jueves, 31 de diciembre de 2009

EL CONCEPTO DE MÉXICO Y MEXICANO EN LA COLONIZACIÓN DEL ANÁHUAC





Los invasores desde hace cinco siglos de ocupación, sustentan su Estado Colonial en la pérdida de la memoria histórica de los invadidos. Los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos del Anáhuac, han tenido que enfrentar la explotación y el abuso sin la capacidad de saber, quién en verdad son, de dónde vienen y a dónde van. Han vivido en un círculo perverso de ignorancia de sí mismos, en una amnesia total y por ende, en una indefensión total. Tratando de ser lo que no son y despreciando lo que esencialmente los hace ser. Han terminado como colonizadores de sí mismos, aspirando emular a sus verdugos en vez de combatirlos. Explotándose, depredándose, violentándose y despojándose a sí mismos. Han vivido en estos cinco siglos en una sociedad de “vencedores y vencidos”.

A pesar de ser una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la humanidad, no conocen su milenaria historia, no saben quienes son y cómo se llaman. Se han formado como “extranjeros incultos en su propia tierra”. Han vivido como sumisos esclavos y peones de los invasores y sus descendientes culturales. Explotados en la encomienda, luego en la hacienda y hoy, como empleados con el salario mínimo. Trabajando para hacer ricos a los extranjeros y vivir en la miseria más lastimosa de generación en generación.



Esta civilización le llamó por milenios a este continente Cem Anáhuac y aún los historiadores criollos como Francisco Javier Calvijero en el Siglo XVIII recogen en sus escritos el nombre de “Anáhuac” para nombrar los territorios originales. Todavía en 1813, José María Morelos y Pavón convoca en la ciudad de Chilpancingo un congreso al que le llamó, “Congreso del Anáhuac”, donde los sublevados del Virreinato de la Nueva España definirían cuál sería el derrotero de la sublevación y en el cual Morelos, daría a conocer “Los Sentimientos de la Nación”. Sí estas tierras milenariamente fueron “El Anáhuac”, por qué ahora se llaman “México”.

Fue la lucha de 1810 un estallido social provocado por las fuerzas económicas y políticas del Virreinato de la Nueva España, no la lucha de los pueblos originarios para poner fin a la invasión y explotación extranjera. Los pueblos originarios fueron usados para definir las posiciones de poder entre los gachupines y los criollos. Miguel Hidalgo y sus conspiradores, al saberse descubiertos llamaron a un estallidos social de los indígenas en contra de los gachupines. Trescientos años de injusticia y explotación acumulados, solo necesitaron el llamado de “un cura”, para iniciar el estallido. No era la primera vez que los pueblos originarios se revelaban en contra de la ocupación europea, desde 1531 se dio la primera gran rebelión indígena y la historia oficial calla el rosario de rebeliones en el periodo colonial, lo cierto es que ninguna en tres siglos, fue convocada, organizada y financiada por los criollos. Esa fue la diferencia.



Después de 11 años de una cruenta y devastadora guerra civil, los criollos vencen a los gachupines, más por factores externos que internos definieron esta supuesta “independencia”. Y en 1821 los criollos crean “su propio país” al que “ellos” llaman México. En esta nueva realidad social, nuevamente quedan excluidos los pueblos originales y su milenaria civilización y con ello el nombre ancestral del Anáhuac.

Después de la expulsión de los gachupines, los criollos vencedores se dividen en dos grupos, opuestos y antagónicos, que lucharán por dos concepciones “de país” totalmente diferentes una de otra. Sí unos son liberales los otros serán conservadores, si unos son federalistas, los otros serán centralistas, sí unos son republicanos los otros serán monárquicos. Esta lucha llega hasta el Siglo XXI, en dónde sí unos son priístas, los otros serán panistas. El país de los criollos desde hace dos siglos esta dividido y enfrentado, en lo único que se unen y se ponen de acuerdo los criollos, es en la exclusión y explotación de los pueblos originarios y sus, al parecer, inacabables recursos naturales. La ideología criolla les ha negado totalmente a los pueblos y culturas originarias el derecho a ser y auto determinarse en estos dos siglos de “vida independiente”.



Los criollos al termino del estallido social, crean “su país”, como los que a principio del Siglo XIX se estaban formando por iniciativa de los mercaderes en el continente europeo. En efecto, el “Nuevo Orden Mundial” se inicia con la creación de Estados Unidos de Norteamérica en 1776, y prosigue la estrategia con el financiamiento del golpe de Estado a la monarquía francesa en 1789, al que la “historia oficial de occidente” llama con eufemismo la “Revolución Francesa”. Pero que implica. No solo el derrocamiento de los gobiernos constituidos, primero en Europa y luego en todos los pueblos del mundo. Sino además una nueva visión de organización humana, en la que el individualismo, la propiedad privada, las sociedades anónimas, el comercio y el consumo, serán la razón de ser de pueblos y gobiernos. La “modernidad” implica la ascensión del capitalismo y el “culto al Becerro de Oro” a través de la democracia.

Los mercaderes han pretendido derrocar las milenarias formas de gobierno de los pueblos, que fueron creadas a través de sus tradiciones, costumbres e historia, para imponer “la democracia” y con ella el capitalismo, el dominio del Mercado sobre el Estado, el sistema de partidos políticos, el consumismo y un largo etcétera. Nada nuevo desde 1789 en Francia hasta 2010 en Irak.



Los criollos, europeos nacidos en México, iniciaron la “construcción de su país”. Los criollos se creían los poseedores de la esencia de la identidad local. Por supuesto, desplazando y desconociendo totalmente a los pueblos y culturas originarias. Los criollos tomaron simbólicamente a “los mexicas” como su más antiguo origen. Esta tendencia se vio surgir desde mediados del Siglo XVIII, cuando el criollismo buscó sustentar su “autenticidad” en una mitológica cultura mexica, muy parecida en su descripción a la romana de los europeos. Así, los mexicas del Siglo XVI, descritos por los conquistadores y misioneros como “salvajes y caníbales”, pasaron a ser, los cultos y poderosos mexicas “dominadores de todo el Anáhuac” para los criollos del Siglo XVIII.

Los criollos en su rebeldía querían crear un origen “autóctono”, para confrontarlo con lo ibérico. Por eso transformaron a los mexicas, y en su discurso los convirtieron en “un poderoso imperio”, al que sus antepasados habían conquistado. Esta es la razón por la que le ponen “México” y no Anáhuac” a su nuevo país.


Como en los escritos del Siglo XVI se hablaba de la gran ciudad de México-Tenochtitlán, los criollos decidieron que ese nombre debería llevar su nuevo y flamante país. Por supuesto que no se consultó a los pueblos originarios, ni a sus tlamatinimes que habían sobrevivido al holocausto, el acto de la creación de México, como la mayoría de los actos de esta “Patria” en los doscientos años de su pequeña existencia, han ignorado y excluido totalmente a la Matria, la civilización Madre que tiene ocho milenios de existencia.



De esta manera, el país de los criollos llamado México, se constituye de manera vertical y autoritaria, por un “puñado de personas”, que permanentemente ignora, desvalora y desconoce la civilización que constituye la esencia de la mayor parte de los ciudadanos de “su país”, y que no ha desaparecido, como ellos suponen desde el 13 de agosto de 1521. Los criollos siempre han buscando modelos y capitales foráneos para modernizar, desarrollar y globalizar a “su país”. Pero nuca, en estos dos siglos, han buscado respuestas en la civilización del Anáhuac, que logró el mayor avance de desarrollo humano del mundo. Esta actitud mezquina, miope y racista de los criollos, históricamente ha impedido una verdadera mezcla y fusión de las dos civilizaciones y ha condenado a los criollos al permanente subdesarrollo y a los pueblos originarios a la exclusión, explotación y miseria.

El llamarle México al Anáhuac, por una parte nos habla del desprecio y negación de los criollos por la civiliza invadida. Pero por la otra, nos demuestra la absoluta amnesia y sometimiento de los sobrevivientes al holocausto. Su total colonización mental e intelectual. Lo que explica la dramática y miserable situación que viven históricamente los descendientes culturales de los antiguos anahuacas.



De esta suerte, “los mexicanos” son los colonizados y desmemoriados. Aquellos que, en el mejor de los casos, poseen una frágil “Identidad Nacional”, pero que no poseen una sólida “Identidad Cultural”. La “Patria” es la de los mexicanos que “celebraran su independencia” el 15 de septiembre. La “Matria” es de los anahuacas poseedores de una sabiduría milenaria para sobrevivir y crear una asombrosa cultura de resistencia. Los mexicanos son “patrioteros”, los anahuacas son “tradicionalistas”. Unos están esperanzados al “gobierno y los partidos políticos”, los otros están aferrados a las tradiciones y costumbres ancestrales que están sabiamente camuflajedas en las llamadas “culturas populares”.




