jueves, 9 de junio de 2011

¿QUIÉNES SON ESTOS HOMBRES Y QUIÉNES LES HAN DADO TAL AUTORIDAD SOBRE NOSOTROS?



Quiénes son estos hombres que desde hace siglos toman, entregan, ponen y quitan, roban y defraudan, matan o desaparecen a su antojo, sin que nadie les pueda decir o hacer nada.



Por qué gozan de total impunidad y están por encima de sus propias leyes e instituciones que han hecho a su propia conveniencia. Quién los faculta, quién los audita, quién los llama a cuentas. Quienes son éstos, que representando 0.18 % de la población, poseen casi la mitad de la riqueza nacional.


Ellos toman lo nuestro –el bien común-, lo regalan, lo dilapidan, lo entregan, lo rematan con irresponsable cinismo y grotesca indolencia. Abyectos, serviles y dóciles con los poderes extranjeros. Intolerantes carniceros y criminales con nuestra gente y sus mínimos derechos.



Roban y regalan nuestro patrimonio. Lo hacen sin tomarnos en cuenta, sin consultarnos, pasan encima de sus propias leyes. Nos engañan y nos mienten, nos tratan como menores de edad. Como si no fuéramos capaces de autodeterminarnos y administrar lo que por miles de años ha sido nuestro. Se apoderan de las mejores tierras, de los mejores puestos de los gobiernos, de los más productivos negocios, trafican con influencias, poseen impunemente monopolios, son prestanombres, defienden los intereses de los extranjeros en contra de nosotros y de la patria misma.



Entregan por un puñado de “monedas de plata”, nuestras tierras, los bosques, el subsuelo, nuestras aguas, los minerales y el petróleo. Regalan a los extranjeros nuestras islas y la soberanía sobre nuestros mares y costas. Han sido, en estos doscientos años, traidores consuetudinarios de “su patria”. La han entregado al mejor postor, por una miserable dadiva y en ocasiones, la han regalado por servilismo. Los que “inventaron a México”, el país de los criollos, jamás lo han amado, respetado y creído en él. Históricamente lo han masacrado y exterminado. Esta gente siempre tiene disponible en su caja fuerte, por cualquier eventualidad, el pasaporte de su país natal, que le da inmunidad para salir corriendo cargado de su riqueza mal habida.



Nos desprecian como seres humanos. Ningunean nuestra cultura ancestral y se burlan de ella. Nos ridiculizan, nada de lo nuestro tiene valor o es digno de ser parte de “ellos” y “su país”. Para ellos somos feos, prietos, tontos, flojos, viciosos, ineptos, “sin aspiraciones”, solo servimos para ser sirvientes, empleados y obreros, masa inconciente e ignorante de consumidores inconcientes. Mano de obra barata y sumisa.



Al excluir nuestra milenaria historia de nuestro recuerdo nos condenan a la angustia y la desolación de la orfandad que se convierte en inseguridad y resignación de vivir “en el aire”, sin raíz profunda, sin rostro y corazón verdadero. Ajenos a nuestro pasado, excluidos del presente, negados en el futuro.



Al destruir nuestras antiguas y sólidas culturas populares, nos deseducan con su perniciosa multimedia y el consumo masivo de porquería y media. Nos hacen vulgares, groseros, mal educados, mal hablados, irrespetuosos, incapaces de pedir calidad, servicio y precio.



Nos han educado en una sociedad caníbal. Nos forman ignorantes e insensibles en sus escuelas. Cínicos y abusivos, irrespetuosos y corruptos. Transas y mal hechos, informales y perezosos. Nos han formado y educado de esta manera a través de su “educación pública y la multimedia”, porque así les convenimos, así les permitimos hacer todas sus fechorías y arbitrariedades. Porque así nadie protesta en un país de corruptos y ladrones, en donde “el que tiene más saliva traga más pinole”.



¿Quién les ha dado tanta autoridad sobre nosotros?


Quién los audita, los enjuicia, los hace cumplir la Ley, quién los hace que entreguen cuentas. Sí unos con otros se tapan y se protegen, se ayudan y se cubren. Luchan entre ellos por el poder y el dinero, los beneficios y los dividendos de la corrupción institucionalizada, pero todos se unen en contra de nosotros, cuando exigimos justicia.



