domingo, 19 de octubre de 2008

EN BUSCA DE LA RAÍZ




Durante quinientos años el colonizador nos robó la memoria para convertirnos en seres autómatas, sin raíces, sin recuerdos, sin rostro, sin corazón. Nos diseñaron para no pensar, para no soñar, para no trascender, solo fuimos educados para obedecer, trabajar, comprar y pagar.

De modo que desde hace cinco siglos los mexicanos vivimos al día, sin saber de dónde venimos y a dónde vamos. Solos, en medio de una borrosa conciencia del presente, viviendo accidentalmente una realidad ajena a nuestro ser perenne, en la inmediatez existencial total, anclados al limitado mundo material tratando de ser algo que no somos y rechazando lo que esencialmente nos hace Ser. Nos hemos formado, especialmente los sitiaditos educados, como extranjeros incultos en nuestra propia tierra. Fincando el origen de “nuestra civilización en las culturas grecolatinas y en nuestro supuesto abuelito español”.

Un individuo, una familia o un pueblo que no tenga memoria histórica se encuentra en una situación de inseguridad, confusión y desventaja permanente. Somos lo que recordamos. Esta falta de claridad en nuestra identidad nos hace ser inseguros, agresivos, blandengues, violentos, inconstantes. No sabemos quienes somos, de dónde venimos y a dónde vamos en la vida. Seguimos metas, caminos y desafíos ajenos a nuestro ser y sentir. Esto nos hace estar extraviados e incómodos. Podemos llegar a tener lo que otros quieren… pero nos sentimos insatisfechos y vacíos. Nos pueden reconocer como triunfadores… pero nosotros en la intimidad de nuestro Espíritu nos sentimos desolados.



Sí no se quién en verdad soy yo… de quién son los triunfos y los fracasos, de quiénes son las metas y los desafíos, de quién las alegrías y las tristezas. Cuál es la verdadera razón de mi existencia, la propia, no la de los demás o la que todos debemos de aceptar impuesta por los medios. La propia nuestra, la íntima, con la que moriremos íntimamente solos arropados de un océano de soledad.

Sí tenemos que morir con todo nuestra totalidad… por qué no aprender a vivir con toda nuestra totalidad. Para llegar a la totalidad necesitamos partir de nuestras raíces más profundas y verdaderas, tanto como ser humano como ser social e histórico. El colonizador nos ha creado un espíritu individualista, mezquino y timorato. Pero cada uno de nosotros es producto de millones de seres humanos que nos antecedieron. Nuestra banco genético cultural esta pletórico de recuerdos, sentimientos y conocimientos. Todos, fruto de la búsqueda de un desarrollo humano. Todo es de todos y todos hemos construido todo en todo este tiempo. No nacimos por generación espontánea o en probeta.



Tenemos padres, abuelos, jóvenes abuelos y viejos abuelos y así hasta llegar a la génesis del ser humano en África, como dicen los que saben. Pero todos están en uno y uno es parte de todos, luego entonces “nuestras raíces” es la parte más esencial de nuestro ser y hacer. Brújula fundamental en nuestras vidas. Las raíces nos dan un punto en el -espacio/tiempo- y nos ubican en un lugar determinado en la Tierra. Nos dicen en dónde empezamos y a dónde terminamos. Nos dicen cuando estamos más cerca y más lejos, más alto y más bajo, más de un lado que del otro. Las raíces son el alfa y el omega de la vida personal, familiar y comunitaria.

El por qué buscar nuestras raíces, es para descubrimos en toda nuestra totalidad. Nuestras raíces son el espejo humeante que nos dicen de dónde venimos y a dónde queremos ir. La búsqueda de la verdad nos forja -un rostro propio y un corazón verdadero-. Nos hace tomar conciencia de quien somos en verdad.



Para qué necesitamos conocer nuestras raíces… para tener conciencia plena de nuestra totalidad y con ella, buscar el camino propio de la trascendencia espiritual de la existencia. Al conocer nuestras raíces nos descubrimos como seres espirituales en un transito humano y en un tiempo histórico. Cuando sabemos quienes somos, entendemos por fin, que nos vamos a morir y que solo estamos un poquito de tiempo aquí. Somos bellas flores que se marchitan en el fugaz tiempo pretérito.

No existe una receta de cómo se llegan a descubrir nuestras raíces. Muchas personas nacen, crecen, se reproducen y mueren y no saben qué fue lo que vinieron a hacer en verdad en la vida y en la Tierra. Hicieron todo lo que les mandaron y les dijeron lo que tenían que hacer…lo hicieron bien y bien hecho…y sin embargo se sienten vacíos e insatisfechos. Las raíces son como el amor a la Tierra, a los hijos o a los padres. Es algo que surge desde muy adentro y se prende al mundo de afuera… es un darse cuenta, es un “despertar”. Es un toque fino, un arte, un acto mágico personal e intransferible…que cuando llega en un instante, jamás se vuelve a ser el mismo.

Lo importante es tener el deseo y la voluntad inflexible de lograrlo… la necesidad de llegar al origen, a la esencia, a la verdad última y reveladora que le da sentido a todo.
Esta búsqueda no tiene fin y solo la muerte nos da una tregua temporal antes de volver a encarnar y re-empezar la batalla. El origen de todo es una finísima frecuencia de Luz… de ella venimos y a ella vamos. La nostálgica por aquello que es infinito e inconmensurable, sublime y perfecto, completo y total.



Yo creo que lo más importante es sentir la necesidad de encontrar nuestras raíces para estar completo y ser pleno, lo demás llega poco a poco, en su tiempo y en su espacio. El único problema es tener el tiempo suficiente y la voluntad inflexible. El futuro de México se encuentra en su pasado. Nosotros decidimos… eso es todo.




1 comentario:

Anónimo dijo...

guillermo....eres un tipo extraño...pero profundo, no
te puedo encuadrar ideológicamente,
pero me gustan tus escritos...logras que uno sienta y piense...gracias

Leonardo