Los anahuacas son los nahuas, mayas, zapotecas, mixtecas, totonacas, purépechas, mazahuas, etc. Descendientes de las culturas originarias. Mestizos totalmente, pues ya no existen los “pueblos originarios” del periodo Clásico o del Postclásicos. Los pueblos originarios se han transformado, como todos los pueblos originarios del mundo. Pero mantienen en su esencia, la visión del mundo y la vida, los valores y principios ancestrales de la Toltecáyotl. Quizás tienen problemas para concebirse como “mexicanos” y muchos de ellos sienten muy lejana a la Patria. Porque a lo largo de estos dos siglos, la Patria los ha excluido, traicionado y engañado. Saben, por su propia experiencia histórica, que la Patria siempre ha estado al servicio del explotador, del ladrón y del asesino. Muy pocas veces, la Patria les ha hecho justicia y les ha garantizado sus derechos históricos, comunitarios y humanos.



Los mestizos desculturizados, intuitivamente se refugian en la Matria. La Virgen de Guadalupe, El día de Muertos, las fiestas patronales, los valores familiares, “flor y canto” y fundamentalmente, la milenaria cultura culinaria los mantiene unidos inconscientemente a su esencia ancestral.

Lo que hoy es el país llamado México, es un proyecto criollo, excluyente y explotador. México es el ejemplo de la injustica, abuso, racismo y explotación. Los criollos nunca han sabido crear riqueza y menos a compartirla, pese a contar con un pueblo trabajador y recursos naturales casi ilimitados. Su sueño desde 1821 es que los capitales extranjeros exploten al pueblo y depreden los recursos naturales a cambio de que a los hagan “socios” y les den unas cuantas migajas para vivir cómodamente sin ningún esfuerzo de sus rentas.



Sus gobiernos han sido de pacotilla, viviendo de “sueños imperiales”, la alta burocracia ha sido corrupta, cínica e ineficiente. Se dan vida de emperadores y las arcas nacionales han estado al servicio de sus caprichos y banalidades. No ha existido un proyecto endógeno de desarrollo, todos los modelos económicos, políticos y culturales han sido importados, primero de Europa y hoy de Estados Unidos. La justicia social ha sido solo demagogia en los tiempos electorales.

La iniciativa privada criolla es totalmente explotadora y depredadora. Nunca han tenido una responsabilidad social e histórica con el pueblo y con el país. Apoyada por el “Estado criollo”, siempre se ha mostrada despiadada e insensible con los trabajadores. Condenándolos, en el campo o en la ciudad a condiciones de miseria. La iniciativa privada criolla jamás se ha caracterizado por invertir en investigación, en inversiones a largo plazo y menos aún en arriesgar sus capitales. Incompetente e ineficiente, vivió protegida por el gobierno, ofreciendo productos y servicios de poca calidad y muy caros, razón por la cual no pudo competir con un mercado internacional, en la globalización impuesta, la economía criolla ha colapsado.



Podemos entonces concluir que existen dos proyectos de nación. Uno que tiene el poder político y económico, y que es la continuación de la invasión y colonización iniciada en 1521 por extranjeros avecindados y sus descendientes culturales. Que crearon “su país” en 1821 y que le llamaron arbitrariamente “México” y que han creado en los dos últimos siglos una ideología de explotación y depredación totalmente irresponsable que esta conduciendo a una crisis y estallidos social, que no tiene futuro, justamente por su desbordante e insaciable rapiña e injusticia social.

El otro proyecto civilizatorio del Anáhuac, emanado de una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad y con origen autónomo. Proyecto que logró los avances más importantes en cuanto a Desarrollo Humano en la historia de la humanidad. Que fundamentó a lo largo de siete milenios y medio, sus logros en: el impulso de la ciencia y la investigación; en basar la vida en sociedad a través de la educación pública, obligatoria y gratuita; en una sociedad pacifista y anti bélica; en una sociedad que impulsó la austeridad y la frugalidad ante el mundo material, por lo cual no inventó la moneda; en una sociedad en la que sustento sus relaciones sociales en el comunitarismo, por lo cual no existió la propiedad privada. Y finalmente, porque desarrollo un propósito social abstracto, de carácter espiritual, que tuvo una continuidad asombrosa, por lo menos a lo largo de tres mil años.




El proyecto criollo se basa en la Patria, el proyecto ancestral se basa en la Matria. Uno es exógeno y el otro endógeno. Uno es político-económico, el otro es histórico y cultural. Uno posee 200 años de experiencia importada del exterior, el otro posee siete mil quinientos años de desarrollo endógeno y quinientos años de una sofisticada cultura de resistencia. Uno esta sustentado en leyes e instituciones impuestas, el otro esta sustentado en las tradiciones y instituciones milenarias “propias”. A uno se le acabó el tiempo, el otro posee el futuro. Uno se llama México y el otro se llama Anáhuac.





jueves, 24 de diciembre de 2009

ANÁHUAC esencia y raíz de México 3/3

PERIODO POSTCLÁSICO




A la misteriosa partida de “los venerables maestros toltecas”, los pueblos y culturas en todo el Cem Anáhuac empezaron, poco a poco, a desafinar y trastocar las leyes, normas, reglas y tradiciones para gobernar, dirigir y administrar a los pueblos que los toltecas les habían enseñado y supervisado por más de diez siglos. Se empezaron a desquebrajar las sólidas estructuras sociales y empezó a ganar fuerza “la inercia de la materia”, es decir, la ambición, la egolatría, la codicia, la envidia, el abuso y la violencia.

Los dirigentes dejaron de ser “los hombres verdaderos”, ya no fueron más “las teas que no humean” y empezaron a trasmitir el poder por líneas familiares hasta convertirse en linajes. Los administradores no fueron los más honestos, sino los más listos, los sacerdotes crearon sus propios linajes y se empezó a corromper la religión que enseñó Quetzalcóatl.

Nada nuevo pasó en el Cem Anáhuac que no se haya visto en la historia de la humanidad. La pobreza de espíritu y el deslumbramiento por las metas materiales se fue imponiendo a conveniencia para mantener el poder. La Toltecáyotl empezó a sufrir lentamente cambios negativos que hicieron perder el sentido original que buscaba guiar a los seres humanos en sociedad por un camino de virtud y de impecabilidad.

Las costumbres, la religión, la administración y el gobierno se relajaron. Los nuevos linajes empezaron a crear los “Señoríos”. Pequeñas ciudades-estado con una influencia en una amplia zona rural. Los conflictos y las guerras no se hicieron esperar. El ideal de los pueblos y culturas del Postclásico, fue tratar de restaurar el dominio tolteca, no por medio de la sabiduría y la virtud, sino por medio de las armas y las alianzas.



En casi todos los pueblos poderosos del periodo Postclásico, se trató de justificar su expansión material y dominio sobre otros pueblos y regiones, por la búsqueda de reactivar o recrear la dominación total del Cem Anáhuac, que los toltecas lograron en el milenio anterior. Esta nostalgia por el poder, no se sustentó en la sabiduría y virtud propuesta por la Toltecáyotl. Lo que impulsó este afán por el poder, no fue el aspecto de riqueza material. Lo que animó esta expansión fue el poder político y la extensión de su Estado, dado que, a pesar de la decadencia, los anahuacas no usaron el comercio como fuente de poder, en tanto su cultura milenaria imponía una actitud de austeridad y frugalidad tradicional, que hasta nuestros días ha sobrevivido en los llamados pueblos indígenas y campesinos del llamado “México profundo”.

En el seno de la civilización anahuaca, no existió el culto al consumo, no se producían “muchos bines” y de ellos, muy pocos fueron de lujo. Los productos que se producían siempre fueron de auto consumo de manera familiar y comunal. El trueque satisfacía las pocas necesidades de consumo. Esto cambió un poco a partir de 1440, cuando Moctezuma Ilhuicamina y Tlacaélel le dieron un especial énfasis al consumo y a los objetos de lujo en la expansión de la Triple Alianza. En este tiempo los pochetcas o comerciantes-espías, empezaron a usar el cacao y artículos hechos en cobre, como instrumentos “de cambio”, aunque nunca llegaron a crear una moneda.



Producto de las guerras de expansión mexica, el Taltócan o Consejo Supremo mexica, empezó a otorgarle a sus militares vencedores, parte de las riquezas que se obtenían del botín tomado y se empezó a crear por primera vez una elite social que tenía la posibilidad de obtener muchos bienes, esclavos y tierras. Lo mismo le sucedió a los comerciantes-espías o pochtecas mexicas y tlatelolcas, quienes a través del comercio empezaron a obtener riquezas que jamás se había permitido tener a un ciudadano común.

En estos tres siglos y medio, entre la partida de los toltecas que provocó el “colapso del periodo Clásico” y la llegada de los mexicas al Altiplano Central, los pueblos y culturas del Cem Anáhuac sufrieron guerras internas y regionales por el poder y su consolidación, que nunca llegó a ser total, como en los tiempos de los toltecas.

Las ciudades-estado o Señoríos empezaron a florecer en todo el Cem Anáhuac en el periodo Posclásico. En la zona maya fueron principalmente Chichen Itza y Mayapán. En la zona oaxaqueña Tututepec, Zaachila y Tehuantepec. En el Altiplano Central Tenochtitlán y Tula. En el Occidente Tzintzuntzan y Tinganbato. En las costas del Golfo de México Cempuala. La intención de re-crear el mítico “imperio tolteca” estuvo presente en los pueblos y culturas del Posclásico.

