martes, 21 de febrero de 2012

HUERFANOS DE IDENTIDAD… vacíos de sabiduría.



El mexicano promedio tiene una idea muy limitada, confusa y distorsionada de la historia antigua de su país. Le han quitado el derecho a poseer memoria histórica, es decir, conocer su raíz ancestral que es fruto de una de las seis civilizaciones más antiguas del mundo, por la cual tendría plena consciencia y una alta estima de sí mismo.



En su lugar repite inexactamente el discurso oficial del colonizador en donde los “aztecas” se convierten en la cultura más importante de los siete milenios y medio de desarrollo humano endógeno, desde la invención de la agricultura (6000 a.C.) hasta la invasión española (1521 d.C.).




El mexicano común, a diferencia del chino o del indio común, que están totalmente vinculados a su pasado, el mexicano se siente ajeno o muy distante a su Cultura Madre.




Por el contrario, es una ofensa y una deshonra que se le identifique con la cultura de sus ancestros. No sabe que fue la que logró el más alto grado de desarrollo humano en la historia del la humanidad.




La visión que ha logrado enquistar el “Estado Criollo” en la mente del pueblo de México es que “los prehispánicos” eran una civilización primitiva, guerrera, caníbal, que se la pasaban luchando permanentemente entre ellos para hacer horrorosos sacrificios humanos para satisfacer el apetito voraz de sus demoniacos dioses y sus veleidosos dirigentes.




Estas mentiras y patrañas que iniciaron Colón y Cortés para encubrir uno de los holocaustos más grandes de la historia de humanidad, pues no solo fue la matanza de más de 24 millones de personas, la destrucción de ciudades, la esclavización, tortura y violación, deportación, robo y despojo de riquezas y territorios, sino lo más grave:




“la negación de la calidad humana de sus habitantes”, la destrucción de sus culturas, sus lenguas, religión, arte, educación, alimentación, sistema de organización, sistema de conocimiento, en síntesis, la negación total de su existencia como civilización.



Esto se mantuvo de manera constante durante los trescientos años de Colonia y se ha mantenido de manera hipócrita en los doscientos años del periodo neo-colonial en el que vivimos.



Esta orfandad en la que vive el mexicano común lo hace presa de la explotación que ha sufrido en el sistema neo-colonial los dos últimos siglos.





En efecto, la pérdida de la memoria histórica y la identidad cultural deja a las personas, las familias y los pueblos como zombis, totalmente inconscientes indefensos y vulnerables.




La esencia de la colonización es la IGNORANCIA. La ignorancia de lo más esencial que un ser humano consciente debe saber: ¿Quién soy yo, de dónde vengo y a dónde iré?, ¿Cuál es la razón suprema de mi existencia?, queda diluido en un vacío que se trata de llenar infructuosamente con consumismo, diversión mediática, drogas permitidas y prohibidas, fanatismo religioso, sometimiento político y auto represión.




Una masa amorfa, individualista y desorganizada, dócil, inconsciente, acrítica es lo que necesitan unos cuantos para aprovecharse de todos.




China e India, culturalmente tan antiguos como nosotros, pese a haber también sufrido procesos de colonización jamás perdieron su memoria histórica y su identidad, los resultados es que ahora son naciones con mayor grado de desarrollo y mayor soberanía que México.



Los conquistadores-colonizadores (1521-1821) trataron de destruir la Civilización del Anáhuac por los medios más violentos y de lesa humanidad, desde las matanzas, destrucciones de ciudades, quema de códices y asesinato de sus maestros, sabios y dirigentes, hasta el sometimiento de la esclavitud y la imposición de un régimen de terror a través de la iglesia católica y la Santa Inquisición.



Posteriormente los criollos-neo-colonizadores lo han hecho a través de la exclusión del pueblo en “la construcción de su país”, en el que la mayoría de sus habitantes son herederos de la Civilización del Anáhuac pero están marginados de él, lo que da como resultado “El México profundo y el México” imaginario de Bonfil Batalla.




En efecto, el Estado Criollo trata de “rescatar, modernizar, globalizar” a su pueblo, pero al mismo tiempo no lo toma en cuenta, lo desprecia y lo esclaviza.




Paradójicamente, el Estado Criollo ha lesionado más la memoria histórica y la Identidad Cultural del pueblo anahuaca en los últimos 60 años que los 300 de Colonia y los siguientes 150 años del periodo neo-colonial, hasta que apreció la SEP, los medios masivos, especialmente la televisión y la radio.




En efecto, la Educación Pública en México, desde la misma concepción de José Vasconcelos hasta las prácticas gansteriles de la maestra Gordillo, ha sido un instrumento de sometimiento, control y enajenación. La Educación Pública en México está diseñada para mantener en la ignorancia total al pueblo.




