domingo, 3 de junio de 2018

RESTITUCIÓN DE LA MEMORIA HISTÓRICA Y LA IDENTIDAD CULTURAL ANCESTRAL (fragmento)


El Estado mexicano le ha amputado la memoria histórica y la identidad cultural ancestral al pueblo, para someterlo y explotarlo al mantenerlo en un estado “inconsciente”. Los mexicanos, teniendo estudios académicos o no teniéndolos, se encuentra históricamente, totalmente desvinculado de su identidad cultural ancestral. 
Oaxaca es el estado con mayor número de personas que conviven con la Cultura Madre de manera natural y cotidiana. Los niños oaxaqueños en las escuelas, no tienen la oportunidad de conocer la historia, cultura, sabiduría y valores de sus milenarios antepasados. 
El docente oaxaqueño, debe tener como misión fundamental en el aula, restituir la memoria histórica y la identidad cultural entre sus estudiantes, y activar una actitud comunitaria de revaloración del patrimonio cultural ancestral.
Para gobernar a un pueblo dócil y sin dignidad, se requiere amputarle su memoria histórica y su identidad cultural ancestral, para dejarlo amnésico, en calidad de zombi. 
Sin saber quién es él, cuál es su milenario origen, quienes fueron sus brillantes y sabios antepasados, cuáles sus admirables logros. Al quedar amnésico, no sabrá quién es él, en dónde está y menos le interesará saber a dónde desea ir. Frágil, inseguro y vulnerable, ese pueblo será apto para la injusticia, los despojos y la explotación.
La experiencia histórica nos dice que, en este país, todas las luchas armadas han sido para que unos les quiten el poder a otros, y todas las luchas políticas han sido que todo cambie para que todo siga igual. 
Lo único que puede cambiar el destino del pueblo es la educación. Pero una educación para la vida, una educación “propia-nuestra”, que permita a los seres humanos formarse en valores y principios propios, para encontrar el equilibrio existencial y la plenitud armónica, de manera personal, familiar y comunitaria.
Por estas razones, el magisterio consiente y crítico, tiene una alta responsabilidad histórica frente a los llamados pueblos originarios. Es el aula, la escuela, la familia y la comunidad, el espacio en donde se deben sentar las bases de la descolonización intelectual, cultural y espiritual del Estado de Oaxaca. Se requiere “Educar para el futuro con la sabiduría del pasado”.
México es un país que nace en 1824, pero que tiene sus antecedentes en un sistema colonial de explotación que duró trescientos años, que surgió a partir de una invasión injusta y violenta por la corona española, que tuvo como objetivo apropiarse de los territorios del Anáhuac, para esclavizar a los pueblos nativos y depredar sus recursos naturales. 
Sin mediar amenaza o agresión alguna, los europeos empezaron a llegar a nuestras tierras para generar grandes fortunas de manera ilegal e inmoral a través del despojo, sufrimiento, explotación y en su caso, muerte de los que se resistieron.
Desde la creación formal del Estado mexicano, el 4 de octubre de 1824, los que lo hicieron, fueron un puñado de peninsulares y criollos, éstos últimos, usaron a los anahuacas para su guerra contra los gachupines prometiéndoles la libertad si triunfaban, finalmente los traicionaron. 
Después de 11 años de lucha por el poder y en base a lo que sucedía en Europa, al estar cayendo las monarquías y creándose los nuevos Estados nación, decidieron “hacer las paces” y unirse, criollos y gachupines, y crear “su país de ellos y para ellos”. 
Agustín de Iturbide traicionó el acuerdo y se auto proclamó el Primer Emperador del Imperio Mexicano del Anáhuac, que duró nueve meses. Después de once años de guerra civil, el nuevo gobierno inició en la pobreza absoluta. Aunado a esto, a pesar de que los criollos y gachupines habían hecho las paces, resultaba que los “gachupines”, ahora como flamantes “mexicanos”, seguían teniendo el poder económico y por ende el poder político. 
Todo cambió para seguir igual. Por esta razón los criollos traicionaron a sus aliados, los gachupines, y con las leyes de 1827 y 1828, expulsan a los gachupines de México, pero les permiten llevarse su riqueza, lo que agudizó, aún más, los problemas económicos y políticos del flamante país de los criollos y para los criollos.
LA FUNCIÓN SOCIAL DEL DOCENTE OAXAQUEÑO.
“Oaxaca es la reserva espiritual del Anáhuac”. Con sus ocho regiones, con sus 570 municipios, con sus dieciséis naciones y culturas anahuacas, lo llevan a ser, el estado que posee, en su vida cotidiana, la raíz y la esencia viva de la milenaria Toltecáyotl, que le dio a la Civilización del Anáhuac, “un rostro propio y un corazón verdadero”.
Esta sabiduría y estos conocimientos, que se han trasmitido de generación en generación y que se ha sabido preservar, a través de la resistencia cultural, es lo que les ha permitido a los oaxaqueños, poseer esa fuerza espiritual y esa “tenacidad existencial”, que hoy más que nunca, se necesita para enfrentar los estertores del derrumbe del sistema económico global, que se inició con la invasión al continente en 1492.
El docente oaxaqueño tiene una elevada misión y una gran responsabilidad histórica con la niñez oaxaqueña, que es, todavía, heredera directa de la Cultura Madre. Especialmente los niños que viven en comunidades, que hablan la lengua materna, y que, están inmersos en la vida cotidiana en los valores y principios ancestrales, que aún rigen los destinos de estas comunidades.