Personajes como: Cosijoeza zapoteca, Ocho Venado Garra de Jaguar mixteco, Moctezuma Ilhuicamina, Tlacaélel y Axayácatl mexicas, Huitzimengari y Calzonzin purépechas, entre muchos otros, buscaron por medio de las armas y las alianzas recuperar la hegemonía tolteca del Cem Anáhuac, pero ninguno lo logró y sus victorias fueron temporales y de espacios reducidos geográficamente en relación a todo el Anáhuac.
Los mexicas llegaron al Valle de México en calidad de nómadas, cazadores, recolectores. No sabían hablar la milenaria lengua náhuatl, no sembraban maíz, ni tejían algodón. Los códices de aquellos tiempos los describieron como “el pueblo sin rostro”. Su historia ha sufrido muchos cambios.

Primero fue registrada por los pueblos antiguos como vagabundos e incivilizados. Posteriormente, siendo Tlacaélel el Cihuacóatl de Tenochititlán, mandó destruir la historia antigua del Cem Anáhuac y creó una nueva versión, en donde los mexicas ocuparán el lugar central, apropiándose de mitos de origen del Anáhuac. Como el de la famosa peregrinación que partió de un lugar de las siete cuevas, en búsqueda de una tierra prometida, guiados por un Mesías nacido de madre virgen. Posteriormente los conquistadores y los misioneros en el siglo XVI presentaron a los mexicas como caníbales e idólatras para justificar sus crímenes de “lesa humanidad”. Para el siglo XVIII los criollos los presentan míticamente como “los romanos” de estas antiguas tierras, en la búsqueda de una identidad original gloriosa. Y finalmente, para la Historia Oficial neo-colonial contemporánea, los mexicas se convierten en aztecas y son la “cultura más importante” que representa la historia antigua del Cem Anáhuac.




Lo cierto es que los mexicas desde el siglo XIII se fueron apropiando del legado tolteca y finalmente, después de un largo peregrinar por el Valle de México, fundaron en 1325 la ciudad de México-Tenochtitlán. Mantuvieron una condición subordinada hasta que se rebelaron contra Azcapotzalco guiados por Tlacaélel (1398-1480), el más célebre cihuacóatl e ideólogo de “La Triple Alianza” o Excan Tlahtoloyan, quien fue “el poder atrás del trono” de 1428-1478 y autor intelectual de las reformas al pensamiento tolteca.

En efecto, Tlacaélel cambió el sentido místico-espiritual tolteca, por una ideología guerrera materialista inspirada en su numen tutelar Huichilopoztli. Este cambio no solo “desbancó” a Quetzalcóatl, sino que le dio a la sociedad mexica un poder relativo y muy corto, del año 1440 a 1521. Y fincó las bases para que a la llegada de los europeos se produjera una guerra civil entre los pueblos del Anáhuac. Unos defendían la validez de la “moderna” dualidad Tláloc-Huichilopoztli encabezados por los mexicas. Y el otro bando defendía la milenaria dualidad tolteca de Tláloc-Quetzalcóatl abanderada por las mentiras y argucias de Hernán Cortés, quien se autonombró “embajador y capitán de Quetzalcóatl”.



Tlacaélel decretó que los toltecas se habían equivocado. Argumentó que el sacrificio al Águila (el sol) no era espiritual, sino de carácter material, por lo cual se veía amenazado y próximo a su fin. Le dio a los mexicas “la responsabilidad de sostener al Quinto Sol” a través de sacrificios humanos, asegurando el futuro de la expansión mexica, en el terreno religioso-ideológico y en el material. La expansión y dominación mexica está sustentada por “un destino manifiesto” encarnado en ser “el pueblo del Sol”.

La trasgresión de la Toltecáyotl cambió el sentido místico-espiritual de la sociedad, por un sentido bélico-material. La Guerra Florida tolteca de carácter espiritual y personal, pasó, con las reformas de Tlacaélel, a ser una guerra material contra los pueblos vecinos, para imponer grandes tributos y tomar prisioneros para sacrificarlos y “alimentar al Sol”. Las milenarias escuelas toltecas de virtud y conciencia espiritual, pasaron a ser escuelas militares. La sociedad en su conjunto se militarizó y empezó a desarrollar el culto al poder político, a la riqueza material y al consumo de sofisticados productos traídos de lejanas tierras, vía el comercio o los tributos.

Sin embargo, pesaba de gran manera sobre la dirigencia mexica la anunciada profecía del esperado y temido regreso de Quetzalcóatl cada 52 años, en la que se podía cumplir la fatídica profecía en la fecha “uno caña”. A pesar del poder creciente de los mexicas y sus aliados, para la cercana fecha de la profecía se habían visto en las costas del Golfo de México –por dónde debía regresar Quetzalcóatl- las expediciones de Francisco Hernández de Córdoba en 1517 y de Juan de Grijalva en 1518.

Moctezuma Xocoyotzin y el Consejo Supremo o Tlatócan, estaban a la expectativa y temerosos de que se cumpliera la profecía, en razón de que las reformas ideológicas-religiosas de Tlacaélel habían trasgredido la enseñanza de Quetzalcóatl. Moctezuma no actuó por propia decisión. Como todo tlatuani en el Anáhuac, mandaba obedeciendo al Tlatócan.





Por su parte, Hernán Cortés salió prófugo de la ley de Cuba, traicionando a su gobernador Diego Velásquez. Venía en una expedición a “rescatar oro”, es decir, robarlo o canjearlo por bagatelas. En Chetumal encontró a un español que en 1511 sobrevivió a un naufragio y aprendió a hablar la lengua maya. Posteriormente recibió en Tabasco a la Malinche como regalo, y ésta sabía hablar las lenguas náhuatl y maya. De esta manera Cortés se enteró de la crisis religiosa y social que estaba viviendo el rico y poderoso imperio mexica debido a la trasgresión de las enseñanzas de Quetzalcóatl y los elevados preceptos de la Toltecáyotl.

Se enteró de que era el año de la profecía y que por los anteriores avistamientos de las expediciones de Hernández y Grijalva, los pueblos del Anáhuac estaban al borde de un estallido social de carácter religioso, político y militar. Por lo cual se asumió como “el capitán de Quetzalcóatl” y tomando la calidad de “su embajador”, se dirigió a Tenochtitlán para provocar una guerra civil en contra de los mexicas, apoyado por sus enemigos históricos y por los aliados de los mexicas, que vieron en los europeos cumplida la profecía y buscaron la alianza de los portadores de la antigua religión, ahora “representada por Cortés”.

La “verdadera historia de la conquista” no fue “un hecho glorioso de armas de los 850 aventureros” europeos. Fue en cambio: “Un estallido social” producido por las trasgresiones a la enseñanza y religión de Quetzalcóatl. Por los abusos y atropellos cometidos por la Triple Alianza y su nueva ideología materialista-místico-guerrera. Por el agotamiento de un modelo que estaba alejado totalmente de las formas culturales ancestrales de todos los pueblos del Anáhuac.





Otros tres factores que influyeron decisivamente fueron: El primero, la injerencia de los mexicas en la sucesión del tlatuani de Texcoco, lo que movió a que Ixtlichochitl, heredero despojado se uniera a Cortés y no sólo pusiera de inmediato cientos de miles de guerreros texcocanos a favor de los invasores, sino que, él mismo fuera el verdadero artífice –y no Cortés- de la derrota mexica. En segundo lugar, la pandemia producida por la viruela que trajeron los europeos al Anáhuac produciendo una millonaria mortandad jamás vista en estas tierras, que en los primeros cien años aniquiló a más de veinte millones de personas. La tercera, la mente criminal y perversa de Cortés, que mintió, engañó e intrigó, en su calidad de “capitán de Quetzalcóatl, en una civilización en donde los embajadores y “la palabra empeñada” eran extraordinariamente respetadas. Cortés engaño, traicionó y mintió a todo mundo: al rey de España, al gobernador de Cuba, a sus compañeros de expedición, a las autoridades de sus aliados indígenas y por supuesto, a los propios mexicas.

LA HERENCIA TOLTECA EN LA MATRIA

Lo que hoy conforma el territorio nacional, fue la cuna de la civilización del Anáhuac. La nación mexicana cuenta con una historia de aproximadamente ocho mil años, de los cuales, los primeros siete mil quinientos fueron “construidos” exclusivamente con la impronta de la civilización del Anáhuac.

Las raíces y la esencia más profundas de nuestro “Ser”, nos la ha dado “la cultura Madre”. Apenas hace cinco siglos esta inmensa estructura civilizatoria ha sido enriquecida por diversas culturas venidas de Europa, Asia y África, y hoy, como todos los pueblos del mundo ha sufrido un intenso mestizaje que la ha hecho más rica, fuerte y variada, pero nunca ha perdido su raíz y esencia original. El problema es que la colonización nos impide verla, sentirla y dimensionarla en nuestra vida cotidiana. Pero sobre todo, nos impide recurrir a este inconmensurable patrimonio para construir un futuro justo y propio, como individuos y como pueblo.





