sábado, 5 de enero de 2019

EL TREN MAYA Y EL CABALLO DE TROYA


Muchas personas en este país, de apenas 195 años, no se han dado cuenta, que aquí, en el Anáhuac, se ha dado una terrible guerra de civilizaciones que ha durado 500 años. 
Todo inició el 21 de febrero de 1519, cuando comenzó la invasión y la ocupación. Al desembarcar los filibusteros que acompañaban al prófugo de la justicia de Cuba, el psicópata Hernán Cortés, dio inicio una de las batallas civilizatorias más largas de la humanidad, y que, sigue viva hasta nuestros días. 
Sin mediar agresión o amenaza, los pueblos y culturas del Anáhuac fueron agredidos violentamente. Una civilización tan desarrollada y evolucionada, fue de pronto, sorprendida por gente ignorante, criminal, cleptómana y fanática. 
Los primitivos, salvajes y violentos europeos, vinieron a apoderarse de lo que no les pertenecía, llegaron a esclavizar y, como en el caso de Cuba y las islas Antillas, exterminaron a todos sus pobladores. 
Con el permiso legal de la corona española y el permiso divino del Vaticano, exterminaron en menos de un siglo a 24 millones de anahuacas, solo en lo que hoy es México, y se supone que 100 millones en todo el continente Abyanáhuac.
Extranjeros venidos de lejanas tierras prohibieron nuestra milenaria religión y nos impusieron a sangre y fuego la religión católica. 
Nuestras copiosas lenguas fueron prohibidas y se impuso el castellano. Nuestra democracia participativa, la más antigua de la humanidad vigente hasta nuestros días llamada “de usos y costumbres”, las leyes y las instituciones ancestrales, fueron destruidas y en su lugar se impuso por la fuerza del garrote y la horca, el virreinato, el sistema de castas y la encomienda. 
Todo en el supuesto que las suyas eran mejores.
Nuestra milenaria forma de vivir y entender el mundo y la vida, de un brusco manotazo abusivo, nos obligó a vivir en su mundo, su visión y su religión. Y en ese “nuevo mundo” nos ubicaron en el sótano, nos dieron el papel de esclavos, carne de cañón para sus conquistas y guerras. 
Nos quitaron todos nuestros derechos, tierras, aguas, montañas. Nos convirtieron en objetos de su riqueza.
Pese a todos los esfuerzos legales, ilegales e inmorales de, -literalmente-, desaparecer la civilización invadida, la civilización del Anáhuac se mantiene viva, vigente y vibrante. 
No solo en los mal llamados “pueblos originarios, indígenas, indios, prehispánicos, precolombinos, autóctonos, aborígenes, o de plano, de nacos y yopes”, sino también, en la inmensa mayoría de este pueblo mestizo, y hasta de los propios criollos, que han sido deglutidos por la civilización que vinieron a erradicar. 
En efecto, a los criollos y gachupines en España les llaman “indianos”, porque ya no son de allá. El Estado mexicano neocolonial de ideología criolla, ha tratado de hacerle al pueblo una “lobotomía civilizatoria”. 
Producto de este crimen de lesa humanidad, los más débiles mentales y culturales, se creen “occidentales” y otros presumen a su “abuelito español”, otros se creen aztecas. Todos confunden a la milenaria historia del Anáhuac, con la historia prehispánica de los aztecas”, de apenas 196 años.
Desde 1519 en esta tierra existen dos bandos. Los tradicionales (el México profundo) y los modernos (el México imaginario). 
El México imaginario ha pretendido cambiar al México profundo. Primero lo cristianizó, castellanizó, civilizó, europeizó, progresó, revolucionó, modernizó, neoliberalizó, globalizó y ahora lo quiere TRANSFORAR. 
Pero jamás lo han conocido, nunca les han pedido su opinión. Los modernos siempre tienen las soluciones para los tradicionales, porque: o te cristianizas o te mato, te modernizas o te mato, etc., quien se oponga al progreso, a la modernidad, a la democracia eurocéntrica o estadounidense, es un enemigo de la patria (de ellos). 
Lo que nunca han hecho los modernos es preguntar y escuchar. Desde hace cinco siglos se tienen dos formas de tratar a los hijos del Anáhuac. O como “conquistadores-explotadores o como misioneros-integradores”. Jamás se ha pretendido aprender de ellos, los herederos de una de las civilizaciones más antiguas y sabias de la humanidad.
El tren maya resulta más de lo mismo. 
La modernidad, “sabe lo que es bueno” para los tradicionales. Creen que, lo que ellos entienden por progreso, bienestar y plenitud, se aplica universalmente para los pueblos mayas y su cultura ancestral. 
No conciben que existen otras formas de ver y entender el mundo y la vida. La visión de ellos es la única y verdadera, como su religión, su democracia y su progreso. 
No entienden, porque no saben escuchar y respetar, que el progreso que llevará el tren maya, es solo para las 17 familias de criollos que en este país poseen la riqueza suficiente para pagar la deuda externa. 
Esta riqueza es inmoral y en muchos casos ilegal. 
El tren maya traerá progreso para esas élites, pero para los anahuacas mayas traerá pobreza, explotación, contaminación, transculturación y se convertirán en lumpen proletariado de los centros turísticos. 
Como ha pasado en Acapulco, Jiutepec, Puerto Vallarta. 
Los pobladores, no solo perdieron la calidad de vida, sino bajó su nivel de vida, se perdió su cultura y ahora no son más que desempleados de los polos de desarrollo. 
El tren maya es un Caballo de Troya. 
El tren maya traerá progreso y riqueza a unos cuantos, pero para a los pueblos mayas les traerá miseria y desolación. 
Descolonizar es dignificar. 