“Ese nuevo llamamiento a la independencia habría de ser, en primer término, un llamado a la educación.
A un modelo de educación en que se trate de suprimir todo género
de admisión de la inferioridad que, a partir de la invasión de la irrupción europea, se nos ha querido achacar”
                                                                              Rubén Bonifaz Nuño.

El docente tiene la posibilidad de “reconectarlos con su pasado ancestral”, brindándoles información de sus Viejos Abuelos, para que conozcan sus grandes logros éticos, morales, educativos, científicos y espirituales. Su forma de entender el mundo y la vida, su filosofía, y las razones por las cuales alcanzaron la más alta calidad de vida, para todo el pueblo, en la historia de la humanidad. 
El docente oaxaqueño puede hacer esto, más allá del programa impuesto por la SEP. El docente tiene la “libertad de cátedra”, dentro de las actividades cotidianas en la escuela, para despertar e ir recreando en los niños, poco a poco, la visión de un pasado más cercano a la verdad, que lo que dice el libro de texto, la televisión y el cine. 
El niño indígena, debe de sentir orgullo de su portentoso pasado y debe sentir una gran responsabilidad por conservar y acrecentar la gloria de sus antepasados. Con ello recuperará el honor y la dignidad, que da el conocimiento y conciencia del patrimonio Cultural. 
El maestro debe, como principal tarea educativa, reforzar los valores y principios de la cultura Madre, para acrecentar la autoestima y el orgullo, de sus estudiantes, de ser portadores de una sabiduría milenaria, que puede salvar al agónico “mundo moderno”.
Es necesario que el magisterio oaxaqueño, especialmente, el que trabaja en el nivel de Educación Indígena, recupere la verdadera historia y la sabiduría milenaria de nuestros antepasados, para que los estudiantes y la comunidad, restituyan la memoria histórica y la identidad cultural ancestral, que la colonización les ha tratado de quitar, pero que, de muchas formas, permanece en la comunidad y en el “banco genético de información cultural”.
Los trabajadores de la educación de Oaxaca, deben analizar la función social de su ejercicio profesional. El docente debe pensar, realmente, ¿para quién trabaja?, cuál es el meta objetivo de su labor, cuál será el destino de sus estudiantes. 
Académicamente, el sistema, hasta dónde los tiene “programados”. Cuál será el posible mercado laboral al que podrán acceder, y de qué, le puede servir los conocimientos que se supone debe aprender en la escuela, dentro y fuera de la comunidad.
Debe analizar, concienzudamente, qué posibilidades reales tendrán sus estudiantes, si buscan “una mejor vida”, con lo que están aprendiendo en las instituciones educativas, desde el nivel primaria hasta el superior. 
El magisterio oaxaqueño debe de dejar de ser un dócil trabajador del sistema neocolonial. Debe de dejar de pensar en lo que lo obligan a pensar, y dejar de perder el tiempo, con toda la chamba burocrática con lo que “lo entretiene” y los someten. 
El magisterio oaxaqueño debe descolonizar la educación. Para ello, debe de dejar de pensar con las ideas de sus colonizadores. No se puede salir del calabozo de la colonización… “con las ideas del carcelero”.
Se necesitan nuevas ideas, que liberen, no solo la educación, sino la vida y a las comunidades. Ideas “propias-nuestras”. Nuevas ideas, valores y principios inspiradas en la experiencia milenaria de nuestros antepasados, esos que crearon el primer sistema de educación, obligatorio, público y gratuito de la humanidad.  
De aquellos, que inventaron antes que nadie, el cero matemático o la primera calculadora del planeta. Los que, a través, de lo que hoy conocemos como “ingeniería biogenética”, inventaron el maíz, o los que inventaron el chocolate, o la cuenta perfecta del tiempo.
No necesitamos importar “una nueva teoría educativa o un nuevo modelo educativo”, debemos de conocer la pedagogía y la didáctica tolteca. Valorar los saberes comunitarios y redescubrir y potenciar su sabiduría.
No necesitamos copiar una nueva ideología política de un “país avanzado”. Debemos en cambio, de investigar, conocer y re-valorar la democracia participativa ancestral “propia-nuestra”, para oxigenar y fortalecer la democracia de la comunidad. 