En el mejor de los casos sirve para crear cuadros de empleados dóciles y consumidores acríticos, más nada.




Los medios masivos, especialmente la televisión y la radio se han creado como monopolios al servicio del Mercado que definen la vida política, social y cultural. Los medios gobiernan y los gobiernos administran obedeciendo a los monopolios mediáticos.




De esta manera, el problema fundamental de nuestra realidad es que no tenemos memoria histórica y por consiguiente Identidad Cultural como persona, como familia y como pueblo.



Vagamos a tientas y tropezones en el “Laberinto de la Soledad”, actuando como extranjeros incultos en nuestra propia tierra, tratando de ser algo que no somos, en todas las esferas de la vida nacional, desde nuestro rechazado fenotipo, pasando por la organización social, política, hasta la religiosa.




       Si no sabemos quién somos, no sabemos qué queremos ni a dónde vamos.




Viviendo una permanente realidad esquizoide en la que el mundo subconsciente que afirma sus profundos cimientos en la civilización ancestral, siempre está en conflicto con el mundo de todos los días, el mundo impuesto por la colonización y neo-colonización.




Nos pasa algo parecido a lo que les sucedería a los chinos o a los indios si trataran de ser obcecadamente ingleses, rechazando y negando su milenaria identidad, tratando de ser “modernos” para parecerse a sus colonizadores.



El país en el que hoy vivimos tiene ocho mil años de desarrollo humano. Es algo que no se puede negar y que todos deberíamos saber. Aunque no lo sepamos racionalmente, aunque no lo aceptemos conscientemente, esta “experiencia y sabiduría humana” habita en cada uno de nosotros.





Este patrimonio se encuentra depositado en “el banco genético de información cultural”. En efecto, así como en cada célula de un organismo existe la información para crear una réplica del mismo organismo a través del DNA.




En cada individuo de una sociedad existe la información cultural de la civilización que lo generó, no puede ser de otra manera dado que no provenimos de probetas. En una civilización de ocho mil años, quinientos años no son significativos para desaparecer de su memoria los anteriores siete mil quinientos años.




Lo que hoy llamamos identidad “mexicana” tiene que ver con ocho milenios de existencia de generaciones y generaciones. Ha sido un grave error tratar de crear una “identidad nacional” tomando solo en cuenta los últimos 200 años y excluyendo los siete mil quinientos años de desarrollo endógeno de la Civilización del Anáhuac, una de las civilizaciones más importantes del mundo.




Por el contrario, ahí se encuentra lo más fuerte y prodigioso de nuestra identidad, sin dejar de tomar en cuenta las significativas apropiaciones culturales que la civilización del Anáhuac ha hecho en estos cinco siglos de todas las culturas del mundo con las que ha tenido contacto y que, por supuesto, la han enriquecido.



El pueblo amnésico tiene por fuerza, para terminar con la colonización, recuperar su memoria histórica para hacer consciente su Identidad Cultural, sus valores, principios y actitudes que crearon a lo largo de milenios la formación de la civilización del Anáhuac.




Se requiere desechar la versión oficial colonizadora que ha condenado al pueblo a la orfandad y que ha sido usada para hacer del Patrimonio Cultural del Anáhuac un medio para que la iniciativa privada, nacional y extranjera se enriquezca a través del turismo.





Se requiere evidenciar a los investigadores e historiadores, los “grandes santones de toga y birrete” que se han coludido con el Estado Criollo para hacer de la investigación de la Historia del Anáhuac, una serie de “actas de defunción de la civilización ancestral”.




Tan absurdo y aberrante como querer afirmar que la civilización ancestral de China e India hoy están extintas.





Colaboradores del sistema colonial que se encargan en sus cubículos y desde lo más altos de sus “curules académicos”, protegidos por las amuralladlas e inexpugnables instituciones de investigación de hacer creer al pueblo que la HISTORIA les pertenece a ellos y que “su objeto de estudio”, pertenece solamente a museos, bibliotecas y recintos académicos.





Que la Historia y Cultura del Anáhuac ya se extinguió y se acabó el 13 de agosto de 1521 con la caída de Tenochtitlán. Que nada tienen que ver los mexicanos modernos con su antiguo pasado y, que en todo caso, la Colonia y la Independencia son los precursores de nuestra identidad y realidad.



Inexorablemente tarde o temprano llegaremos a este punto en virtud de que la civilización del Anáhuac ESTÁ VIVA, VIGENTE Y PRESENTE, aunque la colonización mental, cultural y espiritual argumente que ya no existe y que está muerta, la civilización emergerá con una formidable fuerza telúrica de las entrañas de sus propios hijos y de esta Tierra.




