domingo, 27 de marzo de 2016

EL CONCEPTO DE LA ORGANIZACIÓN COMUNITARIA EN EL ANÁHUAC 1/2

La Civilización del Anáhuac, basó la génesis de su conocimiento en la observación de la naturaleza y el cosmos. Observó, investigó, sistematizó lo aprendido, pero su mayor genialidad fue que construyó su episteme con ese mismo método, de modo que ahora, para hacer, “arqueología del espíritu, se requiere observar con atención a la naturaleza y al firmamento, para reconectarnos con la sabiduría ancestral del Anáhuac. De esta manera, con la botánica, la astronomía y las instituciones ancestrales que han sobrevivido al epistemicidio eurocéntrico, podemos hacer aproximaciones o asociaciones que nos permiten explicarnos el intrincado y complejo universo epistémico que posee la Toltecáyotl. 


El ser humano es el principio y fin de la Toltecáyotl. El ser humano como un micro universo en armonía que esta sincronizado armónicamente con el macro universo. El ser humano como un conjunto de órganos que en armonía representan nuestra totalidad. El ser humano como un conglomerado energético, -como un toroide-, en equilibrio. El ser humano como un par de opuestos complementarios energéticos que se mantienen en equilibrio. El ser humano como una carga energética en un inconmensurable e inconcebible campo de energía. El ser humano como el creador de la energía más elevada. El ser humano y sus potencialidades como principio y fin de la Toltecáyotl.
 
Para la Toltecáyotl, el hombre y la mujer, son el par de opuestos comentarios que forman la unidad trinitaria a través de la familia. Unidad autónoma, autosuficiente y autárquica, que funciona en sí y para sí, en plenitud y armonía, para la reproducción, la educación, la producción y la preservación de la vida y el mantenimiento del equilibrio en su sentido más amplio.

La familia, estructurada y regida por milenarias tradiciones, usos y costumbres emanadas de la Toltecáyotl. De manera horizontal, se interrelaciona con otras familias, guiadas por un Teyakanilistli (guía de hombres) y asesorado por un consejo familiar de huehues o ancianos venerables. Este grupo extenso familiar se apoya y se ayuda para lograr el equilibrio y la plenitud, no solo en los aspectos materiales de sobrevivencia, sino en los educativos, emocionales y espirituales de trascendencia. Este grupo de familias conforman un calpulli que contrae la responsabilidad de preservar la vida en su sentido más amplio y el logro de la plenitud de todos los humanos y seres vivos, incluyendo, por supuesto, a la Madre Tierra.  

Uno de los valores fundacionales de la civilización del Anáhuac es el sentido de la auto sustentación de las necesidades materiales de vida y la solidaridad entre iguales. Comenzando por el individuo, fuera hombre o mujer, en el Telpochcalli y el Ilpochcalli se les enseñaba a ser auto suficientes, tanto en la producción y transformación de sus alimentos, como enceres domésticos y para los diferentes trabajo.  Uno de los objetivos de esta institución es que al salir de ella, la pareja podía formar una familia y ser auto suficientes, para apoyar a la comunidad. A través de la auto construcción de casas, edificios público y caminos. Por ello, una de las instituciones que la Toltecáyotl nos ha legado a las personas, a las familias y a las comunidades, -y que sigue viva hasta la actualidad-, es la Guelaguetza, en lengua zapoteca, que significa ayuda mutua o solidaridad, y que existe en la actualidad en todo el país, con diferentes nombres, pero manteniendo su esencia primigenia.
 

Los calpullis no conformaban “ciudades”, por el contrario, generalmente vivían en caseríos dispersos entre las huertas familiares y pequeñas milpas. La producción comunitaria se hacía con tequio o tequiuitl (trabajo sin remuneración por la comunidad) en grandes extensiones, para cubrir las necesidades de la administración pública, el gasto de los templos, fiestas y ceremonias. Las edificios públicos se construían en el “co” u obligo de la comunidad, en donde existía una plaza central rodeada de cuatro edificaciones hacia los cuatro puntos cardinales. En la estructura arquitectónica conocida como quincunce o Cruz de Quetzalcóatl. Los calpulli generalmente tenían cuatro barrios orientados hacia los puntos cardinales, manteniendo la distribución cósmica del universo anahuaca.
Una serie de calpullis se unían en una organización mayor, que lleva por nombre huey calpulli. En el huy calpulli se usaban los mismos conceptos y valores del individuo y el calpulli, en cuanto a la auto sustentación, producción, educación, defensa, gobierno y administración. Siempre cuidando de guardar la autonomía y la auto determinación de manera horizontal y entre iguales. De modo que el mismo concepto de la democracia participativa del calpulli se llevaba al huey calpulli.

