martes, 14 de agosto de 2007

APAGUEMOS LA TELEVISIÓN Y ENCENDAMOS LA VIDA.

El holocausto, tímidamente anunciado que producirá el Cambio Climático en este siglo, tiene que ver con la pérdida del sentido sagrado de la vida y del mundo.
Los humanos nos hemos embrutecido literalmente y estamos construyendo frenéticamente nuestra extinción como especie. Esto muy poca gente lo quiere pensar seria y responsablemente.
En general, la gente cree que no les pasará nada a ellos en lo particular, pero quien tenga hijos y nietos…piense que ya no hay tiempo ni mundo para que ellos desarrollen su vida como la hicimos nosotros. Esa es la verdad que no queremos ver ni entender, de la que no nos queremos hacer responsables.

El problema de la contaminación ambiental, esencialmente es un problema de carácter ESPIRITUAL. En efecto, cuando la gente se ha embrutecido y ha perdido la conciencia de vida, es que se ha contaminado su Espíritu. El individuo o los cientos de millones de individuos contaminados interiormente (espiritualmente), empiezan a contaminar su exterior, su entorno material. Lo mismo su casa, que su calle, que su ciudad, que la Tierra. Son como insectos, cucarachas que lo único que buscan para llenar su enorme vacío existencial es…DINERO para consumir mercancía chatarra.

La gente vacía, hueca, banal, superflua. La gente que ha perdido las bases de su cultura ancestral y que es hija del “canal de las barras y las estrellas”, de la modernidad y del consumo…lo único que busca frenéticamente es DINERO…no hay más por qué vivir.

Amable lector, voltee a ver su entorno y verá que casi todo mundo en lo único que piensa es en DINERO. No mueven un dedo, sí no hay dinero de por medio. Sea un maestro, un funcionario, un médico, un policía, un sacerdote, un político, un abogado, un artista. Casi todo mundo se mueve por el DINERO. Muy poca gente tiene un proyecto abstracto de vida. Menos aún encontramos gente dedicada a una causa noble y altruista. Casi nadie vive para trascender espiritualmente su existencia. Como tiburones la gente se mueve por DINERO y solo por DINERO. Más nada.

Es tanto su vacío, que la desesperación lo lleva a pensar que solo con DINERO puede dejar de sentir esa profunda desolación y ese abismal vacío. Piensan que solo comprando puede llenar ese boquete en el alma, esa oquedad existencial.

La gente que ha perdido los valores perennes de la vida, busca llenar su vida del oropel y el frenesí que le enseña la televisión. En efecto, mucha gente habla como en la televisión, piensa como en la televisión, actúa como en la televisión, siente como en la televisión. Su vida la llena de una falsa “alegría que le da la vida” de la televisión. Busca el placer y el sentirse bien…como le dicen en la televisión. Y para todo esto, lo que se necesita es DINERO. Porque solo comprando se ahorra, porque solo comprando se gana, porque solo con DINERO se es feliz…sí no me creé amable lector…por favor, analice los mensajes de la televisión y vea críticamente su entorno.

La pregunta es… ¿Siempre ha sido así? Por supuesto que no. Los índices de contaminación ambiental son directamente proporcionales a la contaminación espiritual de los pueblos. Recuerde usted su infancia…recordará que la sociedad no era como hoy y por supuesto, que el medio ambiente no estaba contaminado. La gente a mediados del siglo XX no vivía por dinero, ni vivía para comprar. Existían valores humanos y sociales que se manifestaban en muchos aspectos de la vida y del mundo.

¿Quién cambió el mundo de esta manera? El medio material fue la televisión, pero intelectualmente fueron los que con eufemismo llamamos los “mercaderes”, pero que son los enemigos de Dios, de la vida, de los seres humanos y del planeta. Los adoradores del becerro de oro. Los que ponderan sobre la vida y el mundo al DINERO, al consumo, a la usura, al comercio.

Estos enemigos han estado presentes desde los tiempos bíblicos. Recuerde que fue Jesús de Nazaret, cuando por primera y única vez en su vida tomó la violencia en sus manos, fue para sacar a los mercaderes del templo. La gran ofensa a Dios, a la vida y al Espíritu es cuando los mercaderes “compran y venden” en el Templo de Dios, que han convertido en un mercado. Y todos sabemos que el verdadero templo de Dios es el cuerpo humano…el de usted, el mío y el de todo el mundo.

Así que amable lector, abra los ojos y el corazón, y vea de nuevo a los mercaderes, en su templo comprando y vendiendo. Porque los mercaderes, gracias a la televisión, se han metido a lo más profundo de nuestro corazón y de nuestra cabeza. Por la televisión solo pensamos en el DINERO para comprar, para tener, para “ser feliz”. La televisión nos esclaviza, nos destruye, nos envilece…nos hace adictos, nos marchita el alma todos los días. Nosotros hemos permitido que los mercaderes entren a nuestro sagrado Templo Interior. Miles de horas frente a la caja diabólica, dejando entrar mentiras, bajezas, vulgaridad, superficialidad, vacuidad a nuestra alma y a nuestra mente.
Tengamos la fuerza interna suficiente y digámosle NO A LOS MERCADERES y APAGUEMOS LA TELEVISIÓN. Hablemos con nuestros hijos, disfrutemos del silencio o de buena música. Fortalezcamos a la familia. Hablemos de nuestras tradiciones y costumbres. Revaloremos nuestras historias familiares y personales. Reavivemos nuestros paradigmas, nuestros mitos y nuestras fantasías. Volvamos a ser seres humanos, vivamos nuestras propias vidas, con nuestras propias esperanzas, nuestro propio tiempo. Hablemos nuestras propias palabras, sintamos nuestros propios sentimientos…!seamos seres humanos verdaderos! Al apagar la televisión encendemos la vida.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si Memito y tu nieve de qué la quieres?

Ahorita mismo apago la tele, regalo todo mi dinero, mis bienes materiales y me voy con mis hijos a hacer una nueva vida de pobreza material pero de riqueza espiritual.

Despierta, niño, estamos en el siglo XXI. Ya nadie cree en Becerros de Oro.

Anónimo dijo...

Ya está bien con la cantinela de que la TV esto y lo otro, de que es culpable de no se que males. TÚ, cada persona, es quien elige encenderla. Y si no te gusta lo que ofrecen no la enciendas.