sábado, 16 de diciembre de 2017

EL MILENARIO DERECHO TOLTECA

Le pregunté a un abogado experto en “derecho indígena”, el mixteco, Dr. Francisco López Bárcenas, si es correcto decir “usos y costumbres” a la forma ancestral que tienen muchas comunidades anahuacas y campesinas de organizarse. Me contestó que es una forma peyorativa y poco significativa.
El punto es que la sociedad dominante no acepta, desde hace cinco siglos y hasta la actualidad, la existencia de una civilización milenaria que alcanzó niveles muy altos, mayores que los de la Europa del Siglo XVI, en cuanto a calidad de vida y nivel de vida para todos sus habitantes, y tal vez mayores a los actuales. 
Para seguir tratando de sostener que la invasión-conquista-ocupación-explotación-depredación, fue un acto humanista y civilizador, ha sido necesario hacer pensar al invadido-colonizado, que “el descubrimiento y la conquista, fue lo mejor que les pudo suceder”. 
El discurso es que “fue dolorosa, pero necesaria la conquista”. Y que, no puede existir las culturas de la civilización del Anáhuac, porque es un símbolo de retraso y primitivismo.
Por todo esto, las formas ancestrales de organización, como es la democracia participativa del Anáhuac, que es la más antigua democracia en funciones del planeta, debe ser negada y menospreciada. 
Por ello, al milenario derecho tolteca, la cultura dominante-necolonizadora, le llama despectivamente, “usos y costumbres”, la tacha de atrasada, primitiva y que atenta contra los derechos humanos. 
El “mandar obedeciendo”, en el que la comunidad tiene la responsabilidad de gobernar y las autoridades “obedecen”, haciendo cumplir los acuerdos de Asamblea, resulta inadmisible para la democracia representativa de los partidos políticos financiados por los dueños del dinero. Argumentan peyorativamente la “gente de razón” que los anahuacas son “cerrados”.
Este es un problema mucho más profundo, que el de “la cerrazón de las autoridades indígenas”. Es justamente el choque de dos civilizaciones. La milenaria y ancestral, contra la cultura moderna neocolonial impuesta. 
Cuando le conviene a la cultura dominante “exige que se cumpla la ley, hasta sus últimas consecuencias sobre los pueblos anahuacas”. 
Sin tomar en cuenta, que en la cultura dominante moderna necolonial, ni los Artículos más importantes de la Constitución Mexicana se cumplen, como el de que el salario mínimo sea suficiente para satisfacer las necesidades del ciudadano, o en otro aspecto, no se atiende el cáncer de la corrupción, los feminicidios, la seguridad, o el respeto al voto, etc.
Para el derecho tolteca del Cem Anáhuac, que es milenario y no centenario como el de la cultura dominante (lo que es primero en tiempo es primero en derecho). Para el derecho tolteca es primero la comunidad que el individuo. 
El derecho individual no puede estar por encima del bien común, porque pone en peligro a la mayoría. 
Esta es la razón por la modernidad hace del Capitalismo su razón de ser, es decir, la iniciativa privada por encima del bien o interés común.
No se puede y no se debe, juzgar el derecho tolteca ancestral, desde la óptica eurocéntrica-capitalista-moderna. 
Se debe respetar la norma ancestral de que el interés de la comunidad está por encima del interés privado o individual. 
Por eso las trasnacionales y las grandes corporaciones de los criollos en México, están muy por encima del ciudadano. No pagan impuestos, están por encima de la ley, tienen territorialidad, etc.
Evangélicos expulsados de su comunidad 

Cuando en una comunidad, donde se ejerce el derecho tolteca ancestral, se castiga o sanciona a un ciudadano, es porque está atentando contra el bien o interés comunitario. 
El derecho comunitario está por encima de los derechos humanos del individuo.
Así han vivido por MILENIOS las comunidades ancestrales anahuacas y por ello se debe respetar, no solo su DERECHO, sino lo que es más importante LA FILOSOFÍA DE SU CIVILIZACIÓN. 
Descolonizar es dignificar. 