Cuando el banco genético de información cultural se active nadie podrá detener este proceso. Uno de los grandes errores de la Cultura Occidental y al mismo tiempo su gran limitación, es que han perdido del mundo y de la vida su dimensión espiritual.




Todo su arrogante poder, sustentado en la materia, la ciencia, la tecnología, el comercio y la guerra, resulta un espejismo efímero en el contexto de las fuerzas cósmicas que rigen al universo.





La raza humana y el planeta es parte integral de la galaxia y ésta del universo. Los seres humanos, -se nos olvida- somos polvo de estrellas.




       Visite http://www.toltecayotl.org/


sábado, 11 de febrero de 2012

LA CIVILIZACIÓN DEL ANÁHUAC ANTE LA HISTORIA OFICIAL… atrasada o adelantada a su época.



Desde la llegada al continente del Cem Anáhuac la cultura europea decretó por mandato real y pontificio, que la civilización agredida era primitiva y demoniaca, por lo cual se “justificaba” la invasión y la colonización para cristianizar a los pueblos salvajes y civilizarlos a imagen y semejanza de España, que por cierto, apenas hasta 1516 se había constituido en el Reino de España.



En efecto, los reinos de Castilla y Aragón iniciaron después de finiquitar la Guerra de Reconquista (1492) contra los moros, una guerra de conquista contra los reinos de la península ibérica que culminó hasta 1516, sin la dominación del reino lusitano, razón por la cual Portugal ahora es un país independiente.



La presunción de que los pueblos y culturas de las civilizaciones del Cem Anáhuac (Norte América) y Tawantinsuyo (Sur América) eran primitivas y salvajes, sigue vigente hasta nuestros días. No solo porque los escritos de Colón, Cortés y Díaz del Castillo, -entre otros-, se siguen tomando como “fuentes históricas verídicas”, a pesar que hoy sabemos que nunca tuvieron rigor académico, científico y que por el contrario, fueron escritos con mucha ignorancia, dolo y sobre todo, para obtener beneficios personales y/o justificar los delitos de lesa humanidad que cometieron en contra de los indefensos pueblos invadidos y también para justificar la violación a las propias leyes y autoridades peninsulares.



Sino porque los dolosos y tendenciosos juicios que se hicieron en el S XVI se han venido repitiendo por los “historiadores” coloniales y neocoloniales, hasta llegar al “Libro de Texto” de la actualidad.



De esta manera se asume por todos, como cosa “verdadera y probada”, que los “aborígenes descubiertos, eran idólatras, caníbales, salvajes y guerreros” y que por esto, la conquista era “justa y necesaria”, como lo afirmaba Gines de Sepúlveda en el S. XVI en sus debates con Fray Bartolomé de las Casas; y por supuesto, Mel Gipson en el S. XX en su película “Apocalipto”.



Como se ve, nada ha cambiado a pesar de que “ya se sabe que no se sabe nada” o muy poco de la civilización del Anáhuac.



 
Sin embargo, con un espíritu descolonizador e imparcial se puede llegar a dilucidar “la verdad del encuentro de los dos mundos”. De manera honesta se puede comprar las dos realidades –Anáhuac y Europa-, con elementos cuantitativos y de significación aceptada y comprobada. Como por ejemplo: concepción del tiempo y el espacio, calidad y nivel de vida de un ciudadano común de Tenochtitlán y Madrid en 1519, y llegar a comprar los procesos religiosos, mientras en el Anáhuac se tenía una religión milenaria con origen autónomo y desarrollo endógeno.



Quetzalcóatl se encuentra representado en la iconografía olmeca en el 1500 a.C., sin embargo, en el 200 d.C. lo seguimos encontrando en Teotihuacán y los propios españoles los vieron representado en 1520 en Tenochtitlán. La figura fundamental de la religión del Cem Anáhuac presente durante tres mil años consecutivos, por lo menos.


Para 1492 los europeos estaban terminando con un largo y oscuro proceso histórico conocido como “La Edad Media”. Habían pasado muchos siglos desde que las culturas grecolatinas habían entrado en su decadencia. Los pueblos vivían en constantes guerras, espantosas epidemias y eran importadores del Lejano Oriente.



Los europeos concebían al planeta como una superficie plana, que abarcaba “su mundo conocido” y que terminaba cuando el mar se precipitaba a un gran abismo. En ese entonces usaban el Calendario Juliano, de 365 días cerrados, por lo que cada cuatro años se desajustaba un día.




