martes, 24 de junio de 2008

LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA. 1/2 ( * )


INTRODUCCIÓN


Cómo enfrentar un mundo cada vez más hostil y deshumanizado. Cómo sobrevivir entre una masa informe de gente embrutecida que sólo piensa en el dinero, el consumir, el grotesco placer y la diversión degradante. Qué hacer cuando las instituciones sociales más importantes se encuentran dirigidas por personas corruptas, simuladoras y cínicas quienes, a través del engaño y la mentira, hunden cotidianamente estas instituciones, que en su lugar deberían brindar dirección, apoyo y confianza a los ciudadanos. Qué hacer cuando los medios de comunicación masiva enajenan y embrutecen al pueblo sistemáticamente, y el sistema educativo engaña y coloniza a los estudiantes, dejándolos en la desolada ignorancia, totalmente deshumanizados, carentes de principios y valores éticos; únicamente despertándoles la ambición del lucro, la competitividad y el consumismo.


Qué hacer cuando vemos que todo se derrumba alrededor y aparentemente nada se puede hacer. Qué hacer cuando percibimos que estamos solos y el sistema se yergue contra nuestras más elevadas aspiraciones. Qué hacer cuando no nos resignamos a morir enajenados y embrutecidos, o cuando nos sentimos solos. Cómo sobrevivir en el caos.


La respuesta es buscar en el pasado los principios y valores que un día llevaron a nuestros “Viejos Abuelos”[1] a construir una de las civilizaciones más importantes del mundo. Ante este caos depredador, el futuro está en nuestro pasado.


El desafío es investigar nuestra verdadera historia, haciendo a un lado la "versión oficial", escrita por los vencedores, y encontrar los luminosos y eternos valores del México antiguo, para con ellos edificar el presente y diseñar nuestro propio futuro.


Los mexicanos constituimos un pueblo que desciende de una de las seis civilizaciones más antiguas, con origen autónomo del planeta, que en su apogeo llegó[2] a tener más de mil años de esplendor, aportando a la humanidad conocimientos que hoy son parte de los fundamentos de la cultura universal.


Dichos conocimientos van desde el desarrollo de la agricultura (6000 a.C.), la invención del maíz, la milpa y la chinampa, hasta el planteamiento del cero matemático, el conteo exacto del tiempo y el asombroso registro del movimiento de planetas y estrellas, entre muchos otros. Tal sabiduría humana, lograda a lo largo de siete mil quinientos años de desarrollo endógeno, permitió a aquellos seres humanos no sólo satisfacer eficientemente sus necesidades básicas, sino asimismo elevar su potencial humano a niveles que hoy no podemos entender, especialmente en el campo de la espiritualidad y la trascendencia.


En el periodo llamado Clásico (200 a.C. a 850 d.C) los hombres y mujeres de conocimiento alcanzaron la cima de su sabiduría y pináculo de su desarrollo cultural, después de lo cual desaparecieron misteriosamente, legándonos un patrimonio que "duerme" en nuestro banco genético y subyace en las sincréticas formas de la cultura popular. Pero especialmente, reside agazapado en el corazón de cada mexicano. Tal acervo de sapiencia adormecida en nuestros corazones viene esperando el momento de despertar. De vez en cuando, a manera de chispazo, ilumina nuestra penumbra, como en el trágico sismo del 19 de Septiembre de 1985 en la Ciudad de México, en que el “banco genético de información cultural”[3] se activó y la organización ciudadana logró rescatar a cientos de damnificados, ante el colapso de las autoridades.


Los mexicanos aún no tomamos plena conciencia del verdadero patrimonio cultural heredado de los "Viejos Abuelos". Los monumentales y asombrosos vestigios, apreciados en las zonas arqueológicas, las excelsas piezas que hoy lucen en museos nacionales y extranjeros, no son más que el reflejo material de la grandeza espiritual de nuestros antepasados.


Lamentablemente, desde la llegada de los conquistadores nunca se valoró en su justa dimensión la sabiduría y el conocimiento de los vencidos. Occidente sólo ha tenido ojos para el mundo "material", que paradójicamente es el menos importante de la civilización del Anáhuac[4]. Con todo, la verdadera riqueza yace en la sabiduría que construyeron a lo largo de miles de años los hombres y mujeres del Cen Anáhuac[5].


Los conquistadores y colonizadores de ayer y de hoy, carecen de ojos y corazón para aquilatar la auténtica riqueza de la civilización negada. Mas, al igual que en China o la India, en lo que hoy es México, se edificó a lo largo de los siglos una sabiduría que le ha permitido sobrevivir a pesar de estar condenado a la desaparición. Lo asombroso es que, a pesar de los quinientos años de salvaje colonización, este milenario conocimiento ha resistido, camuflándose inteligentemente, mediante un sincretismo mágico, para “integrarse” a la cultura dominante, garantizando así su supervivencia.


La herencia más valiosa que cualquier civilización pueda aportar a sus miembros reside en el conocimiento material que garantice su supervivencia y el conocimiento trascendental que los torne conscientes de sí mismos. Los mexicanos actuales contamos una pléyade de conocimientos, alimentos, tradiciones y objetos como el maíz, el amaranto, el adobe, las tortillas, las salsas, los atoles, los tamales, las cerámicas, los textiles, el pulque, los chapulines, las bebidas derivadas del cacao y del maíz, la milpa, la chinampa, los petates, los mecates, la herbolaria, el tequio, la gozona, la fajina, el sistema de cargos, el compadrazgo… que constituyen la indisoluble trama de nuestra realidad.


Sin embargo, no tomamos en cuenta otro elemento, todavía más importante en nuestro patrimonio, el espiritual o "intangible" que, paradójicamente, representa el aspecto más sólido de cualquier cultura. Si la punta del iceberg es la edificación material, la parte sumergida, infinitamente más grande, representa indiscutiblemente el aspecto espiritual que la organiza y preserva.


En efecto, la civilización del Anáhuac ha producido y preservado celosamente milenarios conocimientos sobre la vida, el ser humano y el universo, que son su verdadero fruto, su mayor riqueza, su razón de ser. Estos conocimientos se generaron entre el segundo siglo a.C. y la mitad del octavo d.C., tras lo cual inexplicablemente la civilización del Anáhuac se vino abajo en una sola generación. Los habitantes de lo que hoy se conoce como las "zonas arqueológicas", -que eran centros de investigación y sistematización del conocimiento-, primero derruyeron y quemaron los edificios casi hasta sus cimientos, cubriéndolos después de tierra para con ello, literalmente "desaparecer de la faz de la tierra". No se sabe por qué lo hicieron, ni cómo lo hicieron, ni a dónde se fueron. Dicho evento es registrado por los especialistas como, "el colapso del periodo clásico superior" y es considerado como uno de los grandes enigmas de la humanidad.


[1] Forma poética e incluyente de llamar a nuestros ancestros indígenas.
[2] En el Periodo Clásico del año 200 a.C. al 850 d.C. aproximadamente.
[3] El ser humano también posee una memoria cultural que es la suma de los conocimientos de la civilización que le ha dado vida.
[4] Nombre original del territorio que hoy conforma a México.
[5] Noción de continente. La tierra rodeada de las grandes aguas en lengua Náhuatl.


( * ) Tomado del libro LOS GUERREROS DE LA MUERTE FLORECIDA
www.toltecayotl.org

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