Como personas, como familia o como nación… somos lo que recordamos. Somos un puñado de ideas. El mundo y la forma de interpretar la “realidad” y la vida, es solo cúmulo de ideas organizadas.
La forma de tener control sobre las personas es “disminuirlas”. Hacerlas que se sientan nada, inferiores, derrotados, invisibles. Una de las mejores formas de lograr este perverso fin, es borrarles la memoria, dejarlas “ignorantes de sí mismas”. Sin recuerdos e ideas propias. Huérfanas de todo y de todos. Lo que produce una baja auto estima que se manifiesta en impotencia, conformismo y frustración existencial permanente.
A una persona, una familia o un pueblo que le han quitado sus recuerdos, su historia, su memoria; la han dejado indefensa y vulnerable. Aceptará todo lo que le impongan, harán de ella lo que quieran y jamás protestará abierta y enérgicamente. La podrán despojar, maltratar y despreciar sin ninguna dificultad. Estas personas, familias o pueblos serán sumisos en su frustración y periódicamente estallarán violentamente para sacar la presión acumulada por años, para después seguir igual.
Lo que hoy llamamos México, es una nación con ocho mil años de desarrollo humano y una luminosa historia. Cuna de una de las civilizaciones más extraordinarias del mundo. Sin embargo, los mexicanos en general, vivimos ajenos y distantes a nuestra historia antigua, a nuestros valores, principios y conocimientos, a nuestra milenaria experiencia de vida organizada.
Nuestra situación de amnesia es total y patética. Ni siquiera sabemos cómo nos llamamos.
En efecto, el común de los ciudadanos de este país, no conoce el verdadero y milenario nombre de esta tierra. Se puede imaginar usted a una persona que no recuerde su propio nombre. Que “entienda” por el apodo que le pusieron sus explotadores. Se imagina su bajo nivel de auto estima. Más aún, imagine que sus vecinos abusivos se metieron a su casa y se han apropiado de ella y de toda la riqueza que en ella había y además lo esclavizan. Que durante quinientos años no sabe quién es él, que lo maltratan, lo roban, lo desprecian y él, callado y sumiso, no dice nada.
Las personas que descendemos de los pueblos y culturas originarias, que somos hijos de La Civilización Madre, sin importar las continuas y valiosas mezclas que hayan tenido nuestros antepasados a lo largo de cinco siglos, no sabemos nada de nuestra profunda raíz, de nuestros ancestrales orígenes. Vivimos como dijo Octavio Paz, perdidos en “el laberinto de la soledad”, de tratar de ser, quienes no somos. Siempre en la orfandad y siempre en el menosprecio. Violentados y violentos, sumisos y frustrados, auto desvalorados y disminuidos. Como carne de cañón para todos los conflictos de los poderosos opresores, como sumisos trabajadores de los explotadores, como compulsivos compradores, desolados en nuestro laberinto, repleto de consumo chatarra y vacío.
No somos “mexicanos”, porque no todos descendemos de los mexicas. México le pusieron los criollos “a su país”, cuando traicionaron a sus parientes los gachupines, que en 1810 poseían y usufructuaban el Virreinato de la Nueva España.
No somos “latinos”, porque este concepto lo inventó Napoleón III para tener una razón para apropiarse de las colonias iberoamericanas que había perdido España a principios del S XIX. Juárez le demostró que no era posible. Paradójicamente, hoy los anglosajones son los americanos y nosotros somos “los hispanos” (de España) o “los latinos” (de Italia).
No somos “hispanos”, porque sí fuera correcto este término por hablar español, los gringos serían ingleses por hablar inglés…y eso, por supuesto que no lo permitirían los vecinos imperiales.
Cuál es entonces el nombre verdadero de los que descendemos de la Civilización Madre. Los Viejos Abuelos le llamaban a esta tierra El Anáhuac. Morelos en la búsqueda de la formación de una nación, en Chilpancingo convocó a los preclaros hombres que dilucidaban sobre la independencia de España, al Primer Congreso del Anáhuac, porque se sabía que ese era el verdadero y ancestral nombre de esta tierra.
Cómo enfrentar los retos del S XXI, cómo pensar y re-pensar una nueva forma de vivir, más justa y humana, sí no sabemos quienes somos, ni de dónde venimos y mucho menos, a dónde vamos.
El primer gran problema de, los mal llamados mexicanos. Esos que son “morenitos-indiados”, no solo morfológicamente, sino fundamentalmente de carácter cultural. De los que tienen raíces indígenas o que sus padres y abuelos vinieron del campo a la ciudad. De los que tienen apellidos comunes y no en lengua extranjera. De los que nunca pisaron una escuela particular. No de los extranjeros avecindados en este país con pasaporte mexicano o de hijos de extranjeros, que mantienen orgullosamente su origen racial, cultural y su identidad.
Nos referimos a “la mayoría de los mal llamados mexicanos”, los hijos ideológicos y culturales del “canal de las barras y las estrellas”, los fanáticos del futbol, los asiduos televidentes de las telenovelas, los programas de los chismes de la farándula y los programas “cómicos”. Los dependientes de programas asistenciales del gobierno y que conforman “el voto fuerte” de algunos partidos políticos, los que festejan el halloween y participan en el teletón. Ellos, los sin rostro, los invisibles, los prescindibles, la mayoría silenciosa.
El problema para ellos es la nula conciencia de IDENTIDAD. No saben quienes son, de dónde vienen y a dónde van. Millones de personas pobres que hacen cada día más ricos a un puñado de abusadores. Esos, los engañados, que se creen “mexicanos” y que su país les ha dado muy pocas oportunidades. Que “su país” y quienes lo dirigen y mercan en él, jamás les han interesado. Que los desprecian y creen que deben aguatar todas las injusticias, patrióticamente sin buscar culpables de la corrupción y las desgracias nacionales. El más importante de todos los problemas, La madre de todos problemas… la falta de indentidad.
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