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miércoles, 6 de diciembre de 2017

LA CIVILIZACIÓN DEL “ABYANÁHUAC” Una sola sabiduría continental

En el “sistema-mundo”, Europa ha escrito “la historia universal”, en la que, el pluriverso ancestral, se convierte en “historias regionales”. Es decir, la historia de las seis civilizaciones con origen autónomo y las más antiguas del planeta, como son: Egipto, Mesopotamia, India, China, Tawantinsuyu y Anáhuac, pasan a segundo plano, quedando Europa como la génesis de la historia de la humanidad. Sabiendo que, Europa, es la civilización más reciente y que se apropió de los conocimientos de las civilizaciones Madre, difundiéndolos como propios. El filósofo alemán Federico Hegel, en el siglo XVIII, afirmó que, el origen de la historia estuvo en Asía, pero que cumple su plenitud en Europa. El llamado, por Europa, “Continente Americano”, no aparece en este discurso eurocentrista.
La invasión y ocupación española y portuguesa al continente, inician con las Bulas otorgadas por el Papa Alejandro VI en 1493. Esto implica que la invasión, genocidio y epistemicidio cometido contra pueblos que nada habían hecho en contra de los reinos de Castilla, Lusitania y el Vaticano, fueron legales y morales. Es decir, aprobados por el Vaticano y los reyes respectivos. Esta práctica “legaloide” se sigue hasta nuestros días bajo “tratados, acuerdos, préstamos y asesorías de instituciones multinacionales y países neocoloniales a los países del continente”.
La invasión, ocupación, explotación y depredación, están sustentados en la amputación de la memoria histórica y la identidad ancestral a través de un modelo colonizador que se sustenta en la pérdida de los pueblos invadidos-ocupados de: la lengua, la memoria, los conocimientos, los espacios y la espiritualidad. Al amputarle a los pueblos invadidos-ocupados estos cinco elementos culturales, la colonización logra cerrar su círculo perverso, al convertir al invadido-ocupado, en un “colonizado-colonizador”.
De esta manera, los pueblos invadidos-colonizados, al caer en este círculo perverso, se ven imposibilitados a tener conciencia, responsabilidad y dignidad. En vez de buscar su liberación, luchan por colonizar a sus compatriotas y su propio país. Aceptan, como algo normal, legal e histórico, que “otros” lleguen y exploten a las personas y depreden los recursos naturales. En su lógica colonizada, ellos educan a sus hijos para ser explotadores de los más débiles, y a someterse mansamente al mismo tiempo, a la explotación de los más fuertes que ellos. 
Así, desde que Cristóbal Colón escribió en su diario que “los descubiertos no tenían religión”, se inició lo que se conoce como “el racismo económico”, es decir, quitarles a las personas su calidad de humanos y someterlos a una explotación como si fueran animales al servicio del “descubridor-conquistador-colonizador”. Al animalizar “al otro”, al quitarle su esencia humana, pierde todo derecho y es sumido en una dimensión por debajo de “la línea de lo humano”.
Desde esta perspectiva, “los descubridores”, encontraron un continente deshabitado por “humanos”, solo seres que no tenían alma, no tenían propiedad privada, no eran guerreros y no conocían al “verdadero Dios”. Con el permiso de Dios y del rey, los europeos iniciaron uno de los peores holocaustos y epistemicidios de la humanidad, y el inicio del Capitalismo. Y es aquí, y de esta manera, que el invasor-colonizador no solo destruirá todo el conocimiento que pudo de los pueblos invadidos, para mantener la afirmación, que eran animales irracionales, sino que, ha despreciado el conocimiento que logró sobrevivir a la hecatombe.
Uno de los puntos fundamentales es que nunca nos han nombrado por nuestro propio nombre en nuestras lenguas ancestrales. Porque, “si no te nombro, te desconozco, no existes”, como una divisa colonizadora. Como “nos descubrieron”, por esta razón nos bautizaron. En efecto, no solo no se nombran los pueblos y culturas del continente con sus nombres y lenguas originales, sino al mismo continente le han cambiado su nombre. En efecto, los europeos le pusieron “América” al continente, en honor del florentino naturalizado castellano, el comerciante y cartógrafo Américo Vespucio.  