Un grupo de huey calpulli formaba una federación. Con los mismos valores y la democracia participativa, pero ahora a nivel de comunidades representadas por aquellos que “mandaban obedeciendo”. Las decisiones se tomaban en conceso en las Asambleas y se cuidaba el bien común de los individuos, los calpulli y los huey callpulli, buscando mantener el equilibrio y la medida, en la busca de la plenitud de la vida, no solo de los seres humanos, sino de todos los seres vivos, por supuesto, incluida la Madre Tierra. Las federaciones generalmente eran por regiones, en donde la variante lingüística y la variante cultural, así como la geografía y el clima, definían generalmente su extensión. 
 
El nivel superior de organización en el Cen Anáhuac se estructuraba a través de las confederaciones, que eran la organización horizontal y con los mismos valores que define la Toltecáyotl, desde un individuo hasta una federación. La confederación era la organización de una serie de federaciones que se unían para buscar el bien común, el desarrollo de la vida y el equilibrio de todos los seres vivos. No existían muchas confederaciones y generalmente estaban determinadas por la cultura, la legua Madre (incluyendo sus variantes) y los espacios físicos podían contener diferente hábitat, climas y regiones.

Seguramente la confederación fue el modelo de organización que tuvieron los toltecas a lo largo del periodo de esplendor (200 aC. a 850 dC.), en el que incluyeron a la mayoría de culturas, desde lo que hoy es Nicaragua hasta Canadá. Investigadores como Ignacio Bernal (1965), en su trabajo “Un Posible Imperio Teotihuacano”, afirma que es difícil imaginar una extensión tan grande como el Cen Anáhuac, regida por ese Tollán, sin que hubiera vestigios de que Teotihuacán dominara esta enrome extensión de tierras y pueblos por medio de las armas. Y más adelante señala que, pudo haber sido por medio de una religión, pero aun así, “sería difícil explicarlo”.

“Lentamente, despacio, se fueron,
allí vinieron a reunirse, en Teotihuacan.
Entonces se dieron allí las órdenes,
allí se estableció el mando.

Los que se hicieron Señores
fueron los sabios,
los conocedores de las cosas ocultas,
los poseedores de la tradición.”
(Informantes de Sahagún)

Lo que suponemos es que en el periodo Clásico, una extensa zona del Cen Anáhuac estuvo íntimamente ligada a través de la Toltecáyotl por medio de los toltecas, es decir, hombres y mujeres de conocimiento que estudiaban e investigaban en los Tollanes, que hoy llamamos “zonas arqueológicas” y que, Teotihuacán era el centro neurálgico de ese conocimiento a través de una confederación de confederaciones. Durante esos diez siglos, seguramente no todos los pueblos habían alcanzado el mismo nivel de conocimiento y práctica de la Toltecáyotl, además de que siempre existió una migración permanente de grupos menos evolucionados que iban llegando al Anáhuac.

“Porque en verdad allí en el Tollan estuvieron viviendo
porque allí residieron,
muchas son las huellas que allí quedan de sus obras.”
(Informantes de Sahagún)

Los “toltecas” nunca fueron una cultura y menos una etnia, fueron en cambio, un grado de conocimiento de la Toltecáyotl. Los toltecas eran los artífices de la “piedra interior” (chalchiúhuitl) representada con la turquesa y el jade. Los maestros en el arte del equilibrio, la medida, la sobriedad, la austeridad, el refrenamiento, el entendimiento. Aprendices de los arcanos de la energía, sus potencialidades y posibilidades humanas. Tea que no ahúma y que ilumina en la oscuridad de la ignorancia. Guía de hombres. El tolteca con la Toltecáyotl ilumina el mundo, lo humaniza y es poseedor de la tradición milenaria.  Los toltecas a través de la Toltecáyotl y en todo el Cen Anáhuac instruían a los que “mandaban obedeciendo” en el arte de gobernar, administrar, educar, producir alimentos y los necesarios saberes para llevar una vida en equilibrio.