Sin embargo, en el “banco genético de información cultural” de cada persona, existe un tesoro de sabiduría y experiencia humana que ha sido creado y atesorado por generaciones. Así como cada célula tiene la información genética para duplicar al individuo que le da vida. De la misma manera, cada persona contiene la información cultural de toda la civilización a la que pertenece. El desafío es activar el “banco genético de información cultural” que existe en cada uno de los mexicanos, para mantener la continuidad en “el propósito social”, que por la colonización se ha “extraviado momentáneamente” en los últimos cinco siglos.

Para las personas, familias y comunidades que “descienden espiritualmente” de la civilización Madre, el futuro se encuentra en la recuperación plena y consciente de su pasado. En tal suerte, el trabajo por recuperar la memoria histórica, el lenguaje, los conocimientos, los espacios y el sentido espiritual y sagrado del mundo y la vida, se convierte en un desafío impostergable e irrenunciable, porque; como personas, familia o comunidad: “somos lo que recordamos”.




No podemos seguir tercamente renunciado a lo más valioso de nuestra herencia cultural. No debemos darle la espalda y vivir en la orfandad de nuestra Madre Cultura. No podemos seguir negando e ignorando la mayor parte de nuestro pasado, en donde está depositada una de las experiencias más antiguas del desarrollo humano del planeta, pletórica de sabiduría. Auto condenándonos a vivir como “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”. Siempre despreciando violentamente lo propio y exaltando indignamente lo ajeno. Perdidos en el “laberinto de la desolación”. Siempre inseguros, violentos, temerosos, frustrados, enfrentados, con una paupérrima autoestima.

Los mexicanos tenemos una “Patria” que nace apenas en 1821 con la consumación de la Independencia Nacional. Que ha cambiado sucesivamente su rostro, valores y prioridades. Y también tenemos una “Matria” que nace aproximadamente hace ocho mil años y que se mantuvo en esencia inalterada en los primeros siete milenios y medio, y que, en los últimos cinco siglos se ha agazapado y “encubierto” en una maravillosa e increíble “cultura de resistencia”, para seguir presente en la actualidad.





La Patria ha sido dirigida por un puñado de personas. Nace como una idea venida de fuera e impuesta por intereses y presiones políticas, ideológicas, económicas y militares. Se materializa a través de: el territorio, el escudo nacional, la constitución, la bandera, el himno nacional. Ha tenido diferentes proyectos y los que la dirigen, muchas veces han entrado en severos conflictos y pugnas que se han resulto por la violencia política, social, económica y militar. En general, la “Patria” ha favorecido a pequeñas elites.

La Matria, por el contrario, es milenaria, abstracta y se manifiesta por ancestrales sentimientos, actitudes, tradiciones, fiestas, usos, costumbres. Nace como un proyecto endógeno y autónomo de desarrollo humano. Está asociada de manera profunda a la espiritualidad, sus creaciones son anónimas, autónomas e históricas. En general, la “Matria” siempre a protegido en su amoroso seno a todos sus hijos.

A partir de la Teoría del Control Cultural, “de lo propio y lo ajeno”, del Dr. Guillermo Bonfil Batalla podemos definir: La “Patria” resulta ajena. La “Matria” es propia. La primea la dirigen y controlan una elite económica y política. La segunda la conforma y vive todo el pueblo. Para el ciudadano común el “control” de la “Patria” es ajeno. En cambio el “control” de la “Matria” es propio. Las “decisiones” sobre la “Patria” no son propias. Las “decisiones” sobre la “Matria” son propias. La “Patria” es un fenómeno de “cultura impuesta”. La “Matria” es un fenómeno de “cultura autónoma”.

La “Patria” viene de la inspiración del mundo grecolatino y se materializa con la creación del primer país del mundo, Estados Unidos, en 1776 y posteriormente la Revolución Francesa. La “Matria” en cambio nace en nuestra tierra y con nuestra gente hace aproximadamente ocho milenios y es una de las seis civilizaciones más antiguas con origen autónomo de la historia de la humanidad. Posee una milenaria sabiduría en la alimentación, la salud, la educación, la organización y mantuvo por milenios un mismo “propósito social” dirigido hacia lo sagrado y divino del mundo y la vida.





Ha tenido en el vértice superior de su pirámide de desarrollo, la trascendencia espiritual de la existencia. Su propósito social ha sido concebido de manera comunitaria. El ser humano es hijo de la Tierra y ella es entendida como un ser vivo y sagrado. El ser humano tiene como responsabilidad superior decantar su energía espiritual y coadyuvar para mantener el “equilibrio” del planeta y las misteriosas fuerzas del universo.
La “Matria” basa sus fuerzas sustentadoras en la conciencia espiritual del individuo, la unión de la familia en los valores y actitudes ancestrales, el respeto absoluto a la Naturaleza. La cohesión de la comunidad y el comunitarismo, por lo que rechaza la propiedad privada, el uso de las armas y la violencia, así como el uso de la moneda, el atesoramiento y la explotación. La organización y dirección se basa en “el servicio a la comunidad”, a través del “mandar obedeciendo”.

La “Matria” nos ha legado cuatro actitudes ante la vida y el mundo: Los valores acendrados que unen a la familia y a la comunidad. Un infatigable espíritu constructor. El amor y respeto a la Naturaleza. Una visión mística y espiritual ante el mundo y la vida.

CONCLUSIÓN FINAL.

“El futuro de México es su pasado”. La civilización del Anáhuac sigue viva y presente en muchos espacios de nuestra vida cotidiana. Tenemos que recuperar la memoria histórica y conocer la verdad sobre nuestro grandioso pasado. Poner punto final a la “historia de los vencedores” que ha negado cualquier logro a la civilización invadida para justificar los crímenes de lesa humanidad de la ocupación-destrucción. Requerimos “re-insertarnos” en nuestra propia historia para tener continuidad y dejar de ser “un apéndice” de la historia occidental.



Debemos investigar cuáles fueron los valores y principios humanos con los que se constituyó la civilización que logró, a lo largo de muchos siglos, el grado más avanzado de vida en sociedad que ha alcanzado la humanidad.

Necesitamos comprometernos en la investigación y el profundo análisis del pasado anahuaca, porque constituyen los más profundos cimientos de lo que somos en esencia y que podemos ser. Desechando y poniendo fin a la violenta colonización intelectual, cultural y espiritual, que nos han sometido en estos cinco siglos. Necesitamos comenzar a hacer, imperiosamente, “arqueología del Espíritu” en lo más profundo de nuestro ser.



Es muy cierto que hoy somos un país mestizo. Los mismos indígenas de hoy lo son también. Y los extranjeros e hijos de extranjeros que tienen años de comer y respirar esta ancestral civilización. Todos, unos y otros, todos somos “mestizos” producto de un mundo globalizado desde 1492. No existen “culturas puras”. Pero también es muy cierto que todo mestizaje tiene un cimiento, estructura o base cultural. Los mexicanos no podemos seguir renunciando a lo más ancestral y “propio-nuestro” que tenemos, nuestra esencia, como hijos de los hijos de una de las seis civilizaciones más antiguas de la humanidad. Imperiosamente debemos asumir un, ¡ya basta!, a la colonización.

Requerimos en consecuencia saber cuáles fueron los Elementos Culturales que durante más de siete milenios impulsaron el desarrollo humano de nuestra “cultura Madre”. Cuál fue el “propósito social” que animó nuestro desarrollo durante tanto tiempo. Cuáles fueron los valores, principios, sentimientos y actitudes, que coadyuvaron en la formación y concepción del “individuo”, la familia, la comunidad, el gobierno y el Estado.




Ante el ostensible fracaso de la Modernidad y el peligro que enfrenta el mantener “la vida” en: el planeta, los pueblos y las culturas del mundo, se tiene que recurrir a la sabiduría ancestral. A la experiencia milenaria para reorientar el camino y abrir una ventana de luz y de esperanza para las nuevas generaciones. Los mexicanos tenemos este inconmensurable desafío por delante. Busquemos en el pasado nuestro futuro e iniciemos la impostergable Batalla Florida.

martes, 22 de diciembre de 2009

EL ANÁHUAC esencia y raíz de México 2/3




PERIDO PRECLÁSICO


El Preclásico se sitúa aproximadamente del año seis mil a.C. al año 200 a.C. La cultura que lo representa es la cultura olmeca que encuentra su principal centro generador entre los estados de Veracruz y Tabasco en las costas del Golfo de México, pero que estará presente en el periodo de inicio o formación de todas las culturas posteriores. Esta es la razón por la cual en casi todas las culturas se habla de un periodo “pre-olmeca”.
Aunque los olmecas “aparecen” alrededor del año 1500 a.C. con sus impresionantes obras de arte en piedra, entre ellas, las más conocidas son las llamadas “cabezas olmecas” encontradas en las llanuras costeras del Golfo de México, los olmecas representarán este largo periodo “formativo”, en la que de una cultura incipiente (nómadas-recolectores-cazadores) se logra construir los formidables cimientos de la civilización del Anáhuac, proceso en el que se invirtieron aproximadamente cuatro milenios y medio.