Se necesita conocer a profundidad, entender y revalorar la sabiduría del calpulli, la Asamblea y el “mandar obedeciendo”, el tequio, el servicio a la comunidad, el valor de la palabra, las fiestas, los “compromisos”, los usos y costumbres, y la espiritualidad, que tienen un origen milenario y han funcionado hasta nuestros días.
La función social del docente oaxaqueño es educar en valores y principios para proteger el futuro a sus estudiantes. Apoyar a los padres para que descolonicen los dogmas de la educación del siglo pasado. 
El padre de familia debe de entender que no basta con que sus hijos “estudien”, y terminen una carrera para ser un profesionista y “triunfar en la vida” yéndose de la comunidad. El docente debe ser el primer motor, para re-valorar, la calidad de vida en la comunidad a través de los valores perenes.
El docente oaxaqueño, en un acto de soberana conciencia y responsabilidad histórica, requiere en un potente ejercicio autodidacta, investigar la “verdadera historia de Los Viejos Abuelos Ancestrales”, haciendo a un lado el discurso colonizador e hispánico, del sistema y de la “academia occidentalizada”, y encontrar textos descolonizados para conocer de verdad la historia, la cultura, la filosofía y la espiritualidad ancestral de nuestra Civilización Madre. 
Con esa información, en el día a día del aula, puede ir sembrado semillas de conciencia libertaria, de autodeterminación, de orgullo y dignidad, activando “el banco genético de información cultural” que está en el corazón de sus estudiantes. Pude y debe volver al quehacer de “darles sabiduría a los rostros ajenos”, de “humanizar el querer”, consagrarse en “el arte de criar y educar seres humanos”, tlacahuapahualiztli en lengua náhuatl.  
El docente debe trabajar con los estudiantes, sus padres de familia y la comunidad, para entender que el sistema económico nos ha engañado y que, en el nuevo modelo económico del país, no existe un lugar para los profesionistas, y menos de origen indígena, porque no hay trabajo para ellos. 
Y si lo encuentran, será mal pagado y sin prestaciones. En el modelo económico neoliberal globalizado, no hay empresas, solo maquiladoras, no hay puestos de trabajo, solo outsourcing (subcontratación).
Que irse a refundir en la pobreza y la desolación de las grandes ciudades, es solo sufrir y deshumanizarse, ser despreciado, rechazado, para que los ricos se vuelvan más ricos con nuestro trabajo y nuestro consumo citadino. 
Que el irse a buscar el sueño americano es caer en el infierno de dejar de ser él, sufriendo toda clase de humillaciones, peligros y desprecios, para hacer más ricos a los empresarios que los contratan con la mitad de la paga, y para hacer más ricos a los empresarios “mexicanos”, que reciben miles de millones de dólares sin invertir un centavo.
El docente oaxaqueño debe de trabajar para fortalecer la conciencia y la sabiduría comunitaria. Debe poner el ejemplo en el servicio a la comunidad. Se requiere conciencia, responsabilidad y entrega. Una forma de vida recta, honesta, austera y sobria, apegada a nuestra tradicional forma de ser. 
El docente debe de educar con el ejemplo en la comunidad. Debe convertirse en “una tea que no humea”, un faro y un punto luminoso de referencia, no solo para sus estudiantes sino para toda la comunidad.
El docente, no puede, ni debe, ser el representante de la “modernidad y el progreso”, es decir, del consumismo y la banalidad del sistema en la comunidad. Debe guardar una conducta de sobriedad y austeridad, respetando los usos y costumbres de la comunidad, siendo muy receptivo y humilde, porque la arrogancia y la presunción, es producto de la incultura, la ignorancia y la pobreza espiritual.
El docente oaxaqueño debe encontrar la virtud y la realización personal, en su ejercicio profesional. Debe hacer, de su trabajo, su plena realización humana. Esta “plenitud armónica”, no la supera el consumismo de tecnología, ropa, autos y productos chatarra. Esto no se compra, ni se vende, ni se obtiene a crédito. Esta realización existencial a partir de su ejercicio profesional, representa un plus en la vida del docente oaxaqueño.  