El objetivo de este ensayo es justamente, entender que los europeos nunca han podido, y no han querido, conocernos en verdad. Que, lo que han hecho, desde 1492, es subsumirnos en su mundo conocido, razón por la cual nos llamaron “indios”, porque creían que habían llegado a la India. El objetivo es que restituyamos al continente con un nombre “propio-nuestro”, que lo podamos compartir entre todos nosotros. Sumar, en vez de dividir y fragmentar.     
Antigüedad del Universo y de la Tierra
La antigüedad del Universo se supone que es entre 13 y 14 mil millones de años a partir de la “Gran Explosión”. Esta cifra se basa en la medición que se hace de las llamadas, estrellas enanas, aquellas que están en periodo de extinción a partir de que agotaron el combustible nuclear, comienzan a enfriarse y a desprender las capas externas. Este enfriamiento dura millones de años y las más antiguas comparten esta cifra de entre 13 y 14 miles de millones de años.
La antigüedad de la Tierra es de aproximadamente de 4400 y 4510 millones de años. Una cifra más exacta es de 4470 millones de años, con un margen de error de 44.7 millones de años. Se sabe que la Tierra se formó con los demás miembros del Sistema Solar, por lo que las observaciones también se hacen con otros planetas del Sistema Solar.
Los continentes se mueven unos centímetros cada año, pero a lo largo de millones de años, se han ido formando desde la Era Paleozoica, en el periodo Cámbrico, hace 570 millones de años. Esto se conoce como Tectónica de Placas. Los continentes, como hoy los conocemos tienen una antigüedad de aproximadamente 65 millones de años, con el surgimiento de las cadenas montañosas en la llamada, Era Cenozoica.  

Definición del continente
La definición de continente, es una inmensa masa de tierra rodeada de agua. 
El número de continentes varía desde el punto de vista científico e ideológico con que sean apreciados. Pero estrictamente, apegándose a la definición clásica existen solo cuatro continentes: 1 Afro-Eurasia, porque es una sola extensión de tierra, es decir, África, Asia y Europa, están unidas. 2 América. 3 Oceanía. Y 4 Antártida. De manera ideológica-política-económica llegan a ser ocho: 1 África 2 Antártida, 3 Asia, 4 Europa, 5 Norteamérica, 6 Oceanía, 7 Sudamérica y 8 Zeñandia. 
La definición del “Viejo Continente”, es un dogma colonizador surgido en el Romanticismo Alemán, en el Siglo XVIII. La civilización europea es la más reciente del planeta, no tiene un origen autónomo y su discurso se basa en la visión de Federico Hegel, de hacer de “Europa, el centro y origen de la civilización humana”. A través de lo que se conoce como “la occidentalización del planeta”, es decir, la imposición de la visión y noción del mundo y la vida europea, a todos los pueblos, culturas y países del planeta. Esto ha llevado a convertir a lo europeo, con una categoría de “universal”. Y lo que no es europeo, con una categoría de “regional”.
El mismo mapamundi usado por todos los países, está falseado. Es decir, Europa es mucho más pequeña, y África y América del Sur, son mucho más grandes en realidad. Esto lo concluyó el cartógrafo alemán Arno Peters con el proyecto Gall-Peters, en 1974. Siendo aprobado por las Naciones Unidas, para que se usara a nivel mundial, sin embargo, se ha hecho caso omiso y se sigue usando la Proyección de Mercator, originada en el siglo XVI, la cual tiende a exagerar las proporciones de Europa y América del Norte, respecto a los demás continentes o regiones. 
El Homo Sapiens 
Al parecer, nuestros más remotos antepasados aparecieron en el planeta entre cuatro y tres y medio millones de años, estos fueron los primeros homínidos pertenecientes al género Australopithecus. Le seguirá el Homo Hábilis hace 2 millones de años atrás, después aparece el Homo Erectus alrededor de 1,4 millones de años; luego aparecerá el Homo Sapiens.
El llamado “homo sapiens”, desciende de la especie Homo neanderthalensis, el cual surgió en África hace 150 mil años. Se supone que pobló el planeta en aproximadamente en 40 mil años. De África cruzó el Medio Oriente, poblando lo que hoy conocemos como Europa y Asia. Cruzó al continente llamado América por el Norte a través del Estrecho de Bering, y por el Sur, a través de las islas del Océano Pacífico Sur y por medio de las corrientes marítimas. 