“En verdad eran sabios los toltecas
sus obras todas eran buenas, todas rectas,
todas bien planeadas, todas maravillosas…
Los toltecas eran muy ricos,
eran felices,
nunca tenían pobreza ni tristeza…
Los toltecas eran experimentados,
acostumbraban dialogar con su propio corazón.
Conocían experimentalmente las estrellas,
les dieron sus nombres.”
(Informantes de Sahagún)

Esta es una de las razones por las cuales afirmamos que los Tollanes no fueron “ciudades” en el concepto eurocéntrico. Con solo observar la arquitectura con un pensamiento crítico descolonizado, sería suficiente para llegar a esta “lógica conclusión”. En la lengua náhuatl existe la palabra que designa una población y es Altépetl. Todas las civilizaciones antiguas de la humanidad, -todas-, construyeron pirámides, los anahuacas fueron los que construyeron el mayor número de ellas.  Y esto se explica, porque en estos Tollanes se hizo, -entre muchas otras cosas-, la mayor observación meticulosa, precisa y sumamente detallada de la mecánica celeste por siglos, razón por la cual, se tuvo que construir tantos “observatorios” para ese fin, por lo cual, nuestros Viejos Abuelos toltecas, lograron conocer a la perfección el movimiento de los astros y con ello, le dieron al mundo la cuenta perfecta del tiempo.


De esta manera, durante más de diez siglos, muchos pueblos y culturas vivieron “en equilibrio” por medio de la enseñanza de los toltecas y la Toltecáyotl. Una extensa época de paz y armonía dirigida por los Venerables Maestros. El equilibrio logrado entre la parte espiritual y material del ser humano, es decir, entre el quetzal y el cóatl. Por eso el arquetipo filosófico cultural del Cen Anáhuac fue la encarnación del Quetzalcóatl, que guio a los anahuacas en la búsqueda de virtud, y razón por la cual Quetzalcóatl, desde los olmecas hasta los mexicas fue símbolo de la educación y la virtud. El segundo equilibrio se dio entre el tonalli y el nahualli, es decir, entre el mundo cognitivo de la razón y el mundo intuitivo de la percepción abstracta. Un par de opuestos comentarios en búsqueda del “equilibrio total”. Tanto en el mundo interior, como en el mundo exterior, que le dieron a todos los pueblos y culturas del Cen Anáhuac “un rostro propio y un corazón verdadero”.

Los toltecas escribían en sus libros de pinturas,
pero el libro llegó a su fin.
Tu corazón por entero se acerca
a las artes y creaciones de los toltecas: La Toltecáyotl.
Yo tampoco viviré aquí para siempre.
¿Quién de mí se adueñará?
¿A dónde tendré que marcharme?
Soy un cantor:
allí estaré de pie, allá voy a recogerlos,
mis flores, mis cantos,llevo a cuestas,
los pongo en el rostro dela gente…”
(Cantares mexicanos)

La Toltecáyotl se empezó a generar desde la invención de la agricultura, la milpa y el maíz en el periodo Preclásico (6000 aC.), con la cultura Madre, los olmecas. En la lengua usada por los toltecas se decía yuhcaliiztli, que significa “la acción que lleva a existir de un modo determinado”. El sistema de organización se fue creando a través de los siglos y fue la cúspide de la pirámide de desarrollo humano tolteca, que tenía en su base al sistema alimentario, le seguía el sistema de salud, para pasar al sistema de educación y finalmente, el sistema de organización, que comprende desde las bases de las normas personales, familiares, pasando por las de la comunidad, sea calpulli y huey calpulli, hasta llegar a la federación y la confederación.


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sábado, 19 de marzo de 2016

PSICOLOGÍA DEL MEXICANO


Es un tema muy trillado con demasiados “sitios comunes”. En general, esto de la “psicología del mexicano”, es más una “bacinica mental”, que un estudio serio y descolonizado para tratar de entrever -el rostro y el corazón verdadero- del pueblo de este país, que indebidamente le han llamado “México” (*).


Desde que Samuel Ramos escribió “El Perfil del hombre y la cultura en México” en 1934, y posteriormente en 1950 Octavio Paz escribió “El Laberinto de la Soledad”, se ha tratado de explorar los, al parecer, “insondables” adentros del “Ser del mexicano”. En general, lo escrito refleja una pequeña península del enorme continente que implica “el Ser mexicano”.