El periodo Clásico abarca del año 200 a.C. aproximadamente al año 850 d.C. La cultura que lo representa es la llamada tolteca y su centro irradiador fue Teotihuacán en el Estado de México. En este periodo se alcanzó el más elevado desarrollo cultural. Los grandes logros permitieron alcanzar extraordinarias creaciones sociales, espirituales y estéticas.
El Postclásico comprende del año 850 aproximadamente a 1521 d.C. La cultura que lo representa es la cultura mexica que fue el último pueblo en emigrar del Norte y funda la ciudad de México-Tenochtitlán en el año de 1325, donde generará un proyecto imperial a partir del Valle de México hacia las costas del Golfo de México.
El periodo Preclásico es muy largo. Casi seis mil años de desarrollo humano que sentará las bases materiales y espirituales de la civilización del Anáhuac. En efecto, a principios del sexto milenio a.C. los pueblos nómadas, cazadores, recolectores iniciarán la agricultura, inventarán el maíz y comenzará una “revolución del conocimiento” que sacará al ser humano de un estado pasivo-primitivo, para convertirlo en un promotor activo del bienestar social y del desarrollo espiritual.
Los Viejos Abuelos desarrollarán el maíz, el nopal comestible, el amaranto, el chocolate, la vainilla, el tomate, el aguacate, el chile, la chía y la maravillosa milpa, que al sembrar en un reducido espacio de tierra de 20 por 40 metros, un solo hombre, trabajando intensivamente cuatro meses al año y sembrando: maíz, calabaza, fríjol y chile, tiene la base alimentaria para darle de comer a su familia a lo largo de un año. Lo que le permite tener tiempo y energía para observar, investigar, analizar y crear, para transformar el mundo que le rodea y darle significado a su vida individual y colectiva.

Los avances en el terreno de “la ciencia aplicada” logrados por la civilización del Anáhuac son de gran importancia para la humanidad. En el campo de la ingeniería hidráulica; por ejemplo, desde el sistema de riego, pasando por represas, canales, hasta llegar a la chinampa, que es el método más efectivo de producción agrícola intensiva durante todo el año. En ingeniería biogenética “inventado” el maíz al modificar genéticamente el teozintle y transformarlo en una planta totalmente diferente como es el maíz. De la misma forma transformado genéticamente el nopal silvestre para hacerlo comestible. En arquitectura e ingeniería, fue la civilización que construyó más pirámides en el mundo antiguo. Logrando sistematizar el conocimiento exhaustivo de la fauna y flora a través del significativo desarrollo de la zootecnia y botánica. Obtuvieron asombrosos avances en la medicina humana hasta llegar a la neurocirugía. En el campo de “las ciencias exactas” lograron descubrir y usar el cero matemático antes que cualquier civilización y usaron un ábaco llamado Nepohualtzintzin. En el terreno de la astronomía sus conocimientos les permitieron llegar a conocer a la perfección la cuenta prefecta del tiempo y la mecánica celeste, como ningún otro pueblo del mundo.

En el terreno de “las ciencias sociales” la civilización del Anáhuac llegó a desarrollar verdaderos portentos de sabiduría, que le dieron a los anahuacas bienestar y armonía durante milenios. Crearon un sistema muy complejo y profundo de ideas que explicaba cabalmente la razón de la vida, muy parecido al de la China y al de la India, civilizaciones contemporáneas. En efecto, La Toltecáyotl entendida como “la filosofía tolteca”, conjunta armoniosamente la ancestral sabiduría tolteca que se puede entender como: “el arte de vivir en armonía”. Los toltecas crearon “el camino del guerrero de la muerte florecida”, lo que implica una vida de impecabilidad, responsabilidad y equilibrio entre el mundo material y el espiritual, entre lo racional y lo intuitivo, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo mundano y lo divino, entre la luz y la oscuridad, al que llamaron “Batalla Florida”.

Construyeron a lo largo de milenios de experiencia comunitaria, una forma equilibrada y justa de vivir en comunidad. Fundamentada en el valor de la familia, la comunidad y el trabajo colectivo, sobre el interés personal o de grupo. Desarrollaron a profundidad “el arte del servicio a la comunidad”, conocido actualmente como “servicio de cargos” y el trabajo para el bien comunitario llamado “tequio”. Crearon y perfeccionaron instituciones de organización, dirección y control social que se aplicaban en el permanente esfuerzo de elevar el nivel y la calidad de vida con justicia y honradez.


Como ninguna civilización antigua de la humanidad, los anahuacas a través de milenios, crearon el primer sistema de educación, obligatorio, público y gratuito de la humanidad y lo aplicaron permanentemente a lo largo de tres mil años, formando sucesivas generaciones de ciudadanos educados e instruidos en valores y conocimientos de carácter moral, ético, científico y artístico. Dotando a los niños y jóvenes de “un rostro propio y un corazón verdadero”. Los anahuacas sustentaron su sociedad en la educación, por ello podemos afirmar con orgullo que fueron las primeras sociedades totalmente escolarizadas, sin importar el rango social o el poder familiar.

El campo de la religión fue otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac donde se alentó el sentido místico, sagrado y espiritual de la vida. Se puede afirmar que los pueblos anahuacas fueron eminentemente espirituales y todo lo que ellos hacían tenía un matiz religioso y ritual.

La religión fue uno de los logros más importantes de la Toltecáyotl, dado que unió en una exuberante pluralidad cultural, étnica y lingüística a todos los pueblos que habitaron a lo largo de miles de años, desde el Norte de lo que hoy es Estados Unidos hasta Nicaragua.

En efecto, existió a partir de la Toltecáyotl una “matriz filosófica-religiosa” que fue compartida por todos, y al mismo tiempo, transformada por cada uno de ellos de acuerdo a su propia cultura, sentido estético y lengua.


Todos concebían a una sola divinidad suprema abstracta y muy superior al alcance humano. En la religión anahuaca no existieron “dioses” menores, fue una religión totalmente monoteísta. Sin embargo, esta divinidad suprema múltiples advocaciones que occidente ha confundido maliciosamente con “dioses”. Además que para la concepción filosófica y religiosa del Anáhuac, la Tierra era un ser vivo con plena conciencia, y así, todo lo que en ella existe posee vida: las montañas, cuerpos de agua, árboles, animales y vegetales, poseían un ánima que los europeos confundieron con deidades.

Pero fundamentalmente, para la civilización del Anáhuac, el mundo era un conglomerado dual de cargas energéticas donde existían básicamente dos clases de energía. La luminosa y la espiritual (Materia y Espíritu).

Por ejemplo: La representación de la energía luminosa, es decir, los átomos y moléculas; todas las culturas la representaron simbólicamente con el agua. Y todas las representaciones, iconográficamente, compartían unas anteojeras y una lengua de serpiente. Unas culturas le llamaron Tláloc, otras, Chac, Cosijo o Tajín, pero todas se referían a la divinidad suprema, en la advocación de “la energía luminosa”.

De la misma manera, la divinidad suprema, única, impalpable e innombrable. La que no tenía nombre ni representación, en su advocación de “la energía espiritual”, se representaba con el viento (el soplo divino que le da conciencia a la materia). Los nahuas le llamaron Quetzalcóatl, los mayas Cuculcán y los zapotecos Dzavui, pero todos compartían el caracol como emblema simbólico.

Las férreas normas sociales, morales, éticas y las leyes e instituciones que se crearon y desarrollaron a través de más de cinco milenios de vivir en sociedad, en el periodo Preclásico (6000 a 200 a.C), así como la religión y la espiritualidad compartida por todas las culturas en tiempo y espacio, le dieron a la civilización del Anáhuac las bases para resolver los problemas básicos de subsistencia material y las bases, compartidas por todos, para enfrentar el desafío de encontrarle un significado trascendente a la existencia en el plano espiritual. Lo relevante es que esta aspiración era compartida por toda la comunidad y el esfuerzo colectivo partía del esfuerzo personal. De modo que la cultura colectivista o comunitaria también se llevó al nivel espiritual.


Podemos afirmar que el periodo Preclásico fue de suma importancia, pues en él se crearon los sólidos cimientos donde en los siguientes mil años, florecerá el periodo de esplendor. Dado que se partió de ser nómada-cazador-recolector y sin ayuda de ninguna otra civilización se creó un sólido proyecto de desarrollo humano que se ha mantenido a lo largo de ocho milenios. Los primeros siete mil quinientos años de manera endógena y los últimos quinientos, enriquecido por las culturas de Europa, Asia y África.

La pirámide de desarrollo humano creada en el Preclásico se puede considerar el logro supremo de los hombres y mujeres del Anáhuac, que a lo largo de miles de años buscaron salir de las tinieblas de la oscuridad, para preparar la entrada al periodo luminoso de esplendor cultural, difícilmente igualado en el mundo antiguo y moderno.

La pirámide de desarrollo humano tiene en su base un eficiente sistema alimentario que les dio la energía y el tiempo libre necesario para realizar sus grandes propósitos sociales. Le sigue un eficaz sistema de salud, que les proporcionó fuerza y seguridad para mantener sin deficiencias o limitaciones los proyectos sociales. Se consolida en el tiempo con un sólido sistema educativo, que le permitirá formar a las nuevas generaciones en los ancestrales ideales y metas existenciales, lo que posibilitó que sucesivas generaciones hicieran suyo el proyecto civilizatorio a través del tiempo y trasmitieran el conocimiento para perpetuarlo. El complejo sistema de organización social y régimen jurídico le permitió multiplicar las capacidades y posibilidades sociales. Les dio seguridad jurídica a través de un Estado de Derecho aceptado y compartido por todos los pueblos y culturas, lo que entre otras cosas permitió grandes periodos de paz y armonía social. Y finalmente la pirámide es coronada con un “proyecto abstracto” de carácter comunitario, en el que la búsqueda de la trascendencia de la existencia, de manera individual y colectiva, se simboliza con la figura emblemática del Anáhuac, “El Quetzalcóatl”.

