lunes, 30 de julio de 2007

POR QUÉ ESCRIBIR SOBRE EL MÉXICO ANTIGUO

Recientemente una persona me abordó en una fila para realizar un servicio bancario. Me preguntó de una manera sincera, el porqué los escritores escribíamos sobre el pasado. Me dijo que él conocía la biblioteca de una persona muy culta y que la mayoría de libros se referían al pasado de México.

Me dijo – “yo estoy aburrido de ver hacia el pasado, a mí me gusta el futuro, dejen de escribir temas de pasado y escriban sobre el futuro”-. Me llamó la atención el comentario de esta persona. Yo le trate de explicar que sí los mexicanos seguíamos escribiendo sobre el pasado, podría ser debido a que éste no estuviera completamente resuelto. Es cómo sí un enfermo toma la medicina equivocada, necesitará seguir tomando medicina, probando, hasta que le den la que él necesita. De alguna manera los mexicanos, efectivamente, de forma recurrente seguimos abordando nuestro pasado, intentando por varias vías de interpretación, "asimilar" nuestro nebuloso pasado.

Todos las grandes conciencias de nuestra nación, han abordado el tema de la historia, la cultura y le identidad, desde diversos escenarios, sean estos el arte, la ciencia o la política. Es un tema toral no resuleto y que es la raíz de nuestros problemas.
Es más, no es una obsesión sólo del pueblo mexicano, ahí están los grandes artistas europeos, los pintores, los músicos, los escritores, que escriben y re-escriben sus historias, buscando la luz, buscando puntos luminosos para fijar cuadrantes y avanzar. Porque la historia no es una sola y es cambiante.

Mire usted, amable lector, donde se escribe la historia todos los días es en el periódico. Sí usted lee un mismo suceso; por ejemplo, el caso de Atenco. Sí lo lee en la Jornada es diferente que sí lo lee en el Heraldo o en el Financiero. El mismo hecho con diversas y a veces, encontradas percepciones de una misma realidad.

Entonces la historia la escriben los vencedores y los que detentan el poder. En la historia, llamémosla "oficial", se explica, se valida y se afirma el poder. La historia es una narración del pasado que nos explica con "lógica lineal" el estado actual de las cosas.

Sí usted lee la historia que los conquistadores escribieron de la conquista, es muy diferente a la que escribieron los misioneros. En la colonia, no es lo mismo los textos de los criollos que la de los peninsulares. El siglo pasado se puede ver desde dos vertientes, la de los conservadores y la de los liberales. Toda vía hoy en día, la imagen del Presidente Juárez, es muy diferente la que enseñan en las escuelas públicas que en las escuelas de monjas.

Así es la historia, se construye y se reconstruye, la historia se "inventa" y se ajusta. Tanto los nazis, como los aztecas en su día, cambiaron la historia para explicarse su arribo al poder.
Porqué entonces los mexicanos seguimos escribiendo sobre nuestra historia con tanta insistencia? Usted cree que una persona puede llegar a la plenitud de su existencia sí sufre de amnesia? No cree que en términos generales los mexicanos todos, especialmente los que hemos tenido la fortuna de tener estudios..."somos extranjeros incultos en nuestra propia tierra". Quienes y cuantos mexicanos conocemos con aceptable certeza los procesos históricos de la revolución a nuestros días. Cuantos menos conocen el siglo pasado. Cuantos, muchos menos conocen algo de los tres siglos de colonia y muchos, pero infinitamente, muchos menos, conocen algo de los siete mil quinientos años de historia llamada –pre "hispánica"-.

Como nación, sí sus hijos son ajenos a su historia, a sus raíces a su identidad, jamás llegaremos a la plenitud, ni siquiera económica, sino fundamentalmente existencial, en tanto individuos en tanto nación.Los mexicanos necesitamos –reinventar- nuestra propia historia. Los primeros transgresores de la memoria histórica de nuestra civilización fueron los aztecas, quienes destruyeron todos los códices en que se recogía la milenaria historia de nuestros Viejos Abuelos. Tlacaélel, el cihuacóatl de los aztecas ordenó su destrucción y la producción de los nuevos códices, donde los aztecas se ponían como el pueblo elegido.

Después llegaron los españoles y quemaron los códices de los aztecas y escribieron lo poco que mal entendieron de nuestra decadente (en esos momentos) civilización. En el siglo pasado, los victoriosos criollos escribieron "su historia patria" y a final del siglo, Porfirio Díaz ordenó hacer la "historia oficial", con sus mitos y sus leyendas, nacidas en muchos casos de la literatura y la imaginación del siglo pasado. Esa idea de "El padre de la Patria", Don Miguel Hidalgo y Costilla como un abuelito, por estar cano y pelón, pero es sabido que Hidalgo era un hombre de 56 años y era maduro, sano y fuerte. Para las fiestas del Centenario, se rehizo la "historia patria oficial" y lo importante es que funcionó para ese momento y esa circunstancia.

Pero ahora necesitamos revisar nuestra historia oficial y sí es necesario...reinventar otra historia que nos funcione para el tercer milenio.

Cuando a finales de los años cuarentas apareció la tumba de Cuauhtémoc en Ixcateopan, Guerrero, el presidente de la nación tuvo que decidir sí los restos hallados debajo del altar del templo era o no eran los restos del último tlatuani azteca. “El señor presidente”, después de meditarlo mucho, decidió, en bien de la patria que, efectivamente ¡sí eran los restos de Cuauhtémoc! Y por supuesto que eran los restos del tlatuani. Para el caso, qué importa sí son o no son los verdaderos huesos de Cuauhtémoc, lo que importó es que el Estado asumiera esas reliquias como un símbolo de nuestra identidad. Eso es todo, así de sencillo y por eso creemos que debemos reconstruir nuestra historia para encarar el tercer milenio, con nuevas bases y nuevos paradigmas.

Así pues, los que escribimos sobre nuestros Viejos Abuelos, pues tendremos que seguirlo haciendo hasta que ya no sea necesario, hasta que hayamos salido del cinco centenario "laberinto de soledades" del colonialismo, hasta que haya cicatrizado esa herida, que supura desde hace siglos, que huele mal y que nos esta carcomiendo, aunque existan personas que lo niegan.

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