El problema surge desde el origen. No se ha definido que en verdad es “lo mexicano”. En efecto, qué debemos de entender por “el mexicano y lo mexicano”. Porque, este país surge de una de las primeras civilizaciones con origen autónomo del mundo, que durante siete milenios y medios creció, evolucionó y formó un sólido proyecto cultural.


Sin embargo, con la conquista y colonia, fue negada brutalmente esta civilización y sus valores, para imponer una cultural colonial, que no española. O dicho de otra forma, los españoles crearon una “cultura colonial española”, que implantaron a sangre y fuego en los territorios invadidos durante tres siglos, sobre la negación “del otro”.


Después de una lucha fratricida entre criollos contra gachupines, los primeros lograron quitarles el poder a los segundos y los expulsaron, creando en el territorio de la colonia un país, como los que se estaban formando en Europa a principios del siglo XIX, pero sin modificar sustancialmente la estructura colonial. Solamente se cambió quien encumbra la pirámide del Sistema de Castas.


En estos doscientos años los criollos en el poder, han desarrollado un modelo neo-colonial, con una delgada epidermis modernizante y seudo democrática, pero que sigue teniendo sólidos cimientos y estructuras coloniales de carácter mental, cultural, económico y político, que le impiden entrar a la modernidad en calidad de igualdad con las naciones que ayer fueron colonizadoras y hoy se auto definen como “desarrolladas”. 


Los criollos han mantenido desde 1821 su mansa subordinación a la colonialidad del saber y del poder externo.


En el “México de los criollos”, durante dos siglos, los que han tenido y tienen el control de las decisiones políticas, económicas y culturales son, por lo general, los descendientes culturales de la conquista y la colonia. 


Los invadidos siguen en el fondo de la escala social, económica, política y cultural. Ellos no han tenido la oportunidad de expresar y desarrollar los valores de su antigua herencia cultural y menos aún, la posibilidad de crecer y desarrollarse económica y políticamente. 


Se les mantiene totalmente excluidos, por pobres, por no poseer la “cultura dominante”, por su fenotipo y por rechazar de muchas formas el proyecto de los criollos a través de una vigorosa cultura de resistencia.


Este es el punto. ¿Cuál es la psicología del mexicano?, en un país eminentemente colonial, con un feroz sistema de castas disfrazado y una desmesurada hipocresía social, que no puede ocultar la histórica injusticia social, la exclusión sistemática y el desprecio por la civilización invadida.


A qué tipo de “mexicano se refieren los estudios y ensayos” sobre “la psicología del mexicano”. A los mexicanos, directamente descendientes (culturalmente) de la civilización del Anáhuac, hablen o no una lengua originaria. Gente que vive en lugares apartados y que trata de evitar “la modernidad y el progreso”, o que viven en “municipios de extrema pobreza”.

Se refieren a los “mexicanos” que Guillermo Bonfil Batalla llamó “indios desindianizados”. Aquellos que rechazan los elementos culturales indígenas que los identifican con los pueblos originarios y que huyen de la pobreza campesina para engrosar los municipios más importantes de su región o los que emigran a los cinturones de miseria de las medianas y grandes ciudades del país.


O será a los indígenas y campesinos que desde la revolución dejaron el campo y que a lo largo de dos o tres generaciones se han vuelto urbanos. 


Gente que ha podido estudiar y que gracias “al milagro mexicano”, lograron escalar en la pirámide social neocolonial; y que en el encuentro multi-cultural y multi-racial de las ciudades del país se mezclaron para formar la llamada “clase media”, en la que gracias a la educación superior y a las oportunidades de trabajo.


Se pudieron mezclar gente de las partes más distantes del país y aún, del extranjero, especialmente de Europa y Medio Oriente, que con sus interminables guerras, desplazaron muchos de sus ciudadanos por el mundo.

O se refieren a los “nuevos mexicanos” que a partir de la década de los años setentas dejaron el empobrecido campo y crearon de la noche a la mañana, ya no “cinturones de miseria”, sino verdaderas “ciudades miseria”, como Netzahualcóyotl en el Edo. de México. Gente educada y adoctrinada por la televisión comercial que perdió totalmente los valores de su cultura campesina y jamás adoptó una cultura urbana.