En efecto, el Quetzalcóatl antes que nada es una aspiración universal de equilibrio y armonía entre el Espíritu, representado por el ave más bella que remota el cielo: “el quetzal”. Y su contra parte opuesta y complementaria, “la Materia”, representada con el animal más inteligente que repta sobre la tierra: el cóatl, la serpiente.


Así, la encarnación del “Quetzalcóatl” es la búsqueda del equilibrio armonioso entre Espíritu y Materia. Tanto en lo personal como en lo colectivo en el bregar cotidiano de la existencia. Significa la lucha interna por equilibrar el par de opuestos complementarios que nos conforman. El Espíritu y la Materia, lo abstracto y lo concreto.

De esta manera, los Viejos Abuelos a lo largo de casi seis milenios fueron construyendo esta pirámide de desarrollo humano, que fue la base para emprender uno de los procesos humanos más interesantes de la humanidad, pues rompe totalmente con los esquemas de evolución de las civilizaciones que se desarrollaron entre los ríos Nilo, Tigris, Éufrates, Huang Ho, Yang Tsé-Kian y Ganges y tomadas por la “historia universal oficial”, como ejemplo del desarrollo humano, especialmente por los logros materiales, la guerra y el comercio.

La civilización del Anáhuac ha sido negada y mal interpretada. En pleno siglo XXI prevalece en muchos aspectos el mismo criterio colonizador del Siglo XVI. Es censurable este hecho para la cultura universal, pero resulta inadmisible y vergonzoso que los actuales “mexicanos”, sigamos manteniendo la misma posición-visión de los conquistadores, Cortés y Alvarado, hacia lo más antiguo y esencial de nosotros mismos. Poco es lo que se sabe del pasado anahuaca, y de él, mucho menos se conoce del periodo Preclásico, pero es indudable que fue de singular importancia para la historia de México y de la humanidad. Especialmente por los logros alcanzados en alimentación, salud, educación y organización social. Beneficios que no sólo los mexicanos contemporáneos gozamos, sino que han llegado a toda la humanidad, como el maíz, el chocolate la vainilla, el chile, el chicle, el tomate, la chía, la grana cochinilla, la cuenta perfecta del tiempo, la chinampa y un largo etcétera.

sábado, 19 de diciembre de 2009

EL ANÁHUAC esencia y raíz de México 1/3


Los mexicanos necesitamos conocer la historia antigua de nuestra civilización. Requerimos profundizar en los cimientos más profundos y en la raíz milenaria de nuestra esencia. No podemos seguir negando y desconociendo la herencia más importante de ser hijos de los hijos de una de las civilizaciones más antiguas del mundo. No debemos seguir manteniendo, como única y verdadera, la historia de los vencedores.

Tenemos que salir del “laberinto de la desolación” de ser “extranjeros incultos en nuestra propia tierra”. Tenemos que abandonar la posición de auto desprecio e ignorancia de los más propio y más esencial a nuestro “ser”. Porque como persona, como familia y como nación…somos lo que recordamos. Ha llegado el momento de recuperar, por nosotros mismos, nuestro pasado para construir por primera vez en estos cinco siglos de ocupación colonial, un futuro propio-nuestro. Futuro sustentado en la justicia y la igualdad, guiados por el profundo amor por nuestra Matria.

La historia del desarrollo humano en el Cem Anáhuac es aproximadamente de ocho mil años. Los primeros siete milenios y medio, fueron de carácter endógeno en el que no intervino ningún otro pueblo del mundo. Todo cuanto se creó e inventó en el Cem Anáhuac fue por ingenio, talento y obra de los propios anahuacas.

Este largo periodo de tiempo es dividido por los especialistas en tres partes: Preclásico o periodo formativo, periodo Clásico o del esplendor, y finalmente, periodo Postclásico o decadente.

A pesar de ser un periodo de tiempo tan grande, en el Cem Anáhuac ha existido una sola civilización, por múltiples y diferentes culturas que la integran y representan en tiempo y en el espacio. Cada cultura tuvo su propio carácter y lenguaje estético, pero todas estaban unidas por una misma “matriz-filosófica-cultural”, desde los olmecas hasta los mexicas.

PERIDO PRECLÁSICO


El Preclásico se sitúa aproximadamente del año seis mil a.C. al año 200 a.C. La cultura que lo representa es la cultura olmeca que encuentra su principal centro generador entre los estados de Veracruz y Tabasco en las costas del Golfo de México, pero que estará presente en el periodo de inicio o formación de todas las culturas posteriores. Esta es la razón por la cual en casi todas las culturas se habla de un periodo “pre-olmeca”.

Aunque los olmecas “aparecen” alrededor del año 1500 a.C. con sus impresionantes obras de arte en piedra, entre ellas, las más conocidas son las llamadas “cabezas olmecas” encontradas en las llanuras costeras del Golfo de México, los olmecas representarán este largo periodo “formativo”, en la que de una cultura incipiente (nómadas-recolectores-cazadores) se logra construir los formidables cimientos de la civilización del Anáhuac, proceso en el que se invirtieron aproximadamente cuatro milenios y medio.

El periodo Clásico abarca del año 200 a.C. aproximadamente al año 850 d.C. La cultura que lo representa es la llamada tolteca y su centro irradiador fue Teotihuacán en el Estado de México. En este periodo se alcanzó el más elevado desarrollo cultural. Los grandes logros permitieron alcanzar extraordinarias creaciones sociales, espirituales y estéticas.

El Postclásico comprende del año 850 aproximadamente a 1521 d.C. La cultura que lo representa es la cultura mexica que fue el último pueblo en emigrar del Norte y funda la ciudad de México-Tenochtitlán en el año de 1325, donde generará un proyecto imperial a partir del Valle de México hacia las costas del Golfo de México.

El periodo Preclásico es muy largo. Casi seis mil años de desarrollo humano que sentará las bases materiales y espirituales de la civilización del Anáhuac. En efecto, a principios del sexto milenio a.C. los pueblos nómadas, cazadores, recolectores iniciarán la agricultura, inventarán el maíz y comenzará una “revolución del conocimiento” que sacará al ser humano de un estado pasivo-primitivo, para convertirlo en un promotor activo del bienestar social y del desarrollo espiritual.

Los Viejos Abuelos desarrollarán el maíz, el nopal comestible, el amaranto, el chocolate, la vainilla, el tomate, el aguacate, el chile, la chía y la maravillosa milpa, que al sembrar en un reducido espacio de tierra de 20 por 40 metros, un solo hombre, trabajando intensivamente cuatro meses al año y sembrando: maíz, calabaza, fríjol y chile, tiene la base alimentaria para darle de comer a su familia a lo largo de un año. Lo que le permite tener tiempo y energía para observar, investigar, analizar y crear, para transformar el mundo que le rodea y darle significado a su vida individual y colectiva.

Los avances en el terreno de “la ciencia aplicada” logrados por la civilización del Anáhuac son de gran importancia para la humanidad. En el campo de la ingeniería hidráulica; por ejemplo, desde el sistema de riego, pasando por represas, canales, hasta llegar a la chinampa, que es el método más efectivo de producción agrícola intensiva durante todo el año. En ingeniería biogenética “inventado” el maíz al modificar genéticamente el teozintle y transformarlo en una planta totalmente diferente como es el maíz. De la misma forma transformado genéticamente el nopal silvestre para hacerlo comestible. En arquitectura e ingeniería, fue la civilización que construyó más pirámides en el mundo antiguo. Logrando sistematizar el conocimiento exhaustivo de la fauna y flora a través del significativo desarrollo de la zootecnia y botánica. Obtuvieron asombrosos avances en la medicina humana hasta llegar a la neurocirugía. En el campo de “las ciencias exactas” lograron descubrir y usar el cero matemático antes que cualquier civilización y usaron un ábaco llamado Nepohualtzintzin. En el terreno de la astronomía sus conocimientos les permitieron llegar a conocer a la perfección la cuenta prefecta del tiempo y la mecánica celeste, como ningún otro pueblo del mundo.

En el terreno de “las ciencias sociales” la civilización del Anáhuac llegó a desarrollar verdaderos portentos de sabiduría, que le dieron a los anahuacas bienestar y armonía durante milenios. Crearon un sistema muy complejo y profundo de ideas que explicaba cabalmente la razón de la vida, muy parecido al de la China y al de la India, civilizaciones contemporáneas. En efecto, La Toltecáyotl entendida como “la filosofía tolteca”, conjunta armoniosamente la ancestral sabiduría tolteca que se puede entender como: “el arte de vivir en armonía”. Los toltecas crearon “el camino del guerrero de la muerte florecida”, lo que implica una vida de impecabilidad, responsabilidad y equilibrio entre el mundo material y el espiritual, entre lo racional y lo intuitivo, entre lo concreto y lo abstracto, entre lo mundano y lo divino, entre la luz y la oscuridad, al que llamaron “Batalla Florida”.