La teoría autóctonista, propone que los seres humanos surgieron en el continente y que de aquí poblaron el planeta. El argentino Florentino Ameghino en 1890 en su obra “Antigüedad del Hombre en el Plata”.
Existe muchos trabajos de investigadores, “desacreditados” por la ciencia dominante occidentalizada, que afirman que existe una historia mucho más antigua, en el llamado, Continente Americano, que la que la “historia oficial europea” señala. Entre otros, podemos citar a la ecuatoriana, la Dra. Ruth Rodríguez Sotomayor, quien propone el surgimiento de la civilización planetaria en el Continente Americano. Paul Arnold con su obra "El Libro Maya de los Muertos, México", 1983. El investigador argentino de Aldo Ottolengui, con su obra “Civilizaciones Americanas Prehistóricas”, 1980. El investigador argentino, Florentino Ameghino, con su obra “Origen y emigración de la especie humana”, 1915. Entre otros. 
Creación de las seis civilizaciones originarias
Durante miles de años, al poblar la Tierra, el ser humano se mantuvo nómada, cazador, recolector, hasta que logró inventar la agricultura. Es decir, la domesticación de plantas a través de cultivos intensivos. De esta manera el trigo, el arroz, la papa, el mijo, el sorgo, empezaron a impulsar la sedentarización en algunos lugares del planeta, y con estos cultivos, nacieron las más antiguas civilizaciones.
En las márgenes de los Ríos Tigris y Éufrates nació la civilización de Mesopotamia, especialmente con la cultura sumeria. En las márgenes del Río Nilo la cultura egipcia. En las márgenes del Río Ganges la cultura india. En las márgenes del Río Amarillo la cultura china. En la Cordillera de los Andes la cultura andina y en Norte del continente la cultura del Anáhuac.
Las culturas más antiguas son: egipcia en Egipto, Sumeria en Irak, la cultura Harappa en la India, la dinastía Xia en China, la cultura Caral en Perú, y la cultura Olmeca en Anáhuac. Sin embargo, existen nuevas investigaciones y han sido retomadas antiguas investigaciones, en las que rompen la cronología y antigüedad de las antes mencionadas. 
Es ostensible, que existe, un “control” sobre la historia ancestral de la humanidad por el eurocentrismo a través de sus centros generadores de conocimiento, que han mantenido un “discurso oficial” sobre estos temas, pero que, gracias a las nuevas tecnologías de comunicación y difusión, se ha ido disminuyendo este control. Antiguas tradiciones de los pueblos ancestrales también nos hablan de la existencia de civilizaciones mucho más antiguas y desarrolladas, que las hoy la cultura dominante tiene como las más antiguas.
Civilización del “Abyanáhuac”
Los que han escrito “nuestra historia ancestral”, en general, han sido extranjeros. La educación occidentalizada desde la primaria hasta la universidad, nos enseña a conocer a la cultura grecolatina, de la “historia ancestral propia nuestra”, nada sabemos. El sistema nos educa como “extranjeros incultos en su propia tierra”, quedando atrapados en el cinco centenario “laberinto de la soledad” de Octavio Paz.
En México, desde el primer “historiador, antropólogo y arqueólogo”, Hernán Cortés, quien en sus Cartas de Relación nos “describió”, según su limitada y parcial percepción de invasor-depredador; hasta los investigadores oficiales del sistema neocolonial, quienes mantienen las mentiras y calumnias de los conquistadores y misioneros, como “verdades históricas”, en las cuales, siguen tercamente basando sus investigaciones en estas “fuentes”. 
El discurso oficial necolonial criollo occidentalizado, afirma que, en el continente existen dos civilizaciones, la del Anáhuac y la del Tawantinsuyu. Los “expertos colonizados-colonizadores”, tanto nativos como extranjeros, han estudiado a los pueblos y culturas de nuestros Viejos Abuelos, por sus diferencias, más no por sus semejanzas, que son mucho mayores y bastante asombrosas. Ya han empezado, tímidamente, a ver a las supuestas civilizaciones del continente, como una sola. En el libro “Dioses del Norte Dioses del Sur” 2008, de Alfredo López Austin y Luis Millones.