O serán aquellos “mexicanos” que siempre han tenido el poder económico y político de este país. Extranjeros e hijos de extranjeros que de generación en generación han podido, con mayor o menor capacidad, mantener su estatus de “extranjero”, en un país colonial, en el que el malinchismo y el desprecio a la cultura y fenotipo local han sido permanentemente reforzados y alimentados. 


Esos “mexicanos” que tienen sus exclusivas zonas residenciales, sus escuelas privadas, sus zonas comerciales, que hablan “en su lengua madre” aunque tengan generaciones de vivir en México. 


Esos que llaman “nacos” a los que no son como ellos y que no tienen la más mínima compasión y solidaridad social con “los pobres”, pero que cuando viajan a lejanos países a las Olimpiadas o el Mundial de Futbol se disfrazan con grandes sombreros, sarapes multicolores y cantan el "cielito lindo".




A qué tipo de “mexicano” se refirió Octavio Paz o Samuel Ramos. Porque en 1987 Guillermo Bonfil nos reveló la existencia de “dos Méxicos”. Un “México profundo”, que hunde sus raíces culturales en la civilización del Anáhuac, y un “México imaginario”, que nace en la invasión, se desarrolla en la colonia y se nos presenta en el periodo neo-colonial, como una sociedad colonial disfrazada como modernizadora y democrática.




Dice Guillermo Bonfil, que ese “México” no es imaginario porque no exista, sino porque nunca ha tomado en cuenta “al México profundo” en sus sucesivos proyectos fracasados. Es imaginario, porque la gran mayoría de personas que viven en este país, tienen más cercano en “su ser y hacer”, la matriz civilizatoria indígena, aunque consiente e inconscientemente la rechacen.




Volviendo al punto. ¿Cuál es entonces la psicología del mexicano? O más bien, de qué tipo de “mexicano” queremos hablar.



En general, el vencedor escribe la historia. Pero además: tiene el poder económico, político, cultural y social. Impone sus verdades y sus valores, y por supuesto, su Ley. El vencedor tiene “LA VERDAD” en sus manos, además de los medios masivos de difusión y el sistema educativo.




Y dentro de “estos Méxicos” existen muchos otros Méxicos. Porque podemos hablar de un “México español”, un “México” libanés, un “México” judío, Un “México” inglés, un “México” francés y por supuesto, de un “México” norteamericano. Son estos “Méxicos” los dueños del poder económico y político. Ellos, los que se manejan con una IDEOLOGÍA CRIOLLA, son los que han dirigido “su país” desde 1821 al fracaso. Siempre pelando entre ellos y buscando alianzas con el extranjero, soñando que los capitales foráneos los hagan ricos, entregando la mano de obra de los “naturales y sus recursos naturales a cambio de su perversa y corrupta “sociedad anónima”.




Desde otra perspectiva, son los “mexicanos” que integran ideológicamente el “México imaginario”, los que toman las decisiones en el campo económico y político, ellos son los forjadores del mito del “mexicano incapaz, acomplejado, impotente y frustrado”, porque a lo largo de estos dos siglos, ellos han sido los: inseguros, corruptos, mediocres, traidores, explotadores, “poquiteros”, cobardes. Estos “mexicanos” son los que han llevado a “su país” a la quiebra, a pesar de contar con un pueblo milenariamente solidario-trabajador y contar con una inmensa riqueza natural. Un ejemplo muy claro es que en este año 2009, la economía mexicana ocupara el último lugar en desempeño a nivel de Latinoamérica, por debajo de Haití y Trinidad y Tobago.




Los Iturbide, los Santa Anna, los Miramón y los Mejía, los Limantour Marquet, los Salinas De Gortari, los Fox Quezada o los Carlos Slim, los Calderón, los Peña Nieto, por citar a unos cuantos “mexicanos”, que a lo largo de estos doscientos años, son los que han dirigido a este país llamado “México”.




Cuál es entonces la psicología del mexicano, la de Agustín de Iturbide o la de Vicente Guerrero, la de José Yves Limantour Marquet o la de Emiliano Zapata Salazar, la de Carlos Slim Helú o la de Ramiro Guillén (**).