Esta gente antepone el bien común por su interés privado. Para ellos no hay comunidad, fraternidad ni hermandad con nosotros. No le importa y no le interesa nuestro pasado, nuestra sabiduría, nuestra experiencia, nuestra cutura milenaria. Ellos imponen los modelos económicos, políticos, sociales, culturales y religiosos a su beneficio e interés particular. Siempre importan las ideas, las tecnologías y los modelos del extranjero, primero de España, después de Francia y ahora de Estados Unidos.



Esta gente es insensible e inhumana con nosotros. Nos ha condenado desde hace cinco siglos a la esclavitud, a la injusticia y pobreza. Nos han condenado a ser peones acapillados de hacienda, empleados de salario mínimo, empleados de maquiladora y ahora migrantes ilegales. Ellos han diseñado un país pobre con un puñado de gente inmensamente rica. Son avariciosos, abusivos, insaciables: nos quitan los alimentos, las medicinas, la oportunidad de educarnos, la capacidad de organizarnos, el derecho a trabajar dignamente. Ellos son inmensamente ricos y nosotros inmensamente pobres.



Nunca nos han tomado en cuenta en la “construcción de su país”. Nos han hecho patrioteros y nos han enseñado a despreciarnos y menospreciarnos, a no creer en nuestra nación a no creer en nosotros mismos. Nos han negado históricamente la oportunidad de ser dignos, conscientes, dueños de nuestro pasado, afirmados en nuestro presente y confiados en nuestro futuro.



Desde hace cinco siglos nos han enseñado que el gobierno, que debe ser el bien común más valioso e importante de un pueblo, es producto del golpe de Estado, el fraude electoral, de la corrupción. Nos han hecho creer que el gobierno y sus instituciones no son del pueblo y que no pueden servir al pueblo. Que el gobierno es un botín del más corrupto, desde Hernán Cortés hasta Felipe Calderón.



Nos han enseñado a ser despiadados con nosotros mismos, en vez de ser solidarios fraternos. Nos han enseñado a lo largo de la historia que “el que no tranza no avanza”. Ser honrado, decente y correcto es una debilidad e incapacidad de ser “chingón” y triunfador. La norma en el gobierno de “su país” es robar, abusar y sacar provecho de la autoridad, el puesto y la institución.



Esta gente nos ha hecho malinchistas y despreciadores de nuestra cultura ancestral. Nos ha educado como “extranjeros incultos en su propia tierra”. Siempre añorando ser blancos, rubios, de descendencia española o francesa. Ahora, con su multimedia nos están inculcando en ser “gringos de tercera” en vez de mexicanos de primera. A esta gente así les convenimos, así los hacemos más y más ricos, inmensamente ricos. Porque su riqueza es proporcional a nuestra ignorancia. Entre más ignorantes somos, más ricos los hacemos.



¿Quiénes son esta gente, que se ha adueñado de nuestra nación? Quién les ha dado tal autoridad para que dispongan de nuestras vidas, salud, educación y organización. Quién les ha dado la autoridad para despreciar y destruir nuestra cultura e identidad ancestral. Quién los ha facultado para condenarnos a la pobreza, la ignorancia y la injusticia. Quién les autorizó a cancelar nuestro futuro y nuestra condición de seres humanos y pueblo digno y soberano



¿Por qué lo hemos permitido? Por qué los hemos dejado hacer y deshacer de lo que milenariamente ha sido nuestro. Ya es hora de entender que ellos, los extranjeros nos mintieron, que no fueron los embajadores de Quetzalcóatl. Debemos de gritar, desde lo más profundo de nuestros corazones, un ¡Ya Basta! Y tomar las riendas de nuestro propio destino. Tenemos que trabajar para el futuro. Para los hijos de los hijos de nuestros hijos. Necesitamos inspiración y sabiduría de nuestros Viejos Abuelos toltecas, para enfrentar el desafío inexorable en la construcción de nuestro destino. No será con el pensamiento y las instituciones del colonizador y de sus amos extranjeros. Deberá ser con la sabiduría y la ancestral cultura propia-nuestra que sigue viva en nuestro banco genético de información cultural. La civilización del Anáhuac nunca desapreció, sigue viva en nuestro interior.



    Lo difícil no es hacerlo… lo difícil es ¡imaginarlo!