De esta manera, desde una posición crítica y descolonizada, podemos afirmar con toda seguridad, que en el continente siempre ha existido una sola civilización, con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio. Es decir, que, desde Alaska hasta La Tierra del Fuego, pasando por las Antillas, los seres humanos hemos conformado una sola civilización continental a lo largo de más de diez mil años, que estaba intensa y complejamente comunicada en todos los órdenes del conocimiento y del desarrollo humano. 
Uno de los elementos culturales más asombrosos de esta civilización Madre, es, sin lugar a dudas, su diversidad en la unidad. En efecto, la civilización continental en general, pero en sus diversas regiones en particular, tienen la característica de mantener una asombrosa diversidad cultural, étnica, lingüística y culinaria, por citar las más relevantes, pero manteniendo asombrosamente la unidad civilizatoria. 
Dicho de otra manera, la civilización Madre continental, se conforma de una estructura epistémica compartida por todos los pueblos y culturas, en tiempo y espacio, pero al mismo tiempo, mantiene una maravillosa diversidad en cada una de sus manifestaciones. Un calidoscopio de fractales culturales manteniendo la unidad o matriz generadora.
Por esta razón, como un acto de soberanía intelectual y dignidad cultural, proponemos re-nombrar a nuestra civilización Madre, con un solo nombre, en el que nos identifiquemos plenamente todos los pueblos y culturas del Norte y Sur del continente. Como en la lengua náhuatl la civilización se conoce como Cem Anáhuac, que significa “los que viven enteramente juntos entre las grandes aguas”, y en la lengua kuna de los pueblos de Panamá y Colombia, se conoce como Abya Yala, que significa literalmente, “tierra en plena madurez o tierra de sangre vital”. Término que recientemente ha venido siendo aceptado y utilizado, en los foros y escritos descolonizadores y libertarios del continente.
Por lo que proponemos llamarle a la civilización y al continente “ABYANÁHUAC”, haciendo de los dos nombres, una sola identidad descolonizada.
La elección de este nombre, que significa “tierra en plena madurez”, para denominar al continente americano fue sugerida por el líder aymará Takir Mamani, quien propone que todos los indígenas lo utilicen en sus documentos y declaraciones orales. “Llamar con un nombre extranjero nuestras ciudades, pueblos y continentes”, argumenta, “equivale a someter nuestra identidad a la voluntad de nuestros invasores y a la de sus herederos”. http://huacanapichoquecota.blogspot.mx
Desde luego que, en cada lengua, de cada pueblo y cada cultura del continente, debe existir o existió, una palabra que designe a esta gran extensión de tierra, que en español conocemos como “continente”. Algunas de las lenguas del continente, que los expertos suponen que oscilan entre 625 y 950 son: quechua, aymara, puquina, guaraní, mapudungún, arahuaco, miskito, lenca, pipil, náhuatl, maya, mixteco, zapoteco, purépecha, hñañu, navaho, cheroqui, inuit, entre muchas otras.
Uno de los frutos innegables de la civilización continental y que nos demuestra su unidad, es, sin duda, la astronomía. La organización continental de los pueblos, para crear un sistema coordinado de observación astronómica, rigurosamente medida, profundamente razonada y solidariamente compartida, como lo afirma el Ing. Luis Felipe Lira Montes de Oca, en su obra, “Ciencias milenarias y aplicaciones en el continente americano” (2004), llevada a cabo de manera sistemática y continua a lo largo de muchos siglos, entre los pueblos y culturas del continente, desde Alaska hasta La Tierra del Fuego, solo de esta manera, se pudo llegar a poseer la perfecta cuenta del tiempo sintetizada en los cinco calendarios: el lunar de 260 días, el solar de 365, el venusino de 584 días, el de las Pléyades de 52 años, y el galáctico, de 25 625 años.