       

martes, 1 de enero de 2019

25 y 500 años, DIGNIDAD Y DESCOLONIZACIÓN



El próximo primero de enero, se cumplen 25 años del estallido social que ha transformado el mundo moderno. 
Un cuarto de siglo en que los anahuacas más ilustres de este país, llegaron a la sabia y digna conclusión, que era preferible morir por las balas del ejército, que de hambre o de enfermedad, y dijeron un rotundo y sonoro ¡Ya basta! y se levantaron en pie de guerra. 
La otra fecha significativa para las personas consientes y descolonizadas es el 21 de febrero, cuando se cumplen 500 años del inicio de esta invasión, que llega hasta nuestros días, y que, pareciera que no termina. 
La infame voracidad, insaciable y depredadora, de los extranjeros y de los hijos de sus hijos, que siguen llegando a asesinar explotar y engañar a nuestra gente. 
Extranjeros que explotan y contaminan impunemente nuestros bosques, montañas, playas y aguas. 
Quinientos años en que hemos sido despreciados y despojados de nuestra memoria histórica y nuestra identidad cultural ancestral. 
Quinientos años que nos han forzado a olvidar, quiénes fueron nuestros gloriosos antepasados, cuáles sus grandes e impresionantes logros de organización, de educación, de salud y alimentación. 
Sus impresionantes avances y descubrimientos de las matemáticas, la física, la astronomía, la ingeniería y la arquitectura. Quinientos años de no saber quienes en verdad somos, todos y cada uno de nosotros, de no saber, qué es lo que deseamos y qué es lo que no queremos. 
Quinientos años, como dijo el poeta Octavio Paz, de “vivir en un laberinto de soledad”, de ser extranjeros incultos y ajenos a nosotros mismos en nuestra milenaria tierra y en nuestra Madre Cultura.
Amable lector, dos fechas muy significativas. La primera nos demuestra que, “si se puede decir ya basta” al capitalismo global, a la banca internacional, a las mega empresas trasnacionales y a los gobiernos locales corruptos. 
Reconocidos en los sectores de pensamiento más avanzado del planeta, los anahuacas mayas de Chiapas, son el inicio del despertar en Europa y E.U. Y, sin embargo, por el vasallaje y la feroz colonización de los dueños de este país, la mayoría de los mexicanos no conocen la proeza del EZLN. 
En vez de ser un ejemplo a seguir por comunidades, pueblos, colonias, ciudades, sindicatos, organizaciones sociales, están en el escarnio y en la desvaloración de su valiente ejercicio de libertad y dignidad. 
Todos están en contra de los “indios revoltosos de Chiapas”. Tanto partidos políticos, como estudiantes, intelectuales y artistas, que sufren de la colonización cultural. 
Su eurocentrismo, malinchismo y, sobre todo, su racismo e ignorancia, los hacen perder el camino y la oportunidad de liberarse de las cadenas de la esclavitud mental, material y espiritual. 
Porque si algo nos enseña la digna lucha de los 250 mil anahuacas mayas de Chiapas, es que, “El futuro de este país, está en el conocimiento de la historia y sabiduría del pasado milenario”. 
