jueves, 15 de noviembre de 2007

DE CÓMO LOS MERCADERES DESTRUYERON NUESTRO MUNDO


Muchos de nosotros nos preguntamos, cómo ha sido posible que el mundo en el que nacimos y crecimos se haya perdido casi totalmente. En ese mundo de ayer no existía la maldad, la desolación, el vacío y el hastío de la forma en el que ahora vivimos. Es cierto, existía robos, crímenes y corrupción. Pero eran diferentes, en tanto NO ESTABAN DESHUMANIZADOS. Maldad, bajeza, lascividad, perversidad, abuso, más allá de cualquier delito, se aprecia en los delincuentes de hoy una actitud despiadada e inmisericorde. No es solo el móvil el hacerse de dinero de manera rápida, sino el dañar moral, psicológica y emocionalmente a sus víctimas. El secuestro, el robo o la agresión gratuita, sin ameritar un pretexto, por desgracias es el pan nuestro de la sociedad y del mundo.


¿Cómo es que hemos llegado a esto?

¿Qué fue lo que provocó esta actitud, deshumanizada, en la gente?


Nosotros creemos que todo comenzó cuando el filosofo Federico Nietzsche, destruyó la metafísica en Occidente y decretó la muerte de Dios; y por supuesto, el dominio de Occidente. Desde los filósofos presocráticos hasta Nietzsche, la trascendencia de la existencia se planteaba más allá de la muerte. El alemán dijo que "Dios había muerto" y que solo el ser humano tenía “el aquí y el ahora”. Que “el más allá” no existía y que el ser humano tendría que resolver y trascender su vida en el mundo material, pues muerto todo acababa. Es decir, Nietzsche acaba con una tradición de miles de años, en la que los seres humanos y los pueblos vivieron con la esperanza de una vida eterna en el reino del Espíritu, lo mismo en Asia, África y América.


Por esta razón, posteriormente los filósofos pasaron a ser economistas, pues la forma de resolver la vida del ser humano se dio en el mundo material. De los filósofos economistas como David Ricardo, Adams Smith, Carlos Marx y Federico Engels se dividió el mundo en dos visiones "materialistas-economicistas", solo que una creía que el Estado debía buscar el bien de la sociedad y el otro el Mercado, pero ambas en el mundo de la materia.


Este es el punto de esta entrega, amable lector. Cuando en una sociedad sus individuos ya no creen en una divinidad suprema, más que el dinero. Cuando ya no creen en una vida eterna espiritual, posterior a su muerte y creen que cuando mueran todo se acaba para siempre, como apagar la luz y más nada. Cuando la gente no tiene límites morales y éticos, cuando el culto "al becerro de oro" es la única religión universal y los mercaderes y financieros, son los altas jerarquías de este culto. Cuando el culto a la materia, al placer, al comprar, al tener, es la única satisfacción existencial del individuo en la vida. Cuando no tiene límites y puede hacer absolutamente todo lo que quiera y sin medida, pues no habrá juicio final, ni cielo o infierno. Cuando Dios misericordioso no existe, cuando no existe el alma y el espíritu. Todo, absolutamente todo está perdido, amable lector y caemos en un “estado animal”. Es cuando un individuo no tiene remordimientos, no tiene límites, leyes, autoridades, nada que pueda limitar y contener la caída en la inercia de la materia que lo arrastra a los oscuros abismos de la bajeza humana y la degradación espiritual.


Es esta la razón por la cual, los delincuentes de cuello blanco, los narcotraficantes, algunos políticos, los secuestradores, algunos policías, los violadores, todos, hacen lo que quieren y pueden en sentido negativo. Por el contrario, pareciera que el hundimiento en su bajeza y deshumanización les causa un vértigo de placer dulzón que se convierte en una morbosa adicción. Dañar por dañar, violar por violar, herir por herir, vejar por vejar. No existen contenciones religiosas, morales o éticas. Un libertinaje absoluto en el reino del culto al becerro de oro. Este libertinaje y este culto al dinero, tener y comprar, es diariamente alimentado y reforzado con la televisión y la sociedad de consumo.


En las escuelas se les enseña a los jóvenes a fincar sus éxitos en las debilidades y derrotas de los demás. No se les educa para la vida, solo para un trabajo explotador y depredador. No se les inculcan valores y principios, en cambio se les dota de técnicas y procedimientos que hagan rendir el capital a consta del trabajo mal pagado y el engaño al cliente. Los jóvenes no estudian para aprender y crecer integralmente, para servir a su comunidad y lograr la felicidad interior. Los jóvenes estudian una carrera para insertarse en el mercado de trabajo y tener dinero. Lo que quieren es poseer un gran poder de compra “y ser felices” en el dorado reino del becerro de oro.


Lo importante es tener dinero, consumir, poseer. No importa a qué precio. No importa a costa de quién se logre este dinero, ni la forma, ni el medio, ni que sea legal o moral. En la sociedad que les estamos entregando a los jóvenes no existe la decencia, la honradez, la honestidad. En cambio, el cinismo, la corrupción, la simulación, la prepotencia y el abuso son los medios por los cuales se optime el dinero. Lo ven en los gobernantes, los políticos, los narcos, los empresarios, los comerciantes.


Esto empieza desde la casa. El papá y la mamá se encuentran avasallados por la búsqueda y carencia del dinero. Agotados y apabullados por tratar de buscar “una vida mejor” para ellos y su familia, entiéndase, comprar y tener más. No hay tiempo para amar, para educar, para enseñar valores y principios, no hay tiempo ni humor. Los hijos se educan a través de la televisión y la calle. Pero lo mismo en el gobierno y en las empresas. Lo único importante es el dinero y el mundo material.


En esta sociedad no existe espacio para EL AMOR, la compasión, la solidaridad, la fraternidad. Todo es dinero, tener, comprar. Todos vivimos conciente o inconscientemente en el culto embrutecido y enajenado de venerar al becerro de oro. Creemos que nuestro bienestar y nuestro éxito esta en el poseer dinero. Hemos perdido el aspecto ESPIRITUAL, místico y SAGRADO de la vida y del mundo.


Esta es la razón por lo que cada vez, vemos con horror, como este mundo se llena de maldad, de inconciencia, de brutalidad y de un placer malsano por dañar. Dañar a los seres humanos, a los seres vivos, al planeta, a los milenarios valores espirituales y sociales que se han forjado por la sabiduría humana. La pérdida del sentido espiritual de la vida es la razón de la destrucción del mundo en el que nacimos. Dejamos de amar a Dios, como usted quiera llamarlo y desde la religión que usted desee unirse a Él. Y por favor, amable lector, no vaya a pensar que estoy confundiendo este medio con un púlpito. Pero lo cierto es que, el ciudadano común, por una parte: al no creer en un Dios, al pensar que no existe una vida espiritual después de la muerte, al no creer en una recompensa por una vida virtuosa, al no temer un castigo por la maldad y no tener ejemplos de virtud en los líderes sociales. Y por la otra, al estar bombardeados cotidianamente por los medios, especialmente la televisión, para obtener dinero, consumir y rendirle culto al becerro de oro. Es lógico ver los funestos resultados. Usted, ¿qué opina?

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