El concepto tolteca del maestro es:
“Corazón firme como la piedra,
corazón resistente como el tronco de un árbol;
rostro sabio
dueño de un rostro y un corazón,
hábil y compasivo.

Maestro de la verdad,
No deja de amonestar.
Hace sabios los rostros ajenos,
Hace a los otros tomar una cara,
Los hace desarrollarla.

Les abre los oídos, los ilumina.
Es maestro de guías,
Les da su camino,
De él uno depende.

Pone un espejo delante de los otros,
Los hace cuerdos y cuidadosos,
Hace que en ellos aparezca una cara…

Gracias a él, la gente humaniza su querer,
Y recibe una estricta enseñanza.
Hace fuertes los corazones,
Confronta a la gente,
Ayuda, remedia, a todos atiende.”
Códice Matritense.   
Los seis elementos culturales de la civilización ancestral, que forman parte de la herencia cultural de nuestros ancestros, y que de alguna manera están presentes en lo que hoy somos, son: En primer lugar, la creación de ciencia biófila, que orientó la inteligencia y la creatividad, durante miles de años, para resolver problemas materiales y los desafíos espirituales de la trascendencia de la existencia. No se usó la ciencia en contra del ser humano y la Madre Querida. 
En segundo lugar, el desarrollo de una cultura de paz y fraternidad, sustentada en la unidad en la diversidad. Los Viejos Abuelos nunca crearon una civilización guerrera, invasora e imperialista, a excepción de los últimos 81 años, de expansión de los mexicas, en el periodo más obscuro de la decadencia.
En tercer lugar, desarrollaron un sistema de organización a través de la democracia tolteca, es decir, la democracia participativa, que sigue vigente hasta nuestros días en cientos de municipios del país, llamada por la cultura dominante “usos y costumbres. 
Donde en la Asamblea, el pueblo analiza sus problemas y toma decisiones, y la autoridad “manda obedeciendo”, alentando la vida en comunidad a partir de la familia y el calpulli. Los lasos de parentesco, fraternidad y solidaridad, fueron muy importantes, definiendo por miles de años, un estilo de vida sustentado en la igualdad o “común-unidad”, que siguen vigentes en muchas comunidades del estado de Oaxaca a través de “la guelaguetza, la mano vuelta, el servicio a la comunidad, el tequio, la gozona y las fiestas patronales. 
En cuarto lugar, durante miles de años no se usó la propiedad privada y no se inventó el dinero, por lo cual se impidió el atesoramiento, el consumismo y las clases sociales. En quinto lugar, de vivió por siglos en un sistema de educación, obligatorio, público y gratuito, que implantó valores y principios en la esencia y el corazón de los pueblos, mismos que siguen vigentes hasta la actualidad.  
Finalmente, en sexto lugar, nuestra Civilización Madre tuvo, en el desarrollo espiritual del pueblo, una razón de Estado. La visión de nuestros Viejos Abuelos, fue que todo en el universo tiene vida, por consiguiente, todo tiene espíritu, por tal razón todos somos hermanos. Como el ser humano formaba parte de todo y todo forma parte del ser humano, tenía la responsabilidad de preservar el equilibrio y la armonía cósmica.
El sistema de educación de la civilización Madre, está sustentado, en la sabiduría conocida como Toltecáyotl. Los elementos culturales antes señalados, siguen vigentes, de algún modo, en las comunidades indígenas y campesinas de Oaxaca, esta permanencia a base de una heroica lucha de resistencia cultural, hacen de Oaxaca y los oaxaqueños, un espacio vital de reverberación espiritual, que impregnan muchas de las actividades familiares y comunitarias de la sabiduría ancestral. 