Una afirmación descolonizada e identitaria
Desde que inició la invasión se desencadenó una acción sistemática para destruir y desaparecer el conocimiento ancestral, para mantener y afirmar la tesis colonial, de que los pueblos descubiertos, eran casi animales, sin cultura, paganos y carentes de conocimiento. Lo que justificaba, a todas luces, la invasión como una acción humanista, civilizadora y evangelizadora.
Desde 1492 el epistemicidio inició con “el descubrimiento”, de personas salvajes y tierras vírgenes. Sin conciencia, sin un Dios verdadero, sin idioma, sin cultura, sin historia, sin identidad, había que nómbralos y civilizarlos, es decir, europeizarlos, cristianizarlos, “incorporarlos al mundo conocido”. A lo largo de estos cinco siglos, no se nos ha nombrado por nuestros nombres propios en nuestras propias lenguas. 
Desde los epítetos colonizadores de “indios”, las indias orientales, América, amerindios; pasando por nativos, naturales y autóctonos, hasta nuestros días, con nuevas categorías eufemistas, que buscan “nombrarnos sin nombrarnos”, tales como: indígenas, pueblos originarios, América Latina. Todo, menos nombrarnos con nuestros nombres verdaderos, en nuestras propias lenguas. Porque, “si no te nombro, no existes, te desconozco”.
Para efectos de la descolonización se requiere re-nombrarnos, para “apropiarnos de nosotros mismos”, como un acto libertario y anticolonial. Las palabras tienen cargas ideológicas y nombrar al continente ancestral como “América”, es aceptar mansamente la colonización material e intelectual. Somos mucho más antiguos y cultos, que los modernos y salvajes europeos. La lucha descolonizadora no solo es epistémica y cultural, sino, también, política e identitaria. 
Características de la civilización de Abyanáhuac 
Si concebimos y apreciamos los pueblos y culturas del continente Abyanáhuac, como una sola civilización, y al mismo tiempo, las cuatro civilizaciones del continente “Euroasiaticoafricano”, como una sola, es decir, que, por desarrollarse por miles de años en un mismo continente, lo que les permitió a lo largo del tiempo, entrar en contacto y, por ende, poseer “tendencias compartidas”, podemos apreciar diferencias sustanciales, lo que nos permitiría replantear algunos “dogmas” de la historia oficial occidentalizada.
Para esto, es necesario excluir las culturas de la decadencia civilizatoria, es decir, a los mexicas y a los incas, que fueron las últimas culturas en expansión antes de la invasión europea. En efecto, el discurso colonizador español y neocolonizador de ideología criolla, toman como única referencia, las culturas mexicas e inca, para referirse a “la historia prehispánica ancestral”. El discurso hace creer que, los miles de años de la civilización del Abyanáhuac, fueron exactamente como las culturas referidas, tanto para el Norte como para el Sur. 
Pera el caso del Anáhuac, tenemos un periodo formativo olmeca, un periodo clásico tolteca, con más de siete mil años de desarrollo humano que, justamente se trasgredió, en el periodo decadente con la cultura mexica, que, desde la fundación de Tenochtitlán en 1325 a su destrucción en 1521, solo pasaron escasos 196 años.
Para el caso de Abya Ayala, tenemos la cultura de Caral como la más antigua, la cultura de Tiahuanaco en el momento de su esplendor y la cultura inca en el periodo decadente. El imperio incaico inicia a partir de la victoria de Pachacútec en 1438, y termina con la muerte de Atahualpa en 1533, apenas con 95 años de duración, contra miles de años de desarrollo humano en la parte Sur del continente. 
Como se puede apreciar, tanto los mexicas como los incas, ocupan un lugar limitado y efímero, en el tiempo histórico de la civilización del Abyanáhuac. Los mexicas, con 196 años, y los incas, con 95 años. Ambas culturas tomaron todos los elementos culturales de la época del florecimiento, pero no los crearon, y menos los llevaron al momento más luminoso de su desarrollo, que para el Anáhuac fue Teotihuacán, y para Abya Ayala fue Tiahuanaco. 
Sin embargo, el discurso colonizador de las clases dominantes de ideología criolla, tanto en el Norte como en el Sur, han encumbrado a las dos culturas, como la expresión más elevada y decantada del desarrollo humano en el continente, con el objetivo de que, los hijos de los hijos de los Viejos Abuelos, no tengan memoria histórica e identidad cultural ancestral. Dejándolos desolados y huérfanos en “la confusión cultural”.