Construyeron a lo largo de milenios de experiencia comunitaria, una forma equilibrada y justa de vivir en comunidad. Fundamentada en el valor de la familia, la comunidad y el trabajo colectivo, sobre el interés personal o de grupo. Desarrollaron a profundidad “el arte del servicio a la comunidad”, conocido actualmente como “servicio de cargos” y el trabajo para el bien comunitario llamado “tequio”. Crearon y perfeccionaron instituciones de organización, dirección y control social que se aplicaban en el permanente esfuerzo de elevar el nivel y la calidad de vida con justicia y honradez.

Como ninguna civilización antigua de la humanidad, los anahuacas a través de milenios, crearon el primer sistema de educación, obligatorio, público y gratuito de la humanidad y lo aplicaron permanentemente a lo largo de tres mil años, formando sucesivas generaciones de ciudadanos educados e instruidos en valores y conocimientos de carácter moral, ético, científico y artístico. Dotando a los niños y jóvenes de “un rostro propio y un corazón verdadero”. Los anahuacas sustentaron su sociedad en la educación, por ello podemos afirmar con orgullo que fueron las primeras sociedades totalmente escolarizadas, sin importar el rango social o el poder familiar.

El campo de la religión fue otro de los grandes pilares de la civilización del Anáhuac donde se alentó el sentido místico, sagrado y espiritual de la vida. Se puede afirmar que los pueblos anahuacas fueron eminentemente espirituales y todo lo que ellos hacían tenía un matiz religioso y ritual.

La religión fue uno de los logros más importantes de la Toltecáyotl, dado que unió en una exuberante pluralidad cultural, étnica y lingüística a todos los pueblos que habitaron a lo largo de miles de años, desde el Norte de lo que hoy es Estados Unidos hasta Nicaragua.

En efecto, existió a partir de la Toltecáyotl una “matriz filosófica-religiosa” que fue compartida por todos, y al mismo tiempo, transformada por cada uno de ellos de acuerdo a su propia cultura, sentido estético y lengua.

Todos concebían a una sola divinidad suprema abstracta y muy superior al alcance humano. En la religión anahuaca no existieron “dioses” menores, fue una religión totalmente monoteísta. Sin embargo, esta divinidad suprema múltiples advocaciones que occidente ha confundido maliciosamente con “dioses”. Además que para la concepción filosófica y religiosa del Anáhuac, la Tierra era un ser vivo con plena conciencia, y así, todo lo que en ella existe posee vida: las montañas, cuerpos de agua, árboles, animales y vegetales, poseían un ánima que los europeos confundieron con deidades.

Pero fundamentalmente, para la civilización del Anáhuac, el mundo era un conglomerado dual de cargas energéticas donde existían básicamente dos clases de energía. La luminosa y la espiritual (Materia y Espíritu).

Por ejemplo: La representación de la energía luminosa, es decir, los átomos y moléculas; todas las culturas la representaron simbólicamente con el agua. Y todas las representaciones, iconográficamente, compartían unas anteojeras y una lengua de serpiente. Unas culturas le llamaron Tláloc, otras, Chac, Cosijo o Tajín, pero todas se referían a la divinidad suprema, en la advocación de “la energía luminosa”.

De la misma manera, la divinidad suprema, única, impalpable e innombrable. La que no tenía nombre ni representación, en su advocación de “la energía espiritual”, se representaba con el viento (el soplo divino que le da conciencia a la materia). Los nahuas le llamaron Quetzalcóatl, los mayas Cuculcán y los zapotecos Dzavui, pero todos compartían el caracol como emblema simbólico.

Las férreas normas sociales, morales, éticas y las leyes e instituciones que se crearon y desarrollaron a través de más de cinco milenios de vivir en sociedad, en el periodo Preclásico (6000 a 200 a.C), así como la religión y la espiritualidad compartida por todas las culturas en tiempo y espacio, le dieron a la civilización del Anáhuac las bases para resolver los problemas básicos de subsistencia material y las bases, compartidas por todos, para enfrentar el desafío de encontrarle un significado trascendente a la existencia en el plano espiritual. Lo relevante es que esta aspiración era compartida por toda la comunidad y el esfuerzo colectivo partía del esfuerzo personal. De modo que la cultura colectivista o comunitaria también se llevó al nivel espiritual.

Podemos afirmar que el periodo Preclásico fue de suma importancia, pues en él se crearon los sólidos cimientos donde en los siguientes mil años, florecerá el periodo de esplendor. Dado que se partió de ser nómada-cazador-recolector y sin ayuda de ninguna otra civilización se creó un sólido proyecto de desarrollo humano que se ha mantenido a lo largo de ocho milenios. Los primeros siete mil quinientos años de manera endógena y los últimos quinientos, enriquecido por las culturas de Europa, Asia y África.

La pirámide de desarrollo humano creada en el Preclásico se puede considerar el logro supremo de los hombres y mujeres del Anáhuac, que a lo largo de miles de años buscaron salir de las tinieblas de la oscuridad, para preparar la entrada al periodo luminoso de esplendor cultural, difícilmente igualado en el mundo antiguo y moderno.


La pirámide de desarrollo humano tiene en su base un eficiente sistema alimentario que les dio la energía y el tiempo libre necesario para realizar sus grandes propósitos sociales. Le sigue un eficaz sistema de salud, que les proporcionó fuerza y seguridad para mantener sin deficiencias o limitaciones los proyectos sociales. Se consolida en el tiempo con un sólido sistema educativo, que le permitirá formar a las nuevas generaciones en los ancestrales ideales y metas existenciales, lo que posibilitó que sucesivas generaciones hicieran suyo el proyecto civilizatorio a través del tiempo y trasmitieran el conocimiento para perpetuarlo. El complejo sistema de organización social y régimen jurídico le permitió multiplicar las capacidades y posibilidades sociales. Les dio seguridad jurídica a través de un Estado de Derecho aceptado y compartido por todos los pueblos y culturas, lo que entre otras cosas permitió grandes periodos de paz y armonía social. Y finalmente la pirámide es coronada con un “proyecto abstracto” de carácter comunitario, en el que la búsqueda de la trascendencia de la existencia, de manera individual y colectiva, se simboliza con la figura emblemática del Anáhuac, “El Quetzalcóatl”.

En efecto, el Quetzalcóatl antes que nada es una aspiración universal de equilibrio y armonía entre el Espíritu, representado por el ave más bella que remota el cielo: “el quetzal”. Y su contra parte opuesta y complementaria, “la Materia”, representada con el animal más inteligente que repta sobre la tierra: el cóatl, la serpiente.

Así, la encarnación del “Quetzalcóatl” es la búsqueda del equilibrio armonioso entre Espíritu y Materia. Tanto en lo personal como en lo colectivo en el bregar cotidiano de la existencia. Significa la lucha interna por equilibrar el par de opuestos complementarios que nos conforman. El Espíritu y la Materia, lo abstracto y lo concreto.

De esta manera, los Viejos Abuelos a lo largo de casi seis milenios fueron construyendo esta pirámide de desarrollo humano, que fue la base para emprender uno de los procesos humanos más interesantes de la humanidad, pues rompe totalmente con los esquemas de evolución de las civilizaciones que se desarrollaron entre los ríos Nilo, Tigris, Éufrates, Huang Ho, Yang Tsé-Kian y Ganges y tomadas por la “historia universal oficial”, como ejemplo del desarrollo humano, especialmente por los logros materiales, la guerra y el comercio.

La civilización del Anáhuac ha sido negada y mal interpretada. En pleno siglo XXI prevalece en muchos aspectos el mismo criterio colonizador del Siglo XVI. Es censurable este hecho para la cultura universal, pero resulta inadmisible y vergonzoso que los actuales “mexicanos”, sigamos manteniendo la misma posición-visión de los conquistadores, Cortés y Alvarado, hacia lo más antiguo y esencial de nosotros mismos. Poco es lo que se sabe del pasado anahuaca, y de él, mucho menos se conoce del periodo Preclásico, pero es indudable que fue de singular importancia para la historia de México y de la humanidad. Especialmente por los logros alcanzados en alimentación, salud, educación y organización social. Beneficios que no sólo los mexicanos contemporáneos gozamos, sino que han llegado a toda la humanidad, como el maíz, el chocolate la vainilla, el chile, el chicle, el tomate, la chía, la grana cochinilla, la cuenta perfecta del tiempo, la chinampa y un largo etcétera.

domingo, 6 de diciembre de 2009

LA MEMORIA...el arma de los guerreos del Anáhuac


                           
                  Descolonizar con la fuerza del Espíritu.


El arma más contundente para colonizar a nuestro pueblo desde 1521 ha sido la pérdida de su identidad. No fueron los cañones o las espadas, las intrigas y las traiciones, ni siquiera la viruela o el sarampión. Ha sido la ignorancia de nosotros mismos.