Su religión, -la Católica Apostólica Romana-, venía de una derivación de la Judía y ésta a su vez, se había inspirado en la antigua religión Sumeria de Mesopotamia, donde la figura fundamental fue Zoroastro.


De modo que su religión no era “original” y era un préstamo cultural que había tenido muchas transformaciones, deformaciones y degeneraciones entre el Cristianismo primigenio y la religión Católica del S. XV.




Por la otra parte los anahuacas provenían de un proceso endógeno de desarrollo cultural en el que no recibieron préstamos culturales de ninguna civilización del mundo, es decir, todo en el Cem Anáhuac era creación propia y no copia o adaptación de otra cultura.



A la llagada de los europeos tenían aproximadamente 75 siglos de desarrollo humano, desde la invención de la agricultura y vivían un periodo de decadencia cultural conocido como Postclásico (850-1521 d.C.). Sin embargo, se mantenía viva la herencia cultural tolteca.



La región era la misma desde el origen de los tiempos anahuacas, por lo menos la podemos situar en el 3114 a.C. (según la cuenta del tiempo encontrada en una estela maya). La civilización mantuvo por decenas de siglos la misma estructura filosófica-cultural de su “religión originaria”.




Es decir, una sola civilización con muchas culturas diferentes en tiempo y espacio, con sus múltiples variantes pero todas y cada una de ellas unida a la misma “matriz filosófica-cultural”.




Por ejemplo: el símbolo tolteca de la energía luminosa en todas las culturas anahuacas era representado iconográficamente con unas anteojeras y una lengua de serpiente: los nahuas le llamaron Tláloc, los mayas Chac, los zapotecos Cosijo y los totonacos Tajín.




Todos compartían el mismo precepto filosófico pero cada uno modificó su representación en tiempo y espacio, de acuerdo a las propias características de cada cultura.






 
Los pueblos y cultura del Anáhuac habían desarrollado el cero matemático y crearon a partir de la observación rigurosa de la mecánica celeste un sistema muy complejo, exacto e integrado, de varios calendarios ajustados perfectamente entre sí, -como un maravilloso y perfecto sistema de engrandes de reloj-. A partir del movimiento de la Tierra alrededor del Sol tenían una cuenta de 365.2420 días.





De la luna de 13 lunaciones anuales y de 354 días, de Venus de 584 días (Venus gira alrededor del sol cada 224.7 días, pero debido a que la tierra se mueve a lo largo de su propia órbita, el planeta aparece en el mismo lugar del firmamento en un poco menos de 584 días) y la genialidad de un calendario en que se armonizaba la mecánica celeste con la energía de los seres humanos llamado Tonalamatl de 260 días, considerado “una de las mayores joyas del talento humano de todos los tiempos”,





en donde la astronomía y la astrología en un equilibrio asombroso y perfecto le daban al ser humano una dimensión cósmica integrándolo al universo. Lo que hasta ahora se está “descubriendo” de la sabiduría de la Toltecáyotl, era impensado e incomprendido para los europeos del S. XVI y aún nos sorprende en pleno S. XXI.



 
Los Viejos Abuelos toltecas compartían un mismo conocimiento en tiempo y espacio entre todos los pueblos y culturas del Anáhuac. De modo que es impropio decir, “el calendario maya o el calendario azteca”, porque era un misma cuenta del tiempo solo que cada cultura le daba su toque personal iconográfico y lingüístico.




Con propiedad podemos hablar de la cuenta del tiempo de la civilización del Anáhuac, manifiesta en las culturas maya, zapoteca, nahua, purépecha, etc. Esta cuenta del tiempo parte del 13 de agosto del año 3114 a.C., pasa por el año 2012 y se han encontrado fechas hasta del año 4000 d.C.




Los anahuacas habían predicho con asombrosa exactitud todo tipo de fenómenos astronómicos, desde eclípseles solares, lunares, paso del Venus por el Sol, conjunción de planetas, etc.



En la rotación completa del sistema solar en la galaxia, nuestros antepasados hacían una división de dicha elipse en dos, con una fracción cada una de 12.812 años, llamando a la fracción más cercana al centro de la galaxia, Día, y a la parte más alejada de Hunab Ku; Noche, tal cual se divide en día y noche en la Tierra.



A su vez, dicha elipse era partida en cinco períodos de 5.125 años: los cuales eran: Mañana, Mediodía, Tarde, Atardecer y Noche. Según nuestros Viejos Abuelos anahuacas, justamente a finales de este año, estaremos ingresando en la mañana galáctica, y es marcada por el rayo sincronizador desde Hunab Ku.