Existe en México un poderoso Sistema de Castas disfrazado hipócritamente. En el que aproximadamente un 10 % de la población posee casi el 50% de la riqueza nacional y que en general, está integrado por gente descendientes de extranjeros. Un puñado de familias controla económica y políticamente el país, igual que en la época colonial.




Del otro lado, otro 10% integrado por lo que el INEGI reconoce como “indígenas”, porque aceptan voluntariamente en el censo, hablar una lengua indígena. Aunque sabemos que muchos “indígenas” hablantes de sus lenguas maternas no reconocen públicamente, que son hablantes de una lengua original por temor a la discriminación. Este 10% posee el 1% de la riqueza nacional.




En medio queda una masa informe de “mestizos”. No solo entre indígenas y europeos, porque aquí también están presentes los africanos y los asiáticos de manera contundente. Estos mestizos, por lo general, presumen a sus antepasados extranjeros y muy pocos a su raíz indígena. Su memoria histórica es muy corta o de plano no existe. Son hijos de la “modernidad”, de la moda, de la televisión, la radio, la comida rápida, los productos chatarra y piratas, incansables “soñadores del sueño americano”.




¿Cuál es entonces la psicología del mexicano? La de los intelectuales y académicos euro céntricos, la de los hombres de negocios pro estadounidenses, la de los indígenas mayas del EZLN, la que conforma el voto duro del PRI y el PRD en la zonas urbanas, la de los campesinos de la CNC, la de los maestros del SENTE, la de las legiones armadas y trabajadores al servicio de los narcos. A qué tipo de “mexicano” se refiere esta psicología.




Y qué decir de los México-norteamericanos, de los niños y jóvenes que están naciendo, creciendo y estudiando en Estados Unidos. Cada día son más y están más educados en escuelas y universidades del primer mundo. Una nueva clase de “mexicanos” que tienen la nacionalidad estadounidense pero el corazón firme y fuertemente enranciado en el Anáhuac, y que en algunos casos hablan hasta tres idiomas. Porque hoy, más que nunca, debemos de tener muy presente que esos diez millones de mexicanos que están en el “Norte”, están manteniendo no solo a casi la mitad de los mexicanos pobres, sino que son la fuente de divisas más segura que sostienen la “economía nacional criolla”.




Cuál es entonces el verdadero rostro y el verdadero corazón de las mayorías en este país. Del ciudadano común, del que gana entre dos y cinco salarios mínimos, del que viaje en autobús y en el metro. Del que integra ese 80% de “mexicanos” que no son “indígenas y miserables, ni tampoco de ese 10% de privilegiados que descienden de extranjeros. De los “famosos mestizos”.




Efectivamente somos -como todo el mundo-, una mezcla de mezclas, cultural y racialmente pero, tenemos una milenaria raíz. Eso es indiscutible. La mayoría somos hijos –cercanos o lejanos- de una de las seis civilizaciones más antiguas y con origen autónomo de la humanidad. 


No somos un pueblo nacido apenas hace dos siglos y medio (***) o dos milenios, tenemos ocho milenios de experiencia y sabiduría acumulada y sistematizada en el desarrollo humano que nos da una personalidad que nos distingue en el mundo. Somos un pueblo con una importante y valiosa cultura que le ha dado muchos regalos al mundo. 


Nuestro mestizaje hunde sus raíces más profundas en esta tierra que nos dio la vida, el sentir, el sabor, el olor, el color, el contacto con “el otro”, la comunidad y la naturaleza.




Esta raíz milenaria no se refiere a un fenotipo. Es en cambio “un sentir”. Una forma de interpretar el mundo y la vida. Una forma de percibir y dar significado a todo, comenzando por la gracia de estar vivo y consiente para intuir lo “inconmensurable”.




Es un sentimiento profundo y telúrico, que no tiene palabras, ni idioma, bandera o ideología. Es “un darse cuenta” encapsulado en un instante hundido en la eternidad.








(*) México viene de mexica y en este país existen 62 pueblos anahuacas originarios y mestizos.



(**) Líder campesino anahuaca nahua de Veracruz que se quitó la vida como protesta por que el gobernador Fidel Herrera le canceló 107 veces una reunión de trabajo para solventar los problemas de tenencia de tierra de su comunidad.



(***) Estados Unidos de Norte América o el Reino de España que se formó apenas en 1516.

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