqueza que falta en posesiones sobra en buenos sentimientos y voluntad", según Rebeca, mi amiga indígena guatemalteca. Ese espíritu que reconoce que todas las cosas en el mundo se encuentran interrelacionadas e interdependientes.
Y, cómo derruir un sistema diabólico que nos da una visión ilusoria, superficial y perversa de lo que significa realmente ser feliz como ser humano. Y, cómo redescubrir el orgullo y la dignidad de ser responsables y conscientes para que podamos, como semejantes iguales, ocuparnos unas de otras y de nuestro hogar el planeta Tierra, y volver a celebrar la vida juntos.
Tenemos que despertar la fortaleza interior de nuestra alma indígena. Tenemos que convencernos a nosotros mismos y a nuestros vecinos de que ya podemos recordar cómo ser responsables, conscientes e impávidos. Tenemos que hacer lo correcto en nuestras comunidades tanto si estén en Oaxaca, en Ecuador, en Cuba, en Los Angeles, en mi propio pueblo en Colorado, EEUU, como en cualquier otro pueblo en nuestro planeta cada vez más pequeña.
Con respecto a la codicia, de cierta manera estamos hablando de la brecha cada vez más ancha entre los ricos y los pobres, gracias a lo que podemos llamar la corporatocracia global. La corporatocracia, según John Perkins, autor de "Confesiones de un gángster económico", es la relación simbiótica entre los gobiernos, las empresas multinacionales y las organizaciones internacionales como el Banco Mundial.
Hoy en día la codicia, como el diabetes y la adicción a Coca Cola, como ha aludido el Sr. Marín, es una verdadera pandemia que proviene de una inmensa máquina monstruosa, junto con esa corporatocracia, cuyo solo objetivo es encrementar las ganancias a toda costa. Esta, 'a toda costa', no es una exageración trivial. Al mundo social y al planeta biológico se les está agotando el tiempo.
¿Cómo efectuar un cambio oportuno y estructural sobre esa máquina monstruosa que cada vez más está destruyendo el medioambiente y las relaciones sociales? La respuesta descansa en la amplia concienciación que exigirá una esfuerza enorme contra las fuerzas corporativas ya bien establecidas con sus mecanismos y destrezas psicológicas que saben exactamente cómo manipular, explotar y mantener dormidas a las masas populares.
Para mí, las preguntas más urgentes pueden organizarse en varias partes: ¿Nos queda suficiente tiempo? ¿Podemos utilizar las redes sociales y organizarnos en un conjunto bastante fuerte e inteligente como para poder concenciar a milliones de consumistas? O mejor aún, ¿para poder concienciar a unos cuantos dueños corporativos y a líderes gubernamentales inspirados para invertir las tendencias? ¿Podemos hacer todo esto sin causar interrupciones tan severas en el sistema económico que traerían daño aún peor a ellos que menos pueden sufrirlo?
En última instancia estamos hablando de cómo salvar al espíritu indígena de todo el planeta. Cómo reencontrar ese espíritu que entiende que "la riqueza que falta en posesiones sobra en buenos sentimientos y voluntad", según Rebeca, mi amiga indígena guatemalteca. Ese espíritu que reconoce que todas las cosas en el mundo se encuentran interrelacionadas e interdependientes.
Y, cómo derruir un sistema diabólico que nos da una visión ilusoria, superficial y perversa de lo que significa realmente ser feliz como ser humano. Y, cómo redescubrir el orgullo y la dignidad de ser responsables y conscientes para que podamos, como semejantes iguales, ocuparnos unas de otras y de nuestro hogar el planeta Tierra, y volver a celebrar la vida juntos.
Tenemos que despertar la fortaleza interior de nuestra alma indígena. Tenemos que convencernos a nosotros mismos y a nuestros vecinos de que ya podemos recordar cómo ser responsables, conscientes e impávidos. Tenemos que hacer lo correcto en nuestras comunidades tanto si estén en Oaxaca, en Ecuador, en Cuba, en Los Angeles, en mi propio pueblo en Colorado, EEUU, como en cualquier otro pueblo en nuestro planeta cada vez más pequeña.
Dentro de cada uno de nosotros vive un guerrero iluminado, despierto y consciente. Tal vez un guerrero tolteca, tal vez tibetano, tal vez céltica, tal vez apache, tal vez tahuantinsuyo. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que encontrar este guerrero y soltarlo para que podamos liberarnos de la esclavitud moderna perpetrada por esa corporatocracia, y salvar nuestro hogar.
Con respecto a la codicia, de cierta manera estamos hablando de la brecha cada vez más ancha entre los ricos y los pobres, gracias a lo que podemos llamar la corporatocracia global. La corporatocracia, según John Perkins, autor de "Confesiones de un gángster económico", es la relación simbiótica entre los gobiernos, las empresas multinacionales y las organizaciones internacionales como el Banco Mundial.
Hoy en día la codicia, como el diabetes y la adicción a Coca Cola, como ha aludido el Sr. Marín, es una verdadera pandemia que proviene de una inmensa máquina monstruosa, junto con esa corporatocracia, cuyo solo objetivo es encrementar las ganancias a toda costa. Esta, 'a toda costa', no es una exageración trivial. Al mundo social y al planeta biológico se les está agotando el tiempo.
¿Cómo efectuar un cambio oportuno y estructural sobre esa máquina monstruosa que cada vez más está destruyendo el medioambiente y las relaciones sociales? La respuesta descansa en la amplia concienciación que exigirá una esfuerza enorme contra las fuerzas corporativas ya bien establecidas con sus mecanismos y destrezas psicológicas que saben exactamente cómo manipular, explotar y mantener dormidas a las masas populares.