La famosa fecha del 21 de diciembre de 2012 tiene que ver con el final de un gran ciclo de 25,650 años en el que el Sistema Solar gira en una elíptica en torno al centro de la galaxia en la que nos encontramos, y este es el punto de este ensayo amable lector. Todo lo anteriormente descrito es producto de las recientes investigaciones astronómicas y arqueológicas conocidas como arqueoastronomía, así como con el desciframiento de la escritura maya. Ahora se sabe de los adelantados conocimientos que poseía la civilización del Anáhuac y que seguramente se dieron en la última etapa del periodo Preclásico (antes del 200 a.C.).



El hecho de que nuestros Viejos Abuelos tuvieran consciencia del tiempo y el espacio, -no solo humano y de la Tierra-, sino su interrelación e integración con el universo. Nos habla de una concepción del ser humano, la vida, el mundo y el universo, que en 1492 o 1521, ni remotamente tenía los invasores europeos. No puede existir mejor ejemplo para comparar las cosmovisiones y la consciencia que tenían unos y otros. Es el más claro ejemplo de los niveles de desarrollo humano que tenía cada “mundo”, y la forma más directa de acabar con la injuria y la falsedad de la supuesta “inferioridad cultural” de la civilización del Anáhuac.




Occidente inició lo que hoy llamamos “ciencia” en el siglo XVII con Newton, Locke y Descartes. Pero a partir de 1521 destruyeron en el Cem Anáhuac un maravilloso legado de ciencia, único en el mundo, con más de cuatro mil años de desarrollo humano continuo.



Quemaron centenares de códices, exterminaron a los hombres de conocimiento, destruyeron las escuelas y los centros de conocimiento, mataron a los maestros y a los hombres de conocimiento e impusieron un sistema colonial de explotación basado en el aniquilamiento de la condición de “ser humano” del invadido-vencido, la destrucción sistemática de su civilización, la condena a la ignorancia y la pérdida de la memoria histórica y la identidad cultural.



Además de una permanente campaña de denostación y desvalorización de sus logros y alcances, para convencerlos de que su pasado y sus “antepasados” eran ignorantes, caníbales y guerreros, por lo cual se les tuvo –necesariamente-, que civilizar-cristianizar-europeizar.



El mito de “el nuevo continente, poblado de culturas primitivas, guerreras, caníbales y salvajes”, que vino a ser “integrado” a la civilización, a la verdadera religión, a la noción de progreso y desarrollo, es una de las armas más antiguas y eficaces con los que el colonizador-explotador, no solo justifica históricamente el permanente holocausto que se ha sometido a los pueblos y culturas invadidas-explotadas en estos últimos cinco siglos, sino que, permite el total aniquilamiento de una mente crítica y analítica en los descendientes culturales y económicos de los invadidos-explotados.




El problema no decrece, sino por el contrario, aumenta desmesuradamente. Cada día las nuevas generaciones a través de la multimedia y la SEP acrecientan grotescamente la ignorancia de sí mismos.



El no tener identidad cultural y memoria histórica, conduce a un estado de ignorancia existencial y por consiguiente a una situación de indefensión y vulnerabilidad total. No solo en el plano material, sino fundamentalmente, en el plano intelectual y emocional.



Por estas razones, a la distancia de 491 años, debemos y tenemos que empezar a re-construir, re-pensar y descolonizar nuestra verdadera Historia. La gran tarea es la descolonización mental y emocional. Necesitamos los anahuacas saber, quién en verdad somos, cuál ha sido nuestra propuesta histórica como civilización para retomar el camino de nuestro propio desarrollo.



Necesitamos conocer cuáles fueron los meta objetivos por los cuales más de diez siglos trabajamos y nos esforzamos, llegando a crear uno de los mayores proyectos constructivos del mudo antiguo en lo que hoy nombramos colonizadamente como “zonas arqueológicas”.



Necesitamos conocer cuáles eran las razones y motivos por los que lucharon y trabajaron incansablemente nuestros Viejos Abuelos. Conocer el “por qué y para qué” de su profunda y compleja sabiduría, en especial en los espacios de lo divino y sagrado de la existencia. Comprender que nuestra civilización Madre no ha muerto y sigue viva y vigente en nuestra forma de ser, hacer y entender el mundo y la vida.



Cuando los anahuacas: nahuas, mayas, zapotecos, etc., así como, mestizos, afro mestizos, criollos y hasta extranjeros avecindados descubramos a La Toltecáyotl en toda sus diferentes dimensiones: “comunitarias-familiares-personales, alimentarias, educativas, de salud, de organización social, divinas y sagradas”, podremos construir un futuro compartido en el que todos seamos hermanos trabajando y luchando por el bien común más elevado de la especie humana.