Este es el punto amable lector. Pareciera que las mentes más lúcidas, que pretenden “rescatar y transformar a México”, no conocen la Toltecáyotl. Insistimos una vez más, “no se puede salir del calabozo de la colonización, con las ideas eurocéntricas de nuestros carceleros”. 
Los zapatistas nos enseñan el camino. Nos demuestran que “el mandar obedeciendo”, la comunalidad, el bien común sobre el interés personal y los valores ancestrales de la familia, son un legado vivo del Anáhuac, con el que, se puede y se debe, construir una forma de vida, justa y humana. 
Monumental cátedra de honor y dignidad.
Entiéndase bien, son con estos valores, principios, conocimientos, con esta milenaria sabiduría con la que se puede reconstruir este país. En esta tierra que pisamos, desde el 21 de febrero de 1519, se han creado dos bandos, dos grupos, dos formas de ver y entender al ser humano, la vida y el mundo. 
“Los tradicionales”, aquellos que pretenden mantener una de las formas de vida más exitosas de la humanidad, de la llamada, civilización del Anáhuac. 
Y “los modernos”, que a sangre y fuego han impuesto una forma externa de vivir. La “modernidad” llegó al Anáhuac, primero de España, después de Francia y ahora de E.U. Los modernos imponen su lengua, sus valores, sus costumbres. Los tradicionales defienden la permanencia de sus milenarias lenguas, valores y costumbres. 
Los modernos los representan en el principio: Hernán Cortés, Malinche e Ixtlilxóchitl. Los tradicionales los representan: Gonzalo Guerrero, Xicoténcatl y Cuauhtémoc.
Aquí y ahora, en México y a 500 años de la invasión, pareciera que se define el destino de la humanidad. Un verdadero choque de civilizaciones. La Civilización Occidental, moderna, eurocéntrica, capitalista, racista, patriarcal, materialista, individualista y consumista. 
La civilización más tóxica y necrófila que ha existido en los  diez mil años, y que, con apenas 500, no solo está poniendo en peligro de muerte a la especia humana, sino al mismo planeta. Por el otro lado, la Civilización del Cem Anáhuac, la que ha alcanzado la más alta calidad de vida para todo su pueblo por más de diez siglos, y una de las seis más antiguas y con origen autónomo del planeta. 
Una civilización que ha sobrevivido a su muerte histórica, y que, representa, los valores, los conocimientos y la sabiduría más decantada y eficiente para vivir en armonía, entre los seres humanos, con la “Madre Querida” y con el espacio de lo sagrado y lo divino. 
Es tiempo que cada persona con conciencia y dignidad, diga un ¡ya basta! Que acepte que estamos colonizados, enfermos, intoxicados y que somos adictos a una forma de vida que nos está conduciendo a la muerte. 
Necesitamos cambiar nuestra idea del mundo y de la vida. Para verdaderamente “TRANSFORMAR” este país, necesitamos, primero, transformarnos nosotros mismos. 
Necesitamos comer sano, desintoxicarnos mental y emocionalmente, y dejar de ser adictos al consumismo. No existe ningún camino recorrido en la vida, que antes, no se recorra hacia adentro. Descolonizar es dignificar.   


www.toltecayotl.org




 Nuestros mejores deseos para este nuevo año a todos los amigos que nos hacen el favor de leernos”.