Para mí, las preguntas más urgentes pueden organizarse en varias partes: ¿Nos queda suficiente tiempo? ¿Podemos utilizar las redes sociales y organizarnos en un conjunto bastante fuerte e inteligente como para poder concenciar a milliones de consumistas? O mejor aún, ¿para poder concienciar a unos cuantos dueños corporativos y a líderes gubernamentales inspirados para invertir las tendencias? ¿Podemos hacer todo esto sin causar interrupciones tan severas en el sistema económico que traerían daño aún peor a ellos que menos pueden sufrirlo?
En última instancia estamos hablando de cómo salvar al espíritu indígena de todo el planeta. Cómo reencontrar ese espíritu que entiende que "la riqueza que falta en posesiones sobra en buenos sentimientos y voluntad", según Rebeca, mi amiga indígena guatemalteca. Ese espíritu que reconoce que todas las cosas en el mundo se encuentran interrelacionadas e interdependientes.
Y, cómo derruir un sistema diabólico que nos da una visión ilusoria, superficial y perversa de lo que significa realmente ser feliz como ser humano. Y, cómo redescubrir el orgullo y la dignidad de ser responsables y conscientes para que podamos, como semejantes iguales, ocuparnos unas de otras y de nuestro hogar el planeta Tierra, y volver a celebrar la vida juntos.
Tenemos que despertar la fortaleza interior de nuestra alma indígena. Tenemos que convencernos a nosotros mismos y a nuestros vecinos de que ya podemos recordar cómo ser responsables, conscientes e impávidos. Tenemos que hacer lo correcto en nuestras comunidades tanto si estén en Oaxaca, en Ecuador, en Cuba, en Los Angeles, en mi propio pueblo en Colorado, EEUU, como en cualquier otro pueblo en nuestro planeta cada vez más pequeña.
Dentro de cada uno de nosotros vive un guerrero iluminado, despierto y consciente. Tal vez un guerrero tolteca, tal vez tibetano, tal vez céltica, tal vez apache, tal vez tahuantinsuyo. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que encontrar este guerrero y soltarlo para que podamos liberarnos de la esclavitud moderna perpetrada por esa corporatocracia, y salvar nuestro hogar.
Con respecto a la codicia, de cierta manera estamos hablando de la brecha cada vez más ancha entre los ricos y los pobres, gracias a lo que podemos llamar la "corporatocracia" global. La corporatocracia, según John Perkins, autor de "Confesiones de un gángster económico", es la relación simbiótica entre los gobiernos, las empresas multinacionales y las organizaciones internacionales como el Banco Mundial.
Hoy en día la codicia, como el diabetes y la adicción a Coca Cola, como ha aludido el Sr. Marín, es una verdadera pandemia que proviene de una inmensa máquina monstruosa, junto con esa corporatocracia, cuyo solo objetivo es encrementar las ganancias a toda costa. Esta, 'a toda costa', no es una exageración trivial. Al mundo social y al planeta biológico se les está agotando el tiempo.
¿Cómo efectuar un cambio oportuno y estructural sobre esa máquina monstruosa que cada vez más está destruyendo el medioambiente y las relaciones sociales? La respuesta descansa en la amplia concienciación que exigirá una esfuerza enorme contra las fuerzas corporativas ya bien establecidas con sus mecanismos y destrezas psicológicas que saben exactamente cómo manipular, explotar y mantener dormidas a las masas populares.
Para mí, las preguntas más urgentes pueden organizarse en varias partes: ¿Nos queda suficiente tiempo? ¿Podemos utilizar las redes sociales y organizarnos en un conjunto bastante fuerte e inteligente como para poder concenciar a milliones de consumistas? O mejor aún, ¿para poder concienciar a unos cuantos dueños corporativos y a líderes gubernamentales inspirados para invertir las tendencias? ¿Podemos hacer todo esto sin causar interrupciones tan severas en el sistema económico que traerían daño aún peor a ellos que menos pueden sufrirlo?
En última instancia estamos hablando de cómo salvar al espíritu indígena de todo el planeta. Cómo reencontrar ese espíritu que entiende que "la riqueza que falta en posesiones sobra en buenos sentimientos y voluntad", según Rebeca, mi amiga indígena guatemalteca. Ese espíritu que reconoce que todas las cosas en el mundo se encuentran interrelacionadas e interdependientes.
Y, cómo derruir un sistema diabólico que nos da una visión ilusoria, superficial y perversa de lo que significa realmente ser feliz como ser humano. Y, cómo redescubrir el orgullo y la dignidad de ser responsables y conscientes para que podamos, como semejantes iguales, cuidarnos unas a otras y a nuestro hogar el planeta Tierra, y volver a celebrar la vida juntos.
Tenemos que despertar la fortaleza interior de nuestra alma indígena. Tenemos que convencernos a nosotros mismos y a nuestros vecinos de que ya podemos recordar cómo ser responsables, conscientes e impávidos. Tenemos que hacer lo correcto en nuestras comunidades tanto si estén en Oaxaca, en Ecuador, en Cuba, en Los Angeles, en mi propio pueblo en Colorado, EEUU, como en cualquier otro pueblo en nuestro planeta cada vez más pequeño.
Dentro de cada uno de nosotros vive un guerrero iluminado, despierto y consciente. Tal vez un guerrero tolteca, tal vez tibetano, tal vez céltica, tal vez apache, tal vez tahuantinsuyo. No tenemos tiempo que perder. Tenemos que encontrar este guerrero y soltarlo para que podamos liberarnos de la esclavitud moderna perpetrada por esa corporatocracia, y salvar nuestro hogar.
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