Esta es la razón por la cual, en estas comunidades existen muchas personas que no tienen instrucción académica, o muy poca, pero en cambio, son personas muy educadas, con principios sólidos en el campo de la ética, la moral, el respeto, la solidaridad, la dignidad y la honestidad. Esto es el resultado de un sistema educativo que se mantuvo por siglos de generación en generación y hoy conforma parte del Patrimonio Cultural ancestral. 
El maestro oaxaqueño debe convertirse en el factor que amplifique, dimensiones y proyecte, estos valores y principios ancestrales de vida, que la “modernidad” y la educación académica del Estado necolonial criollo, han querido desaparecer de la vida comunitaria. 
El maestro, como guía y luz de conciencia, debe alentar una acción comunitaria en la recuperación y restitución de la memoria histórica y la identidad cultural ancestral de cada comunidad. Los pueblos mantienen viva esta sabiduría, pero después de cinco siglos de persecución y desprecio, se encuentra “agazapada, camuflajeada, escondida”. 
Existen mujeres y hombres que poseen el conocimiento ancestral. Personas que, amparadas en el anonimato, han podido trasmitir de boca a oído esta sabiduría de generación en generación, en espera del momento oportuno para su revelación.
El maestro oaxaqueño debe motivar el cambio en la comunidad, para se acaben los mitos e infundios que desacreditan y menosprecian los saberes comunitarios, las tradiciones y costumbres. Se debe de desenmascarar la mentira del supuesto “progreso” que trae el copiar la modernidad. La idea de “salir adelante”, a través de importar en la comunidad modelos foráneos de valores, bienes y productos. 
Se debe informar del daño a la salud física, mental y emocional, de los productos chatarra, sean alimenticios, tecnológicos o modas, especialmente llevadas a las comunidades por los migrantes que regresan de Estados Unidos, totalmente intoxicados y descentrados, del “ser y hacer” tradicional de la comunidad. 
La comunidad tiene que volver a ser el calmécac. Debe educar en valores y principios a los ciudadanos y a los niños. Como en el pasado, todos tienen la obligación de educar a todos, comenzando con el ejemplo. Las tradiciones, usos, costumbres, deben volver a ser “la ley no escrita”, que rija la vida de la comunidad. 
Todos en general, pero en espacial los ciudadanos que estén sirviendo a la comunidad, deben de responsabilizarse de la conducción de la educación comunitaria. 
El maestro oaxaqueño debe ser el motor de este movimiento que debe ir de adentro hacia afuera, y desde abajo hasta arriba. Las escuelas deben convertirse en el punto de partida, y el maestro, el guía responsable, como siempre fue en el pasado ancestral.
Se requiere, de nuevo, como hace quinientos años, EDUCAR PARA EL FUTURO CON LA SABIDURÍA DEL PASADO.
Parecería una utopía, algo muy difícil de lograr. Tal vez, si se piensa con una mente colonizada y con las ideas del carcelero. Pero si se piensa con la sabiduría ancestral de la Toltecáyotl y la confianza del apoyo de los Viejos Abuelos, esta tarea cobrará su propia dinámica. 
El “banco genético de información cultural” que existe en cada uno de nosotros despertará. Lo importante es “activarlo” y echar a andar el potencial energético. No existe un mejor desafío en la vida, que volver a ser lo mejor de nosotros mismos. Nuestros antepasados han hecho monumentales obras materiales e inmateriales. Nosotros ahora, hijos de los hijos de ellos, tenemos el potencial para hacerlo y lograrlo. 

LO DIFÍCIL NO ES HACERLO, SINO IMAGINARLO.




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