Esta matriz filosófica cultural, que nos hace ser y formar parte de un único proceso de desarrollo humano, que es ancestral y compartida por todos los pueblos y culturas del continente, y que es generado por una sola civilización, nos dan una personalidad diversa pero asombrosamente unida por profundas estructuras filosóficas, de valores y principios, comunes a todos los pueblos. Desde Alaska hasta La Tierra del Fuego. 
Este proceso de desarrollo humano, que nos unifica y al mismo tiempo nos permite ser diversos, mantiene a lo largo de miles de años, una misma estructura civilizatoria, con profundos rasgos culturales que comparten todos los pueblos y culturas. Especialmente en el periodo del esplendor. 
Por ejemplo; los pueblos y culturas del continente de Abyanáhuac se caracterizaron por: no usar la moneda, no tener propiedad privada, no ser pueblos guerreros militaristas, poseer una democracia participativa, vivir en comunalidad, asumir a la Naturaleza como un ser consciente y sagrado, construir megalíticas edificaciones que hasta hoy en día, la ciencia occidentalizada, no alcanza a comprender su uso, pero que significó un gran esfuerzo de energía, número de personas y tiempo.
Características de las civilizaciones del continente Euroasiaticoafricano 
Para los pueblos y culturas del continente Euroasiaticoafricano, podríamos señalar: el énfasis al comercio, la guerra y el sometimiento de otros pueblos, el desarrollo de tecnología militar, el trabajo esclavo, el uso de la moneda, la usura y atesoramiento, la construcción de fortalezas, las permanentes pugnas religiosas. Resulta interesante apreciar de una manera crítica, como estas civilizaciones compartirán elementos culturales y los intercambiarán a lo largo de la historia, pero siempre con mayor apego a los valores que sustentó su desarrollo en el mundo de la materia y el poder político, militar y económico.
A partir de 1492 con la invasión al continente Abyanáhuac, se inicia la expansión de Europa; la creación, por las cantidades de riqueza saqueada de Abyanáhuac, del capitalismo, la modernidad, el eurocentrismo, y más tarde, “el sistema mundo”. El “pluriverso humano” que existió por milenios en el planeta, en los últimos cinco siglos, a base de cañoneras y bancos, se ha convertido en “el universo occidental”. Una sola forma de ver, pensar y sentir el mundo, que es la Occidental, y que somete a casi todos los pueblos del mundo.
En “esa forma de ver y entender el mundo”, ha divido en dos civilizaciones a nuestros pueblos, la civilización que por milenios fue, y sigue siendo, una sola. La “Historia Universal occidentalocéntrica”, ha pretendido dividirnos en dos civilizaciones. Nos ha unificado, según su conveniencia en: Latinoamérica, cuando nos excluyen del territorio ocupado por los anglosajones. Iberoamérica, cuando pretenden unificarnos a los excluidos de los anglosajones, por el idioma del conquistador-colonizador. Amerindios, cuando perciben “algo común”, en todos los pueblos invadidos. 
Han creado una inexistente “América Central”, cuando en Ecuador, se encuentra la mitad que divide geográficamente en dos partes al continente. Con propiedad, desde Ecuador hasta Alaska es Norte Abyanáhuac. En todo caso, desde épocas milenarias ha conformado el Cem Anáhuac.
Epílogo  
No existe ningún camino “hacia afuera”, que no se tenga que recorrer primero “hacia adentro”. La descolonización implica, entre otras cosas, recuperar la memoria histórica y la dignidad. Nuestra civilización Madre, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, ha sufrido uno de los peores epistemicidios de la humanidad. 
Debemos de recuperar, palmo a palmo, palabra por palabra, concepto por concepto, saber por saber, toda nuestra milenaria sabiduría, para con ella, construir otra forma de vivir, sin invasores e invadidos, sin vencedores y vencidos. Una forma de vida como la que lograron nuestros Viejos Abuelos en el momento del esplendor civilizatorio. 
Lo difícil no es hacerlo, sino imaginarlo.

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