Cuando a una persona, a una familia o a un pueblo se le quita la “memoria”, se le deja indefenso y vulnerable. Por la amnesia, no sabe quién es, no sabe de dónde viene, ni a dónde va. Qué le pertenece y qué le es ajeno. Quién es su enemigo, quién su explotador. No diferencia la mentira de la verdad, la injusticia de la justicia. Es como si lo dejaran mudo, ciego y sordo, en un pavoroso estado de indefensión total.


Esto es justamente lo que nos ha pasado en estos cinco siglos de ocupación y colonización extranjera. Los primeros tres siglos los “gachupines” crearon el Cem Anáhuac, para sí y para la corona española el Virreinato de la Nueva España, en donde los pueblos originarios no tenían ninguna oportunidad. Su calidad era de vencidos y esclavos, como el filósofo español del siglo XVI, Ginés de Sepúlveda lo afirmaba. Las leyes, las autoridades y las instituciones eran de carácter colonial y estaban creadas para regular la explotación humana y la depredación de la naturaleza de los vencidos, no para impartir justicia y procurar el bienestar de los invadidos.


Los siguientes dos siglos, gracias a una lucha entre parientes, los “criollos” traicionaron a los “gachupines” y crearon “su país”, al que le llamaron “México” en honor a los mexicas. No se abolió el sistema colonial, lo único es que los “criollos” desplazaron a los “gachupines”, los expulsaron “de sus país” y tomaron el poder. La sociedad mexicana “es de unos cuantos y de amigos”, es racista, clasista, explotadora y depredadora. En pleno siglo XXI vivimos e una sociedad hipócritamente colonial.


En el neo-colonialismo los criollos crearon un país para sí y para los capitales extranjeros. Porque los criollos han demostrado en “la historia de su país”, que son ineptos, cobardes y mediocres. Pese a tener en “su país” un pueblo indígena y mestizo trabajador y educado, además de contar con, al parecer, inagotables recursos naturales, nuca han sabido trabajar y crear riqueza, solo han robado y dilapidado. Su “sueño bicentenario” ha sido, desde 1821, invitar a los capitales extranjeros a explotar al pueblo y los recursos naturales a cambio de unas migajas por… “la sociedad”.


Y todo esto ha pasado en medio del sufrimiento, la injusticia, la explotación y el despojo de los hijos de los hijos de la civilización invadida del Anáhuac. En “este país”, en general, los pobres, los despojados, los desempleados, los que no tienen acceso a la educación, a la salud, a la justicia, son casualmente… “los morenitos”. Los descendientes de los pueblos originarios, y del lado opuesto, están los extranjeros y sus descendientes, así como los recientes avecindados.


Cómo es posible que durante cinco siglos los pueblos originarios y sus descendientes culturales, los mestizos, seamos la carne de cañón de la explotación. Cómo es posible que el mismo pueblo vea como “algo natural” su pobreza y la negación a sus más elementales derechos, cuando nosotros somos los descendientes de la civilización del Anáhuac, una de las más importantes y antiguas de la humanidad. Esta tierra ha sido nuestra durante siete mil quinientos años y en los últimos quinientos hemos sido despojados, explotados y excluidos. Hoy tenemos que entrar de “ilegales” a otro país, para tener más oportunidades que en nuestra propia tierra.


Esto ha sido posible gracias a que los invasores se han encargado de extirparnos “la memoria histórica”. Los mexicanos en general no tenemos noción, ni siquiera, de “la historia oficial criolla”. Vivimos en un laberinto de la desolación de ser extranjeros incultos en nuestra propia tierra. No conocemos, no valoramos, no nos interesa conocer la milenaria historia de nuestros Viejos Abuelos toltecas. Estamos huérfanos y mutilados de los más valioso y esencial de nosotros mismos.


Desconocemos y rechazamos a la Toltecáyotl. Nos da vergüenza reconocer nuestra Cultura Madre en nuestro ser, en nuestro cuerpo, en nuestra forma de sentir, pensar y actuar. Negamos a nuestra Madre Cultura y exaltamos la cultura extranjera. Sea de España, de Francia y ahora de Estados Unidos. Nos han enseñado a despreciarnos y a desvalorarnos. No deseamos conocer los valores, principios, actitudes, sentimientos anahuacas, que a pesar del rechazo conciente e inconciente, siguen vivos en nosotros mismos y determinan en gran medida nuestro ser y hacer.


La cultura neo-colonizadora de los criollos es excluyente. Condena al desprecio y al rechazo a la civilización originaria. Por esta razón “los mexicanos” no hemos podido consolidar plenamente un mestizaje enriquecedor. En los cerrados círculos de poder económico, político, gubernamental, intelectual, artístico, no existe hasta la fecha, un espacio natural para la cultura anahuaca y sus descendientes culturales. Sí en México se ha dado un mestizaje, por cierto muy rico y pródigo, ha sido en las periferias del poder, lo que se conoce como las “culturas populares”. El proyecto de nación criolla, jamás ha participado la sabiduría, filosofía y la cultura de la civilización del Anáhuac. La cultura originaria además de ser rechazada y difamada, esta proscrita por el poder.


Un ejemplo de lo anterior es que los mexicanos conocemos muy poco de la historia “propia-nuestra”, antes de la invasión. A esta historia la secuestran, la esconden, la niegan. Es decir, nosotros no somos nada antes del conquistador. No tenemos rostro, ni nombre. Existimos gracias al “descubridor” y al conquistador, que “nos civilizó, nos dio nombre, idioma, religión y cultura”.


El objetivo es mantener a los invadidos sin memoria, sin recuerdo, sin raíz. Vulnerables, indefensos, inseguros. No sabemos cómo se llamaba esta tierra. No sabemos cómo se llamaban a sí mismos nuestros Viejos Abuelos. En los libros de historia de la SEP, se le llama a la batalla en la que los indígenas (nuestros antepasados) en 1520 derrotaron a los invasores: “ La Batalla de la noche triste”. A la historia de siete milenios y medio antes de la invasión europea se le conoce como “Historia prehispánica, precolombina, precortesiana”. Borran totalmente de la historia y de nuestra mente la milenaria civilización del Anáhuac.


Al territorio indebidamente un extranjero le puso el nombre de “Mesoamérica”, haciendo el comparativo de “Mesopotamia”, que quiere decir “entre dos ríos”, (el Tigris y el Éufrates), pero en el Cem Anáhuac no tiene razón de ser, es solo imposición y colonialismo cultural.


A los pueblos descendientes de las civilizaciones originarias del continente se les llama despectivamente “indios”, porque Colón se equivocó y creyó que había llegado a la India. Han pasado más de 500 años y les seguimos diciendo indebidamente a los pueblos originarios de manera equivocada, lo que demuestra nuestro auto desprecio y falta de identidad.


El extranjero nos llama como quiere y nosotros repetimos mansamente sus epítetos y los hacemos propios. En el Norte nos dicen y nos decimos “latinos e hispanos”. Nosotros no somos ni latinas y hispanos. Latinos, porque Napoleón III queriendo recuperar las colonias “iberoamericanas” que perdió España a principios del siglo XIX, se inventó que los países recién fundados eran “latinos” y por tanto, debían estar bajo la égida del Imperio Francés.


Los anglosajones en Estados Unidos nos llaman “hispanos”, porque hablamos español. Pero ellos no aceptarían que nosotros los llamáramos “ingleses” por hablar inglés. Nosotros aceptamos todo, porque desconocemos todo. Esta es la razón por la cual se trata de que día a día, los habitantes de este país, los descendientes de los Viejos Abuelos, no solo no conozcan su historia antigua, sino que la rechacen y les avergüence. Por ello se quita de la primaria y la secundaria el estudio del “México antiguo”. El neo-colonizador nos pueden permitir casi todo, menos que recuperemos nuestra memoria. Porque este es el arma fundamental de la colonización. La ignorancia de nosotros mismos es lo que nos condena a la miseria material y espiritual.


El primer paso para iniciar la descolonización es recuperar la memoria histórica. Recuperar nuestra dignidad a través del estudio y conocimiento de nuestra verdadera historia. Decir un vigoroso ¡YA BASTA! a la colonización intelectual. Ya basta de referirnos a nosotros mismos con conceptos llenos de desprecio e ignorancia, con cargas ideológicas colonizantes como: Mesoamérica, prehispánico, precortesiano, precolombino, indio, latino, hispano, Batalla de la noche triste, “caballero” águila, emperador, rey, princesa, reino.


Debemos de luchar por recuperar nuestra memoria histórica, para saber quiénes somos. Este es el primer paso de una dignificación por quinientos años de negación e ignorancia. No se trata de negar nuestra parte occidental, se trata de consolidar verdaderamente nuestro mestizaje, sumando las dos civilizaciones que nos conforman en la actualidad.


Convoquemos a lo mejor de nosotros mismos. Reencontrémonos con nosotros mismos. Activemos el “banco genético de información cultural” que hay en cada uno de los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos. Recuperemos el valor de la palabra de los ancianos y de nuestros padres, los valores de nuestras familias y comunidades. Revaloremos y dignifiquemos nuestras ancestrales tradiciones y costumbres, nuestra visión sagrada y espiritual del mundo y la vida. Apostemos todo a muestra memoria colectiva genética. Creamos de nuevo en nosotros mismos y tomemos fuerza y dirección de nuestro milenario pasado. Recuperando el pasado, el futuro es nuestro.